Las Crónicas de El Gráfico

1959. Argentina campéon sudamericano. Por Dante Panzeri

En el Monumental, Argentina empata con Brasil y retiene por tercera vez consecutiva la Copa América. Dante Panzeri más que una crónica escribe una lección de periodismo sin concesiones.

Por Redacción EG ·

04 de abril de 2023

 

SINTESIS
JUGADO EL SABADO 4 DE ABRIL
Arbitro: Carlos Robles, chileno, con Alberto Tejada, peruano, y Ramírez Alvarez, paraguayo.
 Argentina: Negri, Lombardo (Simeone 45') y Griffa (Cardoso 52’) y Murúa; Cap y Mouriño; Nardiello, Pizzutti, Sosa, Call° (J. J. Rodríguez 61’) y Belén.
Brasil: Gilmar, Djalma Santos, Bellini y Orlando; Dino y Coronel; Garrincha,  Didí,  Valentim (Almir 74’), Pelé y Chinezinho.
Goles en el primer tiempo: Pizzutti a los 40' (A.).En el segundo tiempo: Pelé a los 13' (B.).
Recaudación: $ 5.525.425. Record absoluto para encuentros en la Argentina.
Recaudación total del torneo: $ 28.177.932.

 

Imagen Presencia brasilera, correcta y entusiasta.
Presencia brasilera, correcta y entusiasta.
 

EL BORRADOR DEL CRONISTA
(Las notas que fue tomando Dante Panzeri durante el partido)
  • Salen. Horrible mal gusto. Silbidos a visitantes.
  • Sermón previo de Robles, a los 22. Guerra no. Generalmente no sirve. Pero impresiona galería y algunos periodistas.
  • Primeros minutos, Griffa mil penales. . . .
  • 11' tercera amonestación a brasileños. Brusquedad.
  • Chilena Griffa. Salva Negrí.
  • Bellini ante Callá... tira afuera.
  • Brasil se salva de un gol hecho.
  • .Milagro: no quiere entrar. Gilmar caza mariposas.
  • 24' Bellini violento a Nardiello.
  • 25' Pelé en la mejor. En aíre hace muelle en pecho y mata. Sin dejar caer se la lleva en el aire. Deja pagando a quien tiene en el lado opuesto. Tiene pies en el pecho.
  • Robles deja tirar foul pasando otro jugador sobre pelota. Mal hecho.
  • Spinetto reacciona ante foul
  • 4.
  • Vehemencia Griffa peligrosa.
  • Se vuelve a salvar Brasil.
  • Bellini sale del área jugándola muy bien de zurda. Acontecimiento. . .
  • Insiste Robles en no penar artimaña brasileña en ejecución foul.
  • Defensa Brasil peor.
  • 40' Belén-Callá, centro no alcanzan Sosa y Bellini. Pizzutti paloma y gol entre las piernas Gilmar que toca.
  • Lombardo choca a Pelé. Se rompe cabeza. . .
  • Seg. tiempo: Cabezazo Pelé peligro.
  • .Callá inexplicable off side.
  • 13' Garrincha-Pelé, no alcanzan 4 y 6. La baja pecho se la lleva y gol.
  • Bajó Cap.
  • Simeone mucho foul.
  • La zurda de Murúa problema de Garrincha.
  • Delantera no retiene. Aflojó Pizzutti.
  • Sosa quiere tranquilizar. No puede.
  • Hace frío defensa argentina.
  • Cada vez más frío.
  • 25' primer avance argentino este período. Sosa cabeza a Nardiello, off -side.
  • Cardoso se lesiona y cae. Esto puede parar a Brasil. Belliñi se da cuenta.
  • Tira Cardoso al arco y Gilmar saca apurado. Puede provocar reacción.
  • Cardoso cae en área y mano. Accidente. Pero la empuja en el suelo para salir. No es accidente. Pero Robles no quiere penales.
  • Gol argentino... mano…mano... mano... Lo anuló.
  • Se va quedando Brasil.
  • Se quedó Brasil. Se conforma.
  • Terminó a los 45. No descontó.
  • Incendio.

 

Imagen Final del partido. Argentina campeón. Las tribunas se iluminan con miles de diarios encendidos. Fueron los fuegos artificiales más candentes que se hayan visto en el estadio de River Plate. Como novedad, pase. Como espectáculo, impresionante. Como costumbre, poco edificante.
Final del partido. Argentina campeón. Las tribunas se iluminan con miles de diarios encendidos. Fueron los fuegos artificiales más candentes que se hayan visto en el estadio de River Plate. Como novedad, pase. Como espectáculo, impresionante. Como costumbre, poco edificante.
 

se ganó, falta jugar mejor

Fue uno de esos partidos claritos.

Lo único que estuvo obscuro fue el score.

El resto quedó muy a la vista al cabo de cinco minutos de juego: Argentina le temía tanto a la carencia de recursos de sus extremos defensores (Lombardo, Griffa y Murúa) como a la capacidad de Didí para poner una pelota imposible y de Pelé para recibirla en un lugar más imposible y llevársela.

Brasil le temía a la mayor movilidad y fuerza física del equipo argentino como agente de desconcierto de toda su defensa y por ende al posible gol por vías de la velocidad personal localizada por ellos en Callá y Nardiello.

Dentro de esa mutua inquietud por conciencia de carecer de armas para contrarrestar determinadas virtudes del oponente, el partido se planteó chato, frío, muy calculado, muy expuesto por ambas partes a la iniciativa del adversario, no a la propia.

Mouriño, cerebro y director técnico de campo de la selección local, dirigió desde la más extrema retaguardia, pegado a veces con Negri, un plan de cercamiento de forwards brasileños dentro de un terreno que procuraban superpoblar otros compañeros retrasados a la defensiva: Belén y Pizzutti en la línea media de Cap. Y así se formó un 4-3-3; cuatro zagueros, tres medios y tres forwards, que especulaban con el contraataque violento: veloz, con mucha pierna y mucho vigor, esperanzado en encontrar a la defensa brasileña agrandada con el control del medio campo, y de tal manera sorprendida por una  pelota larga que pasara ese sector y cayera donde su posesión dependiera de la velocidad de los desplazamientos personales, no de ubicación previa.

Imagen Los titulares argentinos frente a Brasil: Lombardo, Griffa, Mouriño,Negri, Muru y Martínez; abajo: Nardiello, Pizzutti, Sosa, Callá y Belén .
Los titulares argentinos frente a Brasil: Lombardo, Griffa, Mouriño,Negri, Muru y Martínez; abajo: Nardiello, Pizzutti, Sosa, Callá y Belén .
 Como esa jugada llegó a tener rápida concreción con peligros bastante agudos para Gilmar, la defensa brasileña cayó inmediatamente en la advertencia del riesgo y también ella renunció a ganar el terreno que estaba libre en mitad de la cancha. Ese sector fue durante largos pasajes del juego una legítima tierra de nadie. No lo poseía nadie y tampoco nadie lo quería. Fue luego más de Brasil que de Argentina, pero por sólo 25 minutos durante el segundo tiempo, cuando el equipo visitante se consideró afianzado en un asedio que duró precisamente ese lapso.

El resto, es decir los 65 minutos, fue de mutuo miedo y respeto, con una particularidad también coincidente en los dos bandos: en cada uno un sector deseoso de jugarse "a más", al amparo de su fe en la falta de recursos de muchos adversarios como en su propia calidad. Y otro sector, el consciente de sus menores recursos, que se daba por feliz con el empate. Podríamos decir: Didí, Dino y Pelé, queriendo ganar; Bellini, Djalma Santos y Coronel temerosos de perder; Mouriño, Pizzutti, queriendo el título con más gloria; sus compañeros menos jugadores pensando que mejor es un pájaro en mano que ciento volando. Y también un tercer protagonista pareciendo más a gusto sin vencedores ni vencidos, el juez.

En general el partido chocó, como expresión de fútbol, con la imposibilidad de arriesgar que encontraron, al hallarse en minoría, los hombres de calidad de ambos bandos.

Podríamos agregar: el partido fue fiel reflejo del nivel técnico de todo el campeonato: Pobre.

Imagen Tiro libre contra Argentina. Pizzutti ordena la barrera. Mouriño grita a sus espaldas (¿acaso a Negri?).
Tiro libre contra Argentina. Pizzutti ordena la barrera. Mouriño grita a sus espaldas (¿acaso a Negri?).
 Con la iniciativa a su favor por premeditado repliegue argentino, Brasil no contó esta vez con su gestor fundamental, Didí, porque, encerrado primero en el bloque muy estrecho de defensores que lo rodeaban, el N° 8 brasileño optó después por irse a la izquierda, esperanzado en encontrar desde allí la cortada para Pelé o Dino (N° 5, que, lo mismo que Zito, se va de forward con mucha habilidad), o acaso el claro que le dejaran Lombardo o Griffa.  Mouriño fue un agente estupendo de contención de Pelé echado a la derecha, y en ese primer momento de asedio brasileño realmente no pudieron encontrarse ninguna vez sus dos virtuosos. Ni para pasarse la pelota ni para llegar uno a ella puesta larga por el otro. Terminaron por no buscarse. Y así Argentina pudo hacerse defensivamente de pelotas que trasladó largas a la ofensiva para explotar de medio campo para arriba el mayor despliegue físico de sus forwards y el mayor vigor de carrera de sus delanteros. Tres o cuatro cargas así gestadas significaron un toque de atención para Brasil, y allí se plasmó el tono dominante del primer tiempo: con menos fútbol Argentina estuvo mucho más con la pelota en el ataque y también con mayores situaciones propicias de gol. Siempre en base a pelotas llevadas en velocidad, no traídas en un tejido de jugadas. En este tipo de fútbol el ataque argentino no concretó ninguna jugada mayor a tres pases. La defensa brasileña apeló en ese lapso a la brusquedad propia del carente de recursos. Orlando le hizo plancha a Nardiello, Bellini fauleó violento a Callá, hubo amonestaciones reiteradas del juez a los defensores visitantes. La suficiencia con que éstos pudieron salir del asedio no fincó tanto en su tranquilidad como en el favor que le brindó el propio personalismo del juego de ataque del conjunto local. El pibe Nardiello negó sus anteriores demostraciones de asimilación de juego asociado empeñándose en gestiones de tipo personal que lo llevaron a frecuentes choques y frustraciones injustificadas de pelotas útiles para jugar. Callá dejó de ser problema por su velocidad conforme sus adversarios advirtieron la facilidad de colocarlo en offside a favor de su empeño en picar antes del pase. Le penaron 7 consecutivos. Pizzutti estaba ocupado en gestiones muy retrasadas, de las que no siempre podía salir a pedir que lo esperaran; Belén estaba en parecida situación y Sosa, aunque adelantado, se encontró muchas veces con la pelota en los pies y la necesidad de retenerla para esperar que llegara gente desde sus espaldas o jugarla al riesgo de perderla su bando para salvarse de esos gritos de impaciencia que consideran negativa la pisada. El trajín argentino para estar arriba y abajo con semejante despliegue de hombres, que tenían que estar arriba y abajo, tuvo sus frutos en el gol de Pizzutti, que alcanzó a aprovechar una pelota cuyo destino no era ése, sino la cabeza de Sosa, y que por eso llegaba casi muerta a caer frente a Gilmar, al punto que le quedaba larga para jugarla con el pie al N° 8 argentino.

Imagen EL GOL ARGENTINO: Callá se va por un costado y envía el centro. Saltan a cabecear Sosa y Bellini, pero no alcanzan. Y Pizzutti, que tampoco alcanzaba, se arroja y cabecea en el aire. Gilmar, sorprendido, no puede retener, pese a manotearla. Y la pelota pasa entre las piernas del arquero.
EL GOL ARGENTINO: Callá se va por un costado y envía el centro. Saltan a cabecear Sosa y Bellini, pero no alcanzan. Y Pizzutti, que tampoco alcanzaba, se arroja y cabecea en el aire. Gilmar, sorprendido, no puede retener, pese a manotearla. Y la pelota pasa entre las piernas del arquero.
 

Imagen Tras el gol argentino. Festejos de un lado, resignación del otro.
Tras el gol argentino. Festejos de un lado, resignación del otro.
 Pero tal trajín también tuvo su hipoteca en el quedarse de esos mismos hombres cuando ese esfuerzo físico se sintió, no obstante el aire juntado en el descanso de un intervalo llevado a casi 25 minutos. Pizzutti no tuvo ya piernas para ir y volver. Y Cap empezó a correr, a tener que correr. No le quedaba otro remedio. La muralla de retaguardia del equipo local perdía su ayuda forzada, y el futuro se presentaba negro pensando en las consecuencias que podría traer la más fácil entrada de Pelé y su más probable encuentro con un Griffa que golpea por falta de recursos y se golpea solo por asustado.

Comenzábamos a imaginar lo Imaginable: penal contra Argentina aunque Robles no quisiera. En esos momentos empieza Brasil a ganar, ahora sí que agrandado por la evidencia de que el cerco tiene claros, el dominio del medio campo. Y en esos momentos es cuando Griffa choca con Cap, se lastima y deja lastimado a su compañero. Argentina tiene esa suerte: hallar la razón de excluir al mayor peligro de su defensa en el momento en que empieza a pagar. Y Brasil a dar el paseo de pelota y pases que Argentina quiso neutralizar con una defensa de siete hombres en constante movimiento de reducción del terreno. Ahora Didí y Pelé se encuentran, Garrincha se tira al medio como jugador de Brasil y no de Argentina que ha sido en el primer tiempo, hay paredes y encuentran campo que antes no encontraron.

Imagen Se la llevaba Pelé y Cardoso, desde atrás, se la birla. Por las dudas estaba Cap a la expectativa. Casi siempre el 10 brasileño estuvo con dos y hasta tres hombres muy cerca. Pero varías veces se fue igual.
Se la llevaba Pelé y Cardoso, desde atrás, se la birla. Por las dudas estaba Cap a la expectativa. Casi siempre el 10 brasileño estuvo con dos y hasta tres hombres muy cerca. Pero varías veces se fue igual.
 Mouriño no puede seguir ocupándose de la zurda de Griffa y la derecha de Murúa sin dar ventaja en un terreno previo a esa zona que es fundamental: en esa parcela de cancha es donde puede armarse el adversario e incluso aparecer el remate. El ingreso de Cardoso le permite a Mouriño salir menos preocupado a tapar allá. Y con Cardoso encuentra Pelé a un hombre que resultándole físicamente menos como obstáculo le resulta futbolísticamente más adversario. El asedio es agudo. Brasil busca y encuentra claros. Aprovecha uno solo, y como saldo en contra, Argentina puede llamarse satisfecha. Normalmente pudo haber sido mayor. Y en campo neutral o visitante le habría sido difícil cortar tal inspiración del adversario. Aquí la cortó psicológicamente con mucho oportunismo una simulación de lesión por parte de Cardoso que enfrió el agrande brasileño y lo contuvo permitiendo el contraataque: el primero de Argentina en todo el segundo período. Iban 25'. A partir de allí Brasil volvió a temer. Argentina siguió temiendo los dos en ese estado ya jugaron a completar minutos de un empate que satisfacía a los dos. "Dejemos los cosas como están."

Imagen Garrincha, corrido al medio, colocó una pelota de zurda, muy bien puesta al claro, para Pelé, que intuyendo el pase entró con todo. Mouriño y Simeone no llegaron. Pelé la bajó magníficamente con el pecho, se la llevó unos pasos y tiró a la derecha de Negri, que no podía alcanzar. Gol brasileño.
Garrincha, corrido al medio, colocó una pelota de zurda, muy bien puesta al claro, para Pelé, que intuyendo el pase entró con todo. Mouriño y Simeone no llegaron. Pelé la bajó magníficamente con el pecho, se la llevó unos pasos y tiró a la derecha de Negri, que no podía alcanzar. Gol brasileño.
 El partido no definió, entonces, situación alguna de poderío entre el fútbol brasileño y argentino. Quedó en pie la superioridad de Brasil en un aspecto: el futbolístico (o el de dos hombres futbolísticamente superdotados); el de Argentina en otro: el físico-moral.

El partido no definió tampoco un campeonato. Sencillamente lo completó, sin agregar nada a lo visto y ya sabido durante 13 largas jornadas previas: que el fútbol de esta parte del mundo, andando mal, puede llamarse dueño de un caudal futbolístico capaz de hacer posible este contrasentido según el cual el campeón del mundo no lo es del sudcontinental, o en otras palabras, que en un campeonato del mundo no se juega mejor fútbol que en un sudamericano. Un sudamericano de poco fútbol. Argentina ha ganado mucho jugando poco. Ha ganado fuerzas físicas y morales que resultarán positivas a un proceso de recuperación que tendrá que llegar, sin embargo, por donde aún no muestra tal cosa, aunque estadísticamente se van a tomar los resultados como signo de reencuentro. No. El equipo, ya lo hemos dicho, configura la esperanza que está marchando. Para llegar a destino aún tiene que recorrer largo camino. Jugar mejor. Aglutinar más fútbol y conseguir un patrón de juego. El patrón que buscó para la emergencia en Mouriño y Pizzutti, pero que éstos no lograrán imponer rodeados de gente que no esté en esa línea. No hagamos verdad de un triunfo. Veámoslo como un accidente, que eso es un resultado. No hagamos del hecho que otros no jueguen (parece que el mismo campeón del mundo lo hace poco algunas veces) una razón para justificar que tampoco jueguen los nuestros. Exigir que se juegue mejor es anhelo de ganar jugando mejor, de ganar mejor, en suma. De ganar sin angustias, de ganar con la jerarquía propia de las pretensiones internacionales del fútbol argentino. Esas pretensiones apuntan a la convicción de que aquí se sabe jugar. Y una convicción no puede renunciarse por el hecho de que otras la desprecien.

Imagen Gilmar se adelanta al rechazo de un compañero, atento a la posible entrada de Nardiello. El puntero jugó mucho en la ofensiva y trató de aprovechar su vigor físico.
Gilmar se adelanta al rechazo de un compañero, atento a la posible entrada de Nardiello. El puntero jugó mucho en la ofensiva y trató de aprovechar su vigor físico.
 Se ha logrado muchísimo en estos últimos dos meses; conciencia profesional, disciplina, preparación física, conducta. Todo eso ya ha sido objeto de análisis. Así, pues, este empate que permite a Argentina retener su condición de campeón sudamericano no agrega en cierto modo nada a la conformidad ya prestada —de muy buen agrado— a la etapa que se ha cumplido en este trabajo (el trabajo aún no lo está, apenas una etapa). Se ha ganado sin jugar bien y hay que pensar en jugar mejor, no sólo por un principio estético del fútbol sino porque lo necesitaremos para acreditar el poderío que ambicionamos,  cuando toque jugar fuera de climas propicios como este de local en Buenos Aires, que no hallará una representación argentina como neutral en ninguna parte y menos como visitante ante el más débil oponente. En tal clima de locatario Argentina no usufructuó mala arte alguna, pero sí capitalizó el universal estado de ánimo de los jueces para con quien juega en su casa. No podemos asegurar que en otra parte del mundo a Griffa le hubieran tolerado los dos penales de los primeros 10 minutos; a Cardoso una mano accidental que luego prolonga a lo premeditado; a Mouriño o al mismo Cardoso echarse al suelo a enfriar o "desinspirar" adversarios; al propio director técnico Spinetto la inadmisible pretensión de recriminar y hacer justicias verbales de dudoso derecho aunque de muchas razones. Pese a la sensación de que bastante le fue adverso en el clima interno de su gestación, sensación que muchos apuntan al hecho de que el periodismo haya señalado deficiencias, este equipo ha jugado con un gran caudal de fortuna.

No es normal que todo se presente tan ampliamente en favor. Entre las cosas que se le dieron en favor está también la de haber superado una aguda falta de escuela, de patrón futbolístico, dentro de la estructura toda del plantel. La superó a favor de la suerte de no haber encontrado sino este mediocre fútbol de la gran mayoría de los equipos intervinientes y el brillante sólo por momentos (y sólo de dos o tres jugadores) de un campeón del mundo que también honra la que parece mundialmente difundida línea de rifar.

Imagen Terminado el partido se produjo la combustión espontánea: las tribunas se poblaron de antorchas improvisadas con hojas de diarios. El espectáculo fue imponente. Dantesco podría decirse.
Terminado el partido se produjo la combustión espontánea: las tribunas se poblaron de antorchas improvisadas con hojas de diarios. El espectáculo fue imponente. Dantesco podría decirse.
 Por todas estas razones y muchas más que hemos expuesto a través de este proceso pos-Suecia sostenemos que el triunfo logrado da pie a una controlada alegría, fundada; fundada en el hecho de haberse llenado el primero de un largo ciclo. Pero no da pie a creernos recuperados, nuevamente dueños de ninguna verdad ni de ningún pedestal de mejores. Lo que este equipo ha mostrado futbolísticamente no es mejor en nada. Es una cosa más entre las muchas imperfecciones que abundan. Su calidad es mínima. Su caudal técnico es, tal como al empezar, mínimo; sus posibilidades de llamarse ya dueño de "la base para 1962" también muy escasas,  porque de estos 22 jugadores que integraron el plantel oficial en este certamen una inmensa mayoría ya puede ser reemplazada con ventaja o, en otros casos, ha sellado su imposibilidad de seguir sustentándose. La esperanza marcha. Ha cubierto un ciclo. Se abre ahora el más difícil: darle fútbol, ponerle calidad, inyectarle una escuela que no tiene, o quitarle las que sobran entre tantas escuelas dispares que aglutina. El hecho de que otros no jueguen bien al fútbol no justifica que nosotros resignemos el buen fútbol que aquí se puede jugar por eso espontáneo de futbolista de estos lares sí las convicciones con que nace son en ese aspecto estimuladas. Ahora entramos en esa etapa: estimular al buen jugador sín perjuicio de que el buen jugador se afeite, se entrene, se desayune a la hora fijada o se acueste a la hora señalada. A seguir trabajando: 1962 nos espera. Y por las dudas, repetimos: por ahora conformes.

 

DANTE PANZERI (1959)

FOTOS: ALFIERI , GONZALEZ, LEGARRETA, PELLIZZERI, RAINOLDI Y BIANCO