Fausto, el Napoleón de la Batalla.
L'intramontanza di coppi (inmortalidad de Coppi)
Agrada porque se advierte que no está esforzándose para agradar. Las piensa y las dice.
Las dice con suavidad, pero con fuerte convicción.
Puó restare antipático parlare cosí, aclaró antes de entrar de lleno en su lenguaje de exquisita franqueza, en su lenguaje tan desprovisto de prejuicios como provisto de tranquilidad en cuanto a la buena intención que ponía al decir lo que podía parecer "duro".
Un `campionissimo", pero algo más que un simple hombre físicamente superdotado. Su cabeza contiene algo más que la inteligencia de un ciclista.
Me soltaba de manos, miraba para atrás y tenía la convicción de que yo hacía lo que quería con todos mis adversarios (imagen que él mismo hiciera de aquel su gran año 1952, mejor dicho uno de los grandes años de Fausto, porque 1949... bueno, bueno).
Un campeón que dejó en nosotros huella de agradable ciudadano.
Su grandeza de rutero fue doblemente admirable por lo capaz que era de ganar por fuerza (fuga) como por agilidad (sprint). Aquí en la subida del Ghisallo que forma parte del recorrido del Giro de Lombardía en 1946. .
Le preguntamos en medio de la charla, así, a quemarropa, sin rodeos, de qué campeón o de qué manager había aprovechado él consejos o ejemplos para llegar a lo que llegó. Nos miró sin vacilar. Nos miró como estudiándonos "la facha" para saber si podríamos comprenderlo. Y soltó la respuesta, firme, propia de quien tiene una convicción puesta a remache y atornillada encima: —Nada de nadie. Más bien hice siempre lo contrario de lo que me dijeron, como cuando fui el mismo año al Giro y al Tour, como cuando corrí 6 Días... Y entre los que me aconsejaron había mucha gente de gran saber, de mayor saber que yo. Pero yo pienso que los consejos no tienen otra transmisión posible que la de la palabra. De allí a que se los pueda trasladar a los actos de otra persona hay mucha distancia. De nada les valdrían a los que hoy se inician los consejos que yo pueda darles. Es muy relativa la posibilidad de que un campeón pueda ser buen entrenador. Hace falta que también el alumno sea campeón.
—¿Si tuviera que empezar de nuevo haría exactamente igual que cuanto hizo?
—...la vida... la vida de nadie es perfecta, ni aun la de los hombres más perfectos. Todos tienen algo de qué arrepentirse de haber hecho, algo de lo cual decir que no lo harían otra vez. Yo no me arrepiento de ninguno de mis errores.
Su sinceridad le ganó no pocos escándalos. Sorpresivamente se declaró agnóstico ganándose la antipatía de muchos católicos en Italia, incluso del Papa Pio XII. Para peor después se separó de su primera mujer y volvió a casarse (en Buenos Aires) con Giulia Locatelli, que también había estado casada.
Fausto sólo lamentaba no haberse puesto bajo constante vigilancia médica desde su primer momento de corredor. "Recién me acordé de hacerlo a los 33 años". "En fin de cuentas, lo que se llama experiencia no es otra cosa que el cúmulo de errores de una vida". — ¿Puede el campeón que nace hacerse campeón comiendo y viviendo como cualquier ciudadano?
—No. El campeón, el atleta superlativo, no podrá serlo nunca viviendo y comiendo como el grueso de la masa. Llegar a campeón es tener que saber, primero, sufrir, sufrir muchísimo; entrenarse como quien trabaja muy intensamente, o más; alimentarse mucho mejor que la generalidad; vivir desintoxicándose permanentemente; refugiarse bajo la ciencia médica.
Comenzó en la Legnano como "gregario" de Gino Bartali. El destino los hizo grandes adversarios y después decidió que Bartali fuera "gregario" de Coppi en su más grande empresa de la Vuelta de Francia.
— ¿Y el entrenamiento? —Yo no lo conozco. Yo sólo conozco el lenguaje de andar siempre, de no pararse nunca, sea corriendo, sea fuera de competencia.
— ¿Aquello de que la función hace al órgano, entonces?
—Exacto: pedalear, Pedalear y pedalear. Yo me reía cuando oía a críticos y técnicos hablar de que estaba o no estaba entrenado. Yo estuve siempre entrenado.
— ¿Hasta cuándo piensa seguir corriendo?
— Soy un trabajador de la bicicleta y trabajaré hasta que pueda hacerlo honorablemente.
Los adjetivos se agotaron... Las imágenes caricaturescas del absurdo no le alcanzaron al periodismo europeo para llevar al papel la dimensión de sus hazañas. El rico idioma italiano quedó empobrecido de adjetivos luego de los que su periodismo le adjudicó a Coppi (y la culpa fue de Coppi… )
Todo esto que termina usted de leer está extractado de una nota particularmente querida por mí. (El Gráfico No 1999, 3-1-1958). Querida por el personaje que la gestó, el "campionissimo" al que de una u otra manera llegamos a idolatrar todos quienes hayamos estado en el deporte de las dos ruedas; querida por haber estado con él, habernos mutuamente franqueado y (esto es casi íntimo pero permítaseme decirlo en aras de un homenaje póstumo que quiero brindarle) por habernos entendido tan bien, pero tan bien... en infinidad de conceptos físico-técnicos del deporte, que aquella tarde me sentí feliz. Mi felicidad era muy simple, muy personal, porque me decía a solas: "Estuve en lo cierto de lo que pasaba en Coppi todas las veces que analicé sus problemas sin conocer a Coppi" (Fausto me había dado pormenores notablemente coincidentes de mis argumentaciones ante una de sus muchas "decadencias", que recordaba y recuerdo haber titulado: "Contra la rabia, su propio virus". Y nos habíamos hecho casi amigos, tanto que Fausto quiso que habláramos otras veces de lo que a él lo apasionaba tanto como a mí: alimentación, preparación, conducta general de vida). Querida también aquella nota porque alejado yo de las páginas de ciclismo, Félix Frascara me pidió que lo mismo la hiciera y ella le gustara mucho a Félix. Y querida porque Fausto la estimó muchísimo, según referencias confidenciales que luego me llegaron. Permítase a un periodista ser receptor de estas sensaciones como le está permitido a cualquier ser humano sentirlas... Pero al margen de aquella breve disquisición personal, a la que también tenemos que tener derecho alguna vez los humanos que hacemos periodismo... , ¡cuántas cosas importantes, estrepitosamente ciertas, como su vida y sus victorias, dijo aquella tarde Fausto Coppi en el Hotel Claridge de la calle Tucumán!
En el Hotel Claridge en Buenos Aires, en ocasión de la nota con Dante Panzeri en 1957.
Allí están algunas, no podríamos asegurar que las principales, porque hemos pasado por alto la extensa referencia (por eso recomendamos releer aquel reportaje) que Fausto tuvo LA VALENTIA, LA FRANQUEZA, LA HOMBRIA de hacer respecto del nunca bien interpretado problema de los estimulantes en la ARTIFICIAL vida del ciclista. El recuerdo de Fausto Coppi queda para nosotros más firme que en ninguna otra parte (y es lógico, compréndase que es lógico nuestro caso) a través de ese hombre todo corrección pero todo sinceridad, sentado en un mullido sillón del hotel y soltando generosamente de sus labios todo lo importante que en esos labios ponía el ciclista sin igual que estaba debajo de su elegante traje "burgués".
¡Primero en el Izoard! ¡Primero en la cuesta más temida del ciclismo de Europa! Coppi hizo de este cerro uno más de sus vencidos. "L'Equipe", de París, anuncia que allí le levantará un monumento. ¡Estupenda idea!
Nos parece más importante ese hombre que no el ciclista que aplastó con sus pedales a todos los picos montañosos de Europa y a todos los promedios del mundo... porque esa tarde estábamos ante el hombre intelectual y deportista, que nos pareció mucho más valioso que el sin duda invalorable hombre ciclista o deportista (que no en todos los casos es intelectual... ). Vuelta de honor como ganador del Giro de Italia. La dio cinco veces. Y dos al Parc des Princes de París, como vencedor del Tour de Francia.
Ese hombre nos decía esa tarde que él, el hombre, HABIA SIDO, ya no era el mejor ciclista del mundo. "Fui". "Me queda lo que fui". "Eso soy: 10 que fui". Su predestinación a lo estrepitoso, que también debe entenderse por fugaz, ése su designio a vivir de desgracia en desgracia en proporción equivalente a los éxitos retumbantes que siguieron a aquéllas... se lo ha llevado de esta vida justamente dos años después de pronunciar aquellas palabras en un hotel de la calle Tucumán, entre Florida y San Martín. Y ahora Coppi es enteramente dueño de esa verdad: fue, fue, fue… Ya no es. ¿Pero quién no es? Ha dejado de ser el hombre intelectual que admiramos y estimamos. Ha dejado de ser porque hasta para ser totalmente Coppi su existencia parecía reclamar un broche así, como el de su hermano Serse (muerto en una rodada en el final de una prueba rutera), como el que tantas veces Fausto le negó al Destino reincorporándose de caídas por las que pasó toda clase de fracturas, desde el cráneo hasta las caderas, pasando por los brazos y espina dorsal. Ese hombre, efectivamente, fue, ya no es. Coppi en la cuesta de Ghisallo venciendo a Gino Bartali en el Giro de Lombardia en 1948.
Camiseta "arc en ciel" (colores del arco iris) de campeón del mundo. La vistió tres ve-ces. (Aquí, en 1947. en París con Benfenatti.)
Pero es ahora su nombre el que más que nunca ES, sigue siendo (y suponemos que por mucho tiempo) el del mejor ciclista, el del ciclista más completo que haya producido el mundo en todas las épocas. ES eso ahora, más que en vida, porque aun activo en pistas y circuitos (con menos intensidad en rutas) restaba por conocerse el punto terminal de su inigualable trayectoria —pero por eso mismo aún expuesta al desteñido de una decadencia— para sólo entonces poder decir la crítica: "Esto es lo hecho por Fausto Coppi y esto es lo que Fausto Coppi dejó de hacer o hizo mal". Como si su paso por la vida no hubiera tenido otro objeto que el de reunir un "palmarés" normal de 25 años de actividad (entre asomo al ciclismo y despedida del ciclismo). Fausto Coppi se ha ido de este mundo a los 40 años como para hacer cómodo y anticipado aquel balance. Como diciendo: "con lo hecho me basta". Y lo hecho le sobra para que ahora, aunque no del hombre, sí podamos decir del nombre que ES el del más grande ciclista de todos los tiempos. Terminada ya a ciencia cierta su campaña —"como si su vida no hubiera tenido otro objeto que una campaña ciclista"...— nada hay en píe (Coppi no dejó muñeco sin derribar) que pueda postular su trono. Y así, vacío ese trono, Fausto Coppi ES el nombre del más grande ciclista de todos los tiempos.
Contrajo dos matrimonios. Supo ser un solo y fraternal papá, ya de Marina, hija de su primera esposa, Bruna, como de Faustino, hijo de "la dama bianca", Giulia Locatelli, nacido en Buenos Aires.
Conel argentino Jacinto Bátiz, con quien hizo dupla y ganó los “Seis días “ de Buenos Aires.
Su gran pasión más allá del ciclismo: la caza. Se supone que practicando este hobby en África contrajo el virus de Coxsackie (aldea de ese nombre en el valle del Río Hudson, Nueva York, donde se lo identificó por vez primera), que en 48 horas terminó con su vida.
El dramático instante de toda despedida: su esposa, Giulia Occhini Locatelli, con quien Fausto Coppi legalizara su matrimonio en Buenos Aires, llora a su marido ya difunto en el Hospital de Tortona.
Y FUE el más interesante hombre ciclista que hayamos conocido, porque cuanto nos habló constituyó un lenguaje intelectualmente único entre los hombres de su profesión, cuanto hizo sirvió y servirá por muchos años para oxigenar el fuego de una pasión que mueve industrias, alimenta pueblos, mantiene periódicos, guía los sueños de muchos jovencitos como éste, que naciera (para regresar 40 años más tarde) un 15 de septiembre de 1919 en Castellania (Piamonte) o sencillamente hace feliz a un pueblo que por ser latino es soñador, es romántico y ama el celeste... El celeste eterno de la bicicleta "Bianchi" de Fausto Coppi. ¡Todo eso ha hecho —y por eso ES, como los inmortales— Fausto Coppi en su vida... , además de ganar tres campeonatos del mundo (uno de ruta y dos de persecución), 9 campeonatos de Italia, 5 Giros d'Italia, 2 Tours de France, 5 Vueltas de Lombardia, 2 Milán-San Remo. un record del mundo de la hora (que resistió 15 años), más de 300 carreras de ruta y pista y una inmensa vitrina de distinciones de todos los pelajes!...En los más altos picos nevados también estaba y estará su nombre…
Y por si fuera poco: haber roto el mito (y ser EL PRIMERO Y UNICO) de la imposibilidad física del doble esfuerzo de las Vueltas de Fran-cia e Italia en un mismo año... ganando las dos... en el doble intento de ese doble intento... La crueldad deportiva de Fausto Coppi para quien ambicione superarlo...no pudo ser mayor. SOS, Fausto... ERES, Fausto, ERES...
DANTE PANZERI (1960)
Un kilómetro y medio de extensión tuvo el cortejo de acompañamiento de Coppi a su última morada, el cementerio de Castellania.