Contrapunto entre la pelota de rugby y de fútbol
POR RICARDO LORENZO. “La casualidad de puro malintencionada, reunió provisoriamente a dos pelotas: una de rugby y otra de fútbol. Cuando cayeron en el mismo rincón se miraron como sapo de otro pozo…”
La casualidad de puro malintencionada, reunió provisoriamente a dos pelotas: una de rugby y otra de fútbol. Cuando cayeron en el mismo rincón se miraron como sapo de otro pozo. La de fútbol la sobró en esa mirada, y sin darle arle pelota, se largó un bostezo seguido de un hipo intermitente y comenzó a roncar. La de rugby se hallaba como en camarote de tercera clase y le molestaba, no sólo la compañía, sino que también el ronquido de su compañera. No podía conciliar el sueño y se pasó la noche en vela protestando contra su suerte. A la mañana siguiente, cuando a eso de las diez la de fútbol abrió los ojos, le sonrió despreciativamente a su extraña colega. Esta dobló la cabeza con gesto altanero, como estableciendo una diferencia de clases.
—¡No hagás espamento! —le dijo la de fútbol—Ya sé que sos niña bien, o que te lo creés. Sos muy engrupida; tenés más chiches que arbolito de Navidad, más brillo que batata de confitería y más paradas que auto colectivo. Te creés rica y sos más pobre que cómico sin contrato... No te hagás mala sangre... Ya me percato que no querés chamuyar conmigo... Tenés miedo que te quiten el barniz... ¡A quién vas engrupir!...
— ¿Se dirige a mí?
—No: ¡qué esperanza! Estoy hablando con Irigoyen.
—Era para sugerirle la idea de que no me conversara, porque usted no me ha sido presentada... y tampoco tengo interés en ello.
— ¿Pa'qué finteás si no vas a pegar? No te hagás la mariposa, que sos una pelota.
—...de rugby. Bien podría usted terminar la frase.
—Si no me dejas concluir: de rugby... y gracias. Sin performance. Una pelota que nadie mira, mientras que yo me suelo mandar mis caídas de ala ante cuarenta o cincuenta mil personas.
— iQué optimismo! Mire que llamarle personas a esa chusma... Hay muchos obreros y mucamas en Buenos Aires. A mí me contempla en mis evoluciones un público distinguido, educado, culto. Para mí son las miradas de bellos ojos femeninos cautivantes y de pestañas sedosas, arqueadas...
—Porque sus dueños tienen guita para comprarse rimmel. Pero no te miran a vos, engrupida. Las miradas van para los jugadores, para esos que vos creés cultos porque nunca los vistes en un banquete.
—Pero no me tratan a las patadas ni escucho lenguaje soez.
— ¿Qué es?
—No: soez.
—Eso es.
— ¿No? So-ez. Quiere decir blasfemar.
—Conozco a un tal Blas, pero es de otro apellido.
— Eres poco instruida. Bien se advierte en la esfera en que actúas. Se conoce que te tratan a las patadas. A mí me disputan con las manos...
—… y se te tiran de barriga como veinte atletas de un golpe.
— Qué chismosa! Calumniadora, lengua viperina, mentira y mentira... Chusma, chusmita...
—No hagás chiqué. Conozco tu debilidad. A mí me tratan a las patadas y a vos a los barrigazos. ¡Si todo en este mundo se sabe!
—¡Quisieras ser como yo!
—¿ Así, deformada? No me hagás reír que tengo los labios paspados. Cuando yo sea vieja, cuando no valga ni cuatro guitas de cobre, recién tomaré tu forma. Y será cuando ya ni me quieran en los potreros los pibes atorrantes y maravillosos.
—¿Atorrantes maravillosos? ¡Ja,ja, ja! ¿Esos descalzos y sin guantes ?... ¡J'a, ja, jal...
—Pero no son pataduras.
—Pero Llevan el pescuezo sucio y dicen palabrotas.
—¿Qué importa el chamuyo fulero, si en una apilada te muestran esa inteligencia criolla de que tanto nos alabamos nosotras las criollas?
—Yo soy criolla y no me enorgullezco de esos niños harapientos.
— ¿Vos, criolla? ¡Andá a juntar papeles contra viento! Para ser criolla hay que ser derecha y vos rodás pa' cualquier lado sin saber ni vos misma tus intenciones hipócritas. ¿Vos, criolla? No te des corte, garabita. La ginebra no es pa' tu garguero. Seguí tomando "clericot" y el té en la París, mientras yo me voy a garage con un completo.
— ¿Hipócrita yo? Soy tan sólo una esquiva, una veleidosa que no se da así no más con cualquiera. Yo ruedo jugando, haciendo evoluciones caprichosas.
— ¡Qué loca! ¿Tú mamita te deja salir sola? No hagás espamento, no hagás. No te la des de esquivadora, porque te recuerdo aquello de las aplastadas de barriga.
— ¡Groseral... Hice mal en darle conversación. Debí haberme guardado esa beligerancia. La plebe nunca será refinada.
— ¡Chiqueteral...
— ¡Mal nacida!
— ¡Huevo de avestruz!
Ricardo Lorenzo (1929)