Otra vida: el torneo en el que Vilas llegaba a sus partidos en helicóptero
El tenista argentino más destacado de todos los tiempos llegaba acompañado de su mítico entrenador Ion Tiriac.
GUILLERMO VILAS es el tenista más destacado de la historia de la Argentina. Pero a nivel internacional representó mucho más que eso: formó parte de la generación de jugadores que impulsaron el nacimiento del tenis como se lo conoce por estos tiempos.
La Era Abierta se inició en 1968 y el Poeta empezó a explotar todo su potencial en los primeros años de la década del '70. Tuvo su apogeo entre 1977 y 1979, cuando ganó sus cuatro coronas de Grand Slam, pero se mantuvo entre los mejores del mundo hacia 1983.
Fue protagonista excluyente de una era diferente, cuando todo era más artesanal. No existían los jugadores de la elite de hoy que llegan a los clubes con un séquito de diez personas. Vilas mantenía una amistad con otros grandes campeones como Björn Borg o Vitas Gerulaitis, pero su único ladero era el rumano Ion Tiriac, que oficiaba de todo: manager, entrenador, amigo, compañero, armador de viajes.
Por tanto, como se puede imaginar, había lugar para sucesos imposibles de avizorar por estos tiempos. Algunos torneos se jugaban en torneos insólitos como el de North Conway, por caso.
Aquel pueblo, que 40 años atrás tenía no más de diez mil habitantes, estaba rodeado de montañas y bosques. En ese lugar se jugaba un torneo del Grand Prix, sobre polvo de ladrillo al aire libre, que repartía 200 mil dólares de la época.
Llegar a ese sitio era poco menos que una aventura. Había que recalar en el aeropuerto de Newark, en Nueva Jersey, para tomar luego un pequeño vuelo hacia la ciudad de Portland, la más cercana a North Conway. Pero para arribar faltaban 300 kilómetros.
Vilas jugó aquel torneo en 1983, en julio, el último año de esplendor de su carrera, en el que ganó su última corona en la ciudad austríaca de Kitzbühel, casualmente una semana antes.
Para llegar a North Conway, entonces, había que tomar un último paso: alquilar una de las viejas avionetas Cessna de cuatro plazas. La curiosidad es que aquella aeronave era piloteada por un hombre llamado Frank Heller, que también era propietario del pequeño aeropuerto en el que había que aterrizar. Esas avionetas se encargaban de trasladar a los tenistas del torneo. Eran cuarenta minutos de vuelo sobre las montañas blancas del Estado de New Hampshire.
En aquel torneo Vilas, abrumado por el caso garantías -ese año fue acusado por el Consejo Profesional de Tenis por haber cobrado garantías, el dinero de los torneos para asegurarse las diguras que en aquel momento estaba prohibido, en el torneo de Rotterdam, en marzo-, sufrió el asedio del periodismo estadounidense que sólo estaba preocupado por la probable suspensión -sería levantada en enero de 1984-.
El argentino perdería en los cuartos de final por 6-4 y 6-4 ante el ecuatoriano Andrés Gómez. Lo más increíble de aquel torneo, de todos modos, era incluso la forma de llegar al estadio, que tenía dos canchas con una misma tribuna tubular compartida.
Vilas, como solía hacer en algunos otros torneos con accesos "imposibles", había alquilado un helicóptero por gestión de Tiriac para llegar de una manera muy poco habitual a los partidos que debía jugar. El lugar elegido para el estadio tenía un ingreso que marcaba una dificultad para entrar por la carretera. El tenis romántico de otra vida.