Las Crónicas de El Gráfico

1994. George Foreman: el milagro de la fe

La crónica de un hito del boxeo. A los 45 años, George Foreman se consagraba campeón mundial peso pesado frente a Michael Moorer. Un dato a destacar, el vencedor era pastor evangelista.

Por Redacción EG ·

04 de septiembre de 2019

Cayó de rodillas junto a uno de los rincones y elevó los flagelados ojos al cielo. Dio la impresión de comenzar una misa pagana en el propio corazón de Las Vegas, la ciudad del juego, las luces de neón y de las iglesias abiertas las 24 horas para casamientos relámpagos y a medida.

Desde el ring-side poblado de smokings y algunas extravagancias, lo suyo era una especie de reproche en semejante ámbito. Sí, George Deward Foreman estaba de rodillas, sin saber seguramente que idéntico ritual había hecho antes Jersey Joe Walcott -hasta ese momento el campeón coronado más viejo en la historia de los pesados, 37 años- diciendo la misma frase: "¡Gracias, Dios mío!"

El nombre de George Foreman está impreso en los archivos policiales de Texas, en los libros de records del boxeo, en las nóminas de los pastores evangélicos más populares de los Estados Unidos de América y en las casas de hamburguesas como cliente favorito. Y desde ahora también está inscripto en el libro de las hazañas, a las que sólo se puede acceder por medio de la fe...

Imagen La otra cara del boxeador: pastor evangelista, volvió al ring para salvar a su iglesia.
La otra cara del boxeador: pastor evangelista, volvió al ring para salvar a su iglesia.

La última visión que tengo de él es en una cafetería en el Trump Plaza, de Atlantic City. Parece mentira, pero de eso ya pasaron tres años, ya que fue el 19 de abril de 1991. Esa noche iba a pelear nuevamente por el campeonato mundialde todos los pesos frente a Evander Holyfield. Sentado a la mesa para desayunar, acompañado por uno de sus hijos, parecía un turista más. Cuando me arrimé a saludarlo, extendió la derecha y apenas acarició la mía sin dar el apretón. Eso hacían los viejos boxeadores -los de la guardia vieja, se entiende- para evitar que alguien le estrujara la mano y lo lastimara, pero... ¿podía entenderse esa misma preocupación en él, con su manaza de gigante?

Parecía mentira verlo así, porque en su época de campeón era un hombre brusco, sin modales y de escasísimas palabras, un asesino con guantes cuya única misión en la vida parecía ser la de destruir a sus rivales.

 

Imagen Foreman en marzo de 1976.
Foreman en marzo de 1976.
 

Su historia arranca como la de muchos boxeadores: hambre, miseria, una bronca sorda y rebelde... Como también definiría Mike Tyson muchos años después, con una frase casi calcada: "¿Para' qué necesitaba andar con armas con un físico como éste?" Fue el quinto de siete hijos, abandonó el colegio antes del séptimo grado y ya por entonces se volcó a la bebida, al pillaje y a las riñas callejeras en el ghetto negro de Houston, Texas.

-Tomaba tanto que perdía la conciencia. Una vez un tipo me corrió por la calle con una navaja. Después descubrí que la noche anterior, borracho, había querido asaltarlo y él había podido escapar. Yo no recordaba nada...

Abreviemos la historia: un día, antes de que la policía lo enjaulara por muchos años, se escapó de su casa y se fue a Oregon, enganchado en una entidad civil, los Cuerpos de Trabajo.

Una noche armó tal revuelo que rompió una puerta, le pegó a varios compañeros y tiró a uno por la ventana. Tenía 16 años. Alarmado por el escándalo, se acercó al lugar Charles Broadus, ex sargento de la Fuerza Aérea, experto en artes marciales, y con un metro ochenta de altura y casi cien kilos de peso. Lo encaró al pibe y le preguntó:

-¿Por qué no te metés con alguien de tu propio tamaño? Resultado: Broadus lo encerró en un gimnasio y empezó a canalizar tanta fiereza y tanta fuerza.

Imagen Foreman Vs. Frazier. Su victoria número 38 en Kingston, Jamaica. Frente a otro de los grandes de la historia del boxeo.
Foreman Vs. Frazier. Su victoria número 38 en Kingston, Jamaica. Frente a otro de los grandes de la historia del boxeo.

 

Imagen 22.01.1973. K. O. a Frazier en el segundo round.
22.01.1973. K. O. a Frazier en el segundo round.
 

Sin darse cuenta, George Foreman se convirtió en boxeador.

Aquello ocurrió hace casi treinta años y nadie, ni el más alocado guionista de Hollywood, hubiera podido imaginar algo semejante: ahora, a los 45, George Foreman es nuevamente el campeón mundial de todos los pesos tras ponerlo nocaut limpiamente a Michael Moorer. Fue en Las Vegas, este sábado 5 de noviembre de 1994. Vale tener en cuenta la fecha, porque seguramente a esta hora ya pudo haber sido incluida en alguna de las páginas del libro Guinnes de los records.

La pelea tuvo una litigiosa polémica previa porque, cuan-do se la anunció, la Asociación Mundial dijo que no podía ser, sencillamente porque George no estaba clasificado por llevar 17 meses de inactividad. Como Moorer es campeón de la Asociación y de la Federación Internacional, había chance de hacerla, pero se debe tener presente que detrás de Foreman se mueve el astuto Bob Arum, abogado al fin... Bob y George presentaron una demanda judicial y finalmente la pelea se concretó.

 

Imagen En Las Vegas, frente a Michael Moorer.
En Las Vegas, frente a Michael Moorer.
 

¿Por qué se hizo? Sencillamente, porque a los norteamericanos les encanta esto de "luchar contra todos los pronósticos". Así que a no extrañarse de que, aburridos de campeones fugaces como Buster Douglas o el propio Riddick Bowe, hayan querido ver a Foreman intentar lo imposible...

Así, la pelea se desarrolló de acuerdo con lo previsto. Moorer, sacando ventajas de su mayor velocidad, sumando puntos con su derecha larga y Foreman, agazapado como un cazador, apostando a su casi única arma de triunfo: la derecha cruzada, ideal para meterla ante un zurdo...

Cuando tenía apenas 20 años y 26 peleas, ganó la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de México, en 1968. Una circunstancia racial y política lo envolvió negativamente, ya que dio vueltas al ring haciendo flamear una banderita norteamericana en el momento de apoderarse de la medalla de oro. Justamente en una época altamente radicalizada, cuando los deportistas negros saludaban elevando sus puños dentro de un guante negro protestando contra el racismo...

Así, considerado un "negro infiel a su raza", Foreman se convirtió en un villano para los suyos, mientras que para el norteamericano blanco y sajón fue una especie de héroe. Aquello le debe haber provocado una confusión de identidad.

-No sabía para qué bando jugaba. Lo único que yo había hecho fue festejar con los colores de mi patria. Entonces me dije: "Voy a ser simplemente George y que el resto se vaya al demonio".

Lo demás es parte de la leyenda, porque comenzó a derrumbar muñecos uno tras otro, sin ninguna misericordia en una marcha implacable al título mundial. En enero de 1973 se encontró con Joe Frazier en Kingston, Jamaica. Aquella fue una paliza brutal y despiadada. Frazier cayó seis veces -en una de ellas prácticamente dio un salto en el aire- hasta que la paró Arthur Mercante. Y desde ese mismo momento todo el mundo no sólo lo consagró como un invencible -cosa que él mismo se creyó-, sino que empezó a palpitar su pelea ante el gran Muhammad Alí.

 

Imagen Otra imágen de la pelea frente a Moorer.
Otra imágen de la pelea frente a Moorer.
 

Un año más tarde, en Kinshasa, Zaire, Foreman afrontó la prueba más terrible de su vida...

Cayó de rodillas en el festejo, dando una imagen mística que es absolutamente real. No olvidemos que Foreman es hoy, además de todo -o ante todo-, un predicador.

Durante los diez años que siguieron a su retiro en 1977, Foreman no sólo no vio ni una sola pelea ni leyó nada sobre boxeo, sino que nunca más miró televisión, por lo que regaló los diez aparatos que tenía en su casa...

Se metió en la Iglesia del Señor Jesucristo, en el barrio Aldine de Houston. Y no sólo estudió el Evangelio, sino que finalmente se convirtió en un pastor. Aprendió a hablar en público y se sometió a la más dura de las pruebas para un hombre brutal como él: tener piedad, algo que nunca había estado antes en su alma.

Si hoy este hombre ha logrado la hazaña increíble de volver a ser el campeón mundial, veintiún años después de la primera vez, es sencillamente porque su iglesia necesitaba dinero y él no sabía hacer otra cosa que boxear. Ya nada le quedaba de sus ganancias millonarias y su rebaño necesitaba dinero. Entonces se volvió a poner los guantes y todo el mundo opinó que George, sencillamente, estaba loco.

El 27 de marzo de 1987, luego de diez años de inactividad, Foreman volvió al ring con un simple argumento:

-Nadie me pegó fuerte en el ring. Salvo Muhammad Alí...

Aquella pelea de Kinshasa, el 30 de octubre de 1974, fue un derrumbe total para Foreman. Hablamos de un derrumbe físico -así cayó, derrumbado, en el ring- y anímico. El, que se creía invencible, había perdido y por nocaut.

Alí recibió un castigo tremendo de Foreman, pero logró su objetivo: George terminó agotado de lanzar golpe tras golpe y, cuando lo tuvo a punto, lo definió con una derecha soberbia. Foreman, en el suelo, debe haber tenido la borrosa imagen de la derrota insospechada y se debe haber dado cuenta, de golpe, de que también era un hombre de carne y hueso...

 

Imagen George Foreman campeón mundial de los pesados (AMB y FIB).
George Foreman campeón mundial de los pesados (AMB y FIB).

Volvió al ring después de una inactividad de 17 meses -cuando perdió ante Tommy Morrison, intentando la corona de la OMB- para enfrentar a un rival 17 años menor que él y 13 kilos más liviano, puesto que George registró 113,400 kilos -cuando volvió superaba la barrera de los 125- y Moorer, el primer campeón mundial zurdo de la historia de los pesados, 100,700.

Invicto en 35 peleas, de las cuales había ganado 30 por nocaut, Moorer era favorito por 3-1. ¿Hubiera alguien imaginado que todo terminaría frente a Foreman? Iba ganando Moorer ampliamente. Sólo un milagro podía cambiar la historia. Y el milagro llegó, en el décimo round, convertido en un seco derechazo a la cabeza. A veces, los milagros también tienen forma de nocaut.

Allí está el hombre. De rodillas. Su apellido podrá figurar en los prontuarios policiales de Texas y en la lista de campeones del mundo, pero merece estar -más que nunca- en la nómina de esos hombres que pueden perderlo todo en la vida, menos la fe...

 

 

Por CARLOS IRUSTA (1994).

Fotos: THE ASSOCIATED PRESS y ARCHIVO "EL GRAFICO"