Las Entrevistas de El Gráfico

Fernando Cáceres: "Sé que puedo enseñar"

En el día de su cumpleaños número 55, el recuerdo de una charla profunda, entre lágrimas y sonrisas. Un ejemplo para leer con atención.

Por Redacción EG ·

07 de febrero de 2024

Nota publicada en la edición de agosto del 2012 de El Gráfico 

Imagen LÚCIDO y futbolero, a los 43 años el Negro perdió el ojo derecho pero igual ve bien.
LÚCIDO y futbolero, a los 43 años el Negro perdió el ojo derecho pero igual ve bien.
 -No sé si te quedó algo por decir…
-(Piensa unos segundos) Que jueguen al fútbol, decile a Caruso que se deje de hinchar las pelotas. Poné en alguna parte: que Caruso se deje de hinchar las pelotas.

-¿Hinchar con qué?
-Con el fútbol, que deje de destruir el fútbol, que se deje de hinchar las pelotas.

El final es distendido, entre sonrisas aliviadas de las que emerge una más ladeada que la del Maestro Tabárez. Fernando deja su último concepto, descolgado, porque Caruso Lombardi no había sido nombrado jamás durante la hora de charla; posa para la foto final con su hermano Eustaquio, se despide con un beso y le indica a su GPS manual, en este momento su sobrino Cristian, que lo vuelva a llevar a la cocina. Cristian obedece, toma los dos extremos de la silla de ruedas, la hace girar sobre su eje y emprende la retirada. En la cocina está mamá Ramona, siempre atenta para preparar una rica cena y también para asomar su pequeña figura en un pasaje de la entrevista y pedirle al fotógrafo que por favor no retrate a su querido Nano de frente ni desde el perfil derecho. Las madres están en todo.

Nano es Fernando Gabriel Cáceres, 43 años, ex defensor central nacido en Argentinos Juniors, típico producto con sello de calidad de la factoría de La Paternal. Jugó en River, Boca e Independiente; también un Mundial con la Selección y llegó a ser el segundo extranjero con más partidos de la Liga Española. Regresó para retirarse en su país, se rompió los ligamentos cuando se preparaba para cerrar el círculo en Argentinos y Santoro lo invitó a trabajar en la Reserva de Independiente. Unos meses después, la vida le cambió para siempre en un segundo: en la madrugada del 1° de noviembre de 2009, el BMW en el que viajaba con una amiga por Ciudadela fue interceptado por tres delincuentes. “Le cruzaron el auto, el Negro metió marcha atrás, y le tiraron por tirar, no le robaron nada”, relata hoy Eustaquio, un rostro hecho mansa resignación.

Perdió el ojo derecho, sufrió fractura en la base del cráneo y se mantuvo en coma inducido. “Cuando entró al hospital le daban 48 horas de vida, pero mi hermano es fuerte”, se entusiasmó entonces Ramón, otros de sus hermanos, vislumbrando la recuperación milagrosa.

 Dos meses más tarde, el 5 de enero de 2010, le dieron el alta y arrancó con la rehabilitación en el Fleni de Escobar. Comenzó una etapa durísima, con vaivenes emocionales, con avances lentos y retrocesos abruptos y traicioneros, como cuando le colocaron una placa de titanio en la cabeza que fue rechazada por el organismo. “Ahí casi se nos va al tacho de nuevo”, repasa hoy Eustaquio, vacío de asombro.
Con los días, Fernando Cáceres dejó de ser noticia. Los llamados se espaciaron; las visitas, aún más. Aunque el Negro no evidenciará ningún rencor ni con los que dejaron de llamarlo ni tampoco con los que le dispararon, su hermano murmurará antes de cerrar la puerta, masticando bronca: “Son muy poquitos los que no se borraron, no digo que vengan todos los días, pero ¿sabés qué bien le harían unos llamados o alguna visita de sus excompañeros?”.

¿Por dónde empezar la entrevista? ¿Qué preguntar? ¿Qué no preguntar? ¿Cómo tratarlo? ¿Entenderá todo? ¿Tiene sentido hablar de fútbol? ¿Hay que repreguntar cuando se queda callado 10, 20 o 30 segundos? ¿O pasar a la siguiente como si no hubiera existido la anterior? ¿O esperar unos segundos más, a ver si sale al fin la respuesta? ¿Cómo hacer para no transmitirle al entrevistado el sentimiento de angustia y compasión que nace en el interlocutor que lo ve en vivo por primera vez?

Imagen LA CHARLA con El Gráfico en el living de la casa materna en Ramos Mejía.
LA CHARLA con El Gráfico en el living de la casa materna en Ramos Mejía.
 Son demasiadas las preguntas que se pechan por salir mientras el Negro Cáceres aparece desde la cocina en su silla de ruedas, y que se repetirán con insistencia en el transcurso de la charla. Es denso el ambiente porque la vida al Negro Cáceres se le puso densa.

-¿Te acordás del Sub 16 en Vélez?
-¿A qué nivel me decís?

-Lo que te venga a la mente.
-Pasamos de jugar con 50 personas a jugar con 20 mil, fue un cambio enorme. Casi ninguno de nosotros había debutado en Primera.

-Ese equipo jugaba bien.
-Sí, jugaba bien de verdad, ahí empezó a cambiar un poquito el fútbol. La gente se identificaba mucho con ese equipo.

-¿Quién era el otro central de la defensa?
-Fabio Almirón, de Chicago, estaba también Cybulski, el de River, uno alto rubio, Gabriel Marino de tres, Valenzuela, el lateral derecho, Fernando Redondo de cinco, Kuyumchoglu de ocho, el Turquito Maradona, Salaberry, Frutos y Facundo Rocca, de Independiente.

-Te acordás bien.
-Claro, ¡cómo no me voy a acordar!

-¿Seguiste en contacto con ellos?
-A algunos, pero poco. El Gato Miguel me llevó a Ezeiza el otro día a ver unos entrenamientos de River.

-¿Mirás fútbol?
-Bueno, fútbol… se ven partidos. Seguí mucho a España en la Eurocopa, esos juegan muy bien, después estuvo muy lindo el Nacional B. Todos mis hermanos son hinchas de River.

-Vos eras de Boca, ¿o no?
-No, no, de River siempre, y mis hermanos son enloquecidos de River, van siempre a la cancha, están muy contentos con el ascenso.

Primera reflexion: este hombre sabe de lo que habla. No ha perdido la razón. Ni la memoria. No habla con una fluidez absoluta, baja algo el volumen en ciertos pasajes, pero se le entiende claramente. Tiene algunos baches, por momentos muerde el borde de la bufanda y se queda pensando, tarda en responder, incluso un par de veces lo terminará haciendo cuando hayamos pasado a la siguiente. Por eso esta es una nota salpicada de aclaraciones.

Fernando tiene el parietal derecho hundido. Y un ojo de vidrio en el lugar por donde entró la bala. La visión de ese lado está perdida y no se recuperará. Su ojo izquierdo parpadea insistentemente y por momentos baja el telón. Demasiada exigencia. En otros, suelta una lágrima.

Fernando Cáceres aún no camina, aunque da algún pasito, con ayuda, en la rehabilitación cotidiana. Esa es una de sus próximas metas, su Everest personal. “Los médicos nos dicen que puede demorar dos meses, cinco años o toda la vida, es difícil -admite Eustaquio-. Yo lo veo a mi hermano con mucha voluntad, sólo se bajoneó hace unos meses cuando hubo que operarlo por las escaras”.

Las escaras son unas callosidades que le salieron en las nalgas por estar tanto tiempo sentado. Por esos días, otra vez entró a boxes (terapia intensiva), en coma farmacológico, con convulsiones. “Dimos diez pasos para atrás después de haber avanzado con pasitos chicos, pero es así”, cierra Eustaquio.

-¿Quiénes fueron los incondicionales del fútbol, en estos años?
-El Pipa (Gancedo) siempre llama, también Osvaldo Rodríguez, el ayudante de Giunta, compañero en Argentinos. Otro que está siempre es Quique, el técnico de los veteranos de Argentinos, el Gato Miguel muy bien, otro.

-¿Hubo gente que te decepcionó?
-No, por suerte para nada.

-¿Cómo es un día tuyo, dormís bien?
-Descanso bien, tengo la familia. Acá se respira fútbol, vemos partidos con Marcelo y Cristian, mis sobrinos, los dos van a trabajar conmigo. Cristian está haciendo el curso de técnico y va a ser mi ayudante y Marcelo, mi preparador físico. Planificamos cómo va a ser la historia a mediano o a largo plazo
.
-¿Cuántas horas te lleva la rehabilitación?
-Arrancamos muy temprano en el Fleni hasta las 4 de la tarde, de ahí me voy a Olivos a un lugar que tiene una máquina para ejercitar los movimientos de las piernas. A veces voy a otro centro cerca de casa, donde hago ejercicios para tratar de caminar otra vez.

-¿Notás que hubo una evolución?
-Sí, mucha evolución. Tengo más fuerza en las piernas, al principio no tenía fuerza para levantar el cuerpo, eso lo fui ganando. Antes no podía girar el cuerpo, ahora ya tengo la técnica para hacerlo para ambos lados.

-¿Qué es lo que más fuerza te da para levantarte todos los días?
-Sé que puedo enseñar, que hay un lugarcito para enseñar, que hay un montón de cosas para enseñar, lo puedo hacer tranquilamente.

-¿Cuál es tu próxima meta?
-Mi meta es entrar a una cancha para tratar de enseñar a alguien (hace un breve silencio, cierra el ojo izquierdo por un instante).

-¿Ves bien los partidos o te cuesta?
-Veo bien, hago todo con un ojo, pero enfoco bien, también leo el diario.

-¿La bala sigue adentro de tu cabeza?
-Sí.

-¿Vos sentís algo?
-Nada.

Imagen SU CICLO EUROPEO incluye cuatro equipos: Zaragoza, Valencia, Celta y Córdoba.
SU CICLO EUROPEO incluye cuatro equipos: Zaragoza, Valencia, Celta y Córdoba.
 -Y de España…
-(Interrumpe, retoma el hilo de una respuesta anterior) Pero igual, para ver lo que hay, mejor no ver (muestra la primera sonrisa de la charla). Dejalo así, para ver lo que hay que ver, mejor no ver.

-Por el fútbol, lo decís.
-Por todo, por eso digo: para ver lo que hay que ver, mejor no ver (repite el concepto para reafirmarlo y vuelve a sonreír).

-Te iba a preguntar si están más pendientes de vos en España que en la Argentina.
-(Silencio) Puede ser, lo que pasa es que hice mi carrera allá, y allá un equipo es una ciudad, ¿cuántos equipos hay en Buenos Aires?

-¿Tenés crisis o no mirás para atrás?
-No, ya está, lo que pasó ya está, es historia.

-¿Y tus hijas?
-Tengo 4, una banda. Ya soy abuelo de mi hija Xoana, soy abuelo, estoy hecho mierda (risas, primera señal del humor negro del Negro Cáceres). Tengo 43 años… ya me puedo retirar tranquilamente, así que mañana
llamo a Comparada y le digo que me retiro. 

-¿A Comparada? (el apellido sorprende, ¿de qué está hablando?)
-Sí, a Julio, me retiro tranquilamente (no dice incoherencias, está en pleno desarrollo de su chiste; Comparada fue el presidente de su último trabajo en Independiente), hasta acá llego.

¿Te vienen a visitar?

-Sí, Xoana, Ezequiel, Micaela, y Paulita que tiene 7 años (se le humedecen los ojos)... cada vez que vienen piden algo, quieren cosas (risas).

Cuatro hijos, dos divorcios, un libro que piensa sacar a fin de año, los hermanos que se reparten como pueden en la semana para llevarlo allá y acá, porque Fernando no puede ir solo a ninguna parte, y dos amigos incondicionales: Pipa Gancedo y Quique Vecino, que además de llamarlo todos los días han conseguido, el primero por la gobernación de la provincia y el segundo por Futbolistas Agremiados, que le banquen económicamente la rehabilitación. Eustaquio se acerca con el handy. Es Gancedo.

-Nano, te mando un beso grande, estoy yendo a San Juan a la despedida de Ortega, la semana que viene estamos juntos y hablamos algunas cosas, eh. Un beso a Ramona.
-(Se hace un silencio) Te espero, dale Pipa, pasala bien, a ver cuándo me llevás a ese complejo de mierda que tenés (risas).

-Dale, ja, ja, ja, beso grande, Nano.
Fin de la comunicación, Eustaquio (Miguelito, para Fernando, asignador de apodos en la casa) se va al sillón de la otra punta con el handy.

-¿Cómo es lo del partido de Ortega? -pregunta Fernando- ¿Cómo es la historia del Burrito?
-Almeyda no lo quería como jugador y le propuso formar parte del cuerpo técnico, pero Ariel no quiso y se enojó. Y este partido no lo organiza River, aunque él pretende que le hagan uno en el Monumental.

Imagen INDEPENDIENTE cierra el círculo. Debuta en 2006 y también comienza como entrenador de Reserva y dirige un amistoso de Primera.
INDEPENDIENTE cierra el círculo. Debuta en 2006 y también comienza como entrenador de Reserva y dirige un amistoso de Primera.
 La charla avanza en un clima más relajado. En este tramo, de la mitad hasta el final, el Negro hará gala de todo su humor, reproduciendo como un buen actor los diálogos que sostuvo con los médicos del Fleni. Solo una vez se quedará en silencio absoluto ante la pregunta, como si no la hubiera registrado, y una más, solo una, repetirá muchas veces la misma frase sin poder salir, como chapoteando en el barro, enredado en la telaraña de sus neuronas, claro, como si lo que le pasó ahí adentro (en la cabeza) no hubiera sido lo suficientemente grave.

-¿Dormís bien a la noche, entonces?
-Sí, descanso bien.

-Y para bañarte…
-(Interrumpe, vuelve sobre la respuesta anterior) Si estos me empastillan hasta la cabeza, ¡cómo no voy a dormir!

-Para bañarte, te preguntaba.
-Me ayuda mi hermana. No le puedo tocar el culo, es mi hermana, la puta madre (risas).

-¿Podés comer cualquier cosa?
-Sí, pero la peleé, me cansé de pelearla.

-¿Por qué?
-Porque "Deglución" no me dejaba. Al principio, me volví loco (y aquí llega el punto en que definitivamente se desata y recrea los diálogos con los médicos). ¿Puedo comer un choripán? No (firme). ¿Puedo comer carne? No. ¿Puedo comer pan? No (el hermano comienza a reírse, el Negro a ladear la boca). ¿Puedo comer ensalada? No. ¿Puedo comer arroz? No (ya nos reímos todos, nadie lo detiene al Negro). ¿Puedo comer huevo fritos? Noooooooo (a esta altura las risas son carcajadas).

-¿Y qué comías, Fernando?
-Era todo zapallo licuado, buhhhhh...

-¿Ahora podés comer choripán?
-Sí, ahora ya puedo comer de todo, pero me volvieron loco. ¿Puedo comer galletitas? (retoma los diálogos, cada vez más embalado con su puesta en escena) No. ¿Puedo tomar Coca Cola? No. ¿Puedo tomar vino? No. ¿Puedo tomar cerveza? No. ¿Puedo fumarme un porro? No... (carcajada general).

-¿Y de la cintura para abajo cómo estás?
-Bien, un día agarré al médico y le dije (se ríe, busca al hermano con una mirada cómplice)… ¡Qué hijo de puta el médico! Había una doctora adelante y no sabía qué carajo decir. “Che, doctor ¿te puedo hacer una pregunta?”, le dije. “Sí, contame”, me respondió. “Cuando tengas tiempo, te hago una pregunta”, le dije, porque estaba la doctora. “No, dale, decime”, me respondió. “No, cuando puedas, tranquilo”; “No, decímelo ahora” (se queda trabado, repite 5 o 6 veces el diálogo, hasta que sale). Al final se lo tuve que decir delante de la doctora: “¿Clínicamente estoy bien? ¿Me puedo echar un polvo en algún momento?” (explota otra vez la carcajada). “No hay problema, no te va a pasar nada, pero acá adentro, no”. Con la comida fue complicado. Me decían que el suero me alimentaba. “No, me estoy cagando de hambre”, les decía (risas). Entonces me tuve que poner serio con el nutricionista: “Si no me dan algo de comer, mañana vengo con un frasco de mayonesa, te lo pongo en el brazo y me lo como entero” (carcajadas, baja el telón, aplausos).

El humor negro del Negro Cáceres explica, en algún punto, por qué ha logrado burlar a la muerte. Y por qué mantiene el sueño latente de volver a caminar o de sentarse en un banco de suplentes. Por qué se imagina enseñando. Si alguien pensó que hubiera sido mejor que el balazo lo mandara al otro mundo para evitar esta tormentosa existencia, es porque no estuvo charlando una hora con Fernando Cáceres.

-Le mando saludos a Caruso, ¿entonces?
-Caruso sale en la prensa todos los días, es un crack de verdad, solo que no me gustan cómo juegan sus equipos.

-¿Y quién te gusta? ¿Este, por ejemplo? (le mostramos un ejemplar de El Gráfico con Guardiola en la tapa).
-¡Cómo no! Lo enfrenté muchas veces como jugador. Este no te daba tiempo a nada, cuando llegabas al lado de él ya no tenía la pelota, no sé cómo carajo hacía, pero ya no la tenía.

Como carajo. Cómo carajo hace el Negro Cáceres para reír, para soñar, para vivir. Si tiene tantas ganas de seguir andando...

Por Diego Borinsky. Fotos: Hernán Pepe