Las Fotos de El Gráfico

Carlos Bianchi, el graduado

En el día de su cumpleaños, repasamos la vida del "Virrey". En la calle, en la vida y en el fútbol. Con bigotes y mucho pelo, con rasgos inalterables, un repaso en imágenes por la trayectoria, como jugador, y la intimidad de un ganador nato.

Por Redacción EG ·

26 de abril de 2024

 

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La ima­gen que ti­tu­la es­te re­co­rri­do fo­to­grá­fi­co pa­re­ce sa­ca­da de la pe­lí­cu­la que hi­zo fa­mo­so a Dus­tin Hoff­man. Es una pro­duc­ción de la re­vis­ta Gen­te, de ene­ro de 1972: Car­los y Mar­ga­ri­ta, re­cién ca­sa­dos.

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Con Juan, abue­lo pa­ter­no, en el hos­pi­tal, tras ope­rar­se de me­nis­cos a los 20 años. Juan era un anar­quis­ta ro­mán­ti­co que vi­no de Ita­lia a los 14 años co­mo po­li­zon­te. Co­mo odia­ba los nom­bres tra­di­cio­na­les, a sus hi­jos les pu­so Vir (por vi­ri­li­dad), Cho­lo, Luz, Amor, Al­ba y Por­ve­nir.

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Amor con Carlos, vendiendo diarios en el triciclo. En realidad, Amor quiso ponerle su mismo nombre, pero como en el Registro no lo dejaron, optó por Carlos, como su ídolo, Gardel. En un principio, Carlitos ¨bondeaba¨ los diarios, en el 171 o en el 111. ¨El día que se fue Illia vendí 250 diarios en media hora¨, contó alguna vez. Amor murió en 1997.

 

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En el po­tre­ro de la ca­lle Yri­go­yen, en Ver­sa­lles. Ahí prac­ti­ca­ba en la se­ma­na con los chi­cos del ba­rrio pa­ra des­pués ju­gar en Unión y Paz y en El Ci­clón de Jon­te, sus dos equi­pos de baby.

 

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Con look ex­tra­ño: go­rri­to y bi­go­te. He­ri­ber­to Co­rrea, Mi­guel Re­gue­ra (com­pa­ñe­ros de Vé­lez) y el doc­tor Ro­ber­to Avan­zi (aba­jo) jun­to a él. Fue una pro­me­sa que hi­cie­ron an­tes de ju­gar con San Lo­ren­zo en 1971: si ga­na­ban, se de­ja­ban los bi­go­tes. Y ga­na­ron 6-1.

 

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La hu­mil­de ca­sa de la in­fan­cia, en la es­qui­na de Ti­no­gas­ta y Bru­se­las, en Vi­lla Real. Os­val­do Ar­diz­zo­ne la des­cri­bió: “Ca­lle de tie­rra. Ca­sa ba­ja, con el fren­te car­ga­do de años y de lla­gas”. Es­tán los her­ma­nos Eduar­do y Ma­ría Ali­cia, pa­pá Amor, ma­má Ju­lia Né­li­da (de allí el nom­bre del res­tau­ran­te Giu­lia) y la abue­la.

 

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En el ves­tua­rio de Vé­lez, tras de­bu­tar en Pri­me­ra. Fue el 23/7/1967 en Vé­lez 1-Bo­ca 1. El Grá­fi­co le pu­so 5 pun­tos.

 

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Abra­zan­do a su hi­jo Mau­ro, en la des­pe­di­da del fút­bol ar­gen­ti­no, el 1/7/1984, en Vé­lez 1-Bo­ca 2. Otra vez Bo­ca. Te­nía 35 años y se iba al Reims a ter­mi­nar su ca­rre­ra. “Car­li­tos ejem­plo, Car­li­tos gol, Car­li­tos ta­len­to, Car­li­tos co­ra­zón”, de­cía el ta­ble­ro. “Al ir­se, la hin­cha­da de Bo­ca tam­bién lo des­pi­dió con una ova­ción”, con­tó El Grá­fi­co. Ya ha­bía ro­man­ce.

 

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La des­pe­di­da que le hi­cie­ron sus com­pa­ñe­ros de Vé­lez a fi­nes de 1971, cuan­do se anun­ció su ven­ta al Cruz Azul, jun­to a la del Ga­to Ma­rín, aun­que al fi­nal la ope­ra­ción se ca­yó (ver re­cua­dro). Un au­tén­ti­co des­ca­mi­sa­do, Car­li­tos.

 

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Ha­cién­do­le la re­ve­ren­cia al ar­que­ro bra­si­le­ño Fé­lix, por la Co­pa Ro­ca, en can­cha de River. En la Se­lec­ción, Bian­chi ju­gó 14 par­ti­dos y me­tió 7 go­les.

 

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Re­crean­do su in­fan­cia con el padre An­sel­mo, su pri­mer DT del Co­le­gio San Ra­fael, don­de Bian­chi hi­zo la pri­ma­ria. “Ter­mi­né prime­ro en go­les y en amo­nes­ta­cio­nes”, ad­mi­ti­ría ya más gran­de. En la se­cun­da­ria se ano­tó en un co­mer­cial. No ter­mi­nó pri­mer año por­que, en el me­dio de una gue­rra de ti­zas, el chi­qui­lín ti­ró el bo­rra­dor y le dio en la ca­be­za al cu­ra. Lle­gó al lími­te de amo­nes­ta­cio­nes. La ma­má fue llo­ran­do al co­le­gio a pe­dir cle­men­cia. “Se­ño­ra, su hi­jo tie­ne una pe­lo­ta en la ca­be­za”, la con­so­ló el cu­ra Román.

 

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“Es­te me va a po­ner”, pa­re­ce de­cir Bian­chi de Me­not­ti. El Grá­fi­co los jun­tó en Pa­rís, en no­viem­bre de 1977, con As­tor Piaz­zo­lla, el pin­tor Jor­ge Ro­mán y la te­nis­ta El­vi­ra Wein­ser­ber­ger.

 

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Con un look si­mi­lar al can­tan­te del gru­po La Mos­ca, Bian­chi sa­le de com­prar su clá­si­ca ba­guet­te en la Pa­tis­se­rie.

 

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“Yo me quie­ro ca­sar, ¿y us­ted?“, pa­re­ce car­gar­lo a Ro­ber­to Ga­lán en la Ce­na de los Cam­peo­nes or­ga­ni­za­da por El Grá­fi­co a fi­nes de 1971,  con un pei­na­do lla­ma­ti­va­men­te la­cio y un ves­tua­rio que ha­ría las de­li­cias de cual­quier tan­gue­ro de la épo­ca.

 

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La sa­li­da al ci­ne, con Mar­ga­ri­ta, la her­ma­na de Mar­ga­ri­ta y el no­vio de la her­ma­na de Mar­ga­ri­ta, que no es otro que el To­ti Ve­glio, quien fue su actual ayu­dan­te de cam­po. La mo­da de los 70 a ple­no: ca­be­llos lar­gos, fal­das cor­tas, bo­ta­man­gas an­chas.

 

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Luciendo el Botín de Plata Adidas, ganado en la temporada 1977/78 por ser el segundo mejor goleador de Europa, detrás del austríaco Hans Krankl. A su lado, Horst Dassler, el director propietario de la marca de las Tres tiras. Ya había obtenido otro de plata y uno de bronce. Su campaña en Francia está repleta de hitos. En los 7 años que desplegó su tremenda potencia goleadora por los campos de juegos franceses, entre 1973 y 1980 (cua­tro en el Sta­de Reims, dos en el Pa­ris Saint Ger­main y uno en el Ra­cing de Es­tras­bur­go) me­tió 179 go­les. Só­lo dos ju­ga­do­res en to­da la his­to­ria del fút­bol fran­cés su­pe­ra­ron esa mar­ca: De­lio On­nis y Her­vé Re­ve­lli. Ade­más, en 5 de las 7 tem­po­ra­das fue el máxi­mo ar­ti­lle­ro del cam­peo­na­to. Y eso que en una (74/75) ca­si no jugó por la tri­ple frac­tu­ra, jus­to cuan­do el Real Madrid se in­te­re­só en él y su co­ti­za­ción ron­da­ba el mi­llón de dó­la­res. Se­gún un es­tu­dio re­cien­te de la Fe­de­ra­ción In­ter­na­cio­nal de Es­ta­dís­ti­cas, Bian­chi es­tá en el pues­to 12 en­tre los má­xi­mos go­lea­dores del fút­bol mun­dial, con 385 tan­tos en 546 par­ti­dos de pri­me­ra di­vi­sión, en la ta­bla que li­de­ra Pe­lé con 541.

 

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El cham­pag­ne en el ves­tua­rio es to­do un ri­tual ad­qui­ri­do en aque­llas tie­rras.

 

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Fren­te al Ar­co de Triunfo, co­mo pa­ra no em­bo­car­la ahí.

 

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El re­gre­so al ba­rrio tie­ne esas co­sas que uno nun­ca ol­vi­da, co­mo la pa­sa­da por la pe­lu­que­ría pa­ra que Mar­ce­li­no Ga­lín­dez, co­no­ci­do co­mo Ha­cha Bra­va, cor­te to­do.

 

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Otra pro­duc­ción de Gen­te del año 83 ti­tu­la­da “Di­cen que lo úni­co que ve bien es el ar­co con­tra­rio“. Allí, el “Profe­sor Lo­co­vich“ Bian­chi ad­mi­tía que usa­ba len­tes des­de los 24 años.

 

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El drama de Bianchi

Así ti­tu­ló El Graáfi­co lo su­ce­di­do el 9/10/1974. En un amis­to­so or­ga­ni­za­do por el sin­di­ca­to de pe­rio­dis­tas fran­ce­ses, ju­ga­ban Bar­ce­lo­na, de Cruyff, y Reims, de Bian­chi.
 
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A los 7’ del ST, el za­gue­ro Ga­lle­go se ca­yó enci­ma de la pier­na iz­quier­da del go­lea­dor y le pro­vo­có una tri­ple frac­tu­ra de ti­bia y pe­ro­né. Que­dó des­pa­rra­ma­do en el cés­ped.
 
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Pa­pá Amor qui­so en­trar a pe­lear al agre­sor. Se re­cu­pe­ró y vol­vió cien­to se­sen­ta días des­pués.
 
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Prohibido exportar

El pa­se que no fue. A fi­nes de 1971, lo com­pró Cruz Azul, de Mé­xi­co, en una ci­fra ré­cord. Via­jó, se en­tre­nó, me­tió un gol y se tu­vo que vol­ver a Vé­lez, por­que la AFA dic­tó una re­so­lu­ción que pro­hi­bía la ven­ta de ju­ga­do­res me­no­res de 22 años pa­ra apo­yar a la Se­lec­ción.
 
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Del Cruz Azul le ha­bían pro­me­ti­do pa­gar­le la lu­na de miel en Aca­pul­co y, aun­que el pa­se no se hi­zo, cum­plie­ron con su pa­la­bra.
 
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En 1977, Alain Ro­sen (se­cre­ta­rio ge­ne­ral del Paris Saint-Germain) le se­ña­la el es­cu­do de Bo­ca, que en esos mo­men­tos bus­ca­ba al go­lea­dor.
 
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EL GRÁFICO (2003).

Producción: Diego Borinsky