Las Entrevistas de El Gráfico
Camilo Mayada, siempre listo
Es el comodín que tiene Gallardo para solucionar diversos problemas y suele no fallar. Se ganó el cariño de la gente por su entrega y personalidad. Y porque nunca para de correr. Una historia de vida sorprendente y desconocida.
Vestido sin alardes, a los 26 años, Camilo en Rivercamp, en Ezeiza.
Detrás de la noticia, hay una historia de vida entre carencias y cimbronazos familiares, llevada adelante con sacrificio y muchísima entereza. Es la de Camilo Sebastián Mayada Mesa, que contamos a partir de aquí. Para conocer mejor de qué madera está hecho el hombre que hoy atraviesa un vía crucis futbolero que se le apareció en su vida inesperadamente.
(Aclaración imprescindible: esta entrevista se realizó un tiempo antes de conocerse su positivo en el control antidoping ante Melgar, por lo que no hay preguntas relacionadas con el tema).
Barrio Villa San José, ciudad de Sauce (6132 habitantes según el censo de 2011), departamento de Canelones, a 35 kilómetros de Montevideo. Allí nació y se crió Camilo. “Sé que el nombre no es muy habitual, mi madre me lo puso porque se lo copió a un primo de ella. Me gusta, es distinto, y al grito de Camilo reacciono, sé que es para mí”, larga la primera sonrisa. Tatiana, Marco y Alenka son sus hermanos; Camilo es el tercero de los cuatro de Juan y María Elizabeth, pero el primero a la hora de ponerle el pecho y llevarlos de la mano hacia adelante. Sentado en el banco de suplentes de la cancha principal de Rivercamp en Ezeiza, el todoterreno del equipo de Gallardo se abre con asombrosa naturalidad en el relato de las peripecias de salud que le presentó la vida, quizás porque ya tiene demasiado asumido su rol de hombre fuerte y sostén espiritual de la familia. Así lo cuenta.
-“Somos una familia de clase media, papá fue el que siempre laburó en casa. Lo hace en el Mercado Modelo, que es el mercado de fruta y verdura más grande de Uruguay. Siempre nos apoyamos en él, aunque en momentos de enfermedad de algún integrante de la familia, se hizo más difícil. En 2006 debió ponerse una prótesis de cadera y ahí se complicó”.
-“Fue una época jodida, incluso coincidió con una internación de mi hermana mayor, Tatiana, que tiene un problema inmunológico. Hace muchos años que está tras distintos médicos, todavía no ha encontrado un diagnóstico definitivo y un tratamiento específico y estamos siempre en la lucha de eso, tratando de darle mucho ánimo. La enfermedad se le despertó cerca de los 17 años, con una anemia pronunciada. Ahora está trabajando con sacrificio porque le cuesta, es una persona que tiene fragilidad, no es fácil para ella tomar un colectivo e ir a trabajar, no podemos dejarla hacer su vida sola, pero le pone mucha fuerza de voluntad y eso a mí me pone orgulloso y trato de darle ánimo. Dos por tres tiene sus episodios, que se le baja mucho la hemoglobina y le repercute en todo, ahora está usando insulina porque se hizo diabética, no sabemos si por usar tanto tiempo las medicaciones”.
- “Mi hermano Marco también requiere de nuestro apoyo. Era un chico normal, jugábamos todos los días a la pelota con los amigos, siempre muy unidos, pero bueno, cuando en el secundario empezó con dificultades para integrarse, con miedos a las cosas y ha tenido episodios de depresión, le ha costado progresar. Está medicado, es una enfermedad difícil, la cabeza es brava, uno trata siempre de apoyarlo, de darle lo mejor que uno puede. Como verás, nos ha tocado ser bastante golpeados con estos temas de la salud, pero somos muy unidos y lo hemos sabido reponer en familia”.
- “Por todo esto y porque siempre me preocupé por apoyar y porque me ha ido bien en lo que me he desempeñado, creo que para mi familia soy motivo de orgullo, para mi madre, sobre todo, que es el sostén de la casa hoy en día, porque mis hermanos viven todos en casa, aunque dos sean mayores que yo. Mi hermana más chica estudia ballet y está bien de salud, por suerte. Pero yo era el aliado de mi madre en el día a día, y me extraña un poco, me está escribiendo siempre por el celular, a veces son audios demasiado largos (risas). ‘No me mandes audios tan largos que me olvido lo que me dijiste al principio”, la cargo, pero la verdad es que estamos en contacto cotidiano, me gusta saber todos los días cómo están”.
Bien, así, casi de entrada, y sin que se le consultara puntualmente, Camilo pinta el cuadro de situación y su rol como hombre fuerte en el grupo familiar.
Club Buen Porvenir, en Sauces, fue donde se inició. Un nombre premonitorio. “Allí jugué hasta los 9 años, una etapa muy linda, el club del barrio, jugaba con los amigos”, revive, y cuando se le pregunta si compitió en atletismo en el colegio, larga la risotada: “No, para nada, siempre fui rápido, pero muy habilidoso también. Es que de chico no jugaba de 4, sino de media punta. Jugaba bien, me destacaba. En las inferiores de Danubio empecé a darme cuenta de que sacaba diferencia con el cambio de ritmo. En mi primer año en Séptima, que es la división más baja en Uruguay, yo era menudito, me enfermaba seguido. Por ahí jugaba un partido y me agarraba una gripe y tenía que faltar al siguiente, estaba medio endeble, como en el desarrollo. A los 15 empecé a repuntar y en 2005 conocí a mi representante, que es el mismo que tengo al día de hoy, Alexis Papasán, al que luego se sumó Gustavo Silva. Estoy muy contento, me ayudaron mucho”.
A la hora de los agradecimientos, tampoco se olvida de los entrenadores que lo formaron, pero hace hincapié en uno: Gerardo Rodríguez, al que tuvo en Sexta y Quinta. “Era el que más me motivaba, el que me resaltaba más mis condiciones”, destaca, al tiempo que corrobora que su polifuncionalidad que tantos réditos le da a River no es una adquisición actual: “Arranqué con 14 años como 4 u 8 en Danubio, después fui media punta, jugué de doble 5, también por izquierda, y así fui cambiando hasta llegar a la Primera, que me empezaron a poner de 8”.
Postura clásica, corriendo a campo traviesa, en esta ocasión en la Bombonera, la tarde del 3-1.
-Siempre me gustó mucho Javier Zanetti, por esa potencia física y porque tenía ciertas similitudes con su juego. El Polillita Da Silva es un gran ídolo de Danubio y tuve la posibilidad de jugar también con el Chino Recoba, uno de los mejores compañeros con los que he jugado. A todos ellos los admiraba.
-¿De qué equipo eras hincha de pibe?
-En mi casa había de Nacional y Peñarol, así que no tenía una definición, y a los 10 años me sumé a la escuelita de Danubio, ahí ya me hice hincha de Danubio, y cada vez que podía iba a la cancha. Ir a la cancha, para mí, era algo impresionante, asombroso. Y aunque suene raro, siempre tuve mi corazoncito en River.
-¿Por qué?
-Fue el primer cuadro (uruguayismo grado 1, casi como el mate) del que fui hincha. Nací en el 91, y en el 95 Uruguay ganó la Copa América en nuestro país, y estaba la figura de Enzo, el emblema de esa selección, y lo admiraba mucho. Por aquella época hubo un River-Peñarol, y mi padre y mi hermano hinchaban por Peñarol y yo, por River, es uno de los primeros recuerdos que tengo del fútbol, aunque fuera muy niño.
-¿Le comentaste esto a Enzo?
-Nunca, por timidez nomás, pero siempre me gustó mucho River, después aparecieron Saviola y Aimar, más tarde D’Alessandro, y los seguía. Con Enzo hablé por primera vez cuando llegué al club para firmar el contrato, el 22 de enero de 2015. Fui a su oficina, se me puso a mis órdenes, me dijo que estaba muy contento de que llegara. Fue relindo, ahí es como que empezás a darte cuenta a dónde estás llegando.
Con los trofeos logrados en Danubio.
-¿Vos lo habías enfrentado como jugador en Nacional-Danubio?
-En el Centenario, sí. Marcelo entró en el segundo tiempo y unos minutos después ingresé yo; Nacional nos ganó 1-0. Ese día entré de volante, y lo tuve cerca en varias jugadas. Obvio que lo admiraba, y en ese momento me llamó la atención el respeto que le tenían los compañeros, cómo les hablaba él dentro de la cancha y cómo lo trataban los compañeros a él. Como puede ser Leo (Ponzio) entre nosotros hoy, imponiendo su voz, a veces más fuerte para llamar la atención, te dabas cuenta de que era líder y lo querían mucho.
-También se enfrentaron, ya siendo Gallardo DT de Nacional…
-Dos veces, sí. En ese momento tenía un amigo en Nacional, lo tengo en realidad, es uno de mis mejores amigos en el fútbol, Matías Vecino se llama. Y hablábamos de cómo era Marcelo, yo le consultaba, y uno de los asistentes le había preguntado por mí.
-¿Llegaste a viajar a Río de Janeiro para firmar por Fluminense?
-No llegué a viajar. Danubio vino a la Argentina a jugar unos amistosos en enero de 2015, pero yo me quedé en Montevideo porque sabía que iba a salir una transferencia. Y en ese lapso me llamó Marcelo, y eso fue lo más importante. Es como que a vos te llame el director del diario o la revista más importante y te diga: “Te quiero en mi equipo”. Yo sabía que Marcelo quería hablar conmigo porque le habían pedido mi teléfono a un conocido.
-¿Qué te dijo?
-Un día iba en el auto con un amigo y suena el teléfono con prefijo de Uruguay. River estaba haciendo la pretemporada en Uruguay, pero pensé “Debe ser una radio”, y no atendí. Enseguida, me mandó un mensaje de texto para decirme que había sido él, que lo atendiera. Ahí me contó que tenía intenciones de sumarme, que sabía de mis características, me habló de lo que era River, de lo que pretendía de mí, que sabía que le podía jugar de lateral o de volante, que su propuesta era muy ofensiva, que para él los laterales eran atacantes, básicamente eso. Le comenté que sabía cómo jugaba River, que lo venía mirando desde antes de saber el interés, porque River estaba en un gran momento, venía de ganar la Sudamericana. Me pidió que tuviera paciencia, que había que destrabar el tema del cupo. Aparte estaba el interés por Viudez. Era uno u otro.
-Supongo que la oferta de Brasil era de más plata.
-Sí, era una propuesta económica superior.
En la concentración de la Celeste.
-Bastante superior, sobre todo para mí, que venía de Danubio y no había hecho ninguna diferencia todavía. De todos modos, cuando apareció River, ni lo pensé: el llamado de Marcelo, el presente del equipo, mis sensaciones de niño... Mi deseo era venir acá, te juro, anhelaba que se hiciera.
-¿Dos años y medio después se puede decir que decidiste bien?
-¡Seis meses después ya sabía que había decidido bien! Si estaba jugando de titular una final de Copa Libertadores. Y levantándola.
-¿Cómo te dijo Marcelo que ibas a ser titular en esa final?
-Gaby (Mercado) había recibido la segunda amonestación en la ida y ya sabíamos que no iba a poder jugar, y apenas volvimos, en la primera práctica, se lesionó Mammana, que iba a ser su reemplazante. Al otro día, vinimos a entrenar, hicimos un táctico y Marcelo me puso a mí de 4.
-Te preguntó si te animabas…
-No me preguntó nada, me dio la confianza absoluta, no había mucho misterio, él sabía que podía jugar de 4.
-¿Te temblaron las patas al entrar al Monumental esa noche contra Tigres?
-No, no, estaba tranquilo, porque en esos 4 o 5 días previos al partido, me preparé mentalmente, miré muchos videos de los posibles delanteros que podrían venir por mi sector, sobre todo en la fase defensiva que era lo que más me costaba. Miré las virtudes de los rivales, analizando cómo los podía contrarrestar. Eran Javier Aquino, Damián Alvarez o Damm. Me tocó Aquino, que era muy rápido y salía por los dos lados sin problemas de perfil. Observé bien los movimientos de sus últimos partidos, para dónde gambeteaba, qué movimientos hacía sin pelota, todo en un editado de sus jugadas que me dio Nahuel, el videoanalista del club. Esas cosas ayudan mucho.
-¿Cómo es tener que entrar en la Bombonera a los cinco minutos de partido en una posición que no es la tuya?
-Es que estoy preparado para eso. Yo sé que voy al banco para entrar de 4, de volante por izquierda o derecha, o de 3, si le pasa algo a Milton (Casco). Marcelo me dijo: “Tranquilo, como entraste contra Temperley pero más atrás, lo podés hacer bien”, y listo. Esas palabras del entrenador te dan tranquilidad.
-Me vas a decir que no te pusiste ni un poquito nervioso…
-Pero si entreno con los mejores todos los días, ¿por qué me voy a poner nervioso de marcar a un jugador de Boca? Y en la espalda tenía encima una final de Libertadores, además de otros partidos bravos. Son cosas que capaz uno no las piensa en el momento, pero como que te van preparando, y las tenés.
En la cima del festejo del 3-0 de Funes Mori, en la final de la Libertadores. Camilo fue titular.
-Será que mis características físicas y técnicas me hacen útil para adaptarme, y eso lo tomo con naturalidad, no me cuesta que me digan “che, vas a jugar de 4, o de 8, o de 5 o de 3”. De hecho, me viene pasando desde las inferiores de Danubio. Obvio que tendré más virtudes en una posición, pero no me molesta para nada, me siento cómodo.
-¿Nunca le pediste a Gallardo que te dé la oportunidad de jugar en tu puesto natural con cierta continuidad?
-Marcelo no es una persona que está hablando demasiado, se dieron diferentes circunstancias, en su momento el titular inamovible era Sánchez, luego hubo cambio de esquema y, como te dije, siempre tomé con naturalidad jugar en diferentes puestos. Es más: hoy me siento más cómodo jugando de 4 que de 8, me siento bien viniendo de atrás y creo que he mejorado mucho en lo defensivo, después de haberlo trabajado tanto tiempo.
El Extasis de la polifuncionalidad, Camilo lo alcanzó durante este semestre, en el que consiguió ser titular con continuidad. Y aunque parezca que no dan los números, jugó en 5 posiciones diferentes en 4 partidos muy próximos y aprobando en todas, hasta con 2 goles, frente a Temperley y Melgar. Todo entrenador desea contar en su plantel con un par de futbolistas así.
Como casi todo uruguayo, Camilo habla pausado, un par de velocidades por debajo del ritmo porteño, y con un vocabulario variado y no muy frecuente entre futbolistas. A diferencia de casi todo uruguayo, por otra parte, Mayada no toma mate. “Cuando voy en el auto con Alario, Arzura o Denis, me joden y me quieren dar un mate, y lo tomo, listo, no es que se trata de agua sucia para mí, pero no soy de tomar mate, nunca adquirí la costumbre, aunque todos toman en mi casa”, se ríe.
-¿Estás conforme con tu rendimiento en estos dos años y medio en River?
-Sí, con mayor o menor calidad, pero sí. En estos últimos partidos se vio un gran crecimiento. Nunca había tenido 7 u 8 partidos seguidos de titular, y, en el fondo, los minutos son los que le dan a uno la posibilidad de ser más regular. Individual y grupalmente fue positiva mi actuación en este último tiempo y eso a uno le da tranquilidad y lo deja contento, aunque en estos clubes no alcanza solo con cumplir y ya está.
-Pero también viviste momentos en que no jugabas…
-Solo una vez quedé fuera de los concentrados, en la Recopa con Santa Fe, después hubo unos 5 o 6 partidos en el segundo semestre del 2016 en que iba al banco y no me tocaba entrar. Es un momento duro, no te lo voy a negar, pero ahí es cuando uno tiene que trabajar más que nunca y estar preparado. Obvio que la cabeza de uno no es la misma cuando entrena y no juega ni un minuto, se te derrumba un poquito, pero siempre he mostrado fortaleza, por suerte.
-¿Cómo canalizabas la angustia en ese tiempo?
-Entrenaba cada día mejor, ese es el único secreto. Después, no tengo que andar mostrándole al técnico que estoy enojado ni dando síntomas de debilidad, porque el único que pierde soy yo. El técnico no va a decir: “Camilo está triste y enojado, entonces lo voy a poner”. Al contrario, él necesita jugadores maduros, enteros, fuertes. Marcelo tiene una personalidad que impone en el plantel, y no está para esas cosas. De todos modos, uno siempre habla con los asistentes, o con Marcelo cuando es necesario, están todos a disposición. Uno habla, pero trata de estar fuerte de la cabeza en todo momento. Siempre pensé que si estoy en River, es porque me han elegido y en los momentos bravos, trataba de pensar en eso y entrenar duro.
Preparado, listo... Mayada. Un verdadero atleta, siempre dispuesto a jugar donde lo manden.
-No, incluso en ese semestre, el segundo de 2016, que fue en el que menos posibilidades tuve, al final terminé jugando y tuve el premio de que la dirigencia me ofreciera renovar el contrato. Eso fue un espaldarazo importante para mí. Que el técnico diga “yo quiero seguir contando con este jugador” para mí fue muy motivante. Flamengo me quería, pero pensé: “Si me ofrecen renovar acá es porque me quieren, y entonces yo me quiero quedar”.
-Se habló un par de veces de que podías ir como parte de pago de algún refuerzo, como Montoya.
-Lo escuché, pero en River nunca me hicieron sentir que era moneda de cambio.
-A pesar de no tener continuidad como titular, el hincha siempre te bancó, ¿eso lo sentiste?
-Siempre sentí, y siento, el afecto de la gente. Este es un club muy grande, un club de paladar muy fino, y creo que valoran mi sacrificio. No que me pongan de 3 y juegue, porque estoy preparado para eso, para mí no es un sacrificio, pero sí valoran el temple cuando entro en el lugar que sea y que no me pese la camiseta. Eso sí sentí desde el primer momento en River, que nunca me pesó la camiseta.
-¿Qué es lo que más te sorprendió de Gallardo como entrenador?
-Su figura, lo que es él hoy para River, tanto para el jugador, para el dirigente, para el hincha... Creo que tiene la llave del club. Por supuesto que hay dirigentes que toman decisiones, pero Marcelo es el gran emblema, el que lleva la bandera. Desde que llegué he visto un gran crecimiento en el club, no solo en lo deportivo, sino también en la infraestructura y en la manera de trabajar de las inferiores, se nota en los chicos que han subido.
-¿Cómo es Gallardo en la relación con el jugador?
-Arma una relación cercana. Cuando tiene que decirte algo, lo hace, y siempre está entre nosotros, con sus colaboradores. El marca las pautas de seriedad, también para afuera, marca la línea de lo que hay que hablar y cómo manejarse con la prensa, las pautas de convivencia en los viajes. Y si te salís, te va a llamar la atención, es como la cabeza de una familia. Cuando se enteró de los problemas de mi hermana, me llamó a su oficina para hablar. Me dijo que me veía mal y no sabía por qué; cuando le expliqué, me dijo que esas cosas tenía que transmitírselas para que ellos me apoyaran, para que sepan que no estaba así por falta de interés, sino por un problema familiar. Y se puso a mi disposición. Esas cosas se valoran mucho desde lo humano.
Lo humano. Camilo ha sido una auténtica columna familiar desde la adolescencia por su salud de fierro. Hoy necesita que lo sostengan y lo contengan a él, porque detrás de la noticia que detona millones de clics, catapulta ratings de radio y TV, estimula creatividades malditas en formato de memes y alimenta morbos insaciables, hay un ser humano. Nada menos que un ser humano.
Con el sello de Enzo
El Danubio Fútbol Club fue fundado en 1932 y se lo apoda La Franja, por la banda negra que cruza su camiseta en diagonal. De su cantera surgieron Polillita Da Silva, el Chino Recoba y Edinson Cavani, entre otros. Hasta 2013 había sido 3 veces campeón (1988, 2004 y 2006/07), ubicándose en el podio detrás de Peñarol, Nacional y Defensor. En la temporada 2013/14 definió el Uruguayo ante Wanderers; era la primera vez que chocaban dos equipos chicos en una final. En la ida terminaron 0-0 y en el cotejo decisivo, el 8 de junio de 2014 (dos días después de la asunción de Gallardo en River) igualaron 1-1, fueron al alargue y allí anotó Wanderers a los 104’. Cuando parecía que el club donde se había formado Francescoli conquistaba su primer título profesional, la figura de la cancha, Camilo Mayada, se mandó una corrida de 50 metros y tras un rebote, convirtió el empate de chilena-tijera (con el sello de Enzo, como se observa en la foto), de zurda, desde un ángulo muy cerrado en el último minuto. Fueron a los penales, Mayada convirtió el suyo y terminaron imponiéndose por 3-2 para que Danubio diera la vuelta y Camilo quedara para siempre en la historia del club como el héroe del cuarto título.
Por Diego Borinsky / Fotos: Emiliano Lasalvia.
Nota publicada en la edición de Julio de 2017 de El Gráfico