Las Crónicas de El Gráfico

Wergifker, el señor Pérez

En 1934 Borocotó entrevista al novel half de River de apellido impronunciable: Aaron Wergifker. Nació en Brasil, en su documento figuraba como ruso, pero jugó en la Selección Nacional. Una historia fascinante.

Por Redacción EG ·

20 de abril de 2020

EL SEÑOR PÉREZ

 

Che, Werchinker ... Che... Rusito ... Che... All Singer... ¿Wer cómo?

No se le acertaba con el apellido. Entonces Tres Pulmones propuso a la barra:

—Llamémosle El señor Pérez.

—Aceptado.

Y le llamaron Pérez.

Aaron Wergifker no dijo nada. Se limitó a sonreír con su sonrisa de muchachito bueno. Todo está bien para él. No se enoja por nada. Modesto siempre, aceptó aquel Pérez como acepta lo de Rusito. Pero ¿saben ustedes dónde nació? Pues en el Brasil. He aquí algo que muchos ignoran. Les voy a contar cómo fue. No lo del nacimiento, que ustedes se lo imaginan, sino por qué nació en el Brasil.

La familia es de Rusia. Padre, madre y tres hermanos. En busca de horizontes más amplios se vinieron a la América del Sur en carácter de inmigrantes. En San Pablo se detuvieron. Ingresaron a la colonia denominada "Los Cuatro Hermanos". Allí les dieron un pedazo de tierra para cultivar. Eran 43 familias que venían en busca de ese pan que cuesta ganar en todos lados.

La tierra producía, pero la vida era igualmente dura. Aaron nació allá, pero cuando tenía cuatro meses la familia puso proa a La Argentina y se trajeron al half en ciernes sin haberle anotado el nacimiento. Acampó en Villa Crespo. El hijo mayor gustaba del fútbol y capitaneaba a una barra de muchachos que tenla su "fil" en Parque Centenario. Aaron era una criatura y ya movía la pelota. Llegó a los diez años y se mudaron. El padre adquirió en Sáenz Peña la casita que aún tiene.

  

Imagen En su "voiturette". No será muy "copera" que digamos, pero tiene en el "paragolpe" los colores de River, y allá por Sáenz Peña suele ser muy útil los días de barro.
En su "voiturette". No será muy "copera" que digamos, pero tiene en el "paragolpe" los colores de River, y allá por Sáenz Peña suele ser muy útil los días de barro.
  

Los hijos mayores trabajaban. Aaron no podía acompañarlos porque debía quedarse en su casa a cuidar de la madre enferma. En los momentos que tenía libres pateaba. Así llegó aquel en que se enroló en las filas del Benjamín Matienzo que actuaba en la Liga Independiente con asiento en Caseros. Actuaba de half izquierdo. Llegó el final de temporada y fueron a jugar a Villa Colombo contra el team que iba primero. Este cuadro tenía un muchacho llamado Melchor

—Melchor...; si metes un gol te doy rosquitas — le gritaba un hincha mostrando un paquete de rosquitas.

Wergifker cuidaba a Melchor y se dijo para sus adentros: "Hoy no comes rosquitas". Lo vigiló celosamente y el match termino con un empate sin goals. Era preciso jugar de nuevo. Al domingo siguiente marchó el Matienzo a Villa Colombo por segunda vez. El adversario no se presentó. Concurrieron a la Liga y les dijeron que se había muerto el padre del presidente de la Liga y que por tal motivo se había suspendido el match. Volvieron al domingo siguiente y el team de Melehor tampoco se presentó. Entonces, el Matienzo fue a la Liga a buscar las medallas que le correspondía por el segundo puesto que ya tenía asegurado sin jugar el desempate. No había nadie. Ni presidente ni medallas. Y hubo quien dijo:

—Esta vez se le habrá muerto la madre al presidente.

No fue así. El Matienzo en masa fue muerto. Ocurrió lo de siempre: se habían piantado con el dinero de los carnets y la inscripción.

 —Yo no sabía que se hacían estas cosas — declara Pérez. — Quería aquella medalla para regalársela a mi hermano mayor que me había enseñado a jugar, que quiso siempre que yo llegara a primera, que me siguió en todos los partidos de quinta división y que se murió sin haberme visto progresar.

Se ha borrado la sonrisa de muchachito bueno en la cara del Rusito. La triste evocación se refleja en su rostro. Luego, agrega:

—Del fútbol no guardo ningún momento amargo. De la vida, sí.

Fue el 6 de enero de 1914 cuando Pérez nació en medio de aquellos campos cultivados por los suyos y de los que no guarda ningún recuerdo. En 1927, cuando un amigo y compañero del Matienzo, Guillermo Simme, lo llevó a la quinta de River Plate, fue preciso sacar la cédula de identidad. ¿Cómo hacerlo sin ningún certificado de nacimiento? Entonces se efectuó una tramoya y Aaron Wergifker apareció con un documento en el que consta haber nacido en Rusia, pueblo de Vosnesensk, provincia de Jerson. Por esa cédula de identidad, es ruso. Sin embargo, nació en el Brasil y no conoce ni Brasil ni Rusia.

 

Imagen En compañía de sus padres y un hermano.
En compañía de sus padres y un hermano.
 

 —¿Cuál es tu patria? — le pregunté.

—Brasil.

—Pero si no lo conocés...

—Allí nací.

—¿Y hasta cuándo vas a ser brasileño?

—Hasta que cumpla la mayoría de edad y no tenga que hacer la conscripción. Después, sacaré ciudadanía argentina porque no conozco otro país que éste.

—Decime otra cosa: ¿tu viejo no es tartamudo?

—Nada de eso. ¿Por qué?

 —Como te pusieron Aaron... yo creía que las dos a...

Volvió la sonrisa. Aguantó el mal chiste como soporta lo de Rusito, de Pérez y lo que le digan. Ni el aplauso ni el silbido lo marean. Tiene la inteligencia de esperar y no engañarse. Profesa un profundo cariño al fútbol. Le ha gustado siempre y fue y es su pasión.

—Si tuviera que volver a segunda esperaría tranquilo el retorno a primera — me dice. — No estaba en mis planes ser de primera en 1933. Cuando me vi progresar me hice cálculos. Acaso para 1935 o 36 llegue, me decía. Tuve suerte; subí antes. Si ahora tuviera que bajar, esperaría. Si me adelanté, puedo también retrasarme.

 

Imagen 1936. Tres casos de olvidados injustamente: Alarcón, de San Lorenzo, Wergifker, el inefable, y el arquero Sebastián Sirni. Foto: Novoa
1936. Tres casos de olvidados injustamente: Alarcón, de San Lorenzo, Wergifker, el inefable, y el arquero Sebastián Sirni. Foto: Novoa
 

Jugó tres años en quinta división sin verse subir. Estaba siempre igual. Era aquel team una cosa inarmónica, con muchas fallas y no sin posibilidad de efectuar buen fútbol. Wergifker se veía siempre en un mismo plano, aunque no desesperase. Ya vendría el empujón que de pronto origina el surgimiento. Pasó luego a la cuarta B y salieron campeones. Y al subir casi todo el team a la cuarta especial, se sintió mejor.

—El cuadro jugaba — dice — Era parejo en fuerzas y hacía buen fútbol. Teníamos una linda delantera: Landoni, Villegas, Matano, Cassio y Zatelli. A veces también actuaba Juan Carlos Lago. Salimos campeones.

— ¿Cómo fue que te viste jugar? ¿Corregiste algún defecto?

—Nada de eso. Nunca me analicé en el juego. Creo que es instintivo. Un día uno se ve que está jugando. Otro día ocurre lo mismo, adquiere entonces seguridad y es cuando se sabe de que se están haciendo las cosas bien. No se puede fijar el momento en que se inicia el progreso, así como tampoco establecer el instante en que se marcha a la decadencia.

— ¿Y vos pensás en decadencia?

—Todavía no. Vendrá algún día. Mientras tanto, me cuido. No fumo, no bebo, hago una vida sana. Ni caigo tampoco en la tentación en que incurren muchos en que se hacen los Don Juan. No tengo oficio, vivo del fútbol, siempre viví del dinero que traían a casa mi padre y mis hermanos, justo es que ahora yo lleve mi parte y trate de asegurar mi vida para más adelante.

—¿Y cuál es tu ideal?

—Tener una casita para cuando decida casarme.

—¿Andás en esos trámites?

—Ni novia tengo; pero como hay que pensar en eso porque a todos le ocurre...; yo también lo pienso. Todo vendrá: la decadencia, el casamiento, los hijos...; lo malo sería que no viniera la casita.

 

Imagen Simpática caricatura del dibujante Tabernig.
Simpática caricatura del dibujante Tabernig.
 

Era de la cuarta cuando actuó en primera en un match contra Lanús en 1932, jugado en el field de Platense. El campo estaba barroso, el cielo gris, garuaba de a ratos. Pérez sentía nostalgias de la cancha de River. En ella se hubiera tenido más fe. Allí, en el barro y con un día tan triste, su temor al fracaso iba en aumento. Y fracasó.

—Entré bajo aplausos y me fui en silencio. Hice algunas buenas jugadas en el primer tiempo, pero mi actuación fue mala. Nadie me dijo nada. Yo estaba apenado. River había ganado a duras penas por un goal a cero. Si al menos me hubieran dicho: "tené paciencia", me habría sentido mejor. Así, en silencio, sufrí más. Ni siquiera tenía al hermano que me aconsejaba...

Cobró 40 pesos. Un mes y diez días de la cuarta, porque en esta división recibía 30 por mes. Corrió a su casa con el dinero. Hay quienes dicen que puso los billetes dobladitos en el interior de una caja de fósforos. También aseguran que esa noche, pese a la tristeza, hizo una farra bárbara: se fue al cine y se comió veinte de caramelos.

 

Imagen Retrato de estudio de Aaron Wergifker, el señor Pérez. Llegó a jugar en la Selección Argentina, siendo uno de los pocos extranjeros en vestir la casaca nacional.
Retrato de estudio de Aaron Wergifker, el señor Pérez. Llegó a jugar en la Selección Argentina, siendo uno de los pocos extranjeros en vestir la casaca nacional.
 

Serán chimentos, pero la verdad es que el gran programa de Pérez es ir al cine. Allá en Sáenz Peña, en el Colón, se le ve con frecuencia. Con diez de caramelos y un asiento en las primeras filas, la alegría está asegurada. Le gustan las que terminan con un beso. Esas otras en que las "cosas no se arreglan", le molestan. ¿Por qué no terminan todas bien si en la vida la mayoría de las cintas humanas terminan mal?

En estos últimos tiempos hizo una farra más grande que esas cuyo escenario es el Colón. Estando en Rosario tenía de compañero de pieza a Dendi. De pronto le dijo:

—Vamos a salir y verás qué lindo.

—Yo no voy al cabaret.

—No... ; es a otro lado — le guiñó el ojo al paraguayo.

—Ni a ese "otro lado" — respondió Dendi creyendo interpretar la guiñada. Sin embargo, salieron juntos. Y en la plaza que estaba frente al hotel, se efectuó el "programa". Wergifker y Dendi se fotografiaron junto a un banco. Uno sentado y otro parado. Igualito que los novios. Ahí faltaron los diez de caramelos para hacer la garufa completa.

 

El año pasado, en el match contra Tigre, volvió a integrar la primera. Su actuación satisfizo. Desde entonces, fue titular y River Plate encontró, sin irlo a buscar a ningún lado, al hombre que le hacía falta y que venía a reemplazar a un jugador que había costado muchos miles y en el cual la entidad millonaria tenía fundadas esperanzas. Desde entonces Wergifker fue siendo el half más regular. A propósito de su juego dice mi amigo Chantecler en el último número de El Gráfico: "Wergifker, jugador destacado de la cuarta especial, fue llamado al primer team de River Plate para llenar una plaza que no se ocupaba satisfactoriamente. No obstante su juventud y falta de experiencia, el novel elemento se adaptó rápidamente a la importancia de su posición, pues el Rusito respondió en gran forma desde el primer momento. Este jugador tiene condiciones opuestas a las de Garraffa, y si se ve menos en el field, en cambio su acción es más ordenada y precisa. Lo que en Garraffa es esfuerzo desordenado y generoso, en Wergifker es colocación y cálculo. No prestará tanta ayuda a sus compañeros, pero cuida mejor su puesto. Por esta misma causa sus actuaciones no habrán sido extraordinarias, aunque fueron más regulares, metódicas y firmes que las del half de Racing."

He transcripto esas opiniones por no repetirlas por cuenta mía, aunque con otras palabras, ya que estoy en un todo de acuerdo con lo que dice mi colega. Y conste que hace la comparación con el half que nos representó en el último match de combinados. A Wergifker hay que verlo, y es de los que cuesta ver, precisamente, por el orden, por la sobriedad del juego que lo lleva a cumplir su misión a conciencia y sin esa brillantez que es la característica en algunos elementos que, luego de haber permitido la carga adversaria, salvan en última instancia merced a un gran esfuerzo. Pero ya que hacernos el elogio al half, no olvidemos al back que le tocó en suerte.

—Cuello es una garantía para mí —declara. — En los momentos en que estoy flojo, como él me salva, no se ve tanto mi error.

Sinceras palabras que implican un reconocimiento al back que es en River uno de los puntos más altos del equipo y que ha contribuido eficazmente al progreso del Rusito. No obstante, de vez en cuando se produce algún vinillo. Pérez recuerda uno que le dieron en La Plata entre Lauri y Tellechea.

* * *

— ¿Sos hincha de River?,

—Ahora, sí.

— ¿Y antes?

—De Chacarita Juniors. Era de mi barrio, de Villa Crespo. Tenía una cancha sin alambrado y a ella concurríamos todos los chicos. Tirado en el suelo, mirando por entre las piernas de los hombres, veía jugar a Gaslini, Cesarini y otros fenómenos de aquella segunda de ascenso. Así se fue formando mi simpatía por ese club y siempre recuerdo aquellos domingos. Mi esperanza era llegar a ser como Cesarini.

 

No fue. Para serlo tenía que haber actuado de forward y poseer el mismo temperamento de Cesarini. Wergifker jugó siempre de half izquierdo a pesar de ser derecho. Con el tiempo consiguió la misma efectividad con una pierna que con la otra y está más hecho al puesto de izquierda. Además de esa diferencia de puesto con el hombre que admiró en sus aun no muy lejanos años de niñez, carece de la briosidad que distinguiera a aquél.

—Ni di patadas ni me las dieron —certifica Pérez.

Le deseo que siempre le vaya así.

BOROCOTÓ

 

 

Imagen Con el gran Adolfo Pedernera. Foto tomada por Novoa el 22 de agosto de 1937.
Con el gran Adolfo Pedernera. Foto tomada por Novoa el 22 de agosto de 1937.
 

En 1966, ya retirado, le contaba a Jack Barski de El Gráfico la historia de su salida de River:

“En 1941, luego de defender durante 13 años la casaca de River Plate, quedé sin puesto en el equipo porque según los dirigentes «sabían de buena fuente» que yo estaba afectado de un pulmón y que nunca más podría volver a rendir como antes. Todo esto sin ninguna revisión médica previa y sin haberme sacado ni una sola radiografía para aseverar tan infundado diagnóstico, que echaba por tierra mi carrera deportiva. Es evidente que se procedió con mala fe. Había interés en radiarme para incorporar a otro elemento. Pero tanto me acomplejé que finalmente resolví hacerme una revisión a fondo por mi propia cuenta. Afortunadamente los exámenes médicos demostraron la falsedad de las versiones. Entonces me fui a ofrecer a varios clubs sin resultado alguno, porque ya se había corrido la voz de que yo estaba enfermo. Pero lo increíble sucedió en Racing: me hicieron rendir una prueba como a un principiante, a mí que fui varias veces internacional, y finalmente no me aceptaron porque «era demasiado bajo para jugar al fútbol». ¿Se da cuenta?”.

Pese a ello, Aarón Wergifker no tiene más que palabras de emocionada gratitud al fútbol, por todo lo que hizo, conoció y ganó.