¡Habla memoria!

Cada maestrito con su librito

Un vistazo a través de la historia de las más famosas y curiosas charlas técnicas antes de salir a la cancha. Algunas sirvieron para ganar partidos y otras para reírse un rato.

Por Redacción EG ·

11 de marzo de 2019

Las de algunos apenas duran lo que tarda en consumirse un cigarrillo. Las de otros, veinte, treinta, cuarenta y cinco minutos y hasta una hora. Al margen de la extensión, que suele ser tan variada como la temática que desarrollan, las charlas técnicas previas a los partidos representan uno de los pocos momentos de intimidad que le quedan al fútbol. El hecho de que las cámaras de televisión y el periodismo en general no tengan permitido el acceso es lo que le da a ese diálogo secreto entre el entrenador y los futbolistas su carácter único y misterioso. Detrás de la puerta cerrada, donde básicamente se repasan tácticas y se trabaja en la motivación, hay miles de historias...

Bilardo, el hombre que sabía demasiado

Imagen Bilardo no descuida ningún detalle, hasta tiene marcadores de colores de repuesto.
Bilardo no descuida ningún detalle, hasta tiene marcadores de colores de repuesto.

Contra lo que se supone, las charlas técnicas de Carlos Bilardo duran solamente 20 minutos. “Es que en la semana los agarro en grupitos de 3 o 4 y entonces el día del partido sólo refresco algunos conceptos: hablo de las marcas personales, las jugadas de pelota parada y sobre las virtudes y los defectos del rival”, explica el ex director técnico de la Selección. “Todo lo aprendí del maestro Osvaldo Zubeldía. Siempre la hago en una habitación del hotel y utilizo un atril con hojas blancas, un marcador azul y otro rojo. Por las dudas de que alguno se quede sin tinta, en el bolsillo del saco tengo uno de cada color de repuesto. Eso sí, cuando termina el partido los reúno de vuelta frente al atril para ver si cumplieron”.    

 Ahora que está a cargo de la Selección de Libia las cosas no han cambiado demasiado: “La única diferencia es que les hablo en italiano o en inglés y un intérprete les traduce”. A diferencia de la mayoría de sus colegas, él no cree en la motivación. “Son profesionales, no la necesitan. Me río cuando veo que los jugadores se gritan entre sí ‘¡Vamos, vamos...!’. Yo les digo: ¿Adónde van a ir? No, no se vayan, quédense acá que hay que salir a jugar.”

 Lo curioso es que a veces su obsesión por brindarles minuciosos detalles de los rivales le hace olvidar información básica de su propio equipo. Roberto Pompei, ahora en el Oviedo de España, vivió una situación curiosa en su paso por el Boca de Bilardo. Esta es la reconstrucción de aquella charla. 

–Pompei, usted ya sabe lo que tiene que hacer. Agarra la pelota y tira el centro a la cabeza de Hugo Guerra.

–Pero, Carlos...

–Usted sabe, agarra la pelota y centro para Guerra.

–Carlos...

–Es muy fácil, pibe. La agarra y se la tira a Guerra.

–Carlos, escúcheme, Guerra no juega...

Marchetta, el destructor

Dueño de un particular estilo, Pedro Marchetta sabe cómo ganar la atención de los jugadores. Su fuerte es la motivación y su método tan efectivo como polémico. Para convencer a sus hombres, degrada a sus adversarios hasta ridiculizarlos. “Muchachos, hay que atacar por el lado de Gustavo Costas. ¿Lo vieron? Tiene menos cintura que un teléfono público”, dijo antes de enfrentar a Racing.

Imagen Pedro Marchetta siempre está informado sobre sus rivales. En todos los sentidos.
Pedro Marchetta siempre está informado sobre sus rivales. En todos los sentidos.

Hernán Castellano, arquero de Gimnasia de Jujuy, considera que las charlas de Marchetta son insuperables. “Las del Viejo Zof eran entretenidas porque en el medio te metía alguna anécdota, pero no había como las del Negro en Central. Lo que sorprendía era la información que tenía de los contrarios. Y no hablo sólo de lo táctico, él estaba al tanto de si alguno había tenido un problema familiar, si a alguien le habían robado el auto... Si jugábamos contra Independiente, por ejemplo, repasaba la lista y hacía algún comentario de cada uno: ‘Islas, arquero rebotero; Luli Ríos, siempre lo quiero de rival; Perico Pérez, la mentira más grande del fútbol argentino...’”

Los monólogos del Toto

A pesar de que las charlas técnicas de Juan Carlos Lorenzo se prolongaban más de una hora, sus jugadores lo escuchaban como en misa. “El Toto era un maestro –reconoce Vicente Pernía–, nos juntaba a todos en una habitación y nos hablaba del rival, de la función de cada uno, de las tácticas, de quién tenía que marcar a quién. Es más, había semanas que las hacía tres veces. Y nunca era menos de una hora, lo que debe ser. No entiendo a los técnicos que resuelven las charlas en quince minutos, es como que no tienen nada para decir. Además, Lorenzo te motivaba sin mentirte. No te hacía creer que eras el mejor, pero te daba una fuerza anímica increíble”. 

La importancia de la oratoria

César Luis Menotti cree que la duración y el contenido de las charlas técnicas varían según las circunstancias. “La de Argentina-Holanda en el Mundial ’78 fue de diez minutos, no más. Repasamos quién tomaba las marcas, otros aspectos tácticos y yo les dije algunas palabras para fortalecerlos anímicamente antes de salir a la cancha”, recuerda hoy. “Los jugadores están nerviosos antes del partido y es muy común que se olviden de las cosas. Me pasó miles de veces de estar varios minutos hablando de cómo se forma la barrera o quién patea los tiros libres. Pero siempre hay uno que levanta la mano y te pregunta ‘¿cómo hacemos en la barrera?’ Justo de eso se había charlado antes, pero de los nervios se les borran los conceptos”.

Quizá el valor que más se le reconozca a Menotti sea su capacidad de convencimiento a través de la oratoria. A Alberto Márcico, quien lo tuvo como técnico en Boca, le ocurrió un hecho más que singular. “El Flaco es un monstruo hablando, te convence de cualquier cosa. No miento, en su primera charla técnica hasta tuve una erección...”

El blooper del Bambino

En el anecdotario de Héctor Veira nunca falta la historia ocurrida en el vestuario del Cádiz. Las charlas del Bambino generalmente son muy tácticas y no superan los 15 minutos, pero esa tarde terminó más rápido de lo esperado. Lo explica él mismo: “Teníamos que enfrentar al Valladolid de Pacho Maturana y no sé por qué yo estaba como posesionado. En un momento, mientras explicaba que todos debían quedar detrás de la línea de la pelota, me apoyé en el armario. Sin querer lo desestabilicé y se le cayó encima a nuestro arquero. Se le cortó toda la cara, quedó bastante golpeado y no pudo jugar. Tuve que poner al suplente. Por suerte empatamos 0-0”.

Otra muy recordada de Veira es cuando llegó a la charla técnica de River con una toalla empapada entre sus manos. Y ante la mirada desconcertada de sus jugadores empezó a escurrirla en medio del vestuario. “Ven, así quiero que queden sus camisetas después del partido, quiero que vuelvan bañados de transpiración”.

Wanderlei Luxemburgo, entrenador de la Selección de Brasil, también es de los que utilizan métodos no convencionales: hace su exposición a oscuras, sólo apoyado por un retroproyector con imágenes de canchitas. Comprobó que de esa manera los futbolistas focalizan más su atención.

El Loco y el Viejo

A pesar de su obsesión por la perfección, las charlas de Marcelo Bielsa duran entre 3 y 5 minutos. Se trata de un rápido repaso de lo hablado en las prácticas. Pero no por cortas dejan de ser intensas. “Es como si él mismo fuera a jugar el partido o entrara en trance –explica Julio César Saldaña de su experiencia en Newell’s–. Se ponía loco y hablaba serio, hasta Bilardo es mucho más tranquilo.”

Imagen Las charlas de Bielsa duran poco y llevan su sello personal.
Las charlas de Bielsa duran poco y llevan su sello personal.

Una vez, en la instrucción táctica antes de Argentina-Holanda en Amsterdam, Bielsa se le acercó a Ariel Ortega para darle una indicación: “Que la oferta de la recepción sea vertical, Ari. ¿Me explico?”. El “sí, sí, claro” del Burrito no se hizo esperar, pero la verdad es que el jujeño no tenía la menor idea de lo que le estaban hablando.

A diferencia de las del entrenador de la Selección, las de Carlos Timoteo Griguol duran entre 30 y 45 minutos. Guillermo Sanguinetti, defensor de Gimnasia, recuerda que “al Viejo no se le escapaba una. Además de recordarnos las marcas de cada uno y nuestra posición en los corners o tiros libres, también nos explicaba el funcionamiento del rival. Sólo había una cosa que nos llamaba la atención, muy a menudo se confundía los nombres de los jugadores. En vez de García, por ejemplo, decía Gradía. Como nunca nadie tuvo el coraje de corregirlo nos quedamos con la duda si lo hacía a propósito o se equivocaba en serio”.

El Ascenso también existe

Alberto Pascutti, hoy técnico de Almagro, pasó por una infinidad de clubes del Ascenso como jugador. Experiencia es lo que le sobra. “En las charlas técnicas se ve de todo –comenta–. Estuve en algunas mal expresadas o en otras que eran totalmente vacías de contenido. Entonces yo me ponía a cantar una canción para adentro y no perdía tiempo escuchándolos. Pero nada me provocaba tanta risa como cuando alguno decía ‘haiga’ o ‘estea’. Por suerte en la actualidad los técnicos llegan más preparados”.

El Beto también recuerda a un entrenador que hacía una charla el jueves, una el viernes y otra el sábado. “Era bárbaro, porque cada día que pasaba tiraba el equipo más atrás. El jueves jugábamos al ataque, pero el día del partido nos colgaba a todos del travesano”. En tantos años de carrera, no hay métodos que le sean desconocidos. “Las viví todas, desde el clásico DT que venía con la pizarrita a otros casos menos frecuentes. En El Porvenir, cuando jugábamos de visitantes, el técnico Héctor Bentrón usaba la pared del vestuario para dibujar las jugadas. En cambio Pedro González sólo nos hablaba, jamás lo vi graficar nada”.

De periodista a entrenador

Gabriel González Peña, más conocido como Pepe Peña, hizo carrera como periodista deportivo. Pero terminó de hacerse popular cuando en 1961 aceptó la dirección técnica de Huracán. Decidido a aplicar algunas técnicas que utilizaba Osvaldo Zubeldía en Atlanta, para su debut –nada menos que contra San Lorenzo– le dedicó varios minutos al wing derecho en la charla técnica: “Cuando viene el córner, vos te parás delante del arquero y lo mirás fijo bien a los ojos, desentendiéndote de la pelota. Vas a ver que alguno de los contrarios te va a empujar para sacarte. Entonces te tirás al suelo como si te hubieran matado. Seguro que nos dan penal”.

Imagen Osvaldo Zubeldía le daba mucha importancia a las charlas y sacaba ventaja.
Osvaldo Zubeldía le daba mucha importancia a las charlas y sacaba ventaja.

Todo salió tal lo planeado. O casi. Hubo un corner, el wing se paró en el lugar exacto y, efectivamente, lo sacaron de un empujón.“Pero el tipo no se tiró y al final perdimos por cinco goles. ¿Por qué no te tiraste?, le reproché cuando volvió al vestuario. ¿Sabés que me contestó? Atrás había unos abrojos bárbaros...”

Dos diálogos antológicos

En el plantel de Douglas Haig todavía se recuerdan la charlas de Miguel Ubaldo Ignomiriello. En 1995, rato antes de un partido del Nacional B, se reunió con sus jugadores repasar los movimientos defensivos. Buscó con la mirada al lateral Rubén Darío Gómez (ex Boca y River) y le preguntó:

–Dígame, Gómez, ¿cuántos años hace que juega al fútbol?

–Y, como 13 o 14.

–¡Qué bien! Lo felicito. ¿Y cuántos partidos lleva jugados?

–Qué sé yo, como 500 –respondió orgulloso.

–Je, no cualquiera llega a eso. Está muy bien...

–Bueno, muchas gracias.

–Y dígame, ¿cuántos goles hizo en toda su carrera?

–4 o 5.

–Ajá, o sea uno cada cien partidos.

–Sí, más o menos.

–Bien, no es lo que se dice un goleador. ¡Entonces me quiere decir por qué carajo se va al ataque como si fuera un delantero y me deja un hueco enorme en la defensa! De ahora en más no me pasa más la mitad de cancha. ¿Entendió?

La otra tuvo lugar en el vestuario de Arsenal, en la década del ’70, cuando Héctor Grondona –ex presidente de Independiente– era director técnico y jugador del equipo de Sarandí. Oscar Ros, el más bromista del plantel, acostumbraba a cargar a Grondona porque le costaba pronunciar la letra “r”. Y no resistió la tentación cuando se la dejaron picando en la charla técnica: 

–Muchachos, este partido lo ganamos con un poco de huevos y gresponsabilidad –arrancó Grondona.

– ¿Cómo dijiste, Héctor? –preguntó Ros.

–Que este partido lo ganamos con un poco de huevos y gresponsabilidad.

–Disculpame, pero no te escucho.

– ¡Qué te voy a cagar a trompadas, Gros!

Cuando se cierra la puerta

Imagen Los muchachos de antes no usaban pizarra. Guillermo Stábile, DT de la Selección, en el momento de la charla táctica. Con él, Grisetti, Gutiérrez, El Charro Moreno, Higinio García y Allegri, entre otros.
Los muchachos de antes no usaban pizarra. Guillermo Stábile, DT de la Selección, en el momento de la charla táctica. Con él, Grisetti, Gutiérrez, El Charro Moreno, Higinio García y Allegri, entre otros.

Cada director técnico tiene sus procedimientos. Guillermo Stábile, 30 años a cargo de la Selección Nacional, jamás utilizaba pizarrón. “Don Guillermo era claro en sus conceptos, pero poco efusivo. Sus charlas eran de 15 minutos y nunca hablaba del rival. Sólo una vez, cuando jugábamos contra Brasil, nos dijo que enfrente había un tal Didí que la movía. Claro, tampoco existían los videos”, rememora Humberto Maschio, hoy entrenador de Racing junto a Gustavo Costas. “También eran muy interesantes las de Tito Pizzutti y no me quiero olvidar las de Helenio Herrera en el Inter del ’62. Mientras nos daba las instrucciones mandaba a precalentar a uno que no iba a jugar para despistar a los rivales. En esa época no había suplentes”.

Un episodio muy recordado ocurrió una noche de mayo de 1996: horas antes de que River venciera al América de Cali y ganara la Copa Libertadores. La charla técnica de Ramón Díaz duró apenas tres minutos. Aunque ninguno de los jugadores se anime a confesarlo públicamente, en la intimidad reconocen que fue una débil arenga sin ningún tipo de fundamentos tácticos. Y que Enzo Francescoli y Hernán Díaz, tras solicitarle a Ramón un momento a solas con el plantel, fueron los encargados de parar el equipo en la cancha.

Alfio Basile hizo de la simpleza para entender y expresar el fútbol una carrera exitosa. Sus charlas son cortas, precisas y jamás carga a sus jugadores con demasiadas responsabilidades. Sin embargo, cuando no le cumplen con sus indicaciones se transforma. Jorge Comas lo vivió en carne propia cuando lo tuvo en Vélez. Antes de cada partido, Basile trataba de mentalizar a Comitas para evitar que cayera en sus habituales lagunas. Pero una tarde su paciencia se acabó. Y después de 45 minutos flojos, en el entretiempo lo agarró de la patilla y lo levantó. Entre los gritos de dolor del delantero se oyó el vozarrón del Coco. “Escuchame, te metés en el partido o te saco y no jugás nunca más”. Santo remedio: en el segundo tiempo la rompió y convirtió dos goles.

Made in Harvard

El Profesor Daniel Córdoba es un estudioso del tema. Sus exposiciones duran entre 15 y 30 minutos y son muy elaboradas. “Se comprobó que el nivel de concentración del ser humano es de 45 minutos, pero el pico de atención está entre los 15 y los 30”, explica el ex entrenador de Estudiantes. Además de la motivación, Córdoba incorpora el término activación emocional. “No hay que confundirse uno con otro. Lo primero se logra en la semana, cuando se trabaja para que el jugador esté seguro de su cuerpo, de su mente y de su alma. Lo segundo es la arenga antes del partido y tiene corta vida”.

Imagen El Profesor Daniel Córdoba utiliza todos los elementos disponibles y varía constantemente. Sólo le faltan los soldaditos de plomo.
El Profesor Daniel Córdoba utiliza todos los elementos disponibles y varía constantemente. Sólo le faltan los soldaditos de plomo.

En la búsqueda por lograr que capten su mensaje, Córdoba aplicó varios métodos que trajo de su visita a la Universidad de Harvard. “Uno de ellos es contar la historia de Abraham Lincoln. Este hombre perdió una elección y siguió luchando; después perdió otra elección y no se desanimó; después perdió un hijo; después perdió a su esposa... Con todo eso, cualquier otra persona se hubiera dado por vencida. El no, y más tarde llegó a ser presidente de Estados Unidos. La idea es demostrarle al grupo que uno siempre puede sobreponerse a la adversidad”.

Según Córdoba, la variedad en las rutinas es fundamental para obtener el máximo de concentración. “A veces uso pizarrón y tizas de colores, otras la canchita con fichas imantadas. Y siempre en lugares diferentes para sorprender. Con Estudiantes, no quedó un solo rincón del country de City Bell donde no se hiciera una charla técnica. Pero la más insólita fue cuando viajamos a Montevideo para jugar contra Peñarol por la Supercopa. Fue en un miniteatro del hotel donde estábamos alojados: a oscuras y con un haz de luz que me iluminaba en el escenario. Parecía un café concert...”

El paraguayo fantasma

Desde México, Antonio Mohamed asegura que no hay técnico más motivador que Angel Cappa. “En cambio las charlas de Carlos Pachamé en el juvenil eran como de una hora y nos dormíamos todos. Ahora en el Monterrey tengo a Benito Floro, el que dirigió al Real Madrid, que tiene un estilo muy novedoso. Trae canchitas con once círculos en blanco y cada uno tiene que ubicarse según su posición. Eso te obliga a estar metido en lo que dice porque es como una lección y si no sabés quedás en ridículo”.

Mohamed es el único futbolista en admitir que una vez entró a jugar sin indicaciones previas. “Fue rarísimo. Estaba en el Toros Neza y enfrentábamos al León. Era por la Liguilla y en el partido de ida habíamos ganado 1-0. Yo no sé si el técnico (Manuel Manso) se olvidó de la charla o qué, pero cuando nos quisimos acordar ya estábamos jugando. ¿Cómo salimos? 6-3 abajo y nos eliminaron, ¿qué quéres?”.

Sin embargo, la más insólita le ocurrió en su etapa en Independiente, cuando lo dirigía Nito Veiga. “No voy a decir quién fue el entrenador, pero en la charla táctica previa al partido con Mandiyú insistía con que marquemos al paraguayo. Miraba a Gamarra y a Moas y les decía: ‘¡Cuidado con el paraguayo!’. Nadie entendía nada, hasta que Moas se animó y le dijo: ‘¿Cuál paraguayo, maestro? Mire que ellos tienen varios...’. El tipo lo miró y trató de ser más explícito: ‘El paraguayo ése, el delantero, el grandote que cabecea. Sólo hay que cuidarse de ése’. ‘¿Félix Torres?’, le preguntaron varios. ‘Sí, ése, no me salía el nombre’. Entonces Moas tomó coraje y le respondió: ‘Pero Félix Torres ya no está, lo vendieron a Racing’. Se hizo un silencio raro, el técnico tragó saliva y resolvió fácil  la situación. ‘¿No está el paraguayo? Entonces no hay problemas, ganamos seguro’”. 

MI CHARLA FAVORITA

Cesar Menotti

“Siempre recuerdo una cuando jugaba en Central en 1963. Teníamos que enfrentar a Racing y el técnico me pidió que marcara a Federico Sacchi. Yo estaba en desacuerdo y me iba a negar, pero el Gitano Juárez me pateó para que me callara. ‘Mirá, si la rompés nadie te va a reprochar que no hayas marcado’, me dijo. A Sacchi no me lo crucé en todo el partido, pero ganamos 1-0 con gol mío. Al finalizar, el técnico me abrazó y me murmuró: ‘Menotti, ve que se puede marcar y también hacer goles’”.

Sebastian Pena

“Hubo una charla técnica que no me la voy a olvidar jamás por el impacto que me causó. Fue la que dio Pekerman antes de la final contra Brasil en el Mundial de Qatar ’95. José nos reunió y nos dijo: ‘Muchachos, no saben en el quilombo que se están metiendo’. Lo que nos quería decir José era que nuestras vidas iban a cambiar por completo si ganábamos ese partido. Esas palabras nos motivaron a todos, se nos movía el piso. Y salimos a comernos la cancha y fuimos campeones”.

Alberto Rendo

“La primera que me viene a la mente es la de Pepe Minella antes del histórico partido que Argentina le ganó 3-0 a Brasil por la Copa de las Naciones en 1964. Minella era un tipo de pocas palabras: nos reunió alrededor de la mesa del hotel de San Pablo y nos explicó cómo quería que jugáramos. No usaba pizarrón ni nada. Ahí fue cuando mandó a José Mesiano a marcar a Pelé. No fue necesario que gritara ni que nos motivara, el solo hecho de enfrentarnos al campeón del mundo era suficiente estímulo.”

Christian Bassedas

“De la única que tengo memoria es la de Carlos Bianchi antes de San Pablo-Vélez, la segunda final de la Copa de 1994. Hubo poco de táctico porque ya habíamos hablado antes, pero fue muy emotiva.

En los días previos Telé Santana, el técnico de ellos, había hecho unas declaraciones en un diario donde nos subestimaba. Para la charla  Carlos sacó un par de fotocopias y nos hizo leer la nota. Eso nos tocó el orgullo y todos salimos calientes, a ganar para demostrarles quiénes éramos.” 

 

Por: Claudio Martínez (2000)