Memoria emotiva

El eterno adiós a una leyenda que inspiró a Guillermo Vilas

Falleció el mítico tenista danés Torben Ulrich, recordado como una figura contracultural de la era romántica, por su longevo vínculo con la Copa Davis y por ser el padre del fundador de la banda Metallica, a quien Vilas cuidaba en los torneos.

Por Pablo Amalfitano ·

28 de diciembre de 2023

EL ECOSISTEMA del tenis mundial distaba, cincuenta años atrás, de la era híper-profesionalizada de la actualidad. Hoy los jugadores viajan y caminan por los torneos con un séquito de entre cinco y diez personas -incluso los que no pertenecen a la más pequeña elite-, la antinomia más profunda de las vivencias en los inicios del tenis abierto.

Aquellos tiempos fundacionales de los años '70 mantenían un fuerte vínculo con el romanticismo y emergían como producto inmediato de la oleada contracultural de la década del '60. El tenis representó una de las cunas de las nuevas narrativas modernas de las que fuera parte, entre los más destacados, el propio Guillermo Vilas y otros contemporáneos suyos que peleaban por los primeros planos, como el sueco Björn Borg, el estadounidense Vitas Gerulaitis o el rumano Ilie Nastase.

Hubo otros que fueron parte de aquel fuerte movimiento pero que, sin embargo, no ocuparon las primeras planas. Al menos no lo hicieron por lo que lograban con las viejas raquetas de madera y las pelotas que por entonces todavía no eran amarillas. Uno de ellos fue un ícono de la contracultura, un amante del yoga, un fiel enamorado de la música, un ferviente lector, un director de cine, un poeta: Torben Ulrich.

Nacido en Fredricksberg, Dinamarca, el 4 de octubre de 1928, el legendario tenista danés falleció el pasado 20 de diciembre nada menos que con 95 años, que bien pudieron ser muchos más a juzgar por el cúmulo de vivencias que supo atesorar.

Ulrich se erigió como el reflejo más genuino de una etapa que ya no volverá. De la vida en general, mucho menos frenética que los tiempos que corren -sí, corren-, pero también del tenis en particular: ¿cómo encontrar en el presente un hombre que juegue más de cien partidos en la Copa Davis, por caso? ¿Dónde se puede hallar un jugador que lea, escriba y profundice en torno a las existencialidades de la vida mientras viaja por el mundo con su raqueta y su bolso?

En los albores de la Era Abierta, iniciada en 1968, llegó a ser 96º del mundo en 1973, el año del nacimiento del ranking oficial de la ATP. Pero jugaba a otra cosa. Y jugaba, sobre todo, afuera de la cancha. Fue el primer tenista que jugó con vincha, por ejemplo. Si bien Vilas siempre sostuvo que su reflejo a seguir fue el brasileño Thomas Koch, hay quienes alguna vez lo desmintieron, como Tito Vázquez, el ex capitán argentino que compartiera grandes experiencias de aquel entonces: acaso su influencia más grande fue el propio Ulrich.

Las escasas imágenes de Torben Ulrich que hay en internet: Forest Hills 1969.
“Torben era un beatnik de los años ’50, con una manera de ser muy especial. Muy influenciado por ser budista; él fue el primero que me dio un libro zen que se llamaba El arte del tiro con arco (NdR: del filósofo alemán Eugen Herrigel), muy famoso en ese momento, y así me introdujo al zen. Básicamente lo que se destacaba de Torben era la personalidad: era un tipo con más años que nosotros pero joven en su cabeza”, detalló Vázquez, quien narrara varias anécdotas en su novela autobiográfica El ombligo del pulpo.

Uno de sus recuerdos tiene que ver con el disfrute del juego más allá del resultado: “En Brasil, donde yo lo conocí, una vez jugamos una exhibición a nueve games. Cuando le gané 9-6 le fui a dar la mano y me preguntó qué pasaba. Le dije: ‘Se acabó, Torben, porque esto era a nueve games. Y me dijo: ‘No, no. Para que esto se acabe tenemos que estar los dos de acuerdo y yo quiero seguir jugando’”.

No hubo un vínculo franco entre Ulrich y Vilas en materia tenística pero sí fuera del mundo de las raquetas y las pelotitas. El mítico jugador danés tomó el legado de los tiempos del hippismo y representó una suerte de vehículo para los colegas de su generación, entre los que se encontraba Vilas. La imagen casi revolucionaria de los animadores del momento invadía los estadios: la vincha, el pelo largo, el aspecto de bohemio, la barba, todo lo que podría configurar el antónimo de la esencia tradicionalista del tenis. Acaso Ulrich haya sido el mayor exponente en el rubro.

Su cosmovisión de la vida parecía de avanzada, además del fuerte componente espiritual que lo caracterizaba. Quizá haya sido un precursor en la materia por haber visitado el Tíbet antes que nadie, en los años '40. Una vez, en un partido con John Newcombe, según recordó una nota de La Nación, ocurrió un suceso inesperado. Una mariposa entró a la cancha y pareció haber perjudicado a Ulrich en el aspecto deportivo. En la conferencia de prensa posterior un periodista le consultó por aquel momento y el danés utilizó una respuesta del filósofo taoísta Chuang Tzu: "¿Yo era un hombre soñando que era una mariposa? ¿O ahora soy una mariposa soñando que soy un hombre?".

Ulrich llegó a octavos de final en Roland Garros, en Wimbledon y cuatro veces en el Abierto de los Estados Unidos. Pero, por sobre todo, vistió la camiseta de Dinamarca en la Copa Davis durante tres décadas, nada menos. Debutó en mayo de 1948, con 19 años, en una victoria 3-2 ante Egipto por la primera ronda, mientras que su despedida fue en septiembre de 1978, a punto de cumplir 50 años, en la derrota 3-2 ante Bélgica en Bruselas.

Su longevidad, más allá de que en su época jugar la Davis representaba acaso lo máximo, se explica con su versatilidad: era sumamente talentoso, sobre todo en canchas rápidas, ostentaba una fortaleza física descomunal. En total fueron 40 series y 102 partidos por la ensaladera, con un registro de 46 victorias y 56 caídas.

 

Imagen Torben Ulrich, una leyenda del tenis contracultural.
Torben Ulrich, una leyenda del tenis contracultural.
El linaje de Ulrich llevaba una raqueta bajo el brazo. No pudo haber sido otra cosa que tenista. Su padre Einer, nacido en 1896, había sido el primer jugador danés en el mundo y había disputado los Juegos Olímpicos de París en 1924, además de haber estado en 28 series de la Copa Davis.

El lazo de Ulrich con Vilas se forjó tanto adentro como afuera de las canchas. Para tener en cuenta: los dos zurdos sólo se enfrentaron una vez en el ámbito oficial. Fue en Louisville, en 1973 y sobre arcilla, con victoria del ascendente argentino por 6-4 y 7-5. Por entonces Vilas apenas había exhibido una pequeña porción de lo que sería: ese mismo año, en noviembre, ganaría su primera final del Grand Prix ante Björn Borg en el Abierto de la República, en el Buenos Aires Lawn Tennis, y recién al año siguiente sorprendería al mundo luego de ganar el Masters en Melbourne, sobre césped. El danés, por su parte, 24 años mayor, ya atravesaba el epílogo de su época en el tenis.

La fortaleza de la amistad, no obstante, tuvo origen en los pasillos, en el entorno de los torneos. Cuando Ulrich jugaba, en medio del circuito, Vilas y otros jugadores del momento se vestían de niñeros para cuidar a Lars Ulrich, su hijo, quien luego se convirtiera en baterista y cofundador de la banda Metallica y quien, cuando juega por ocio, utiliza vincha no por su padre sino por Vilas.

"Torben Ulrich: 1928-2023. 95 años de aventuras, experiencias únicas, curiosidad, superando los límites, desafiando el status quo, tenis, música, arte, escritura... y un poco de actitud contraria danesa. ¡Gracias infinitamente! Te quiero, papá", publicó el músico días atrás para comunicar el fallecimiento de su padre Torben.

Lars creció en un ambiente de tenis. La influencia era máxima. A tal punto que llegó a probarse en la reconocida academia que tenia en Bradenton el mítico coach Nick Bollettieri, formador de Andre Agassi, otro transgresor de la época posterior. Pero Lars siempre repitió que quería ser músico. Así que la línea de sucesión se cortaría en su generación: no sólo no se convertiría en tenista sino que fundaría Metallica, una de las mayores bandas de metal de la historia, en los inicios de los años '80.

El mito de su padre habrá quedado marcado mucho más allá de las raquetas. Habrá ganado partidos, habrá perdido otros tantos, apenas habrá cruzado la línea de los cien mejores del mundo, pero su legado yace en un rubro más sensorial. Su filosofía, sus inquietudes en una etapa revolucionaria, sus vínculos, su pasión y su paz tibetana. Ganar o perder, para Torben Ulrich, siempre habrá sido una circunstancia: “El deporte no siempre trata de cumplir un objetivo, sino de avanzar uno mismo".

Diseño de portada: Matías Di Julio