Memoria emotiva

El fútbol antes de la caída del Muro de Berlín

El derrumbe del Muro marcó el final de una época de división pero también arrastró a clubes de fútbol de Alemania oriental a la virtual desaparición. Durante 40 años, en la Oberliga de la RDA se había llegado a formar equipos poderosos, que incluso lograron ganar en Europa.

Por Redacción EG ·

08 de enero de 2010
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Imagen LA UNICA VISITA de la Selección de la RDA, que en 1977, enfrentó a la Selección de Buenos Aires.
LA UNICA VISITA de la Selección de la RDA, que en 1977, enfrentó a la Selección de Buenos Aires.

Nota publicada en la edición diciembre 2009 de la revista El Gráfico.

SI EN LA VIEJA República Democrática Alemana hubiera existido un novelista como Nick Hornby, quizás hoy habría un libro que, al estilo de Fiebre en las Gradas, relacionara la caída del Muro de Berlín con el empate 0-0 del Dynamo de Berlín con el Stahl Eisenhüttenstadt.

Un día antes de que el mundo cambiara, a unas pocas cuadras de la Puerta de Brandenburgo, el campeón defensor no pudo vencer a su modesto visitante, una catástrofe futbolística del equipo que había ganado los últimos 10 títulos del campeonato de la RDA.

Claro que una cosa es ser hincha del Arsenal, como Hornby, y otra muy distinta era simpatizar por el equipo de la Stasi, la temible policía secreta del estado policial instalado por el régimen socialista soviético. Decir Dynamo de Berlín era pensar en la Stasi, simplemente porque al equipo lo manejaba Erich Mielke, ministro de Seguridad Interior y capo absoluto de la vida de los otros, parafraseando al excelente filme que se quedó con el Oscar a la mejor película extranjera en 2007.

Celoso de la pasión desatada en otras ciudades, como Dresden, Rostock y Leipzig, en 1975 Mielke había decidido “apadrinar” al equipo que había creado años antes. El mecenazgo incluyó expropiación de jugadores de otros equipos y flagrantes ayudas arbitrales: los mejores de cada equipo terminaban expulsados antes de enfrentar al Dynamo, el equipo para el que nunca había offside a favor y siempre había offside en contra, sin contar los penales inventados (uno muy célebre en el minuto 95 de una final) y otras perlas propias de un régimen atroz donde nadie perdía tiempo en las sutilezas ni en el disimulo, muchos menos Mielke y su red de espías que llegó a emplear a 90 mil personas.

El mismo Mielke también manejaba a los árbitros y decidía cuáles eran los que viajaban al exterior a dirigir partidos de Copas Europeas, premio que cualquiera soñaba tener. No hace falta ser muy inteligente para descifrar el resto. El Dynamo, que hasta entonces nunca había ganado un título, arrasó en las siguientes 10 temporadas, pero se transformó en el equipo más odiado del país. Tenía un promedio de apenas 5 mil espectadores por partido, uno de los registros más bajos de la liga.

Ese 0-0 del Dynamo, sin penales inventados ni rivales expulsados, quizás haya sido una señal de que todo el sistema tambaleaba. Aquel 8 de noviembre de 1989, la Oberliga había programado una fecha entre semana. En medio de un clima cada vez más enrarecido, con las primeras grietas abiertas en la Cortina de Hierro (Budapest y Praga), con 60 mil personas que se habían manifestado en Leipzig y con el rechazo en las calles de Berlín a los festejos oficiales por los 40 años de la RDA, el fútbol no se detuvo. Pero se veía que esa décima fecha no iba a ser una jornada más.

La atracción máxima de la fecha se planteaba en Dresden, donde el puntero Dynamo Dresden, con Matthias Sammer y Ulf Kirsten esperaba al escolta, el Magdeburg de Uwe Rösler.
Un día después, Günter Schabowski, miembro del Politbüro, anunció en directo por televisión la nueva normativa que permitía los permisos de viaje hacia Berlín Occidental “desde ya, inmediatamente”. En medio de la confusión, miles de orientales comenzaron el cruce pacífico. Los guardias ya no tenían orden de disparar a matar. La última muerte se había producido 7 meses antes y los policías que dispararon recibieron 150 marcos de recompensa.

Imagen GRITELO. Sparwasser ya pateó y la pelota va a la red. Es el gol más famoso de la historia de la Cortina de Hierro. Fue en el Mundial 1974.
GRITELO. Sparwasser ya pateó y la pelota va a la red. Es el gol más famoso de la historia de la Cortina de Hierro. Fue en el Mundial 1974.
El 9 de noviembre cayó el muro de Berlín. Una semana después cayó Mielke, ridiculizado ante toda la nación. Y el efecto dominó arrastró, también, al fútbol de la RDA y cuatro décadas de historia y de historias.

Menos de un año después, Alemania volvió a ser un solo país, conformado por ciudadanos criados en dos modelos antagónicos, uno de los cuales había quedado extinto.

En realidad, la tan mentada integración fue una mera absorción de la RDA al territorio de Alemania Federal. El estilo de vida, el modelo económico y social existente en el bloque comunista desapareció de un día para el otro, de un plumazo. La caída del Muro fue una explosión (implosión, dicen algunos) celebrada con júbilo y esperanza, pero no por eso dejó de ser un derrumbe. Y como tal, fue traumático. Y todavía continúa siéndolo.

Aún se habla del Mauer im Kopf, el Muro en la cabeza, la frase con la que el novelista Peter Schneider predijo que las cosas no serían tan fáciles como muchos pensaban: “Llevará mucho más tiempo derrumbar el Muro en la cabeza, que el que cualquier compañía insumirá en derrumbar el Muro que aún vemos”.

El fútbol no quedó ajeno a la ostalgie, término que indica la nostalgia por el Este. De aquel campeonato competitivo que había logrado triunfos resonantes contra equipos como el Milan (Magdeburg lo venció en la final de la Recopa Europea de 1974), Juventus, Leeds, Roma, Valencia o Benfica, no quedó nada.
La DDR-Oberliga que había nacido en 1949 y que durante unos años se jugó bajo el calendario soviético, adoptó el sistema tradicional de temporada europea (de verano a primavera) en 1961, coincidiendo con la construcción del Muro. Ese año no hubo campeón. Tenía 14 equipos y dos descensos.

En 1965, la RDA quería mejores resultados y por eso se decidió que hubiera clubes dedicados sólo al fútbol. Así nacieron muchos y cerraron otros tantos. Desde que cesaron las fusiones, predominaron el Dynamo Dresden, Dynamo Berlin, Lokomotive Leipzig, Carl Zeiss Jena y Magdeburg.

Luego de la caída del Muro, la mayoría de los clubes, ya sin el apoyo del Estado, naufragó en el sistema capitalista. Muchos cambiaron de nombre, compraron mal, derrocharon y terminaron fundidos.
La Oberliga duró una temporada más y luego dejó de existir. Pero la Bundesliga de la Alemania unificada nunca se refundó, sino que apenas tuvo un retoque: permitió la inclusión de dos de los 14 equipos que participaban en la Oberliga, así como en la Argentina llegan a la B Nacional los equipos del Argentino A.

De manera similar, otras plazas fueron asignadas en el resto de las categorías: cinco por aquí, una por allá, tres en la siguiente, dos en la de más abajo.

Así, equipos de Primera de la Oberliga en un año retrocedieron hasta 5 divisiones, se vieron obligados a vender a todos sus jugadores, e invadidos por marcos fuertes, quemaron la plata. Los mejores jugadores también pasaron a los grandes equipos del Oeste.

El recibimiento a los recién llegados poco tuvo que ver con las imágenes de la Alemania unida con la gente trepada al Muro que celebraba cuatro décadas de división y se abrazaban como hermanos. Las hinchadas de fútbol esperaban al Dresden y al Rostock –los dos equipos que “clasificaron” a la Bundesliga– con cantitos que no dejaba margen de interpretación: “Pongan otra vez el Muro” y “Vuelvan detrás del Muro”, entonaban los wessies, los del Oeste, a los ossies, los del Este.

A nivel selección, el fútbol de la RDA no tuvo la fortaleza que mostraban algunos de sus clubes. Nunca pudo entrar a una Eurocopa, aunque sí clasificó a un Mundial, el de 1974 en Alemania Federal, donde en Hamburgo le dio un cachetazo histórico a su vecino (1-0 con gol del Sparwasser, ver aparte). En ese Mundial enfrentó a la Argentina. Empataron 1-1 con goles de Houseman y Streich.

La selección de la DDR –en su camiseta no usaba el escudo de su asociación, sino el del país– también se quedó con la medalla de bronce de los Juegos del 72, con la de oro en 1976 y con la de plata en 1980. Sin embargo, el fútbol nunca fue bien visto por los dirigentes socialistas, que preferían preparar atletas –con prácticas que incluían el doping– que trajeran victorias seguras. En el fútbol, nada era seguro. Sacando, claro, para el Dynamo de Berlín.

Pero las historias de intromisión sobre el fútbol existían desde antes del levantamiento del Muro, tal cual refleja de manera magistral Uli-Hesse Lichtenberger en un capítulo de su libro Tor! The story of German football.

“Durante los años 50, los clubes y jugadores eran juguetes del poder”, escribe Lichtenberger. En 1954, Empor Lauter le ganó al Rotation Babelsberg y se encontró al tope de la tabla. Lauter era un pequeño pueblito en la montaña, cerca de la frontera checoslovaca. Un político de Rostock, Harry Tisch, no pudo ocultar su envidia: ¿Cómo podía ser que un pueblito así tuviera un equipo tan bueno, y no una ciudad como Rostock? Al poco tiempo, el Empor fue mudado a Rostock. Así, sin más.

A sus jugadores los subieron a trenes que partían a las cinco de la mañana, cosa de no provocar demasiada atención, aunque no lo lograron. Grupos de hinchas atacaron las camionetas que los transportaban. “Nos trataban como traidores”, relata Kurt Zapf, el capitán del Empor, que pasó a llamarse Empor Rostock.

De estas historias hay muchas. Los clubes, ya desde el nombre mismo, tenían que ver con las industrias. Por eso había varios Motor, Stahl (acero), o Lokomotive, mechados por otros equipos representantes de la policía y las fuerzas armadas.

En sintonía con lo del Rostock aparece la historia del Dynamo Dresden, el otro club que arrancó la Bundesliga en 1992. El Friedrichstadt, su antecesor fue apuntado por ser “demasiado burgués”. En la final de la primera Oberliga jugaban contra el Horch Zwickau, “el equipo de la fuerza del trabajo socialista”, según se propagandeaba. Los del Zwickau los molieron a patadas y los dejaron con 8 jugadores. El partido se coronó con una invasión de campo y un jugador del Zwickau salvajemente agredido. El Friedrichstadt fue borrado del mapa a los pocos días.

A cambio, a la ciudad de Dresde le formaron un equipo nuevo, el Volkspolizei Dresden (la policía de la gente) que al tiempo pasó a llamarse Dynamo. Recibió 17 jugadores de 11 clubes distintos, como quien recibe una encomienda sin saber qué es. El único punto en común es que todos venían de equipos policiales, como para asegurarse de que no hubiera resabios anticomunistas en el plantel. La selección de uniformados formó un equipo que en sólo tres años ganó la Oberliga.

Pero desde Berlín, el inefable Mielke decidió que era injusto que Dresde tuviera dos equipos buenos (Rotation era el otro) y expropió a los jugadores del Dynamo, para formar el Dynamo Berlin. A los del Dynamo Dresden les quedó el nombre y el equipo de juveniles, para renacer por la fuerza en Segunda División, pero igual siguieron demostrando que estaban hechos de buena madera, y en la ciudad más loca por el fútbol de la RDA, se reagruparon, retornaron a Primera y ganaron varios campeonatos.

Durante los 60 y los 70, el poder de la Stasi fue en aumento. Su red de informantes era un conglomerado donde todos sospechaban de todos y cada uno tenía instrucciones de a quién espiar. Muchos tenían la denominación de Informelle Mitarbeiter (IM), colaboradores informales. Esta figura estuvo muy presente en los equipos de fútbol, sobre todo en los que tenían el beneficio y la suerte de poder cruzar las fronteras de la Cortina de Hierro para participar en partidos de alguna de las tres Copas Europeas. Si algo odiaban los dirigentes comunistas era a los desertores. Y, se sabe, fronteras afuera no tenían el mismo poder sobre los miembros de cada delegación.

Un caso famoso fue el de Gerd Weber, jugador del Dresden que viajó a Holanda para jugar contra el Twente Enschede. En el hotel, junto a dos compañeros, recibió la invitación del Cologne alemán para desertar e irse a jugar a Alemania Federal. Sus compañeros dudaron y quedaron en responder. Weber no denunció a sus compañeros, en parte porque la idea de irse tampoco le disgustaba. Al volver, fue encarcelado por un año y le prohibieron jugar al fútbol de por vida. Weber era un IM, pero no se imaginaba que un amigo suyo también lo era, y su misión era precisamente la de espiarlo a él.

Torsten Gütschow, histórico goleador del Dynamo Dresden, tuvo la mala suerte de ser arrestado en Suecia por manejar borracho. La RDA le ofreció sacarlo del apuro a cambio de que se convirtiera en un IM. En el vestuario, se lo contó a sus compañeros y les juró que nunca los iba a denunciar. Por esto podría haber sido declarado traidor.

Algo como lo que le sucedió a Lutz Eigendorf, que jugaba en el Dynamo de Berlín hasta que, en un amistoso en Kaiserslautern, se escapó del hotel y no volvió a pisar la RDA. “De acuerdo con testigos, Mielke, enfurecido, gritó que Eigendorf nunca jugaría en la Bundesliga”, cuenta Lichtenberger en su libro sobre este episodio. Pero lo hizo. Fueron 61 partidos en el Kaiserslautern y el Braunschweig, hasta que, tres años después, murió en un accidente de auto. Encontraron alcohol en su sangre, aunque todos sostienen que él no tomaba. Un documental hecho después de la caída del Muro revela que en los archivos secretos de la Stasi consta que había 50 agentes secretos asignados a Eigendorf. Aún no pudo probarse el asesinato.

Historias como estas quedaron desenterradas desde el desmembramiento del bloque soviético y muchas de ellas aún hoy se investigan. Lo que no quita que muchos ossies extrañen horrores el fútbol que tenían, dentro de un contexto de creciente aumento nostálgico. En las márgenes del río Spree, en Berlín, aparecen cruces de todos los que murieron tratando de escapar de la RDA. “Recordar las muertes es la mejor forma de no hacer apología de la nostalgia”, explicó un documental del canal Deutsche Welle. Sin embargo, las antiguas marcas de productos del Este, que no pudieron sostenerse con la invasión capitalista del libre mercado, hoy están reapareciendo con mucha fuerza. Cigarrillos, manteca y hasta los pepinos que se ven en la genial Good Bye Lenin. También hay hoteles que simulan la vida en el Este, con muebles, decoración y artefactos de la época. El museo de la DDR en Berlín, a 30 metros del paso fronterizo de Checkpoint Charlie, es un hit turístico. Menos comentadas pero muy populares son las fiestas de ostalgie que se celebran en el ex territorio, donde no faltan trajes, canciones ni productos de esos años. Y tampoco faltan camisetas de fútbol.

Ningún equipo de la ex RDA participa actualmente en la Bundesliga. Sólo tres (Energie Cottbus, Rostock y Union Berlin) están en esta temporada en la Segunda División. El resto está desperdigado por las categorías menores.

Dynamo Dresden está en Tercera, al igual que el Carl Zeiss Jena. El Dynamo de Berlín, rebautizado como FC Berlin para huir de su pasado, quebró en 2001, aunque sus hinchas, de los más radicales y neonazis, ya le habían devuelto el nombre Dynamo en 1999. Hoy está en la Quinta División, como el Wismut Aue y otro histórico, el Lokomotive Leipzig, que en 1987 perdió la Recopa de Europa 1-0 contra el Ajax.

Suerte parecida corrió el Magdeburg, aquel que derrotó al Milan en el 74. Actualmente milita en la Regionalliga Nord, perteneciente al cuarto nivel en el escalafón del fútbol alemán.

Por la sexta división anda el Viktoria Frankfurt, sucesor del Vorwärts Berlin, que estuvo varias veces presente en la Copa de Campeones de Europa y hasta se midió con el Manchester United de George Best. Sus jugadores posaban con el uniforme de policías.

En esa categoría también milita el Dresdner, un club fundado en 1898 que tuvo más de 5 cambios de nombre, fue apadrinado por los nazis (ganó el campeonato alemán de 1943 y 1944) y tras vencer al equipo de la Luftwaffe de Hamburgo, recibió el premio Viktoria, que entregaba el Tercer Reich.

Tras el final de la Guerra, el trofeo desapareció. Un hincha del Dresdner lo había guardado en una caja de seguridad de un banco. La leyenda dice que reapareció después de la caída del Muro y fue entregado a la asociación alemana de fútbol. Aunque por lo que simboliza, seguramente esté guardado en un depósito polvoriento con cajas vetustas al mejor estilo Indiana Jones. Allí, también andan cuatro décadas de historia que se evaporaron de un día para el otro.

Por motivos lógicos, el Karl-Marx-Stadt, que hizo sufrir a la Juventus en los cuartos de la UEFA en 1989, pasó a llamarse Chemnitzer FC desde la caída del Muro. Ese club, donde surgió Michael Ballack (jugó 49 partidos entre 1995 y 1997), hoy anda por la Cuarta División.

El Chemie Leipzig (de la industria química) fue renombrado como Sachsen Leipzig tras la caída. Hoy está en la Quinta categoría y tiene un dudoso récord: ya declaró la quiebra dos veces, en 2001 y a mediados de este año.

El Stahl Riesa donde se inició Ulf Kirsten también llegó a la insolvencia en 2002 y dejó de existir. Lo hicieron renacer ex técnicos de la RDA. Hoy está en una de las tantas ramificaciones regionales de la Sexta categoría.

Entre los innumerables festejos por los 20 años de la caída del Muro, no habrá faltado quien dejara escapar una lágrima. ¿Nostalgia por el régimen comunista? No, más bien nostalgia por jugar en Primera.

Por Martín Mazur
Twitter: @martinmazur / Fotos: AFP y Archivo El Gráfico.