1999. “A los jugadores, Macri los usa y los tira”
Caniggia regresaba a Atalanta luego de su paso por Boca, donde tuvo problemas con Macri. Además habla de Passarella y la Selección, su amistad con Maradona y su vínculo con Bilardo.
Nunca bajó los brazos. Ni aun en los momentos más duros de su carrera. La pregunta entonces toma una dirección inevitable: ¿tiene el fuego sagrado Claudio Paul Caniggia? Es difícil precisarlo, pero uno adivina después de recorrer su trayectoria y de escuchar su voz y sus objetivos, que el hombre de 32 años que está sentado enfrente de este periodista va a dejar todo –naturalmente, menos su familia– para satisfacer sus deseos futboleros. ¿Hay algo de ego en todo esto? Sí, más bien. ¿Hay vanidad? Sí, también. Pero, ¿quién no la tiene?
Aquí, en Bérgamo, a 35 kilómetros de Milán, el Cani vela sus armas. Regresó al Atalanta –donde jugó durante tres temporadas– después de siete años y aunque el club ahora busque despegar de la Serie B para volver a cruzarse con el Inter, Lazio y la Juventus, las circunstancias lo ubican como un modesto equipo del fútbol italiano.
–Yo pude haber arreglado en otro lado por mucha más guita –arranca el Cani–. Por ejemplo, en Arabia, en Turquía o en México. Tuve ofertas que fueron serias. Pero me decidí por el Atalanta porque a pesar de ganar menos me daba la posibilidad de estar en un país al que conozco como si fuera mi casa y porque además tenía la chance de jugar en un nivel de competencia muy fuerte. Acá, por más que sea el ascenso, nadie te regala nada. Ni un centímetro. Yo tranquilamente podía haber elegido un destino con menos presiones y urgencias, pero quería esto. Y después de un año de no tener club, ya no podía seguir parado...
Llueve sin piedad sobre Bérgamo. Llueve y no quiere parar. También frío. Y humedad. Clima duro. Y eso que al invierno todavía le faltan casi dos meses para llegar. Pero es el norte de Italia y el rigor se siente. Igual la práctica en el campo de entrenamiento del Atalanta, en Zingonia –a 13 kilómetros del centro de la ciudad–, se hace al aire libre. Lo vemos bajo una cortina de agua en el intensísimo partido de 90 minutos que jugó para los titulares y nos gana el recuerdo: el inolvidable gol a Brasil en el Mundial ’90, el otro gol a Italia con un cabezazo al segundo palo, los abrazos de todos, la continuidad en la Selección que armó el Coco Basile, la sociedad irresistible con Maradona, River, Boca, el conflicto...
Lo miramos picar arrancando desde tres cuartos con esa explosión que siempre lo distinguió. Está bien en Bérgamo. Contenido, considerado por los tifosi y por la prensa. Y lo fundamental: creciendo en su rendimiento. Jugando “a lo Caniggia”. Ahora desde el arranque y como segunda punta, y no en el banco, como lo hizo en los primeros partidos.
Fin de la práctica. Sigue el diluvio. En no más de trece minutos está al frente del volante de su Alfa Romeo de color gris metalizado. Lo acompaña Paolo Di Pilato, un viejo pero joven amigo italiano al que conoce de su primera etapa en el Atalanta. Vamos en dirección a la ciudad vieja de Bérgamo, donde el Cani vive. Allí, se observa la mejor postal. Por historia, por paisaje, por nivel. Entramos a un bar. Café para todos.
–Elegiste este fútbol, ¿pero te gusta cómo se juega acá?
–Eso es otra cosa. Creo que más importa todo lo otro: lo que quiero lograr, lo que estoy consiguiendo... Porque como te marqué antes: yo me la jugué acá sabiendo que tengo que romperme el alma todos los días. No estoy en Bérgamo para chorear unos añitos. Nada que ver. Todavía tengo muchas cosas para darle al fútbol. Después de lo que me tocó vivir en los últimos meses en Boca esto es una maravilla.
–Las pálidas que viviste en Boca no las saqué yo; las tiraste vos.
–Sí. Sale solo el tema. Es que vino muy jodida la mano. Yo estoy convencido de que me equivoqué mínimamente, porque no se respetó el contrato que tenía firmado. No se respetó. Y punto. ¿Qué podía hacer yo? ¿Comérmela? No, no estoy para ésa. Nadie se hizo cargo de las claúsulas. La gente se pensaba que yo no quería jugar en Boca y es mentira. Yo quería jugar. Pero primero que respetaran lo que se había convenido. ¿Qué culpa tenía yo de que un sponsor se había caído? Ninguna. A mí no me gusta perder plata. Y menos plata que me corresponde.
–Pero Macri afirmó que antes del Mundial de Francia se comunicó con vos para que siguieras en Boca y le respondiste que no.
–Es que no me querían reconocer las deudas anteriores. Y después comenzaron a bloquearme cualquier iniciativa de pase. Porque ofertas en la Argentina tuve, no importa cuáles fueron los clubes, pero existieron las ofertas. Y Boca me bloqueó. Igual el tiempo me fue dando la razón. Ahora me enteré de la situación que están soportando los jugadores de Boca luego de haber salido bicampeones. La historia de los premios, la venta parada de Palermo a la Lazio, el contrato no arreglado del cuerpo técnico... Son cosas, ¿no? Macri está acostumbrado a tomar a los jugadores por forros, los usa y los tira, y no deja de ser un dirigente mediocre. Pensar que cuando asumió en Boca decía que su sueño era convertir al club en una especie de Milan de la Argentina. Y mirá ahora. Actúa como un dictador. El quiere imponer el mismo trato con los jugadores que el que tiene en la empresa. Y tiene un manejo autoritario. Yo me acuerdo muy bien cuando hace tres años en Mar del Plata afirmó que aquel que no estuviera de acuerdo con la escala de premios se podía ir de Boca. Hay que ser un poco más respetuoso con la gente. Y no hacer lo que se le canta. Además, el entorno que está con él no es bueno. Lo asesoran mal. Muy mal.
–La Bruja Berti, en México, nos dijo que en la Argentina “a los jugadores se los usa y se los tira”. Vos vas en la misma dirección.
–Es que hay maneras y maneras de dar una patada en el culo. Una cosa es que te digan que al técnico del equipo no le convence tu fútbol. Y bueno, no le gusta a nadie, pero son las reglas. Pero otra muy diferente es que te la quieran dibujar. Ahí no. Pero paremos con Boca. Ya pasó. Ya está. Ahora voy por otra página.
Otra vuelta de café. Otra porción de pastafrola. La avidez sigue en pie. Paulo está en una mesa contigua. Se viene el segundo tiempo.
–¿Cuántos años más de fútbol tenés?
–Tres o cuatro más, seguro. Ya no es más como antes, que cuando un jugador superaba los 30 años ya lo daban al borde del retiro. Cambiaron algunas cosas. Se puede ser muy competitivo después de los 30.
–¿En la Argentina nunca más como jugador?
–Yo no descarto nada.
–¿O sea que por ejemplo podrías llegar a cerrar tu carrera en River?
–No descarto nada, pero es difícil, muy difícil.
–El Pelado Díaz te quería...
–Lo conozco al Pelado. Hace unos años estuvimos comiendo juntos en Mónaco. Sé que si dijo que me quería en el equipo lo hizo porque lo sentía. El no habla por hablar, más allá de sus bromas o ironías. Yo siempre lo valoré como el gran jugador que fue y como el técnico que es. Sin embargo, a pesar de haber ganado como entrenador de River cinco títulos una parte de la dirigencia lo trató muy mal. Le faltaron el respeto. Pero luchó y luchó y salió adelante.
–¿Todavía guardás las cicatrices de tu no convocatoria al Mundial de Francia?
–Va a ser muy complicado que cicatricen. Fueron heridas muy grandes y muy profundas.
–Pero Passarella estaba en su derecho de no llevarte. ¿Cuál es la gravedad del asunto?
–Lo grave es que Passarella hizo con la Selección lo que se le cantó las p... Y la Selección no era de él. El problema es que nadie se lo dijo. Nadie. Ni los que tenían que decírselo por cargo y responsabilidad. Fueron muchas las cosas que se hicieron mal. Quedó en claro que hubo manejos raros en la Selección...
–¿Qué clase de manejos?
–Manejos raros. Entornos raros. Yo tengo buena memoria. Y no me olvido de que en esos cuatro años en que estuvo al frente Passarella pasó por la Selección una gran cantidad de jugadores que tenían representantes y que de un momento a otro fueron citados para uno o dos partidos y de inmediato fueron transferidos a clubes europeos. En cambio yo me manejé solo.
–¿Y con eso qué hay?
–No hay nada, ¿no? No, está bien. Si todos nos hacemos los tontos y el único que termino siempre hablando soy yo... Pero no importa, la gente sabe a qué me refiero.
–¿Había una sociedad entre Passarella y Mascardi?
–Yo no tengo nada que decir de Mascardi. No me interesa.
–Bueno, te cambio el enfoque: ¿Passarella como técnico de la Selección le hizo bien o mal al fútbol argentino?
–Ni bien ni mal. El que jerarquizó al fútbol argentino fue Maradona.
–Si Daniel te hubiera convocado para el Mundial, ¿mantendrías ahora estas mismas convicciones?
–Si me hubiera llevado con el plantel a Francia no iba a decir que Passarella era un monstruo del fútbol mundial. No, yo me conozco. Con Bilardo, quien me dio la posibilidad de jugar un Mundial, tampoco me tiré al piso. Es más: antes del debut en el ’90 frente a Camerún yo andaba mal, fastidioso, porque sabía que no entraba de titular. Me paró Carlos y me preguntó por qué tenía esa cara de culo. Le dije los motivos. El fue a una charla conmigo junto al Checho Batista y el Gringo Giusti, porque Carlos siempre lleva testigos. Y hablamos. Yo le dije lo que pensaba, él me habló del grupo. Y no coincidimos, hasta que después entré en el segundo tiempo con Camerún y quedé. Pero lo que quiero decir es que yo no le chupo las medias a nadie. Nunca lo hice ni tampoco lo voy a hacer. Quizás si lo hubiera hecho estaría mejor, pero no tengo estómago.
–¿A Bielsa le creés cuando aclara que sos un delantero de jerarquía internacional y que te está siguiendo?
–Sí, le creo. No tengo motivos para no creerle. El observa a todos los jugadores y elige. Tampoco quiere decir que me tiene que convocar sí o sí a mí porque me vio. Cada uno tiene sus preferencias y yo por supuesto las respeto. Pero que me muero de ganas de volver a la Selección, no tengas dudas. Sé que es una frase muy usada, casi un lugar común, pero es la verdad. No me doy una manija impresionante con esto ni me estoy volviendo loco, aunque regresar sería una satisfacción extraordinaria.
–¿Cuánto hace que no hablás con Maradona?
–Hace poco hablé con él por teléfono. Estaba en España lanzando unos especiales sobre su vida. Es que es un amigo. Es uno de los mejores amigos que me dio el fútbol. Lo quiero mucho.
–¿Qué le valorás?
–Su lealtad, su simpleza, su corazón, su falta de hipocresía. El dice lo que piensa. No especula. No quiere quedar bien con todo el mundo. El, en ese sentido, es como yo. No andamos atrás del poder chupándole el culo. Así, todo es más difícil, pero es mejor, mucho mejor. Para eso hay que tener la cabeza fría y el corazón caliente.
–A propósito, ¿sabés que Passarella repite en la Argentina que aquel que se calienta pierde?
–Ahí tiene razón. En esto sí. En lo demás...
Después, charla informal, un recorrido por las últimas noticias del fútbol argentino, algunas definiciones, las referencias sobre sus hijos, otra a Mariana, bromas, risas, más bromas. Los saludos. La partida en su Alfa Romeo. La confianza de él que queda como testimonio. Sus ganas. Su actitud para no entregarse nunca. Y la ilusión en celeste y blanco. Ahí deposita todo. Por eso lucha, por eso juega. No habló de revancha. Pero se sabe que en la vida hay revanchas que son hermosas.
Por EDUARDO VERONA (1999).
Fotos: ALEJANDRO DEL BOSCO.