Las Entrevistas de El Gráfico

1984. ¨Si me reportean a mi es porque no hay boxeadores¨

Uby Sacco no atravesaba su mejor momento, tenía la mano derecha lastimada y había pensado en retirarse del boxeo, pero reconsideró su decisión y se entrevistó con El Gráfico en Mar del Plata.

Por Redacción EG ·

04 de noviembre de 2019

Pensar que hace dos meses, yo le había dicho prácticamente chau al boxeo: salía todas las noches, me fumaba algún cigarrillo, comía cualquier cosa... Tenía la mano derecha a la miseria (ni podía acariciar la bolsa de entrenamiento) y ni me preocupaba por curarme…

—Eso es grave.

—Gravísimo. Y el único culpable fui yo, ¿eh? No tuve orgullo, ni un cacho de amor propio, me entregué manso y solito a condolerme por mi mala suerte, no me lo perdono...

Confieso que al verlo no pude dejar de sentir una rara mezcla de sensaciones: confusión, rechazo, extrañeza, curiosidad. El pelo largo y revuelto, desprolijo. Una barba que le sombreaba el rostro, como si viniera de un largo viaje nocturno. El cuerpo grueso, cubierto por una remera floja, sin vestigios de plancha. Un ligero toque de molicie en los ojos y una curva —irónica, algo disgustada—, contorneándole los labios. La mano derecha, enfundada en un descuidado yeso plástico, recorrió una parábola empujada por un brazo más gordo que robusto, marcando acompasadamente cada sílaba: "Y... ya que están, pasen". Speranza y yo nos metimos en el gran rectángulo soleado de un living room decorado con más sobriedad que muebles. "No los esperaba a esta hora", comenzó a decir con un gesto de disculpa. Para ser el mediodía de un viernes, me hizo sentir imprudente, innecesario. La calidez que siempre transmite su esposa, Inés Elena, entibió el momento, la cita para dos horas más tarde, arrancando de la confesión inicial.

Imagen Sacco vs. Saldaño en el Luna Park. Aquella noche ganó Uby, aunque la felicidad no fue completa, se terminó de lesionar la mano derecha. La pelea fue el 8 de octubre de 1983 y el triunfo fue en el quinto round.
Sacco vs. Saldaño en el Luna Park. Aquella noche ganó Uby, aunque la felicidad no fue completa, se terminó de lesionar la mano derecha. La pelea fue el 8 de octubre de 1983 y el triunfo fue en el quinto round.

Desde la última vez que lo vi, la noche del sábado 9 de octubre de 1983 —el cuerpo ceñido, el pelo cortito, la mirada triunfal— cuando venció a Horacio Saldaño en el Luna Park, no pensé que cinco meses más tarde lo encontraría así. Un hombre camino de una pelea por el título mundial.

—¿Es posible?

—Sí, es posible, me vine totalmente abajo, ya te lo dije, creí que el boxeo se había terminado totalmente para mí, me descuidé. Bajé los brazos y me entregué totalmente.

—La culpa fue de la pelea con Lorenzo García seguramente.

—Claro. Me maté durante mucho tiempo por ser el mejor de mi categoría, de trepar en el ranking y una noche vino García y me arruinó todo: hasta la chance de pelear por el título mundial. Fui un cobarde, me entregué, la culpa fue mía.

—¿Y después?

—Una noche me encontré aquí, en Mar del Plata, con Ernesto Cherquis Bialo. Me vino a decir que yo ya tenía una pelea con Bumphus para julio. Entonces pensé que era la última chance, que no podía ser tan gil de regalar todo así y lo primero que hice fue hacerme operar la mano derecha. Tengo —o tenía— una artrodesis traumática. O sea: los huesos se me salían de lugar en la zona carpometacarpiana... (prefiere ser más gráfico y me muestra el lugar: es en el dorso de la mano, cerca de la muñeca, donde la mano cerrada se articula hacia arriba, abajo. o en redondo, como cuando se arrolla el hilo de un barrilete). Era una fractura mal soldada, una fisura que no salía ni en las radiografías. Tengo que agradecérselo todo a dos médicos: Horacio Blanco —el de la Comisión Municipal de Box— que me revisó a fondo y a quien me operó, Eduardo Zancolli, un fenómeno. Apenas hablé con Cherquis esa noche, empecé a moverme para llegar a la operación, que fue el 17 de febrero. Todavía no salí de ésta, claro: el yeso —que es plástico— me lo sacarán recién dentro de unos diez días si la soldadura es perfecta. Y de ahí a que me pueda mover seriamente, pasará un tiempo... Lamentablemente, llegaré a la pelea con Bumphus sin los diez puntos ideales. Y es culpa mía.

—¿Y es culpa tuya también haber dicho que Lectoure no supo cuidarte?  

—No, para nada. Yo dije que en otros países se cuida diferente a los tipos que pueden llegar y que Lectoure, en cambio, me mandó al frente con Lorenzo García sabiendo que yo tenía una oportunidad grande. Lo sigo pensando.

—¿Y por qué cuando te ofreció la pelea con Lorenzo no le dijiste que no y chau?

—Y... porque no se puede viejo, porque estoy para pelear contra cualquiera, porque si quería ser campeón mundial, no le iba a tener miedo a un rajador como García, porque generalmente los hombres que trabajamos con Lectoure no andamos diciendo que no por cualquier cosa. Yo entiendo que la empresa necesita peleas grandes y por eso hicieron la mía con Lorenzo, o la de Palma con Malvares o Flores Burlón con Romero, está bien: el negocio es así.

Imagen Uby Sacco con su esposa Inés y sus perros. Vivían en Mar del Plata.
Uby Sacco con su esposa Inés y sus perros. Vivían en Mar del Plata.

—O sea: no te bancas haber perdido.

—No. Y menos con García.

—No lo querés...

—¿Y qué voy a hacerle? ¿Pedirle una foto autografiada? No solo me arruinó el negocio, sino que cuando subió a pelear con Bumphus se dedicó a durar los 15 rounds y celebrarlo como una hazaña. Cuando yo lo agarre a Bumphus será diferente.

—Ya sé: lo vas a matar.

—No, a matar no, pero si voy a salir a darle piñas: o lo bajo del ring o me mata. Mirá, seamos claros: aquí no se sube a jugar a la mancha, se sube a pelear. Yo voy a llegar mal a la pelea con Bumphus. Si no se posterga mucho, no voy a tener aire para 15 rounds, pero si tengo para cinco o seis: y, bueno... tiraré todo lo que tenga durante esos cinco o seis y si no lo mato, entonces sí me bajo del ring. Creo que en algo parecido se equivocó Roldán.

—¿Para vos Roldán no se jugó?

—No, guarda, no quiero decir eso, no lo puedo juzgar. Pero me parece que si tenía el ojo roto en el tercero, tendría que haber salido a tirar piñas como loco los dos o tres rounds que le quedaban con todo el aire, y no llegar sin riesgos hasta el décimo, como llegó...

—¿Sin riesgos? Entonces para vos no se jugó...

—No, no puedo decir tanto: prefiero decir que lo desbordó la responsabilidad. O que se equivocó. En vez de quemar el combustible a 70 kilómetros, prefiero ter-minarlo antes pero a fondo, si es a 220 por hora, mejor.

—Acordate de lo que decís por si te llega el turno.

—¡Y qué sé yo si cuando me llega el turno no hago la de García! ¿Qué sé yo cómo voy a reaccionar? Pero es lo que pienso ahora...

—¿Y qué hacés para llegar lo mejor posible a la pelea? Estás gordo y seguro que te entrenas poco.

—Ahora estoy en siete u ocho kilos de más (mi peso ideal es 63 y medio) y todo lo que hago es cuidarme. En este último descubrí de nuevo el placer de tomar cerveza y eso engorda... A las tardes entreno, pero con el yeso no puedo exigirme demasiado. Me voy a tener que poner con un dietólogo: seguro voy a tener problemas para bajar lo que ahora me sobra y porque además, últimamente no ando bien del estómago o del hígado.

 

Imagen Desde el Torreón de Mar del Plata.
Desde el Torreón de Mar del Plata.
 

—¿Y cuándo vas a ir? ¿Cuándo tengas encima la fecha de la pelea?

—No, no voy a ir lo antes posible...

—¿Y a hablar con Lectoure? Porque todavía no hablaste personalmente con él.

—No, fue todo por teléfono. De Tito no quiero hablar más.

—¿Por qué?

—Porque cuando hablé todos me cayeron encima. Dije que tendría que haberme cuidado y quedé como un llorón. Además, me consiguió la pelea, ¿no? Entonces, mi trabajo es responderle poniéndome lo mejor posible. Esa noche en eso me llevo cien mil dólares y aseguro mi futuro.

—O sea: te interesa la plata, no la gloria...

—Ya estoy cerca de los treinta, nene, ¿qué querés, verso? ¿Qué te hable de gloria y de un título para nuestra patria? Yo soy un profesional y quiero llegar lo más alto posible y lo mejor pago posible. Pero hoy, ahora, en este momento, aquí, gordo, con una mano todavía inútil tengo que ser realista: mi único camino es ponerme lo mejor posible y pelear lo mejor que pueda, más no hay...

—¿Y así se le gana a Bumphus?

—Es más difícil de lo que parece. La gente se engaña luego de verlo con García, porque García es un especialista en rajarse para que no le peguen. Para mí es más de lo que se vio, pero a pesar de todo, terminó muerto con Lorenzo. Los últimos tres rounds no daba más.

—¿Te tranquiliza saber que Tito estará en el rincón?

—Me tranquiliza saber que estará mi viejo. Sacco (así llama él siempre a Ubaldo, su padre) es el tipo que mejor me conoce en el mundo. Lectoure impone respeto con autoridades, jurados, todo eso. Pero en el rincón... en el rincón es distinto. Ojo: cuando viajé con Tito a Atlantic City me pareció macanudísimo. Nada que ver con las caras de c... que pone en Buenos Aires, pero vos me preguntaste del rincón y ahí —al menos, trabajando para mí— nadie reemplaza a mi viejo.

—Entonces, por ahora, chau a la noche, chau a las salidas... boxeo y más boxeo. ¿Es así?

—No. Primero, porque yo salgo de noche como cualquier tipo normal que está casado. Si aquí te contaron que yo vivo amaneciéndome en boliches o cosas por el estilo, te mintieron. Y segundo: boxeo, sí, pero mi boxeo, mi carrera y nada más. ¿A quién querés que vaya a ver pelear, si no hay nadie? Ya no hay boxeadores...

—Excepto vos.

—No, también está Laciar —Herrera le rompió el ojo en Italia y siguió tirando igual—, Romero...

—Pajarito Hernández...

—Sí, claro: ya te dije muchas veces que es el único tipo de mi categoría aquí en Argentina que me puede ganar por nocaut.

—Y vos...

—Y yo... ¡Si seremos pocos en el boxeo argentino que tuviste que venir a Mar del Plata y hacerme una nota a mí!

 

 

Por CARLOS IRUSTA (1984).

Fotos: HUMBERTO SPERANZA.