Literatura deportiva

El Diego en La Pampa, uno de los reencuentros con el Maradona de Fiorito

Detalles de la nueva obra que relata una de las andanzas más recordadas del Diez en el sobrio campo de Don Ángel Rosa.

Por Pedro Basla ·

16 de abril de 2025

“En la época de la hipertecnología, del GPS y de un montón de cuestiones, él demostró que podía prepararse en el medio de un campo en La Pampa. ¿Por qué reaccionó como reaccionó? Se encontró con el Maradona cebollita, con mucho afecto y carencias. La gente lo respetaba, no lo atosigaba. Se encontró con un lugar en el que podía respirar aire puro, ver el atardecer, afeitarse al sol y jugar a las cartas. No me lo imagino en la Capital haciendo ese tipo de cosas. Era un Diego que añoraba volver a su estado virginal y el contexto colaboró para eso”.

El dueño de la frase es el autor Diego Dal Santo, que se define como Maradoniano por encima de todo. La aventura de Diego Armando Maradona en suelo pampeano duró una semana: desde el 10 hasta el 17 de abril, a dos meses del Mundial 1994, su último baile con la Albiceleste.

Por primera vez este histórico y atípico capítulo fue retratado de principio a fin a través del nuevo libro El Diego en La Pampa, de la editorial Fútbol Contado.

Imagen El Diego en La Pampa, el libro que retrata una historia de amor de Maradona por la camiseta argentina
El Diego en La Pampa, el libro que retrata una historia de amor de Maradona por la camiseta argentina
 
“Para mí fue la historia de amor más linda de Diego Armando Maradona en su carrera y por la camiseta de la Selección Argentina. El problema es que no siempre las historias de amor terminan bien”, describe Dal Santo, en diálogo con El Gráfico.

Durante aquel año la vida de Diego había tenido varios momentos no tan felizmente recordados, entre los que se destacan la rescisión del contrato con Newell’s y el incidente contra los periodistas en su quinta de Moreno con su rifle aire comprimido.

Las vacaciones en las playas de Oriente -cerca de Monte Hermoso- junto a Claudia Villafañe fueron la causa inicial de esta andanza. “Fue una casualidad, en un día de playa él compartió un mate con Ángel Rosa, no hubo fanatismo ni fotos, fue un encuentro. Y Ángel le dijo: ‘Che, si querés estar tranquilo, o cazar algún animal, te dejo mi número’”, revela el escritor.

Más allá del romanticismo de la historia, los objetivos del capitán argentino eran dos: desconectarse y prepararse para Estados Unidos 1994. Así lo detalla el autor: “Este mismo entrenamiento no lo podía haber hecho en la Capital Federal, por la gente, por las tentaciones, por las cámaras… La excusa fue el entrenamiento. Él necesitaba salir de las tentaciones”.

La Estancia El Marito fue la elegida por Fernando Signorini, el preparador de futbolistas que trabajaba con Diego, para llevar a cabo esta preparación física. A comienzos de ese mes el zurdo se entrenaba en Ezeiza con ocho jugadores de la Selección, de los cuales cuatro no fueron convocados a la Copa del Mundo.

A cortar troncos: una de las actividades de Diego en El Marito

 

Las maderas las usaron para armar arcos y circuitos de zig-zag
 

Aquel llamado de ratificación de la estadía le sirvió a Ángel Rosa para demostrarles a sus amigos, quienes lo habían acusado de mentiroso cuando les contó que había estado de vacaciones con el Pibe de Oro, que todo lo que había narrado era cierto.

Más de uno le había hecho bromas telefónicas a la madrugada con suplantación de identidad. Por eso la comunicación desde Segurola y Habana por parte de Signorini fue rechazada dos veces. Recién en la tercera Marcos Franchi, entonces representante del astro, le dijo que le había ganado con 31 de mano en el truco en Oriente. Aquel dato certero fue el que, por fin, encaminó las charlas.
 

Imagen La Estancia El Marito, el lugar de Maradona en La Pampa. Foto: Archivo El Gráfico
La Estancia El Marito, el lugar de Maradona en La Pampa. Foto: Archivo El Gráfico
 
Más allá del elegante nombre, las comodidades le hicieron honor a la afamada frase que inmortalizó Maradona, entre tantas miles de sus ocurrencias: “¿A dónde me trajeron, hijos de puta?”.

“Es un campo que se dedica a la actividad agropecuaria, yo fui tres veces y no cambió nada en todos estos años, es como si estuviera detenido en el tiempo. Cuando se habla de una estancia parece que es la propiedad de un multimillonario y no es así”, remarca Dal Santo.

La rutina de Diego en La Pampa

Las prácticas estuvieron enfocadas principalmente en ampliar la capacidad aeróbica y en evitar lesiones. A dos meses del certamen, un desgarro lo podía dejar afuera. En un terreno tan disparejo era difícil practicar con la pelota y esa parte de su preparación quedó para más adelante.

El boxeo, instruido por Miguel Ángel Campanino, le sirvió a Diego para ganar musculatura y cansarse, con el objetivo de que, cuando volvieran a la casa, no hubiera más que cenar e irse a dormir.

Imagen El gimnasio en el que Diego entrenó en La Pampa. Foto: Archivo El Gráfico
El gimnasio en el que Diego entrenó en La Pampa. Foto: Archivo El Gráfico
 
Ser parte de la delegación de la Selección Argentina no era una posibilidad, era una certeza. “Quiero que mis hijas vean lo que ven en videos pero en la vida real”, fue la frase que usó Pelusa para convencer al profe Signorini. Su vuelta con el manto albiceleste todavía parecía reciente: en 1993 había regresado para el repechaje contra Australia, en sus primeras apariciones después de la final de Italia 1990.

Imagen Chitoro, su papá, fue uno de los laderos de Diego en La Pampa. Foto: Archivo El Gráfico
Chitoro, su papá, fue uno de los laderos de Diego en La Pampa. Foto: Archivo El Gráfico
 
La transformación en su cuerpo durante aquellos siete días había sido muy marcada: los camarógrafos pasaron de correr a la par de él a tener que subirse a un auto para filmarlo y las evaluaciones después de una semana arrojaron resultados similares a los del Maradona de España 1982, nada menos que doce años después.

Los contratiempos posteriores… ¿causaron el final de la historia?

El viaje a la región pampeana le dio el último empujón al campeón del mundo para disputar su último torneo en representación de la Argentina. La buena forma física y futbolística lo dejaron adentro de la nómina del entrenador Alfio Basile y como posible titular. Sin embargo, un pequeño cambio en su cuerpo, más cerca del debut ante Grecia, pudo decantar en el positivo de efedrina del 27 de junio de 1994 y la posterior declaración indeleble: “Me cortaron las piernas”.

La Selección ya tenía organizados algunos amistosos en Japón, pero ante la negativa del país asiático para otorgarle la visa al capitán fueron suspendidos y reemplazados por partidos ante Chile, Ecuador, Croacia e Israel, estos últimos dos en Europa, antes de recalar en tierras norteamericanas.

“La desorganización fue total e incluso antes de viajar al Viejo Continente fueron a Estados Unidos y se entrenaron en un parque en el que había vidrios en el piso. En el vuelo los jugadores viajaron en clase turista, comieron salchichas, papas fritas y tomaron cerveza. Ya en Europa, Diego se dio cuenta de que había aumentado de peso y lo llamó a Daniel Cerrini (NdR: ex personal trainer de Maradona y hombre señalado como responsable del doping) y le dijo que lo iba a estar esperando”, explica Dal Santo. Aquellas desprolijidades trajeron a escena nuevamente al fisicoculturista, que desde los días en La Pampa ya no estaba tan presente.

“En La Pampa se había dado una discusión, porque Cerrini quería a un Diego más flaco y Signorini a uno con un kilo de más, que se iba a bajar durante la competencia. Cuando llegaron a Estados Unidos, antes del Mundial, Maradona hizo una dieta especial con avena, pastillas, hidratos de carbono; el cocinero de la Selección preparaba algo distinto. Todo esto terminó conspirando para el final de la historia. ¿Si hubiera sido distinto? La verdad, no sé qué hubiese pasado”, concluye Dal Santo.

Imagen de portada: edición

Archivo: Julián Marcel