Las Entrevistas de El Gráfico

2003. Chino básico

“Burgos dejó un espacio vacío –dice– y lo quiero para mí”, asegura Sebastián Saja que estaba teniendo un gran presente en San Lorenzo y pedía Selección a base de buenos rendimientos.

Por Redacción EG ·

25 de octubre de 2019

Se­bas­tian Sa­ja ba­ja del au­to y ca­mi­na co­mo se de­be en Al­ma­gro. Des­pa­cio, cen­san­do las bal­do­sas. Es el me­dio­día plo­mi­zo de un miér­co­les de fe­bre­ro y el pe­lo, le­ve­men­te hú­me­do y arre­mo­li­na­do, de­la­ta la du­cha pos­te­rior al en­tre­na­mien­to con San Lo­ren­zo. Ha ele­gi­do una chom­ba fuc­sia y unas ber­mu­das blan­cas de li­no pa­ra acom­pa­ñar a los za­pa­tos náu­ti­cos, que no pa­re­cen es­tri­den­tes en­ci­ma de una piel que, ex­tra­ña­men­te, no acu­sa el re­ci­bo de un bron­cea­do. Lle­va ad­he­ri­do un re­loj dis­cre­to en la mu­ñe­ca iz­quier­da, en­re­da­do en una ca­de­ni­ta do­ra­da, y el ani­llo del fla­man­te ca­sa­mien­to con Noe­lia bri­lla en el me­ñi­que de la mis­ma ma­no. Sa­be que a la char­la le su­ce­de­rá una se­sión fo­to­grá­fi­ca y no le dio re­bo­te a nin­gún de­ta­lle. Tra­jo bu­zo, pan­ta­lón, me­dias, guan­tes y bo­ti­nes. Ni un pro­duc­tor lo hu­bie­ra he­cho me­jor.

Cuan­do se ríe es fá­cil de­du­cir por qué le di­cen Chi­no a es­te des­cen­dien­te de ita­lia­nos: los ojos se le ras­gan y los mús­cu­los fa­cia­les acom­pa­ñan la com­po­si­ción orien­tal con una ar­mo­nía asom­bro­sa. Lo di­fí­cil es en­ten­der por qué lo lla­ma­mos Se­bas­tián si el do­cu­men­to di­ce que su pri­mer nom­bre es Die­go: “To­dos me di­cen Se­bas­tián por­que ése era el nom­bre que ha­bían ele­gi­do. Pe­ro cuan­do mi vie­jo fue al Re­gis­tro Ci­vil y le pre­gun­ta­ron có­mo me ano­ta­ba, se le ocu­rrió de­cir Die­go Se­bas­tián. La cul­pa es su­ya”.

Du­ran­te la char­la di­rá que es­tá en Pri­me­ra ha­ce “tres años”, por­que ése es el lap­so trans­cu­rri­do des­de que se en­tre­na con el plan­tel prin­ci­pal de San Lo­ren­zo. Pe­ro des­de su de­but real –1º de oc­tu­bre de 2001– só­lo pa­só un año y cin­co me­ses. Días más, días me­nos, el 10% de la vi­da útil de un ar­que­ro. Su­pues­ta­men­te, Sa­ja sur­fea las olas más em­bra­ve­ci­das del ofi­cio. Esa ado­les­cen­cia don­de el ac­né son los go­les ton­tos, don­de se des­vir­gan las mil y un ma­ca­nas.

 

Imagen Sus primeras armas en Primera División.
Sus primeras armas en Primera División.
 

Sin em­bar­go, es­te ge­mi­nia­no na­ci­do en Brand­sen pa­re­ce dis­pues­to a que­mar las pá­gi­nas del vie­jo ma­nual. Pro­ta­go­ni­zó al­gún que otro bloo­per –¿re­mem­ber la sa­li­da con Olim­po?–, ver­da­de­ras in­sig­ni­fi­can­cias an­te la es­ta­tu­ra de otros ar­gu­men­tos. Lle­va ga­na­dos tres tí­tu­los –dos de ellos in­ter­na­cio­na­les– en­car­nan­do el pa­pel del mu­cha­chi­to de la pe­lí­cu­la. Se per­fi­la co­mo el más efi­cien­te ar­que­ro-go­lea­dor post Jo­sé Luis Chi­la­vert, que, a la edad del Chi­no, co­mo pue­de ver­se apar­te, po­dría me­re­cer­se una de sus pro­pias fra­ses de ca­be­ce­ra: “Tú no has ga­na­do na­da”. Y em­pe­zó a es­cri­bir, con tra­zo fir­me y cau­te­lo­so, su his­to­ria en el ar­co de la Se­lec­ción. Tres pa­los in­men­sos den­tro de un área de mag­ma ver­de, que no tie­nen un re­fe­ren­te in­dis­cu­ti­do des­de las ha­za­ñas mi­to­ló­gi­cas del Pa­to Fi­llol. Un va­cío que Sa­ja, por per­so­na­li­dad, ca­ris­ma y po­ten­cia­li­dad téc­ni­ca, po­dría ocu­par no bien lle­ne la so­li­ci­tud de la ex­pe­rien­cia. Eso creen –ver pá­gi­nas 26 a 31– el 43,8% de los hin­chas en­cues­ta­dos por El Grá­fi­co.

¿Se­rá el co­mien­zo de la era Sa­ja, un seg­men­to sus­tan­cial en la vi­da de la Se­lec­ción? De­pen­de­rá del Chi­no, que por aho­ra pre­fie­re ir pa­so a pa­so, pe­lo­ta a pe­lo­ta, pre­gun­ta a pre­gun­ta...   

–¿Cuá­les fue­ron tus sen­sa­cio­nes des­pués de ata­jar en los tres par­ti­dos de la gi­ra?

–Cre­cí co­mo ju­ga­dor. Vi­ne muy con­for­me con mi ac­tua­ción y con el tra­ba­jo he­cho en el mes y me­dio pre­vio. Co­no­cí me­jor al cuer­po téc­ni­co, co­sa que en la an­te­rior con­vo­ca­to­ria no fue po­si­ble, y que­dé muy es­pe­ran­za­do en que es­ta gi­ra me abra mu­cho más las puer­tas de la Se­lec­ción.

–¿Cam­bia­ron las ex­pec­ta­ti­vas con res­pec­to al año pa­sa­do, cuan­do Biel­sa te lla­mó pa­ra ju­gar con­tra Ga­les?

–To­tal­men­te. Ojo, aque­lla vez tam­bién fui mo­ti­va­do. Era mi pri­mer par­ti­do en la Se­lec­ción y, a la vez, mi úni­ca fi­cha pa­ra lle­gar al Mun­dial. Si ren­día por ahí me da­ban una chan­ce más. Pe­ro las co­sas no me sa­lie­ron bien. No pu­de apro­ve­char la opor­tu­ni­dad.

–¿Eso te ba­jo­neó?

–Lo to­mé con tran­qui­li­dad por mi ju­ven­tud. Si en vez de 22 hu­bie­ra te­ni­do 30 años, se­gu­ro que me hu­bie­ra do­li­do una enor­mi­dad por­que hu­bie­ra  si­do la úl­ti­ma chan­ce de mi vi­da. Pen­sé en po­si­ti­vo: lo voy a to­mar co­mo ex­pe­rien­cia, me sir­ve pa­ra el fu­tu­ro, aho­ra ten­go que des­lo­mar­me pa­ra el pró­xi­mo pro­ce­so. Y fue así. Con Ga­les rom­pí el hie­lo de mi pri­mer par­ti­do en la Se­lec­ción y eso me per­mi­tió ren­dir con más sol­tu­ra y se­gu­ri­dad es­te año. No me de­pri­mió que­dar afue­ra del Mun­dial. Yo no ha­bía te­ni­do par­ti­ci­pa­ción en los cua­tro años an­te­rio­res, co­sa que sí hi­cie­ron los tres que fue­ron a Ja­pón. Me­re­cían ir ellos. Pe­ro aho­ra es dis­tin­to.

–¿Por qué?

–Sien­to que lar­gué la ca­rre­ra des­de la pri­me­ra vuel­ta. Es un de­sa­fío su­pe­rior. Hay una puer­ta abier­ta y el fu­tu­ro de­pen­de más de mí. Aun­que se ven­gan com­pe­ten­cias im­por­tan­tes a me­dia­no pla­zo, el ob­je­ti­vo de to­dos los pro­ce­sos es el Mun­dial. Y has­ta 2006 hay un lap­so pro­lon­ga­do que me da tran­qui­li­dad. Fui a la gi­ra se­gu­ro de que no iban a ser mis úni­cos tres par­ti­dos. Aho­ra es­pe­ro me­ter­me po­co a po­co en el gru­po de la Se­lec­ción.

–¿De­cís en la Se­lec­ción A o...?

–Eso de la pri­me­ra y la se­gun­da Se­lec­ción es una cues­tión de la gen­te o del pe­rio­dis­mo. Si es­tá la ca­mi­se­ta ar­gen­ti­na, es la Se­lec­ción.

–A pro­pó­si­to de eso, en Ga­les te to­có es­tar con los ju­ga­do­res que des­pués fue­ron al Mun­dial y aho­ra in­te­gras­te un gru­po de no­va­tos. ¿No­tas­te di­fe­ren­cias en el tra­to de Biel­sa con unos y otros?

–En Ga­les es­tu­ve con el 60% del plan­tel que fue a Ja­pón, con to­dos los con­sa­gra­dos. Y aho­ra fui con 20 de­bu­tan­tes, ya que Gaby Mi­li­to y yo éra­mos los úni­cos que ha­bía­mos es­ta­do en una con­vo­ca­to­ria an­te­rior. Si hay al­go que res­ca­to de la gi­ra es el tra­to que tu­vie­ron con no­so­tros. Di­go des­de Biel­sa has­ta el úl­ti­mo de sus ayu­dan­tes. Nos con­si­de­ra­ron co­mo a los con­sa­gra­dos. El tra­ba­jo fue el mis­mo, la exi­gen­cia fue la mis­ma, la de­di­ca­ción fue la mis­ma. Nos hi­cie­ron sen­tir ju­ga­do­res de Se­lec­ción, no de se­gun­da.

–Mu­chos ju­ga­do­res de­fi­nen a Biel­sa co­mo un en­tre­na­dor es­pe­cial. ¿Vos con qué te en­con­tras­te?

–Con un ti­po de gran se­rie­dad y res­pon­sa­bi­li­dad en el tra­ba­jo. Que le exi­ge el má­xi­mo de su po­ten­cial al ju­ga­dor. Un téc­ni­co muy trans­pa­ren­te.

–¿Eso qué quie­re de­cir?

–Que siem­pre jue­ga el que es­tá me­jor. Le da un gran res­pal­do y tam­bién res­ca­ta pa­ra el gru­po el va­lor del que se que­da afue­ra. El ju­ga­dor no es ton­to. Sa­be cuán­do me­re­ce ju­gar y cuán­do no.

–¿Te sor­pren­dió en al­go?

–Sí, con la si­mu­la­ción de ju­ga­das. Me hi­zo en­tre­nar de un mo­do inu­sual pa­ra un ar­que­ro.

–Ex­pli­ca­lo me­jor.

–Ge­ne­ral­men­te, los ar­que­ros tra­ba­ja­mos apar­te en los clu­bes. Diez pe­lo­ta­zos a un pa­lo, diez pe­lo­ta­zos a otro... Mar­ce­lo ha­ce di­fe­ren­te. In­de­pen­dien­te­men­te del tra­ba­jo es­pe­cí­fi­co, si­mu­la ju­ga­das en ofen­si­va con opo­si­ción de ad­ver­sa­rios, en es­te ca­so los spa­rrings. Y eso le sir­ve mu­cho a un ar­que­ro.

–Por ejem­plo...

–No es lo mis­mo sa­lir a cor­tar un cen­tro con una de­fen­sa fan­tas­ma, cuan­do na­die te mo­les­ta, que ha­cer­lo con es­co­llos co­mo los que des­pués vas a en­con­trar en la can­cha. Los téc­ni­cos siem­pre ha­cen tra­ba­jar a los de­lan­te­ros sin opo­si­ción. Mar­ce­lo in­vo­lu­cra a to­das las lí­neas, in­clu­so al ar­que­ro. Pa­ra mí fue muy útil. Me sen­tí me­jor in­te­gra­do al equi­po, más con­cen­tra­do en el jue­go. Es di­fí­cil en­con­trar tra­ba­jos que si­mu­len la ten­sión y las di­fi­cul­ta­des que en­cuen­tra un ar­que­ro en un par­ti­do. Y él lo lo­gra. Que te ti­ren ocho pe­lo­ta­zos en dos mi­nu­tos te pue­de ayu­dar pa­ra los re­fle­jos, pe­ro en nin­gún par­ti­do te pa­tean ocho ve­ces en dos mi­nu­tos.

Imagen El debut oficial en la Selección, ante Gales, previo al Mundial 2002.
El debut oficial en la Selección, ante Gales, previo al Mundial 2002.

–¿Y qué le pi­de Biel­sa a un ar­que­ro? Uno se lo ima­gi­na más fá­cil pen­san­do en un equi­po de Me­not­ti, no tan­to en uno su­yo...

–No es muy di­fí­cil de su­po­ner. Ar­gen­ti­na ata­ca siem­pre, pre­sio­na mu­cho en cam­po ri­val, así que de­fien­de mu­cho te­rri­to­rio con po­cos ju­ga­do­res. En­ton­ces el ar­que­ro de un equi­po de Biel­sa de­be es­tar muy con­cen­tra­do, ya sea pa­ra reac­cio­nar co­mo un lí­be­ro o pa­ra ta­par las dos o tres pe­lo­tas que te lle­gan por par­ti­do. No po­dés fa­llar.

–Siem­pre se di­ce que los ju­ga­do­res de Se­lec­ción de­ben adap­tar­se al rit­mo in­ter­na­cio­nal. En un ju­ga­dor de cam­po es­tá cla­rí­si­mo, tal vez de­ba asi­mi­lar otra di­ná­mi­ca de jue­go. ¿El ar­que­ro de la Se­lec­ción tam­bién se de­be adap­tar al rit­mo in­ter­na­cio­nal?

–Hay que adap­tar­se, no­más. Es di­fe­ren­te ata­jar en San Lo­ren­zo que en la Se­lec­ción. Cuan­do te po­nés ese bu­zo con el es­cu­di­to de la AFA se jue­gan otras co­sas. Ojo, no es ca­sual que los prin­ci­pa­les ar­que­ros de la Se­lec­ción ha­yan per­te­ne­ci­do a equi­pos gran­des. Es­tán acos­tum­bra­dos al pro­ta­go­nis­mo y a la pre­sión. La di­fe­ren­cia es que el club te da re­van­cha to­dos los do­min­gos y la Se­lec­ción no. Los erro­res son más evi­den­tes, los co­men­ta to­do el am­bien­te y la re­van­cha se te com­pli­ca. Más que al rit­mo, el ar­que­ro se tie­ne que adap­tar a una pre­sión su­pe­rior.

 

Al prin­ci­pio no men­cio­na la pa­la­bra cla­ve, pe­ro es ob­vio a qué se re­fie­re: per­so­na­li­dad. Esa ra­dia­ción má­gi­ca que for­ti­fi­ca el pro­pio es­pí­ri­tu, se­da el de los com­pa­ñe­ros y ja­quea al de los ri­va­les. El Chi­no tie­ne su ca­rác­ter des­de muy chi­co. Po­dría de­cir­se que des­de los 3 años, cuan­do iba a los cum­plea­ños de los ami­gui­tos só­lo pa­ra vo­lar atra­pan­do glo­bos. No le in­te­re­sa­ban las son­ri­sas bur­lo­nas ni es­tro­pear la ro­pa im­pe­ca­ble que le po­nía ma­má Dia­na. Vo­la­ba y vo­la­ba. Ya de gran­de, trans­for­ma­do en ar­que­ro de las in­fe­rio­res de San Lo­ren­zo, se jac­ta­ba del sa­cri­fi­cio dia­rio pa­ra ir a en­tre­nar­se: to­ma­ba un mi­cro y dos tre­nes pa­ra re­co­rrer los 86 ki­ló­me­tros y cua­tro cua­dras de ida y vuel­ta. Los te­nía con­ta­dos. Y tiem­po des­pués, con­ver­ti­do en pro­fe­sio­nal y en­tre­ve­ra­do en el ofi­cio de ar­que­ro pa­tea­dor, se ani­mó a in­te­rrum­pir la char­la téc­ni­ca de Os­car Rug­ge­ri con una pre­gun­ta im­preg­na­da de con­fian­za: “Dí­ga­me, ¿si hay un ti­ro li­bre le pe­ga Sa­ja?”.

Al­go de esa for­ta­le­za in­te­rior per­ci­bie­ron quie­nes lo acom­pa­ña­ron en es­ta gi­ra de pies de plo­mo y guan­tes de cue­ro. No fue ca­sua­li­dad que lu­cie­ra la cin­ta de ca­pi­tán lue­go de la ex­pul­sión de Ga­briel Mi­li­to fren­te a Hon­du­ras. En los clu­bes, el ca­pi­tán lo eli­ge el téc­ni­co. Pe­ro en la Se­lec­ción opi­nan los ju­ga­do­res. An­tes del pri­mer par­ti­do, ca­da uno es­cri­bió su vo­to en un pa­pel y se lo en­tre­gó al pro­fe­sor Luis Bo­ni­ni. Ano­ta­ron tres nom­bres y no uno por­que el her­me­tis­mo de Biel­sa im­pe­día avi­zo­rar quié­nes se­rían los ti­tu­la­res. El re­sul­ta­do del es­cru­ti­nio des­pués se vio en la can­cha: Ga­briel Mi­li­to, Ni­co­lás Bur­dis­so y Se­bas­tián Sa­ja.

–De afue­ra da la sen­sa­ción de que des­bor­das per­so­na­li­dad. Des­pués del ma­ca­nón que te man­das­te con Olim­po, que pa­gas­te con un gol, hi­cis­te una no­ta en bro­ma pa­ra Olé, acom­pa­ña­do por un par de po­li­cías. Co­mo si na­da pu­die­ra que­brar­te.

–A ver... Cuan­do co­me­to un error, lo pri­me­ro que ha­go es asu­mir­lo pa­ra no rein­ci­dir. Pe­ro des­pués no me car­go mal, sé que erro­res voy a te­ner mu­chos. Más que co­me­ter­los, lo im­por­tan­te es no re­pe­tir­los. Lo de Olim­po me pue­de pa­sar una vez, no dos. Ten­go cla­ro que no de­bo pa­ra­li­zar­me por una fa­lla, ne­ce­si­to re­com­po­ner­me rá­pi­do. Si el ar­que­ro re­fle­xio­na de­ma­sia­do so­bre el error es­tá fri­to. Es el ju­ga­dor más ex­pues­to al error. Cuan­do me equi­vo­co lo pro­ce­so, pe­ro en­se­gui­da ha­go bo­rrón y cuen­ta nue­va. Por eso me en­gan­ché con la no­ta en jo­da.

–Cual­quie­ra po­dría pen­sar otra co­sa, que te equi­vo­cás y te da lo mis­mo.

–No, ac­túo así por­que ten­go una per­so­na­li­dad fuer­te. Nin­gu­na ma­ca­na me re­sul­ta in­di­fe­ren­te, al con­tra­rio. Soy muy au­toe­xi­gen­te y las fa­llas me fas­ti­dian. Pe­ro tra­to de cul­ti­var el don de su­pe­rar­las. Los gran­des ar­que­ros de la his­to­ria han si­do aque­llos que mos­tra­ron per­so­na­li­dad. Un ar­que­ro sin per­so­na­li­dad no pue­de triun­far.

–¿Por eso te ani­mas­te a pa­tear el pe­nal en la fi­nal de la Mer­co­sur con el an­te­ce­den­te de ha­ber erra­do en la fi­nal del Tor­neo Es­pe­ran­zas de Tou­lon?

–Se­gu­ro. El de Tou­lon fue el pri­me­ro que ti­ré. En­ci­ma no en­tró y por eso per­di­mos el tí­tu­lo. Otro ti­po, más sien­do ar­que­ro, hu­bie­ra di­cho nun­ca más. Yo no. Ten­go una con­fian­za cie­ga en mis con­di­cio­nes. Y agra­dez­co el res­pal­do que me die­ron los en­tre­na­do­res pa­ra pa­tear. Los tres me ban­ca­ron. El Ca­be­zón Rug­ge­ri fue el pri­me­ro y la­men­to que no nos ha­yan co­bra­do al­gu­no cuan­do es­ta­ba él. Pe­lle­gri­ni me di­jo una gran ver­dad: “El ar­que­ro pri­me­ro es­tá pa­ra ata­jar y des­pués pa­ra pa­tear”. Pe­ro en esa fi­nal me de­jó el pe­nal cla­ve, que ayu­dó a que­brar los 93 años sin tí­tu­los in­ter­na­cio­na­les pa­ra San Lo­ren­zo. Y aho­ra ten­go la suer­te de que In­sua tam­bién me res­pal­de. Es­pe­ro no mu­far­me, pe­ro me­tí to­dos, sal­vo el pri­me­ro.

–¿De dón­de te sa­lie­ron las ga­nas de pa­tear?

–Me gus­tó siem­pre, de chi­co. Con los otros ar­que­ros del club, Orión y Ra­mí­rez, so­mos de que­dar­nos des­pués del en­tre­na­mien­to pa­ra ha­cer cam­peo­na­tos de pe­na­les. Y de pi­be mi­ré mu­cho a Chi­la­vert...

–Tu­vo mu­cha in­fluen­cia.

–Chi­la rom­pió el mol­de. Fue el pri­me­ro, el que mo­ti­vó a los de­más. Y tam­bién era el que me­jor lo ha­cía, por en­ci­ma de cual­quier ju­ga­dor de cam­po. Pa­ra qué lo voy a ne­gar: fue uno de mis re­fe­ren­tes. Por la pe­ga­da y por la per­so­na­li­dad.

–Al­gu­na vez di­jis­te que no eras el se­gun­do Chi­la­vert, que bus­ca­bas tu pro­pio es­ti­lo. ¿Ya lo en­con­tras­te, có­mo lo de­fi­ni­rías?

–Pa­ra im­po­ner un es­ti­lo tie­nen que pa­sar va­rios años. Y yo re­cién lle­vo tres en Pri­me­ra. Más allá de no­tar que la gen­te me re­co­no­ce un mo­do pro­pio de sen­tir el pues­to, ne­ce­si­to re­co­rrer más ca­mi­no pa­ra mar­car una hue­lla. Chi­la­vert se im­pu­so des­pués de ga­nar to­do con Vé­lez, igual que Gat­ti o Fi­llol... Mi am­bi­ción es que en el fu­tu­ro se me re­cuer­de co­mo un ar­que­ro que mar­có un es­ti­lo. Yo no creo en la di­vi­sión ta­jan­te: sa­li­do­res o ata­ja­do­res. Hay más ma­ti­ces, son mu­chas las vir­tu­des que pue­den dis­tin­guir a un ar­que­ro. Hoy tra­ba­jo pa­ra ser lo más com­ple­to po­si­ble.

Imagen El tercer guante. Saja y su medallita de la suerte. La besa en todos los partidos.
El tercer guante. Saja y su medallita de la suerte. La besa en todos los partidos.

–Y eso in­clu­ye pa­tear pe­na­les y ti­ros li­bres.

–Por su­pues­to.

–¿Cuán­to cal­zás?

–42...

–O sea que rom­pés con el mi­to de que los bue­nos pa­tea­do­res tie­nen pie chi­co, co­mo Chi­la­vert.

–No te creas, ¿eh? Soy gran­do­te, mi­do 1,88. Pro­por­cio­nal­men­te, los bo­ti­nes 42 no son una ca­noa.

–Chi­la fue un re­fe­ren­te. ¿Y los otros?

–El Fla­co Pas­set fue im­por­tan­te. Ata­ja­ba cuan­do yo es­ta­ba en in­fe­rio­res y era al­can­za­pe­lo­tas en Pri­me­ra. Lo mi­ré mu­cho y des­pués, cuan­do yo su­bí, nos en­tre­na­mos dos años jun­tos y le sa­qué el ju­go. Cam­pag­nuo­lo me gus­ta mu­cho, apren­dí mu­cho de él, in­clu­so pe­lean­do el pues­to. Os­car Cór­do­ba es otro mons­truo que mi­ré bas­tan­te. Y de afue­ra ad­mi­ro al ho­lan­dés Van der Sar, un ti­po muy so­brio, que siem­pre ha­ce lo mí­ni­mo pa­ra res­pon­der al má­xi­mo.

–¿Se apren­de más mi­ran­do o pre­gun­tan­do?

–De las dos for­mas. En in­fe­rio­res lo tu­ve al Mo­no Irus­ta co­mo en­tre­na­dor de ar­que­ros. Ob­via­men­te, a su edad no se po­día ti­rar. Pe­ro te cuen­tan ex­pe­rien­cias y te van guian­do.

–Pa­ra la gen­te sos al­go así co­mo el Chi­la bue­no. Ata­jás bien y sos go­lea­dor, pe­ro no te­nés pro­ble­mas con na­die. ¿Có­mo te cae esa de­fi­ni­ción?

–Je, eso del Chi­la bue­no me lo di­je­ron va­rios por la ca­lle. Qué sé yo... sus pro­vo­ca­cio­nes son una for­ma de ju­gar, un mo­do de sa­car­les ven­ta­ja a los ri­va­les. Pe­ro di­cen que afue­ra es un ti­po fe­nó­me­no, un ex­ce­len­te com­pa­ñe­ro. Y to­dos lo quie­ren te­ner en su equi­po. El que lo nie­ga, mien­te. Yo no soy de pro­vo­car o ha­cer ca­len­tar a los ri­va­les. Me con­cen­tro más en otras co­sas, aun­que no sé qué pa­sa­rá con los años. Por ahí me vuel­vo más pro­tes­tón y quis­qui­llo­so.

 

Del cue­llo de Sa­ja pen­de su ta­lis­mán más pre­cia­do: una ca­de­ni­ta de oro con una me­da­lla en for­ma de guan­te. “Los ju­ga­do­res siem­pre tie­nen una pe­lo­ta. Pe­ro el guan­te es más ori­gi­nal y tie­ne que ver con lo mío”, di­ce el mu­cha­cho que ya va por la se­gun­da ver­sión y pre­pa­ra la ter­ce­ra. “La an­te­rior –cuen­ta– me la ro­ba­ron en la can­cha du­ran­te el fes­te­jo del Clau­su­ra 2001. Des­pués me hi­ce és­ta, que ga­nó las dos co­pas in­ter­na­cio­na­les.”

Cuan­do Sa­ja di­ce “ga­nó” hay que to­mar­lo li­te­ral­men­te, ya que be­só el guan­te do­ra­do an­tes de ca­da par­ti­do y ca­da de­fi­ni­ción por pe­na­les. ¿La ter­ce­ra ver­sión? Pron­to, muy pron­to. El Chi­no es muy de­ta­llis­ta y en la me­da­lla es­cul­pió el sím­bo­lo de la mar­ca de guan­tes que uti­li­za ca­da do­min­go. Pe­ro aca­ba de cam­biar de fir­ma, así que se vie­ne el bo­rrón y ta­lla­do nue­vo... La tri­bu­la­cio­nes so­bre la me­da­lli­ta mar­can un cam­bio de fren­te en la con­ver­sa­ción. Aho­ra se ha­bla de San Lo­ren­zo...

–Es­ta­mos bien. De­be­mos me­jo­rar al­gu­nas co­sas, pe­ro so­mos can­di­da­tos pa­ra ga­nar el cam­peo­na­to.

–¿Da bron­ca ver la Co­pa des­de afue­ra?

–Sí, mu­cha bron­ca. San Lo­ren­zo rom­pió el ma­le­fi­cio de los tí­tu­los in­ter­na­cio­na­les y es­tá en el pun­to jus­to pa­ra ju­gar­la. Nos ali­via­mos mu­cho des­pués de sa­car­nos esa mo­chi­la. Ya lo di­je el año pa­sa­do: aho­ra so­mos un equi­po co­pe­ro. Pe­ro la bron­ca que te­ne­mos de­be­mos usar­la co­mo mo­ti­va­ción pa­ra su­mar los pun­tos que nos ase­gu­ren la cla­si­fi­ca­ción pa­ra la pró­xi­ma. No se ban­ca es­tar afue­ra, lo lin­do es mi­rar­la de aden­tro.

–Tam­bién di­jis­te que es­ta­ban en con­di­cio­nes de con­cre­tar un ci­clo co­mo el pri­me­ro de Bian­chi en Bo­ca. Des­de en­ton­ces, se fue­ron ju­ga­do­res y su­pe­ra­ron  un cam­bio de téc­ni­co. ¿Sen­tís que ese cír­cu­lo to­da­vía no se ce­rró o tie­nen que abrir otro?

–Eso lo di­je des­pués de ga­nar la Mer­co­sur, cuan­do to­da­vía es­ta­ba Pe­lle­gri­ni. Lue­go pa­sa­ron co­sas: se fue­ron Ro­meo, Ame­li y unos cuan­tos que eran im­por­tan­tes; par­tió Ma­nuel y lle­gó In­sua. Pa­re­cía el fi­nal de un ci­clo. Pe­ro cuan­do en­gan­cha­mos la pro­pues­ta de Ru­bén y con­se­gui­mos la Su­da­me­ri­ca­na, sen­ti­mos que el ci­clo to­da­vía no ter­mi­nó. San Lo­ren­zo aún man­tie­ne al­go de la es­truc­tu­ra de ese gran equi­po del 2001. Sal­vo un cen­tral, con­ser­va la co­lum­na ver­te­bral: Acos­ta, Mi­che­li­ni, el Pi­pi Ro­mag­no­li... Y la Su­da­me­ri­ca­na nos pu­so muy fuer­tes. Por eso due­le no ju­gar la Li­ber­ta­do­res.

–En al­go ha­brán fa­lla­do, si no es­ta­rían...

–Sí, se­gu­ro. Des­cui­da­mos la com­pe­ten­cia lo­cal pa­ra ga­nar las co­pas. Ahí se nos fue­ron pun­tos va­lio­sos. Igual es­ta­mos de ca­ra a dos ob­je­ti­vos im­por­tan­tes: el Clau­su­ra y la Re­co­pa Su­da­me­ri­ca­na, que se jue­ga en ju­lio con­tra Olim­pia. Por eso di­go que el ci­clo no es­tá ce­rra­do.

–¿Cuán­to mé­ri­to tie­ne In­sua y cuán­to los ju­ga­do­res?

–Es­tá re­par­ti­do. Fue cla­ve que el gru­po no se que­bra­ra. Yo di­ría que no de aho­ra, si­no que des­de la épo­ca de Pe­lle­gri­ni que el plan­tel es muy uni­do y hu­mil­de. Te­nía­mos in­fi­ni­dad de pro­ble­mas, tan­to ins­ti­tu­cio­na­les co­mo de­por­ti­vos, y nos ar­ma­mos muy fuer­tes de puer­tas pa­ra aden­tro y pa­ra afue­ra. Cuan­do ven­die­ron a otros mu­cha­chos los que se que­da­ron hi­cie­ron un es­fuer­zo enor­me pa­ra que ese es­pí­ri­tu no se rom­pie­ra. Fi­ja­te que el ci­clo de In­sua arran­có muy cri­ti­ca­do, pe­ro la men­ta­li­dad y la unión de to­dos nos hi­zo re­ver­tir­lo has­ta con­se­guir un tí­tu­lo in­ter­na­cio­nal.

–¿Tie­ne ra­zón Bian­chi cuan­do di­ce que San Lo­ren­zo e In­de­pen­dien­te son los can­di­da­tos pa­ra el Clau­su­ra por­que com­pi­ten en un so­lo tor­neo?

–Bian­chi es un vi­vo bár­ba­ro. Por ahí quie­re sa­car­se un po­co de res­pon­sa­bi­li­dad. Aun­que ju­ga­ra la Co­pa, San Lo­ren­zo se­ría can­di­da­to. Igual que los otros gran­des que jue­gan dos co­sas.

 

Imagen Producción para El Gráfico.
Producción para El Gráfico.
 

Por el es­tu­dio fo­to­grá­fi­co pi­ca una pe­lo­ta Sig­nia, el nue­vo “es­fé­ri­co”, di­rían los re­la­to­res de an­ta­ño, del tor­neo lo­cal. La tí­pi­ca de los ar­que­ros es que­jar­se por el cam­bio, pe­ro el Chi­no mi­ni­mi­za el ma­tiz: “Siem­pre hay una di­fe­ren­cia, pe­ro a los dos par­ti­dos te acos­tum­brás. Al­gu­nos co­le­gas chi­lla­ron por la ve­lo­ci­dad. A mí me sor­pren­dió más el cam­bio de co­lor. Co­mo no es tan blan­ca y con Cen­tral ju­ga­mos de no­che, se me di­fi­cul­tó ver­la... Bue­no, de he­cho la tu­ve que ir a bus­car dos ve­ces aden­tro, je...”

Cuan­do Sa­ja to­ma la bo­cha con sus ma­nos des­nu­das sor­pren­de un de­ta­lle. Tie­ne de­dos fi­nos, lar­gos, per­fec­tos. Sin las hue­llas de tor­ce­du­ras tan pro­pias de su ofi­cio. La ha­ce pi­car una, dos, tres ve­ces. Y jus­to cla­va la vis­ta en el es­cu­do de la AFA im­pre­so en su su­per­fi­cie. Buen pie pa­ra se­guir ha­blan­do de la Se­lec­ción...

–¿Te sor­pren­dió ha­ber ga­na­do por tan­to mar­gen en la en­cues­ta de El Grá­fi­co?

–Me po­ne con­ten­to, es una gran ale­gría que te re­co­noz­can. Es­toy acos­tum­bra­do al ca­ri­ño de la gen­te de San Lo­ren­zo, pe­ro me enor­gu­lle­ce pen­sar que tam­bién me vo­ta­ron hin­chas de los otros equi­pos.

–¿Eso qué te ge­ne­ra?

–Una gran res­pon­sa­bi­li­dad. Ten­go que cre­cer pa­ra agra­de­cer esa con­fian­za. Sé que no al­can­cé mi te­cho. Hay mu­cho por de­lan­te, de­ma­sia­do por apren­der. Quie­ro se­guir ga­nan­do co­sas. No per­dí el ham­bre ni las ga­nas de al­can­zar ob­je­ti­vos en el fút­bol. Su­pon­go que me re­co­no­cen por lo he­cho, pe­ro tam­bién sé que el fút­bol es el día a día, el exa­men cons­tan­te. Hay que dis­fru­tar el mo­men­to sin de­jar de re­mar.

–Ca­va­lle­ro, que sa­lió se­gun­do, es uno de tus com­pe­ti­do­res por el pues­to y co­no­ce a Biel­sa de la épo­ca de Vé­lez. ¿Có­mo lo ves? ¿Có­mo te ves vos con re­la­ción a él?

–A Pa­blo lo veo bien. Ha­ce tiem­po que tra­ba­ja con la Se­lec­ción, se ga­nó el lu­gar. Yo me sien­to con­fia­do y ca­pa­ci­ta­do pa­ra pe­lear un lu­gar y me­ter­me de a po­co en la Se­lec­ción. Pri­me­ro quie­ro ser un ju­ga­dor de Se­lec­ción, un ti­po al que con­vo­quen siem­pre. Y des­pués pe­lear la ti­tu­la­ri­dad leal­men­te, co­mo co­rres­pon­de. Bur­gos de­jó un es­pa­cio va­cío con su re­nun­cia y lo quie­ro pa­ra mí. Me lo quie­ro ga­nar.

–¿En qué se di­fe­ren­cian?

–Ca­va­lle­ro es más con­ser­va­dor, yo soy de arries­gar. No es ni me­jor ni peor, es di­fe­ren­te. Ten­go ten­den­cia a sa­lir, sien­to el pues­to arries­gan­do per­ma­nen­te­men­te y lo se­gui­ré ha­cien­do.

–Aun­que a ve­ces te til­den de irres­pon­sa­ble.

–Se­gu­ro. Es­toy con­ven­ci­do de que mi per­so­na­li­dad y mi ca­rác­ter me ayu­dan más de lo que me per­ju­di­can.

–¿Qué de­be­rías me­jo­rar?

–Ten­go va­rios pun­tos pa­ra pu­lir, pe­ro el pri­mor­dial es ele­gir me­jor cuán­do arries­gar y cuán­do no, así dis­mi­nu­yo el mar­gen de error. Tam­bién es­toy apren­dien­do a ma­ne­jar los mo­men­tos: cuán­do en­friar, cuán­do ace­le­rar. Son as­pec­tos que se in­cor­po­ran a tra­vés de la ex­pe­rien­cia. En lí­neas ge­ne­ra­les, creo que to­dos los ar­que­ros de­be­mos me­jo­rar nues­tra res­pues­ta en el jue­go aé­reo.

–Al­gu­nos sos­tie­nen que un pun­to a fa­vor tu­yo es el ca­ris­ma. Ca­va­lle­ro es de­ma­sia­do so­brio, pa­re­cie­ra que no con­ta­gia.

–¿El ca­ris­ma? Pue­de ser, pe­ro un téc­ni­co no de­ci­de por ca­ris­ma.

–El úl­ti­mo gran re­fe­ren­te del ar­co ar­gen­ti­no fue el Pa­to Fi­llol. ¿Lle­gó a en­tre­nar­te?

–No. Se in­cor­po­ró al cuer­po téc­ni­co cuan­do ter­mi­né mi eta­pa de ju­ve­nil. Y aho­ra le to­có tra­ba­jar con los chi­cos del Sub-17, mien­tras no­so­tros lo hi­ci­mos con Clau­dio Vi­vas y los spa­rrings. Oja­lá me pue­da en­tre­nar con él y es­cu­char­lo. Vi sus vi­deos, sé to­do lo que sig­ni­fi­có pa­ra Ar­gen­ti­na. Los gran­des ar­que­ros, los que ha­cen his­to­ria, ata­jan en los par­ti­dos de­ci­si­vos, co­mo hi­zo el Pa­to en la fi­nal del Mun­dial 78. Me gus­tan los que sa­can una pe­lo­ta que te da el cam­peo­na­to.

–En la ca­rre­ra por el ar­co de la Se­lec­ción, y pa­ra em­par­dar­te en con­di­cio­nes con Ca­va­lle­ro y Bo­na­no, ¿te ayu­da­ría una trans­fe­ren­cia al ex­te­rior?

–No veo que sea de­ter­mi­nan­te. El ju­ga­dor de cam­po tal vez crez­ca más en una com­pe­ten­cia eu­ro­pea. Por lo ge­ne­ral, los gran­des ar­que­ros de la Se­lec­ción eran de equi­pos ar­gen­ti­nos: Fi­llol, Pum­pi­do, Is­las, Goy­co, Bo­na­no an­tes de ir al Bar­ce­lo­na... No sien­to que es­tar en San Lo­ren­zo me im­pi­da ser ti­tu­lar en la Se­lec­ción. El be­ne­fi­cio de Eu­ro­pa es la com­pe­ten­cia per­ma­nen­te con los prin­ci­pa­les de­lan­te­ros del mun­do. Por ahí ju­gás tres ve­ces por año con­tra Henry, Del Pie­ro, Raúl, Owen, In­zag­hi, Tre­ze­guet... Acá te­nés una so­la chan­ce: ga­nar la Co­pa Li­ber­ta­do­res y en­fren­tar­los en la In­ter­con­ti­nen­tal. Pe­ro pa­ra lle­gar a eso hay que li­gar mu­chí­si­mo...

–Por las du­das, ya te­nés el pa­sa­por­te lis­to. ¿Có­mo es vi­vir con un ape­lli­do nue­vo?

–Je, to­da­vía no lo ex­pe­ri­men­té… No li­gué nin­gún via­je des­de que me lo die­ron. Aden­tro se­ré Sa­ja, pe­ro afue­ra soy Saia, con “i”. Car­me­lo, mi bi­sa­bue­lo, se vi­no de Ita­lia du­ran­te la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial. Saia era su ver­da­de­ro ape­lli­do, pe­ro acá lo ano­ta­ron mal. Le en­chu­fa­ron una jo­ta y to­dos pien­san que so­mos tur­cos, pe­ro na­da que ver. Por suer­te la di­fe­ren­cia es una le­tra, ca­si no se sien­te. Me hu­bie­ra re­sul­ta­do di­fí­cil acep­tar un cam­bio co­mo el de Bru­no Gi­mé­nez, que aho­ra es Bru­no Ma­rio­ni. Sa­ja... Saia... No es tan­to...

 

Imagen Se hace gigante en un entrenamiento de San Lorenzo.
Se hace gigante en un entrenamiento de San Lorenzo.
 

Tie­ne ra­zón. Ape­nas un le­ve cor­te en la jo­ta a la al­tu­ra del ren­glón. Una su­ti­le­za de ca­ra a lo más tras­cen­den­tal res­pec­to al nu­do de nues­tra char­la: el Chi­la bue­no y la Se­lec­ción. El Chi­no se­rá Sa­ja o se­rá Saia, de­pen­de su lu­gar en el mun­do. Pe­ro siem­pre se­rá Die­go Se­bas­tián. Y eso sí que sue­na pre­mo­ni­to­rio. Ha­ce tiem­po que la Se­lec­ción an­da ne­ce­si­tan­do un Ma­ra­do­na en el ar­co...

 

Los arqueros de la era post Fillol

Nery Pum­pi­do (1983-90)

Si se le su­man los 13 par­ti­dos dis­pu­ta­dos an­tes del re­ti­ro de Fi­llol se lle­ga a las 38 presencias. So­brio y con­fia­ble, nun­ca des­co­lló ni ge­ne­ró ex­ce­si­vo en­tu­sias­mo. Campeón mundial 86, es el de más pre­sen­cias mun­dia­lis­tas (9).

 

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Pumpido
 

Luis Is­las (1984-94)

Uno de los me­jo­res do­ta­dos téc­ni­ca­men­te, nun­ca se con­so­li­dó por su con­flic­ti­va per­so­na­li­dad. Des­per­di­ció la chan­ce de ir a Ita­lia 90 por­que no que­ría ser su­plen­te y en el 94, cuan­do tu­vo la chan­ce, fa­lló en los mo­men­tos cla­ve.

 

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Islas
 

Ser­gio Goy­co­chea (1987-94)

El que más ju­gó en la era post Fi­llol. El de ma­yor can­ti­dad de par­ti­dos con­se­cu­ti­vos (17). Muy vo­la­dor y ca­ris­má­ti­co, su ma­yor vir­tud era con­te­ner pe­na­les. Ata­jó en un so­lo Mun­dial (90; fue héroe) y ga­nó 2 Co­pas Amé­ri­ca.

 

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Goycochea
 

Ju­lio Ce­sar Fal­cio­ni (1989)

Tu­vo una apa­ri­ción fu­gaz en el fi­nal de su ca­rre­ra, con Bi­lar­do de técnico. Ata­jó un so­lo par­ti­do, un amistoso ante Colombia que Argentina perdió 1-0, por lo que ostenta el curioso record de 0 % de efectividad en la Selección.

 

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Falcioni
 

Ale­jan­dro La­na­ri (1991)

Es­tá ins­crip­to en el club de los que de­fen­die­ron el ar­co de la Se­lec­ción una so­la vez. Fue en la Co­pa Amé­ri­ca de Chi­le 1991, con Ba­si­le de en­tre­na­dor: 3-2 a Perú. Un arquero normal, que nunca se destacó del pelotón del medio.

 

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Lanari
 

Gus­ta­vo Bos­sio (1994-96)

Uno de los 9 ar­que­ros uti­li­za­dos por Pas­sa­re­lla, el DT que más pro­bó en su ciclo. Es uno de los sím­bo­los de la ines­ta­bi­li­dad en el pues­to que sig­nó es­tos úl­ti­mos tiem­pos. De he­cho, su tras­cen­den­cia des­de en­ton­ces fue ca­si nu­la.

 

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Bossio
 

Ro­lan­do Cris­tan­te (1995)

An­tes de via­jar a Mé­xi­co, don­de con­so­li­dó una im­por­tan­te tra­yec­to­ria, Pas­sa­re­lla lo pro­bó en una Co­pa Amé­ri­ca y de­ci­dió des­car­tar­lo. Otro sín­to­ma más de la es­ca­sez en la ma­te­ria de los tiempos recientes.

 

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Cristante
 

Os­car Pas­set (1995-96)

La con­vo­ca­to­ria le lle­gó en su me­jor mo­men­to, cuan­do ha­cía va­ler el pe­so de su ex­pe­rien­cia en San Lo­ren­zo. Fue el pri­mer ar­que­ro en las eli­mi­na­to­rias de Pas­sa­re­lla, pe­ro no fue más allá del par­ti­do ini­cial. Y allí ter­mi­nó su ci­clo.

 

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Passet
 

Ger­man Bur­gos (1995-02)

Se­gun­do en can­ti­dad de par­ti­dos (36) detrás de Goyco, fue un “in­fal­ta­ble” en los dos úl­ti­mos ci­clos pe­ro no ata­jó ni un mi­nu­to en los mun­dia­les. De gran per­so­na­li­dad y re­fle­jos, era ca­paz de co­me­ter el error me­nos pen­sa­do.

 

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Burgos
 

Ro­ber­to Bo­na­no (1996-03)

Tu­vo su cuar­to de ho­ra en las úl­ti­mas eli­mi­na­to­rias, pe­ro no se afirmó. Su inac­ti­vi­dad en el Bar­ce­lo­na le hi­zo per­der el pues­to con Ca­va­lle­ro en el Mun­dial. Buen ata­ja­dor, siem­pre le fal­tó “al­go” pa­ra dar el sal­to. Hoy es el 2º arquero.

 

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Bonano
 

Pa­blo Ca­va­lle­ro (1996-03)

Es el ac­tual due­ño del ar­co, des­pués de con­so­li­dar­se en el  Mun­dial, don­de tu­vo una bue­na ac­tua­ción. Con ex­pe­rien­cia eu­ro­pea y com­ple­to téc­ni­ca­men­te, su pe­ca­do es la fal­ta de ca­ris­ma por ha­ber ju­ga­do po­co en Ar­gen­ti­na.

 

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Cavallero
 

Ig­na­cio González (1997)

Fue con­vo­ca­do en el mo­men­to más ca­lien­te de las an­teúl­ti­mas eli­mi­na­to­rias y par­ti­ci­pó ac­ti­va­men­te en el bo­chor­no de La Paz (el día del cor­te de Cruz). Sus vi­rtu­des: gran tem­pe­ra­men­to y po­ten­cia pa­ra eje­cu­tar pe­na­les.

 

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Ignacio González
 

Marcelo Ojeda (1997)

Passarella lo convocó para la Copa América de Bolivia junto a un equipo alternativo, cuando se rumoreaba que podía atajar para España. Pareció, más que nada, un gesto para asegurárselo para el país. El tiempo lo corroboró.

 

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Ojeda
 

Carlos Roa (1997-99)

Afi­lia­do a los “ata­ja­do­res” se des­ta­có en el Mun­dial que le to­có ser ti­tu­lar (98), don­de fue hé­roe en la definición con­tra In­gla­te­rra. Cuan­do pin­ta­ba pa­ra que­dar­se con el ar­co por mu­cho tiem­po, cam­bió el fút­bol por la re­li­gión.

 

Imagen Roa
Roa
 

Medidos por la misma vara

¿Qué tan monstruo del arco era José Luis Chilavert a la edad de Sebastián Saja? Para obtener la respuesta, no hay más que ver el cuadro comparativo de los logros alcanzados por ambos a los 23 años y ocho meses. Más de uno se va a sorprender...

 

Chilavert

1 título

El paraguayo logra su primer campeonato con Guaraní, su segundo club, en 1984. Los cuatro años anteriores los había jugado en Sportivo Luqueño, sin obtener lauros.

 

Goles convertidos

La his­to­ria go­lea­do­ra de Chi­la  co­men­zó cuan­do te­nía 24 años, el 27/8/89. Ese día le hi­zo un gol de pe­nal a Co­lom­bia, ju­gan­do pa­ra Pa­ra­guay. Me­ses des­pués, mar­có pa­ra Za­ra­go­za.

 

Partidos en selección

Chilavert recién debutó en la selección guaraní con 24 años, ante Colombia, el mismo día en que señaló su primer gol de penal.

 

Imagen Chilavert
Chilavert
 

 

Saja

Títulos

Con San Lorenzo lleva conquistado un título local, el Clausura 2001, y dos títulos internacionales: la Copa Mercosur 2001 y la Copa Sudamericana 2002.

 

Goles convertidos

Todos de penal. Cuatro por torneos locales (a Talleres, Estudiantes, Olimpo y Central) y 1 por copas internacionales (Nacional de Medellín). También marcó dos en definiciones ante Flamengo y Racing.

 

Partidos en selección

El Chino debutó a los 22, el 13/2/02, en el 1-1 de Gales y Argentina. En el arco de la Selección lleva tres victorias y un empate. Todavía no convirtió goles con el buzo de AFA.

 

Sello propio. Picado de honor

Todos los años, hay una cita de honor en La Doli, el barrio de Brandsen donde vive la familia Saja: juegan grandes contra pibes por un asado. Hay porristas, bombas de estruendo y todo. El Chino corre para Los Pibes –“Al arco no me dejan”–, que usan camiseta roja y amarilla. La última vez empataron 2-2 y perdieron por penales.

 

El cuarto poder

Sa­ja se da ma­ña pa­ra el ar­co, pe­ro tam­bién se las arre­gla con el mi­cró­fo­no. Cuan­do San Lo­ren­zo ga­nó la Su­da­me­ri­ca­na, le pro­pu­sie­ron en­tre­vis­tar a sus com­pa­ñe­ros en ple­no ves­tua­rio y la rom­pió. Ma­ne­jó la trans­mi­sión de Fox Sports du­ran­te 40 mi­nu­tos con ocu­rren­cias dig­nas del más pí­ca­ro de los cro­nis­tas.

 

Asunto de polleras

A su mu­jer Noe­lia le de­be la lu­na de miel. Se ca­só una no­che de ene­ro pa­sa­do, pe­ro al día si­guien­te le to­có en­tre­narse con la Se­lec­ción… Tiem­po atrás tu­vo que de­mo­rar su de­but en re­ser­va por ella. La no­che an­te­rior fue a ver­la a un bo­li­che y per­dió los do­cu­men­tos. Y sin do­cu­men­tos no de­jan ju­gar…

 

De la cabeza

Le gus­ta ves­tir con so­brie­dad. Por lo ge­ne­ral jue­ga con bu­zos ne­gros. Pe­ro una vez, an­tes del de­but en Pri­me­ra, de­jó a to­dos con la bo­ca abier­ta: se ti­ñó el pe­lo de azul pa­ra emu­lar al can­tan­te Ro­dri­go. “A Rug­ge­ri, que era el téc­ni­co, no le gus­tó na­da. ‘Sa­ca­te eso por­que no en­trás más al en­tre­na­mien­to’, me di­jo.”

 

El obediente

Fi­nal de la Mer­co­sur 2001. De­fi­ni­ción por pe­na­les. El ár­bi­tro Os­car Ruiz pre­gun­ta quién pa­tea y se sor­pren­de: “Yo”, le di­ce Sa­ja. “Bue­no, va­ya, me­ta ése y ata­je el otro”, re­tru­ca el co­lom­bia­no. Sa­ja pa­teó y me­tió: “¿Qué otra co­sa me pi­dió?”. “Que ata­je el otro”. Y el Chi­no lo ata­jó… Lue­go me­tió el Co­co Ca­pria y San Lo­ren­zo fue cam­peón.

 

Y volar, volar...

De una u otra manera, el destino de Saja era volar. Si no hubiera triunfado como arquero, igual andaría por el aire: de chico soñaba con ser piloto de avión.

 

 

Por Elias Perugino y Diego Borinsky (2003).

Estadísticas: Roberto Glucksmann.

Fotos: Martín Sorter.