Las Entrevistas de El Gráfico

1934. Gabino Sosa: El payador de la redonda

Una entrevista increíble de Borocotó a Gabino Sosa, el símbolo de Central Córdoba y de Rosario. Considerado, junto con el uruguayo Piendibene, como verdaderos maestros de fútbol.

Por Redacción EG ·

11 de junio de 2019

Aquel Negro Gabino de las leyendas guitarreras hizo vibrar clarines en las primas y puso en las bordonas el retumbar de los cañones revolucionarios. Este otro pulsó la guitarra de su arte sobre la gramilla, derramando generosamente toda la belleza de sus concepciones clásicas, sentó cátedra de un fútbol que se va, provocó la emoción popular en un bordoneo de jugadas admirables y, como aquel otro, supo esperar el alba en el tibio regazo de las mesas bolicheras. Sus pases, sus gambetas, todo ese cúmulo de privilegios que constituyeron su figura de jugador, fueron nazarenas gauchas que sobre el verde de los fields dejaron recuerdos que aun reviven cuando Sosa, evocando hazañas, pasa por las canchas apantallando su ayer.

Nunca electrizó a las multitudes; jamás sacudió las redes violentamente; los postes no sintieron chicotazos, de sus shots; fue suave, sereno, amable, persuasivo. Convenciendo en cada pase llegó al goal para ubicar allí la pelota, como con la mano, cariñosamente, sin hacerla sufrir. Y en las más de las veces, por no pecar de egoísta y no rubricar su jugada con una conquista material, le dió la pelota al insider.

Imagen Ahí, detrás de los pibes, gacha la oscura cabeza, dentro de la cual funcionaba un claridad la maquinaria cerebral, sale a la cancha el maestro Gabino Sosa, ¨El Payador de la Redonda¨, orgullo de Central Córdoba.
Ahí, detrás de los pibes, gacha la oscura cabeza, dentro de la cual funcionaba un claridad la maquinaria cerebral, sale a la cancha el maestro Gabino Sosa, ¨El Payador de la Redonda¨, orgullo de Central Córdoba.

 No fue scorer, pero los tuvo siempre a su lado. No le dieron juego; lo repartió él con un gran sentido de la armonía, con infinita generosidad. No fue el usurero que se lleva el aplauso merced a un shot fulminante; prefirió ser el sacrificado que brinda situaciones favorables para otros. Nunca jugó para sí; lo hizo para el cuadro. Buscó la satisfacción de once, no la suya. Sintió las alegrías ajenas más que las propias. Supo prodigar un abrazo al insider que con su pase obtenía frutos, olvidando que era éste quien debería venir hacia él. Pero el tiempo, inexorable en su justicia, lo convirtió en ídolo, le dió el título de maestro y el alerta para el novicio: "No lo toquen a Gabino"  ¡Cuidado! Ya no es ni un jugador, ni siquiera un hombre. Para quienes lo adoran, es Dios. Un dios a quien, aquellos que lo vimos en sus grandes jornadas, podríamos rezarle: "Gracias, Gabino, por haberte visto. Gracias por haberme permitido compartir la belleza de tus jugadas. En nombre de todos los muchachos de antes, gracias, Señor."

 

DOS MAESTROS

Sosa y Piendibene son dos centreforwards de iguales características. El mismo juego, idéntico concepto del fútbol, igual clase. Pueden anotarse pequeñas diferencias: más gambeteador Gabino, más de cortada el uruguayo; pero los detalles no molestan la enorme similitud de estos dos maestros. Hasta se van igualando en la cantidad de años de actuación. Piendibene jugó veinte años de centre forward en el primer team de Peñarol. Sosa cumplirá pronto veinte años en la primera de Central Córdoba. Y ambos comenzaron a actuar como punteros izquierdos. Sólo que pronto pasó Piendi al centro para no moverse más, en tanto que Gabino sufrió cambios impuestos por las necesidades de su team. Debió sacrificarse en bien de su equipo.

Ambos llegaron a una altura en que bastó su presencia en la cancha para que los parciales se sintieran felices. Hoy Gabino Sosa está en la misma situación en que se hallaba el uruguayo poco antes del 30, cuando arrancaba un aplauso en el pase con que daba iniciación al juego. Ese movimiento bastaba para que los peñarolenses experimentaran una indecible alegría. Y era que sobre ese pase que todos podemos efectuar, llovían recuerdos de otros, de cortadas, de tardes en que Piendibene hacia hablar a la pelota. Hoy Gabino Sosa no es la gran figura de sus mejores tiempos. Ha declinado por obra de los años; Pero basta verlo cuando para la pelota y le pasa un pie por encima como acariciándola para que ese movimiento atraiga recuerdos amables de días en que estampó su firma en las crónicas del fútbol rioplatense.

 

Imagen Gabino integrando el ataque del seleccionado argentino que en 1924 venció por 2 a 1 a los uruguayos, campeones olímpicos de París. De pie: Calomino (linesman) Vázquez (entrenador), Médici, Tesoriere, Fortunato, Solari, Bearzzotti y Adolfo Celli; agachados: Tarasconi, Ernesto Celli, Gabino Sosa, Seoane y Onzari.
Gabino integrando el ataque del seleccionado argentino que en 1924 venció por 2 a 1 a los uruguayos, campeones olímpicos de París. De pie: Calomino (linesman) Vázquez (entrenador), Médici, Tesoriere, Fortunato, Solari, Bearzzotti y Adolfo Celli; agachados: Tarasconi, Ernesto Celli, Gabino Sosa, Seoane y Onzari.
 

Dos hombres iguales han sido Piendibene y Sosa. Los dos centre forwards más Parecidos en clase y en duración. En la historia inédita que fue leída mil veces en las ruedas bolicheras, estos dos futboIers han sido en muchas noches temas centrales en las charlas que se apagaron en el alba.

—¿ Cuál fue el mejor hombre en tu puesto?

—José Piendibene.

—¿Cuál fue el mejor hombre en tu puesto ?

—Gabino Sosa.

Igualdad de juego, reciprocidad de conceptos.

 

EN UN CASAMIENTO

No lo vas a ver al Negro porque está concentrado — me dijo el colega y amigo Ambrosio Melnik. — Mañana hay un partido difícil y ni se sabe en qué lugar se efectúa la concentración. Pensé en lo infructuoso del viaje a Rosario y recordé las muchas cartas de sus admiradores en las que se me pedía esta nota. Por fortuna en esa noche de sábado Sosa salía de padrino en un casamiento. ¿Cómo lo dejarían ir? Tal fue mi pensamiento. Sabido es que cuando el Negro ve copas y botellas...—Va acompañado de un miembro de Comisión — nos dicen.

 

Imagen Gabino Sosa, el presidente de Central Córdoba, y Borocotó (autor de esta nota) charlan en un aparte del casamiento en el cual el centre forward salió de padrino y fue reporteado.
Gabino Sosa, el presidente de Central Córdoba, y Borocotó (autor de esta nota) charlan en un aparte del casamiento en el cual el centre forward salió de padrino y fue reporteado.

Era un miembro; dos, tres... Estaba allí todo Central Córdoba vigilando al crack, no fuera a ser cosa que "el tinto" lo llamara más que el fútbol, que una grapita le quitara el recuerdo de su team, que una cerveza le hiciera olvidar del match bravo... y de que ya no es el de antes, aquel que se daba una ducha antes del partido y sin dormir la hacía cantar. "¿Usted no sabe, pebeta? Yo soy su tata". Y la pelota obedecía ciegamente.

Lo vi allí. En una casa poblada de música, de muchachas pollerudas.

—Aquí me ves: tengo como diez halves que me siguen... En cuanto quiero extender la mano para apagar la sed, me dicen: "Gabino, mañana..."; y me chupo el dedo.

—Tomá agua.

—Me puede descomponer... Y nos arrinconamos. Qué lástima no habernos visto en un boliche con aserrín y puchos en el suelo, con esas mesas a las cuales los naipes les sacaron lustre. Te-nía ganas de charlar al calor de los recuerdos. O que fuera en un bulín bohemio, de esos en que se cambia seguido la cebadura y de vez en cuando una guitarra acaricia el silencio. Pero no fue así.

 

Imagen 1926. Gabino Sosa jugó 24 años en Central Córdoba. Octavio “el Oso” Díaz, ídolo en Central, fue el primer arquero estrella de nuestra historia. Ambos rosarinos, jugaron en la Selección argentina.
1926. Gabino Sosa jugó 24 años en Central Córdoba. Octavio “el Oso” Díaz, ídolo en Central, fue el primer arquero estrella de nuestra historia. Ambos rosarinos, jugaron en la Selección argentina.

 

HISTORIANDO

Padres rosarinos, abuelos rosarinos y no  recuerda más. Hacia donde le da la mirada no encuentra ningún extranjero. Si pudiera ir más lejos, es probable que se topara con el indio.

Nació en Rosario el 4 de octubre de 1899. Va a cumplir 35 años. Su amor al fútbol apareció ese mismo día. Cuando se conoció, ya gustaba del juego en que el destino lo llevaría muy lejos. En Central Córdoba tenía un hermano suyo, de nombre Blas, y que llegó a primera.

—No consiguió destacarse mucho porque era nervioso — dice Gabino. — En el fútbol hay que tener mucha cabeza, y no ser como algunos "jugueros" de ahora que bajan el mate y salen corriendo campo afuera.

Jugueros, dijo. ¿Está mal? Él también lo sabe, pero le gusta decirlo así. ¿Y quién se anima a corregirlo ?

En 1915 ingresó en la tercera de Central Córdoba y jugó un solo match. El segundo lo hizo en primera como winger izquierdo.

—Yo creí que al andar paseando me iban a dar la vereda, y resulta que me llevaban por delante como siempre.

 

Imagen Gabino Sosa, uno de los mejores de la época se quiere comer la pelota.
Gabino Sosa, uno de los mejores de la época se quiere comer la pelota.
Tal es el relato jocoso de la emoción gustada en aquel salto a la división privilegiada. El desayuno en tercera y el almuerzo en la superior. Sin pensarlo, sin proponérselo, casi sin soñarlo, andaba codeándose con los cracks. Podía enfrentarse a Harry Hayes, a su ídolo futbolístico, y pasar cerca con la pelota. Había ido al fútbol para ver a ese otro gran jugador de la historia rosarina. Era su punto de mira, el pináculo al cual sólo podía llegar con la imaginación. Sin embargo con el tiempo ascendió a esa cumbre, le estrechó la mano a Harry Hayes, y siguió ascendiendo.

Su debut en primera fue contra Provincial, a quien ganaron.

—Sentí mi primera alegría.

—¿Y la primera tristeza?

—A los siete partidos me nombraron para integrar el combinado rosarino que actuó en Montevideo. Allí sufrí la primera tristeza porque perdimos por tres a uno. Me marcaba el negro Delgado. Muy hábil, me tocaba un pie de manera tal que me lo enredaba con el otro y caía. Esa maniobra la realizaba tan bien que nunca le cobraban foul. Pese a ello, creo que mi actuación no fue tan mala, porque de inmediato me pusieron de centre forward en el team que jugó contra los porteños un match que se empató en dos tantos.

Imagen Un combinado rosarino enfrentó a otro de los clubes españoles Atlético Madrid y RCD Espanyol. En la foto arremete Gabino frente a la valla que defiende el arquero Pacheco, del Atlético Madrid.
Un combinado rosarino enfrentó a otro de los clubes españoles Atlético Madrid y RCD Espanyol. En la foto arremete Gabino frente a la valla que defiende el arquero Pacheco, del Atlético Madrid.
Aquel debut de internacional significó la venida de los primeros pantalones largos. Lo tuvieron que vestir de hombre para llevarlo a Montevideo. Y desde ese entonces comenzó a vérsele en el centro de la línea rosarina. Tan es así, que uno se ha hecho a esa costumbre, y cuando se anuncia la venida de un team rosarino no puede admitirse que sea tal si no tiene en el centro del ataque a ese extraordinario jugador.

En Central Córdoba cambiaba de puesto con cierta frecuencia. Puntero, insider, centro, lo que el club necesitara. Después de suplantar a José Pedraza, que pasó a centre half, por 1919 se creyó que Sosa quedaría definitivamente instalado como eje delantero, pero llegó un tiempo después Bichito Decarolis y el Negro pasó a ser insider nuevamente. Sin embargo, en los combinados rosarinos y en los seleccionados argentinos, se le incluía de centro. Pero ocurría que una plaza del quinteto no estaba llenada a satisfacción y se pedía el sacrificio del Negro. Gabino, con una sonrisa en los labios, aceptaba. Tenía el íntimo convencimiento de que donde lo pusieran era Gabino Sosa. No era de esos "jugueros" que patean con una sola pierna, que la llevan de un solo costado.., y son internacionales.

Imagen Gabino Sosa, ¨el maestro¨ fue un gloria de Central Córdoba, en esta imagen ya es director técnico de la misma institución y aparece junto a Waldino Aguirre y Francisco, el hermano de "Capote" De la Mata.
Gabino Sosa, ¨el maestro¨ fue un gloria de Central Córdoba, en esta imagen ya es director técnico de la misma institución y aparece junto a Waldino Aguirre y Francisco, el hermano de "Capote" De la Mata.

CONCEPTOS

Que bailen los novios!... ¡Que bailen los novios!..." Se escuchan los gritos. Sosa parece volver a la realidad. Sale del baúl de sus evocaciones, echa un vistazo hacia la sala en donde danza la novia vaporosa, mira un vaso de cerveza que está a mano, interroga con la mirada al presidente del Central Córdoba que asiste a la entrevista... y se chupa los labios.

—Venir a un casamiento, hacer el padrino y quedarse con sed... — murmura como para consigo mismo. Y observa a dos de sus hijas. Son morochitas como él, pero tienen en los ojos la vivacidad que habrán tenido los del padre antes que los pusiera en alcohol para conservarlos...

—¿Cómo te parece que debe jugar un centre forward?

—Como más le convenga.

—¿Aconsejarías tu juego?

Imagen La familia Sosa. Gabino, su esposa y sus hijas Beatriz, María y Marta.
La familia Sosa. Gabino, su esposa y sus hijas Beatriz, María y Marta.

—Eso es otra cosa. El tipo de juego que yo practico es el que más me gusta, pero eso no quiere decir de que tenga que practicarse así. Puede ser que en otras líneas una forma distinta dé iguales o mejores resultados. Las líneas que yo he dirigido han avanzado siempre en abanico. Los punteros un poquito adelantados, los tres centrales algo juntos y el centro más atrás de los insiders. Creo que el centro debe ser el verdadero distribuidor del juego, el que mueva a toda la línea. Yo lo hice siempre y lo haré mientras pueda, porque ese es mi juego, lo que no quita de que otro, haciéndolo al revés, le salga mejor. Si el centro que juega adelantado tiene la facilidad para meterse entre los backs, haciéndolo como yo lo hago facilita a los insiders. Central Córdoba ha tenido siempre a los scorers y esos han jugado a mi lado. El chueco Aguirre y Busolini marcaron muchos goles. La mayoría de ellos fueron hechos pateando dentro del área, aunque Aguirre, por su fuerte shot, solía hacerlos desde fuera. Había tardes en que con tres tiros al arco hacía tres tantos. Entiendo que debe patearse cuando existe la posibilidad de hacer el goal, nunca por las dudas. Esos remates sin seguridad malogran el avance y hacen perder armonía. Ahora bien: el hecho de que yo me haya habituado a estar un poquito atrás es probable que se deba a que rara vez en mi cuadro tuve un buen centre half. Por eso yo tenía que quedarme retrasado para ir llevando la pelota y, en esa forma, salí como soy. Ahora se estima la velocidad como lo mejor de un futboler. Yo creo que la más grande virtud debe ser la colocación. Saber dónde se está y qué se está haciendo. Nada de loqueríos. El pase, el pase es una gran arma. Pocas gambetas; nada de barullos. Todo tranquilo, sereno, con la cabeza bien despierta y no desorganizarse cuando el adversario detiene una y otra carga. Nada de correr para todos lados. Tener paciencia y seguir accionando como se sabe hacerlo. Yo he visto en el uruguayo Zibechi un centre hall que no precisaba "romperse" para parar a un forward. Veía que uno iba a cabecear, calculaba la fuerza del cabezazo y se ubicaba adonde debería ir la pelota. La tomaba, esquivaba a un hombre y luego de correr unos metros hacía el pase matemático. Si yo hubiera tenido la suerte de contar con un centre half así no hubiera tenido que cinchar tanto para llegar al área.

 

Imagen De puño y letra de Borocotó..
De puño y letra de Borocotó..
 

—¿Qué diferencia notás entre el juego rosarino y el porteño?

—Te voy a hablar con respecto al fútbol de otros tiempos, de mis mejores épocas. Opino que el fútbol rosarino fue más armado que el porteño. Nosotros jugábamos para nuestro cuadro y con tres o cuatro pases ya estábamos prontos para el tiro al arco. Los porteños buscaron más el lucimiento personal. Nosotros queríamos ganar jugando todos y sin egoísmos. Que el goal lo hiciera quien tuviera más chance. En Buenos Aires, sin duda por el deseo de agradar cada uno a la hinchada de sus clubs, los hombres jugaban mucho individualmente, pero sin orden. Los seleccionados rosarinos siempre parecieron teams de clubs en donde los hombres se entendían bien; los porteños dieron la impresión de ser seleccionados, de mucha fuerza individual, pero poca colectiva. El mayor parecido con nosotros ha sido el fútbol de los uruguayos cuando éstos se encontraban bien y los rosarinos estábamos en las mismas condiciones. Por eso los mejores partidos fueron entre uruguayos y rosarinos. Claro que todo esto no quiere decir que nosotros hayamos merecido ganar siempre ni que fuimos los mejores. Vos me pediste una opinión sobre el juego y yo te la he dado. Ya te dije antes lo que yo creo que debe hacer un centre forward, pero también te dije que otro lo puede hacer al revés y salirle bien.

—¿Qué insiders hubieras elegido para actuar con ellos?

—El uruguayo Héctor Scarone y el Negro Seoane.

¿Zonzo para elegir, eh? Y por las dudas, por si pareciera mal eso, agregó un suplente: Roberto Cherro. Buscó jugadores y scorers. Bobo, el muchacho...

Imagen 8 de septiembre de 1934. Gabino Sosa junto a su esposa y dos de sus tres hijas, la más chica quedó en la casa.
8 de septiembre de 1934. Gabino Sosa junto a su esposa y dos de sus tres hijas, la más chica quedó en la casa.
 

LÁGRIMAS Y RISAS

De un hombre que está jugando bien desde 1915 se puede hacer un libro. Tengo datos para ampliar en mucho esta nota. Los guardaré para otra oportunidad en que me tome la amable tarea de escribir una historia más completa del "payador de la redonda", de quien supo arrancarle armonías acariciando sus cuerdas invisibles. Pero a manera de broche voy a salpicar la nota con una referencia a risas y a lágrimas.

Tiene en sus recuerdos tres grandes victorias: contra los olímpicos uruguayos de 1924; la final del campeonato rosarino de 1932 cuando Central Córdoba ganó a Rosario Central por ocho a cero, y la victoria en la Beccar Varela, teniendo a Racing como último adversario. Oigámoslo: —En una vida larga hay muchas cosas para contar. Yo te señalo esas tres victorias porque son las más importantes. La primera por habérsele ganado a un cuadro que resultó invencible en Europa, la segunda porque dió a mi club el único campeonato y la tercera porque traje, Ya de viejo, un triunfo para Rosario. En las tres veces lloré...Tres emociones gustadas hondamente. Tres llantos de satisfacción. El último fue el más emotivo porque se produjo, precisamente, en el ocaso. Central Córdoba inició la vuelta por la cancha de River, a fin de saludar al público que lo aclamaba vencedor del torneo Beccar Varela, en el que habían intervenido teams del Interior, de Buenos Aires y de Montevideo. Todos iban contentos, felices, risueños, y el Negro, el capitán, el más viejo, el padre, no pudo acompañar el ritmo de sus hijos. Iba atrás, quedándose rezagado, llorando. La juventud briosa e impulsiva brincaba adelante; a retaguardia Gabino Sosa sentía que el corazón se le achicaba y hasta quería empacarse. Era muy fuerte esa sensación para quien llevaba casi veinte años recogiendo emociones. Diecisiete arios había esperado que su club ganara un campeonato rosarino. Dos años más tarde tornaba a sus pagos con otro campeonato. Era mucho para ese corazón sensible que en la vuelta triunfal por la cancha de River sentía el peso del tiempo. Era mucho y las lágrimas, bajando a tropezones por esas mejillas arrugadas, parecían resbalar sobre recuerdos.

Imagen Una vez que abandonó la actividad deportiva, su destino fue ser empleado ferroviario.
Una vez que abandonó la actividad deportiva, su destino fue ser empleado ferroviario.

—¿La mejor línea rosarina que dirigiste?

—Peruch, Humberto Libonati, yo, Miguel y Francia. Esa le hizo tres goles a Zamora.

—¿Te dieron muchos golpes? —Dar, me dieron pocos; tirar, me tiraron muchos. La única desgracia seria fue cuando en 1929 me fracturé el peroné de la pierna izquierda. —¿Una anécdota?

—Que te las cuenten otros...

Y cuento algunas. Ahí van: — A la llegada del profesionalismo, el vicepresidente Esteban Paita, en compañía del amigo Ambrosio Melnik, llamó a Gabino para firmar.

—Te voy a dar lo que vos querés... No pienses mal: te voy a dar lo que querés. El club no tenía mucho dinero. Las recaudaciones eran escasas. Tampoco Gabino podía pedir lo que merecía. Le iban a dar algo, unos pesos. Y cuando llegó el momento de firmar, el Negro lo hizo tranquilo, sin mayores esperanzas.

—Tomá — le dijo Paita —; estos cuatrocientos pesos para que te tomes un vermut... y esta muñeca para tu nena.

No pudo contestar. Apretó la muñeca contra su pecho. El abrazo pasó a través del juguete y en alas de viento llegó a su casa para oprimir fuertemente a la mayorcita...

 

Imagen El estadio de Central Córdoba lleva su nombre. Allí fue jugador y director técnico.
El estadio de Central Córdoba lleva su nombre. Allí fue jugador y director técnico.
 

Luego, en 1932, los hinchas le regalaron la casita en la cual vive con su señora y sus tres nenitas a la espera del Gabinito que persigue sin hallarlo.

Tuvo hurras graciosos. Una vez, al frente de su team y mirando hacia la tribuna, pegó el grito: "Por los de zapatilla y pañuelo... ¡Ra!... ¡rá!... ¡rá!..." Otra vez, en la misma situación, exclamó: "Por Hipólito Irigoyen..." Y le valió una severa protesta de las autoridades.

En 1928, al finalizar un partido en un pueblito de la Provincia de Buenos Aires, desapareció. Rodaron sus amigos por los boliches en busca del prófugo. No lo hallaban. El tren se iba. Y en esa búsqueda acertaron a pasar por el mercado. En un rinconcito se hallaba el Negro Gabino. Había hecho fuego y estaba asando una costilla.

Imagen Gabino Sosa firmando su jubilación como empleado ferroviario, la fotografía fue tomada el 1 de junio de 1955.
Gabino Sosa firmando su jubilación como empleado ferroviario, la fotografía fue tomada el 1 de junio de 1955.

 

— ¿Vamos? — le dijo el presidente del club cuando sonaban las once de la noche.

— Vamos a dormir, Gabino.

—Vamos.

Y se lo llevaron. Los novios se habían ido antes.

 

Por BOROCOTÓ (1934)