Las Entrevistas de El Gráfico

Fabián Cubero: el líder natural

Fue aprendiz en el plantel más ganador de la historia de Vélez y hoy es capitán y referente del campeón del fútbol argentino. Con la madurez de sus 30 años, analiza las claves para mantenerse arriba, la influencia de Gareca y sus objetivos futuros: el Apertura, la Sudamericana y la Selección.

Por Redacción EG ·

09 de noviembre de 2009

Nota publicada en la edición octubre 2009 de la revista El Gráfico.

¡CUUU-BEE-RO, CUUU-BEE-RO, CUUU-BEE-RO! La ovación, fundido de gritos entre fieles de la popular y amantes de la platea, estremeció. El sonido ambiente regaló reconocimiento público a un obrero del juego al servicio de su equipo. El capitán de Vélez limpió el camino en noche de Copa Sudamericana. La maniobra, vital para dejar fuera de combate a Boca -un rival de fuste- y sacar pasaje a Octavos de Final, no tuvo desperdicio. Capturó un rebote en campo ajeno, mató a la bola con su abdomen, la abrió a la izquierda, subió la cancha mostrándose como opción de pase, bajó de primera la descarga, enganchó hacia adentro y la punteó para que Jonathan Cristaldo fusilara a Roberto Abbondanzieri. El movimiento, producto genuino del manual de la simpleza, aún cotiza.

Imagen MADUREZ. A sus 30 años, Fabián Cubero piensa en los objetivos que tiene pensados para el futuro.
MADUREZ. A sus 30 años, Fabián Cubero piensa en los objetivos que tiene pensados para el futuro.
Su figura admite elogios en demasía; su pericia en escena no es cuento y le otorga un valor agregado a un conjunto en el que el todo es más que la suma de las partes. “Noto al equipo maduro, sabe a qué juega y tiene una identidad. Se trata de dar un buen espectáculo y ser efectivos a la hora de buscar el resultado. No abusamos de las individualidades, pero sí del potencial colectivo. Somos prácticos y confiables. Vélez puede jugar mejor o peor, pero la idea no se altera. Tenemos la misma actitud en todas las canchas y frente a cualquier rival”, explica Fabián.
La concepción de la Sudamericana se jerarquizó desde su inicio en 2002. Con su octava edición en curso, ya genera un dolor intenso mirar el certamen de afuera o quedar eliminado rápidamente. “Es una competencia importante, que realza al jugador y al club; motiva viajar para medirte con equipos de otros países. El objetivo es tener la Copa en nuestra vitrina”, sentencia.
De a poco, la ideología se reinserta en los recovecos de Liniers. Aquellas vivencias del ciclo más exitoso de la historia velezana en la década del 90, bases que Fabián Cubero alcanzó a respirar, comienzan a vislumbrarse. “El concepto es acostumbrarse a ganar; la cancha de Vélez volvió a ser El Fortín. El hincha acompaña a este equipo porque nos metimos en su corazón. Ellos se identifican con nosotros. Ojalá signifique el arranque de una era de conquistas”, enfatiza.   
DE CUNA EN MAR DEL PLATA, Fabián pasó a ser Poroto desde pequeño por culpa de su abuela Tita. “Tenía la nariz tan chiquita que parecía un porotito”, resume. La pasión de multitudes es un bien de familia. Carlos, su padre, le rendía culto al arte de la redonda en La Feliz. “Es un tipo conocido allá; era un nueve goleador, que se destacó en Alvarado. Se vino a probar suerte a Buenos Aires, pero dice que no llegó porque se inclinó por la joda”, cuenta. Sin embargo, su tío, Raúl, le dio el primer empujón. “Dirigía un club de baby, Almagro, y lo tenía ahí a mi hermano, que es dos años más grande. Entonces, como soy uno de sus sobrinos, me ponía en el equipo. Para mí era una diversión”, afirma.
Kimberley no sólo fue el club que lo empezó a moldear, sino también el sitio que le brindó lo más apasionante de su infancia-adolescencia: sus amigos. De ahí, una anécdota de antología. “Nos subimos ocho a la Fiorino de Marquitos, nos metimos de contramano por diferentes calles y chocamos de frente con otra camioneta en una esquina. Apareció la policía, mis amigos se dispersaron entre la gente y me quedé haciéndole el aguante a Marquitos. Sólo nos llevaron a nosotros dos a la comisaría; fue un lío. Después, ligamos flor de reto”, señala.
Imagen POROTO es el referente de Vélez, un equipo que deslumbra por su gran solidez.
POROTO es el referente de Vélez, un equipo que deslumbra por su gran solidez.

Los recuerdos de la ciudad balnearia se fijaron en su retina. Aquellas imágenes en la estación de servicio jamás se verán distorsionadas. “Allí trabajaba en los veranos. Era de un amigo de mi viejo y, como había movimiento, me llamaban para hacerme unos pesos. Iba a limpiar los vidrios de los vehículos. Los más complicados eran los colectivos. Ponía la escalerita, me subía y les daba junto a mi primo. Me volvía loco, aunque me entretenía”, argumenta.
Sin haber terminado sus estudios, ancló a sus 16 años en Renato Cesarini. José Pekerman -entrenador de las selecciones juveniles en ese entonces- le echó el ojo y lo llevó al Mundial Sub 17 de Ecuador 95, una vidriera que lo depositaría en Vélez tras una prueba en Necochea ante la lupa de Carlos Bianchi, quien dirigía la Primera. En febrero de 1996, arribó a Liniers y lo metieron en la Cuarta de Osvaldo Piazza debido a que no había cupo en Quinta -categoría natural por su fecha de nacimiento-. Ya en noviembre de ese año, el mismo Piazza lo colocó en Primera en un Vélez 0-Estudiantes 2. “Me acuerdo del dolor que tenía en los gemelos a los cinco minutos. Era por los nervios (risas). De todos modos, los consejos de los más grandes fueron excelentes. Ocupaba un lugar privilegiado, donde cualquiera quería estar; en un plantel que hasta salió campeón del mundo”.
-¿Alguna historia?
-¡Uh! Partido en Jujuy. En un corner, Beto Camps me reta y le contesto mal. En eso, salta Christian Bassedas al grito de “¿Qué dijiste, nene? ¡Ahora vas a ver en el vestuario!“. Me quería morir, no medí las cosas en caliente y reaccioné mal. En el entretiempo, camino al túnel, pensé: “Acá me matan“. Después del partido, Christian me habló como un gran compañero, enseñándome que hay que tener respeto por los más grandes. Fue algo que me quedó grabado para siempre. La verdad, tenía un cagazo…

VOLANTE POR DERECHA por oficio y obligación, posición en la que debutó en la elite y en la que actualmente se luce, se consagró en el Fortín por triplicado, siempre en los Clausura (1998, 2005 y 2009), y es la voz de mando del campeón del fútbol argentino. “Pude aprovechar la última parte del grupo de los históricos. Me nutrí de información sobre cómo manejar a un plantel en un vestuario y eso me ayudó para desenvolverme y aconsejar a los más chicos. El de Vélez es un grupo con códigos. Hay un plantel inteligente. Los más grandes damos el ejemplo y se lo transmitimos a los más pibes. Ellos ya tienen responsabilidades de horarios, de entrenamientos, de vestimenta. Si faltan a la práctica o llegan tarde a la concentración, es porque tuvieron un problema tremendo; las cosas tienen que ser claras”, revela.
El presente dorado de Vélez también es galardonado a través de voces ajenas. Américo Gallego, entrenador de Independiente, lo plasmó en la previa al duelo entre ambos en el Apertura: “Si Vélez juega como anoche (por el triunfo ante Boca en la Sudamericana), a veces no te querés presentar”. La frase desnuda la realidad. “Nuestras virtudes son solidez, funcionamiento colectivo y rendimientos individuales altos”, lanza Poroto.
Imagen CUBERO NO SE ENOJA con las frases que le dedican por su esposa, la modelo Nicole Neumann. Hasta se divirtió la bandera que le pusieron en Vélez que decía "Sex symbol".
CUBERO NO SE ENOJA con las frases que le dedican por su esposa, la modelo Nicole Neumann. Hasta se divirtió la bandera que le pusieron en Vélez que decía "Sex symbol".

-¿Coincidís en que la clave es que ustedes tienen un recambio que aporta soluciones?
-Tal cual; hay equipo adentro y afuera. Los chicos que están como reemplazantes entran y nos cambian los partidos. Hay una disputa tan sana que genera que todos estemos concentrados. Ya tuvimos que modificar apellidos por las convocatorias a las selecciones y el funcionamiento no varió.
-¿Cuánta incidencia tiene Ricardo Gareca? 
-Mucha. El eligió a los refuerzos y ubicó a Vélez en la cima. Es un entrenador abierto, completo e inteligente. Sus ideas son concisas, te marca cuatro o cinco conceptos. Incluso, da charlas muy buenas en el vestuario, en las que comparto su filosofía de vida.
-¿Suena descabellado pensar en el doblete: Apertura y Sudamericana?
-En absoluto; lo importante es que sacamos resultados positivos hasta sin tener buenos partidos. Se puede ganar en los dos frentes; hay plantel, pero uno debe ser inteligente y saber llevar la situación. Acá podés perder todo en una semana.
-Pasaste por los juveniles, incluso fuiste campeón del mundo Sub 20 en Malasia 1997, pero no jugaste aún en la Mayor. ¿Qué argumentos te hacen convocable?
-Se instaló el rumor, nunca estuve tan cerca como ahora. Espero que no sólo sea un deseo del periodismo, sino también del técnico. Si mantengo este buen nivel, puede ser. Me adapto de modo parejo a diferentes posiciones. La Selección es lo máximo, el símbolo del país; uno se muere por estar.
-¿Los medios potencian el dramatismo por la clasificación argentina al Mundial de Sudáfrica 2010?
-Sí, y eso lleva a que la gente se meta en un clima de negatividad. Es cierto que la Selección no juega como se espera y tampoco se le dieron los resultados, pero las Eliminatorias son duras. Encima, cuesta rendir en un equipo cuando no tenés tiempo de trabajo, por más que sean los mejores del mundo. Maradona realiza lo mismo que otros técnicos, porque los apellidos que figuran son los que llevaría cualquier entrenador. La idea de juego, la táctica y el funcionamiento van por otro lado. Pero Argentina estará en la Copa del Mundo por la clase de sus jugadores. 
¡CUUU-BEE-RO, CUUU-BEE-RO, CUUU-BEE-RO! La condecoración todavía retumba. La conexión de aliento-elogio se encuentra inoxidable, lejos de la revolución tan mediática como futbolera que le genera haber formado familia con Nicole Neumann. Su formidable rendimiento lo avala. De alumno en un vestuario de históricos caciques, que llevaron a Vélez a la cúspide internacional, se transformó en el maestro de un grupo con hambre de gloria.

Por Darío Gurevich/ Fotos: Emiliano Lasalvia.