Las Crónicas de El Gráfico

Las sombras, más que mil palabras sobre el fútbol y el ISIS

La particular relación que los verdugos del ISIS entablaron con el mundo del fútbol, deporte prohibido.

Por Martín Mazur ·

01 de junio de 2015
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UNO PUEDE ser el mejor jugador del barrio, el que lleva la pelota con la cara externa de su pie hábil, el que deja desairados a tres rivales con facilidad. Lo que uno no puede hacer, ni aunque sea Messi, es escapar de su propia sombra.

Los niños de la foto son iraquíes cristianos, refugiados en la iglesia de San José, en Erbil, Irak. Las sombras que los acechan sin respiro son una sigla. Una acumulación de letras que hasta hace un tiempo no significaban nada, y ahora, en cambio, generan terror: ISIS. El Estado Islámico de Irak y Siria, movimiento jihadista que nació como una ramificación de Al-Qaeda y busca establecer su propio califato, se convirtió en los últimos años en un museo itinerante de atrocidades, pornografía para verdugos, catálogo de barbarie, un retroceso inmediato de 15 siglos de humanidad.

Las masacres y ejecuciones transmitidas por la web se visten de una pasmosa habitualidad. La crueldad en su forma de matar también les permite atraer toda la atención del resto del mundo. Los partidarios del ISIS no sólo están en Siria ni en Irak, sino también en Egipto, Túnez, Libia, Yemen y Afganistán. Y los reclutas que quieren formar parte de esta locura llegan desde distintos lugares de Europa, para disponerse a sembrar el terror en cada paso, como si se tratara de una de las historias de Tolkien en la Tierra Media y el reino de la oscuridad de Mordor.




El ISIS ganó territorio a costa de viralizar la crueldad con la que se mueven sus soldados. Las decapitaciones son parte de su parafernalia. El fútbol es uno de sus enemigos.

La progresión antifútbol es notoria. En junio del año pasado, uno de los jihadistas, luego capturado por los kurdos, aparecía en un video con una AK-47 y vestido con una camiseta del Barcelona. Ahora, el fútbol está oficialmente prohibido, por ser “un invento occidental”.

Durante el Mundial de Brasil, las ejecuciones en Irak fueron masivas, pero tuvieron escasa repercusión precisamente por el interés que generaba la Copa del Mundo.

Desde entonces, la dinámica entre el grupo islamista y el fútbol ha generado al menos una noticia fuerte al mes.

En agosto apareció una imagen de un partido de la liga de Túnez, donde en una parte de la tribuna se ve una gran bandera negra y blanca, la bandera del ISIS que promueve la creación del califato.

En septiembre se conoció una foto de jihadistas en Holanda que posaban con la bandera del ISIS. Estaban en una cancha de fútbol que tenía el escudo del ADO Den Haag. El club salió a condenar el hecho e inició una investigación.

En octubre, Kreshnik Berisha, de 20 años, fue arrestado en Alemania luego de regresar de Siria, donde se había alineado al ISIS. Le dieron una sentencia reducida a cambio de una confesión completa e información sobre las actividades realizadas. Antes de irse a Siria, Berisha jugaba al fútbol en un equipo judío de Alemania, el Maccabi Frankfurt.

En agosto se publicaban fotos de improvisados partidos de fútbol de los miembros del ISIS. En octubre, marchas de barras bravas en distintas ciudades de Alemania marcaban el inicio de una tregua de los hooligans para luchar contra los salafistas (y todo lo que fuera musulmán).

En noviembre, Iraqi News dejó trascender una circular que prohibía a los militantes del ISIS jugar al fútbol, al que consideraban una distracción que dañaba “el espíritu de la jihad”.




NO SORPRENDIO entonces la masacre pública a la que fueron sometidos 13 adolescentes iraquíes que habían sido apresados en Mosul mientras miraban el partido de Irak contra Jordania, por la Copa de Asia. Los llevaron a una plaza, leyeron sus crímenes contra la Sharia con un megáfono y luego los fusilaron. Sus cuerpos quedaron allí sin ser removidos, ya que ninguna de sus familias se animaba a hacerlo por temor a las consecuencias.

Pocos días después, a un oficial de policía que fue sorprendido por la noche en su casa, le cortaron la cabeza mientras filmaban su muerte. “Esta es nuestra pelota de fútbol. Está hecha de piel”, dice el verdugo.

En febrero, el egipcio Mahmoud Al-Ghandour desapareció de El Cairo y uno de sus amigos posteó en twitter una foto junto a él y las armas con las que pelean por ISIS en Irak. Antes de hacerse jihadista, Al-Ghandour era árbitro de fútbol. Su cuenta en facebook, luego cerrada, mostraba imágenes de juego, antes de tornarse en un panfleto que celebraba las ejecuciones de los cristianos coptos en Egipto.

En marzo, mes en el que se jugó el clásico del fútbol español, la pena establecida por sintonizar el partido fue de 80 latigazos, una virtual sentencia de muerte.

También en marzo, un experto de la Scotland Yard reveló que los británicos que viajaban a Siria se iban de a cinco por semana, y que unos 500 podían haber regresado con la mente puesta en un acto terrorista. Los grandes partidos de fútbol o el metro de Londres son los dos blancos posibles, en un atentado que podría involucrar armas químicas de fabricación casera, como las usadas en la Primera Guerra Mundial.

En abril, un testigo palestino reveló, con horror, el haber presenciado un partido de fútbol de militantes del ISIS, sólo que en lugar de una pelota, jugaban con la cabeza de uno de los decapitados.

En el Libro de la risa y el olvido, Milan Kundera escribió: “Están dispuestos a venderle su futuro a cambio de su pasado [...] Quieren obligarlo a desechar su vida y a convertirse en una sombra, un hombre sin pasado, un actor sin papel, a convertir también en una sombra su propia vida desechada. Así, convertido en una sombra, lo dejarían vivir”.

La estrategia que contempla el ISIS sólo admite el convertirse en una sombra, pero donde hay sombra significa que existe la luz. Y no deja de ser curioso que de la mayoría de los campos de refugiados que se establecieron en toda la franja de injerencia del ISIS, el fútbol actúa como recibimiento a los recién llegados. A personas que huyen del terror y la muerte. Cualquiera que se presente allí, antes de poder cruzar la puerta de entrada, verá gente jugando a la pelota. Las sombras de los que se divierten jugando al fútbol a pesar de todo, son las que deben aterrorizar al ISIS.

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Por Martín Mazur

Nota publicada en la edición de mayo de 2015 de El Gráfico