Las Crónicas de El Gráfico

1969. La página más negra del fútbol argentino

Estudiantes y Milan se enfrentaban por la Intercontinental, la locura primó en este partido donde los jugadores del equipo italiano fueron brutalmente golpeados y algunos jugadores terminaron presos.

Por Redacción EG ·

22 de octubre de 2022

No, Estudiantes… eso no fue hombría, no fue temperamento, no fue garra… esto fue apología de la brutalidad y la locura… esto nos avergonzó a todos y debe avergonzar a los responsables. Si realmente queremos rescatar algo para seguir creyendo en el futuro, empecemos por repudiar este episodio lamentable.

 

Entra Estudiantes en el campo. Llegando al círculo central, Poletti descerraja un pelotazo con las manos hacia el grupo de jugadores visitantes que están practicando. Aguirre Suárez hace lo mismo, pero con el pie. Diez minutos más tarde —van ocho del partido—, ataja Cudiccini, lo atropella y golpea Manera cuando la pelota es propiedad del arquero y la jugada ya terminó. Al volver, Manera pecha provocativamente a Malatrassi.

Casi dos horas más tarde, sobre el silbato final de Domingo Massaro, un gesto reconfortante: el pibe Romeo, debutante absoluto en esta clase de partidos, y uno de los pocos jugadores de fútbol de la noche, se abraza con Lodetti. De inmediato, lo insólito, lo grotesco, lo repudiable: Poletti llega corriendo desde su arco y agrede a Lodetti...

Con esas imágenes comenzó y terminó la final de la Bombonera. Entre la apertura y el cierre, se acumularon otras escenas lamentables y afrentosas: la violencia sin freno y sin pausa de Aguirre Suárez, golpeando con y sin pelota, yendo a la disputa de balones aéreos con Sormani, despreciando la pelota y embistiendo directamente al cuerpo del contrario, lesionando a Prati en una salida brutal sobre un costado, inundando de sangre el rostro y la casaca blanca de Combin con un codazo salvaje... La expulsión, muy justa, de Aguirre Suárez, porque tras "liquidar" a Prati y Combin, consumó una nueva agresión contra Rivera. Fue retribución de un violento foul de Rivera a Echecopar pero no era justamente Aguirre Suárez el más indicado para ofenderse ante la violencia de un adversario... Y la expulsión de Manera, por aplicarle un puñetazo a un rival que perdía tiempo (Rivera). Y el puntapié que le dio Poletti a Prati, cuando atendían al puntero del Milan, cerca de la raya central y sobre un costado... Y todo el clima de agresividad exagerada e innecesaria, de provocación insolente y de mala conducta constante que, con escasos momentos de fútbol (especialmente cuando la conseguían Bilardo y Romeo), desplegó Estudiantes ante la platea más numerosa que haya tenido una trasmisión televisiva directa en la historia del fútbol...

Imagen El ojo cerrado de Combin y una canilla que gotea sangre constantemente.
El ojo cerrado de Combin y una canilla que gotea sangre constantemente.

Quienes hemos aplaudido y respaldado a los hombres que dirige Osvaldo Zubeldía desde que se inició su trayectoria victoriosa acuñada en la humildad y el esfuerzo, quienes nos hemos alegrado con sus conquistas, quienes aceptamos su fútbol especulador con vistas al resultado, quienes comprendimos su necesidad de suplir con temperamento y despliegue lo que le faltaba de destreza y talento, nos sentimos doloridos y afrentados. No porque Estudiantes haya perdido la Copa del Mundo. Porque, en última instancia, ésa sería una contingencia futbolística perfectamente aceptable. Lo que duele, lo que lastima, lo que no podemos tolerar, es la vergüenza de una noche de luto para el deporte argentino. Una vergüenza que aumenta en proporción directa con la difusión mundial que tendrá el degradante espectáculo vivido en la Bombonera.

No somos tan ingenuos como para sonrojarnos ante el juego fuerte, ante el uso del foul como arma para frenar al adversario superior, ante la pierna dura que prevalece en la lucha por la pelota y en el ánimo del rival temperamentalmente blando. Esos fueron, son y serán recursos que están en la esencia del juego y que, empleados en las dosis necesarias, forman parte del bagaje que debe tener un equipo ganador. No hemos conocido vencedores flojos de carácter y remisos para la lucha. Pero todo tiene su límite. El límite que respeta-ron Bilardo, Togneri y Malbernat, para citar tres ejemplos dentro de este Estudiantes que nos reclama una crítica áspera y hasta irritada. Cuando ese límite se supera y se lleva a los extremos de violencia e inconducta que alcanzaron los desbordes de Aguirre Suárez, Poletti y Manera, nuestra sensibilidad se niega a reconocerlos como "cosas del fútbol".

Mientras le damos vuelta en nuestra mente a lo que pasó en la Bombonera, mientras elegimos las palabras justas que denuncien lo que sentimos en este momento, enfrentados a la necesidad de juzgar lo ocurrido en la final del mundo, palpamos en el ambiente la sombra de una duda: SI ESTUDIANTES HUBIERA HECHO EXACTAMENTE LO MISMO, PERO CON OTRO RESULTADO, GANANDO EL DERECHO A UN TERCER PARTIDO O DIRECTAMENTE LA COPA POR SEGUNDA VEZ, ¿ESTARIAMOS DISPUESTOS A CASTIGAR SUS DESMANES DE LA MISMA FORMA QUE LO ESTAMOS HACIENDO LUEGO DE SU FRACASO? No caben dos respuestas para ese interrogante. Ante hechos como los protagonizados por Aguirre Suárez o por Manera nuestro enfoque y nuestro juicio relegan a segundo plano el factor resultado. No justificamos el crimen deportivo en homenaje al triunfo de cualquier manera. No podemos cambiar una Copa del Mundo por un desprestigio a nivel mundial...

Imagen Los médicos atienden a Combin, la locura estuvo presente en La Bombonera, donde Estudiantes jugó de local.
Los médicos atienden a Combin, la locura estuvo presente en La Bombonera, donde Estudiantes jugó de local.

Pero hay otro factor a considerar. Que para obtener un 4 a 1 o un más que milagroso 5 a 1, Estudiantes debió variar fundamentalmente su actitud mental respecto al partido. Atemorizar al rival puede ser útil si el rival se deja atemorizar. Jugar a golpear por sistema puede servir para presionar psicológicamente al contrario e impedirle rendir todo lo que sabe. Pero la intimidación y la violencia no son suficientes argumentos para ganar por varios goles. Porque cada "plancha", cada codazo, cada empujón y cada escupitajo podrán conseguir que Gianni Rivera se retraiga, que Sormani no siga entrando, que Combin y Prati salgan en camilla de la cancha, pero no sirven para vulnerar a una defensa cerrada ni para hacer goles... Si se contabilizaran las faltas como factores de resultado, Aguirre Suárez hubiera ganado él solo la contienda por un gol, tres codazos, cinco "caballitos" y diez patadas... Pero lo que necesitaba Estudiantes era marcar tres, cuatro o cinco goles... Y aunque el gol se busque por la vía del "ollazo" frente a defensores de elevada talla y de gran fuerza física, para meterla en la red hay que usar la pelota. Y si pensamos en el contrario con total olvido de la pelota, difícilmente se puede llegar al gol...

Imagen Prati conducido en brazos por Rivera y Schnellinger hacia la camilla.
Prati conducido en brazos por Rivera y Schnellinger hacia la camilla.

 

Imagen El mismo hecho lamentable, desde otro ángulo.
El mismo hecho lamentable, desde otro ángulo.
 

No creemos que Estudiantes haya hecho lo que hizo porque NO SABE HACER NADA MEJOR. Pensamos que Estudiantes, aun en su pálida y ojerosa versión actual, lejos de la mística y la dinámica de sus mejores momentos, tiene fundamentos humanos, tácticos y hasta técnicos para plantear un partido con auténtica vocación de triunfo y superar al Milan jugando al fútbol. No el fútbol químicamente puro del toque exacto y la llegada clara, sin fricciones, pero sí ese fútbol agresivo (en el correcto, en el único sentido que admitimos esa palabra) que estaba realizando cuando el Milan logró su sorpresivo gol a pocos minutos de una gran jugada que terminó con remate de Taverna devuelto por el poste o el fútbol pujante, intenso, resuelto, que le permitió empatar y ponerse en ventaja. En esos últimos diez minutos de la etapa inicial con todos sus defectos técnicos, con toda su falta de panorama, con toda su carencia de flexibilidad, Estudiantes dio una imagen de dignidad deportiva que hubiéramos aplaudido con ganas, cualquiera fuese el resultado final del encuentro. No habríamos podido olvidar esa innecesaria bravuconería inicial de la pelota arrojada contra los rivales como amenaza, de la carga violenta y desconsiderada al arquero en poder de la pelota, del golpe incalificable que dejó a Prati tendido y del puntapié con que Poletti intentó "reanimarlo"... Pero lo habríamos contabilizado como una cuota dentro del todo. En cambio, con lo que sucedió en el segundo tiempo, la cuota de violencia fue el gran argumento del partido. Tanto, que nos negamos a comentar lo visto entre Estudiantes-Milan como un partido de fútbol... Porque entresacar de lo ocurrido algún matiz técnico-táctico, alguna idea conceptual aplicable al juego; no sólo es tarea imposible sino intento ridículo...

 

Imagen La furia de los jugadores de Estudiantes contra sus colegas.
La furia de los jugadores de Estudiantes contra sus colegas.
 

Hemos visto muchos partidos teñidos de mala conducta, de instintos sanguinarios, de salvajismo y hasta de enajenación. Hemos asistido a muchas demostraciones de mal entendido "machismo" deportivo. Pero lo que nos ofreció Estudiantes, desde la intención inicial hasta después del silbato definitivo, fue la página más negra de nuestro fútbol. Porque tuvo y tendrá repercusión internacional. Porque nos envuelve a todos en la misma vergüenza... Desde la noche del 22 de octubre de 1969, el affiche del fútbol argentino en el exterior será la cara tumefacta de Néstor Combin, su casaca blanca teñida de sangre, esa camilla que se lo lleva para el vestuario, en tanto su agresor se va de la cancha levantando el brazo en el saludo de un gladiador que ha hecho trizas a su enemigo en el combate...

 

Imagen Los jugadores del Milan estaban incrédulos.
Los jugadores del Milan estaban incrédulos.
 

Nuestro fútbol, con todos sus defectos, no se merecía esa afrenta. Estudiantes, con todo lo que llegó a conquistar, con todo lo que le costó en sacrificio, dedicación y salud espiritual alcanzar la cima mundial, tampoco…

 

 

Por Juvenal (1969).

Fotos: García, Legarreta, Forte, Carreño, González (h), Carlos Bianco, Barrancos, Alvarado, Fernández, Zicavo y Mesticheli.