Las Crónicas de El Gráfico

El primer Chico que se hizo Grande

En 1992 se cumplieron 25 años del triunfo de Estudiantes de La Plata sobre Racing Club por 3-0 en la recordada Final que lo consagró en el Metropolitano de 1967 y lo llevó al exclusivo círculo de los campeones.

Por Redacción EG ·

02 de enero de 2020

 

Hubo un tiempo en el fútbol argentino durante el cual solamente se consagraban campeones los equipos de los clubes grandes. Ese tiempo duró 36 años. Exactamente desde la implantación del profesionalismo, en 1931, hasta aquella tarde soleada y fría del 6 de agosto de 1967 en que Estudiantes de La Plata le ganó 3 a O al Racing Club en el partido final por el Campeonato Metropolitano. Hoy es historia. Entonces fue hazaña. Sobre la mesa, las fotos que fueron testimonios del acontecimiento son hoy como el paisaje de la melancolía porque muestran las tribunas del otrora Gasómetro de Boedo abigarradas de público, como decían los relatores radiales. Como correspondía, además, ante el duelo entre "el equipo de José", que había realizado una revolución futbolística en 1966, el mismo equipo que iba hacia la conquista de la Copa Libertadores y de la Europea-Sudamericana y el "fastidioso" Estudiantes de La Plata que Osvaldo Zubeldía venía armando despaciosamente desde comienzos de 1965, en cuya filosofía aparecía nada menos que la pretenciosa intención de imponer una nueva mentalidad basada en la organización y la disciplina como respaldo a las condiciones naturales del jugador.

  

Imagen Todos en el vestuario: Aguirre Suárez, el Bambi Flores, Malbernat, Zubeldía, Bilardo, Jorge Kistenmacher (P.F.), Pachamé, Madero, Verón, Poletti, Manera, Elorgan (masajista), Eduardo Flores y Ribaudo.
Todos en el vestuario: Aguirre Suárez, el Bambi Flores, Malbernat, Zubeldía, Bilardo, Jorge Kistenmacher (P.F.), Pachamé, Madero, Verón, Poletti, Manera, Elorgan (masajista), Eduardo Flores y Ribaudo.
 

DOMINGO DE GLORIA

El asombro que provocó la definición quedó sintetizado en el título con que EL GRAFICO comentó el acontecimiento: "A este Racing nunca le ganaron así. . . Así como se consagró este Estudiantes". En la valoración no existía la mínima exageración, era el reflejo cabal de la realidad porque esa final tuvo sólo 45 minutos de disputa: los primeros. El segundo tiempo lo jugó Estudiantes y lo sufrió Racing. Cuando la Bruja Verón entró a amagar y Echecopar a picar se acabó todo. Racing se desmoronó. Los goles fueron llegando. Uno, el primero, cuando Madero clavó desde más de veinte metros un tiro libre en chanfle, por arriba de la barrera de siete jugadores de Racing. Otro, el segundo, lo convirtió Verón, de contraataque, picando como nueve ante una pelota que Ribaudo, que era siete, le puso desde la posición de un número once retrasado. El último fue espectacular para todos menos para su autor. Ribaudo lo explicó así: "Tal vez desde la tribuna pudo parecer que quisimos adornar la jugada pero no fue así. Cuando recibí la pelota en pase de Verón la dominé pero cuando levanté la vista vi que me tapaban y preferí pasársela a Conigliaro antes de tirar al bulto. Y a Conigliaro le pasó lo mismo, por eso me la devolvió. Entonces sí, cuando llegó vi un claro y le pegué: entró justito al lado del palo derecho". Así de simple.

 

Imagen 1967. Gol de Madero a Racing
1967. Gol de Madero a Racing
 

 

Imagen 1967. Gol de Madero a Racing.
1967. Gol de Madero a Racing.
 

 

Imagen 1967. el gol de madero en la Final entre Estudiantes y Racing
1967. el gol de madero en la Final entre Estudiantes y Racing
 

VENCEDORES Y VENCIDOS 

A la distancia, los recuerdos en lugar de irse al mazo se abren en abanico. Después de todo, apenas si pasaron 25 años. Así reaparece la imagen serena de Santiago Saccol, presidente del Racing Club rogándole a todos los periodistas: "que no castiguen mucho a los muchachos. . . Ellos nos ganaron bien pero dimos muchas ventajas: no pudieron jugar (por lesiones) ni Rulli ni Perfumo; Maschio estaba fundido, el Coco (Basile) se nos desgarró. . . Tenemos atenuantes. . ." Curiosamente, quien más tenía en cuenta esos atenuantes era Osvaldo Zubeldía, que en el otro vestuario repetía una y otra vez: "Este triunfo es importante pero el esfuerzo fundamental, el partido inolvidable fue contra Platense. Esa noche Estudiantes demostró que puede jugar a ganar y hoy lo demostró ante el mejor equipo argentino que no solo va a ser campeón de América sino, también, del mundo. Pero este Racing fue un equipo fundido por los 120 minutos que tuvo que jugar contra Independiente el último viernes. Nuestro mérito fue explotar su decaimiento físico del segundo tiempo y hacerlo bien, con calidad, con fútbol".

 

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Otro recuerdo de aquel vestuario: el padre Tiscornia, con sus hábitos, abrazando a fieles y ateos con tanta efusividad que alguien se atrevió a preguntarle:

— ¿Rezó mucho por el triunfo de Estudiantes, padre?

—Muchísimo. . . siempre rezo por el triunfo de los muchachos. ¿Y es justo mezclar el fútbol con la religión?

—Absolutamente justo. Yo siempre lo digo: a Dios rogando y con el mazo dando. El padre Tiscornia fue antes, y después durante varios años, mucho más que un sacerdote-hincha, fue una especie de asesor espiritual a quien los jugadores respetaban por su natural bonhomía.

EL PARTIDO INOLVIDABLE 

Zubeldía hablaba de un partido inolvidable. Lo fue realmente. Se había jugado tres días antes, el jueves 3 de agosto, en la cancha de Boca y correspondía a una de las semifinales del Campeonato Metropolitano entre Platense, primero de la zona B y Estudiantes, segundo de la zona A. Estudiantes había igualado la primera posición en puntos con el Racing Club (29) pero fue relegado a la segunda por diferencia de gol (30 a 24). Platense había sido sensación a lo largo del torneo con el equipo que dirigía Ángel Amadeo Labruna y tenía, entre sus figuras, a Recio, Mansuetto, Togneri, Muggione, Bulla y Sabiat. Esa noche, todos ellos aparecieron tan enchufados como siempre y a los tres minutos del segundo tiempo ganaban 3 a 1. Parecía un resultado inapelable porque, además, Estudiantes se había quedado con diez hombres desde los 35 minutos del primero por una lesión de Enry Barale. El partido parecía definido pero Estudiantes transformó el 3 a 1 en contra en un 4 a 3 a favor en apenas nueve minutos, en uno de los vuelcos más espectaculares de que se tenga memoria. Los goles se sucedieron así: 5' Conigliaro (E); 23' Lavezzi (P); 33' Bulla (P); 47' Bulla (P); 55' Verón (E); 59' Bilardo (E) y 64' Madero (E), de penal. En este triunfo heroico Estudiantes perdió a dos de sus titulares para el partido final: Barale, por distensión en el menisco interno de la pierna derecha y Bedogni, por los traumatismos que sufrió en medio de los festejos cuando terminó el encuentro. Otro titular indiscutido, el lateral derecho Eduardo Luján Manera, terminó de cumplir contra Platense una suspensión impuesta por el Tribunal de Disciplina. Zubeldía le había prometido la reaparición y no lo hizo. "Se lo prometí y lo merecía porque había jugado muy bien todos los partidos pero el esfuerzo de los que jugaron contra Platense fue tan grande que no quise mover a ninguno de ellos y les juro que hubiera dejado afuera al mismísimo Pelé, de haberlo tenido, para que jugaran la final los mismos muchachos que consiguieron lo imposible contra Platense". Zubeldía sintió y no lo ocultó que por primera vez en su vida defraudaba a un jugador. Manera lo comprendió y el domingo 6, a las 16.52 dio también la vuelta olímpica vestido de sport y abrazado a Pachamé.

 

Imagen Estudiantes gana la Final por 3 a 0 a Racing y se queda con el Metropolitano.
Estudiantes gana la Final por 3 a 0 a Racing y se queda con el Metropolitano.
 

LAS PRIMERAS HAZAÑAS

Estudiantes, sin saberlo, se estaba acostumbrando a las hazañas que después fueron una constante durante tres años más. En la semana de su consagración como campeón jugó tres notables partidos en cinco días. Los ganó los tres, convirtió 10 goles y solo le marcaron 3. Venció el martes 1° de agosto a Gimnasia y Es-grima por 3-0, en el último partido del torneo; el jueves siguiente a Platense 4 a 3 en las semifinales y a Racing 3-0, el domingo. El equipo venía trabajado por Zubeldía desde 1965. Ese año terminó quinto. En 1966 fue séptimo. En las dos oportunidades resultó el mejor clasificado entre los equipos chicos. La gran evolución se produjo en 1967. Con respecto al plantel hubo solo dos modificaciones: se hizo el trueque de Felipe Ribaudo por el zurdo Miguel Ángel López y se alejó el volante José Santiago. El arranque fue bueno. Estudiantes le ganó a Huracán 2-1, a Lanús 2-0, empató con Atlanta 0 a 0 y enseguida llegó la primera gran victoria del año: 1 a 0 a Boca, en La Plata, con un golazo de Echecopar en el último minuto. Si Echecopar marcó la primera hazaña del Estudiantes '67, ocho días después todo el equipo concretaría la segunda al vencer el lunes 3 de abril a Racing, en su propia cancha, donde no perdía desde hacía dos años. Además, jugando 47 de los 90 minutos con un hombre menos por una expulsión que es única, histórica en nuestro fútbol: el árbitro Roberto Barreiro echó a Pachamé por agredir a su compañero Carlos Salvador Bilardo. ¿Qué pasó? Faltaban dos minutos para que finalizara el primer tiempo y hubo un foul a favor de Estudiantes. Pachamé se apresuró a ejecutarlo porque lo vio libre a Conigliaro, desoyendo los gritos de Bilardo que aspiraba a demorar la reanudación del juego (Estudiantes ganaba 2-0 con goles de Verón y Conigliaro antes de los primeros 25 minutos). La reacción inmediata de Bilardo fue un calificativo que Pachamé evaluó insultante y su réplica un cross de derecha a la cara de Bilardo. Barreiro vio la definición del entredicho entre dos compañeros y ordenó la expulsión del campo de juego de uno de ellos: Carlos Oscar Pachamé. El partido terminó 2 a 1 porque en el segundo tiempo descontó el Yaya Rodríguez pero esa noche, después de vencer en ocho días a Boca y Racing la gente de Estudiantes empezó a pensar que la obtención del campeonato podía dejar de ser una utopía.

 

  

Imagen El gol de Ribaudo a Racing. Estudiantes 3 - 0 Racing
El gol de Ribaudo a Racing. Estudiantes 3 - 0 Racing
 

Imagen Ribaudo para Estudiantes de la Plata. Campeón del Metropolitano.
Ribaudo para Estudiantes de la Plata. Campeón del Metropolitano.
 

  

EL PLANTEL CAMPEON

La base del Estudiantes '67 fue la del equipo que terminó jugando el campeonato del '66: Poletti; Manera, Aguirre Suárez, Barale y Pachamé; Bilardo, Madero y Echecopar; Conigliaro, Eduardo Flores y Verón. Las variantes fueron el retorno de Malbernat como lateral izquierdo y el ingreso de Ribaudo como puntero derecho. El ingreso de Malbernat dejó afuera a Pachamé, un hombre demasiado importante por su fuerza y su temperamento. Zubeldía solucionó el problema hablando con Madero y acordó con el entonces volante: cuando Estudiantes jugaba de local salía a la cancha Madero; de visitante, Pachamé. Antes, para respaldar a Verón, y alejarlo de los gritos de la platea que lo resistía, lo hacía jugar un período de puntero izquierdo y el otro de derecho. Las ausencias de Manera las cubría con Malbernat como 4 y Pachamé jugando de 3.

Argentino Geronazzo, coautor con Osvaldo Zubeldía del libro "Táctica y Estrategia en el fútbol", que se editó días antes de que Zubeldía asumiera la dirección técnica de Estudiantes definió de este modo las cualidades de los integrantes del campeón del Metropolitano: Poletti: arquero-jugador; Manera: manejo y proyección; Aguirre Suárez: potencia y gran recuperación; Barale: anticipo y suma capacidad para el juego aéreo; Malbernat: anticipo y fuerza; Bilardo: marcación e inteligencia; Madero: gran habilidad y toque; Pachamé: fuerza en la marca y manejo; Echecopar: pique, manejo e inteligencia; Bedogni: habilidad y shot; Verón: gran habilidad; Flores: fuerza, picardía y shot; Spadaro: buena marca y manejo; Conigliaro: pique, desmarque y shot; Ribaudo: pique, habilidad y desmarque.

  

UNA NUEVA MENTALIDAD

Ese Estudiantes que nació a la gloria la tarde del 6 de agosto de 1967 —y que después alcanzaría dimensión internacional al ganar por tres años consecutivos la Copa Libertadores, además de la Europea-Sudamericana y la Interamericana— fue el triunfo de una nueva mentalidad en el fútbol argentino. Ese fue, precisamente, el título con que Julio César Pasquato, Juvenal, encabezó su análisis sobre el primer equipo de club chico que lograba la consagración. Escribió Juvenal: "El triunfo de Estudiantes ha sido el triunfo de la nueva mentalidad tantas veces proclamada desde Suecia hasta aquí y muy pocas veces concretada en hechos. Una nueva mentalidad servida por gente joven, fuerte, disciplinada, dinámica, vigorosa, entera física y espiritualmente. Gente dispuesta a luchar, a sacrificarse, a traspirar, a entregarse sin retaceos a favor del equipo los seis días de la semana y los 90 minutos del domingo".

"Este Estudiantes —agregó Juvenal— comenzó fortaleciéndose en la necesidad de no perder, de pelear cada pelota y cada metro de terreno, de morder en toda la cancha con sus once jugadores, de olvidarse de todos y cada uno de los números de la casaca para cumplir el objetivo de complicarle la vida al adversario. Después, paulatinamente, vino lo otro: obstruir, quitarle la iniciativa al adversario en la creación de juego, acelerar en la zona que va de la media cancha al área penal adversaria y llegar al gol. De ese modo quedó redondeada la nueva mentalidad: fueron todos defensores, fueron todos atacantes. Y así, de aquel Estudiantes fuertemente defensivo de casi toda su campaña en el Metropolitano se llegó a este Estudiantes pletórico de ambición ofensiva que salió a ganar los partidos decisivos con la fe del que sabe y el optimismo del que puede."

Así veía Juvenal a aquel equipo que ingresó en la historia del fútbol argentino para siempre en el final de los años sesenta. Porque, entre otras hazañas, terminó con 36 años de monopolio de los equipos más tradicionales. Estudiantes fue el primer chico que se hizo grande. Gracias a aquel Metropolitano del '67, primero, y a los títulos internacionales, después. Pero esa es otra historia. La que narramos ahora, la que fundó las ilusiones de los clubes más pequeños, tuvo sus claves. Una, por sobre todas...

 

Imagen El festejo Pincha en la consagración histórica.
El festejo Pincha en la consagración histórica.
 

 

EL GRAN SECRETO

Hace 25 años nació esta nueva mentalidad que después alcanzaría límites insospechados incluso a nivel mundial. Juan Miguel Echecopar tenía 20 años y entonces, como hoy, pensó lo mismo: "El secreto estuvo en mantener unido y fuerte a todo el grupo. Eso creó compañerismo y responsabilidad y lo conseguimos a través de una verdadera amistad que no consistía en decirle al amigo que algo estaba bien si no lo estaba, sino en hablarle a veces hasta con dureza para conseguir ayudarlo. Eso lo llevamos también al plano futbolístico a través de una severa autocrítica que tenía como objetivo replantear los errores para no volver a cometerlos".

La autocrítica y la humildad hicieron grande al primer chico campeón del fútbol argentino. Y esa humildad nacía del conductor. Cuando aquella tarde del 6 de agosto ya se había convertido en noche y los viejos tablones del Gasómetro quedaron vacíos, Osvaldo Juan Zubeldía reflexionaba con sus todavía jóvenes cuarenta años: "Los triunfos son buenos pero mañana debemos comenzar todo de nuevo". Aquel grupo de Estudiantes entendió siempre así los éxitos deportivos. Por eso cada objetivo que cumplían se convertía, al otro día, en un nuevo punto de partida.

 

EDUARDO RAFAEL

Fotos: ARCHIVO "EL GRAFICO"