1991: Boca, Colo Colo y la crónica de la batalla de Santiago
Aquel partido por las semifinales de la Copa Libertadores fue una de las luchas campales más vergonzosas de la historia. Los increíbles testimonios y las fotos inéditas.
Así no se podía jugar… así no se debía reaccionar
La espiral del túnel del tiempo redondea su última vuelta. El camino al vestuario encuentra a un hombre desencajado, que mientras se toca la cara —cubiertas ya sus heridas por dos apósitos— le grita a un periodista de la televisión chilena...
—Esta es la máxima cobardía... Ustedes tienen que erradicar estas cosas, la agresión de ese señor del cuerpo técnico que luego huyó como una mujer no tiene nombre. Eso es una vergüenza para el fútbol chileno; no el partido, que lo ganaron bien...
Detrás de él comienzan a llegar los jugadores de Boca, Navarro Montoya y Marchesini, primero, el resto después. Detrás queda el infierno. Apenas unos minutos antes. En ese mismo camino que conduce a los camarines ellos se encontrarán una vez más con dos leyendas pintadas con enormes letras negras en las paredes blancas. Una dice: "COLO COLO INDOMITO, JAMAS ANTE DOMINIO ADVERSARIO SOMETIDO". Unos metros más adelante, la siguiente: "GANAR NO ES TODO, ES LO UNICO". El hombre que gritaba fuera de sí es Oscar Washington Tabárez, uruguayo, 43 años, hoy técnico de Boca Juniors. Quienes lo conocen aseguran no haberlo visto jamás de ese modo.
El túnel del tiempo nos devuelve ahora, después de habernos transportado más de veinte años atrás, cuando las batallas campales eran moneda corriente de la Copa Libertadores de América. Volvemos, entonces, a la realidad, a pisar tierra firme después de haber viajado por los laberintos de la tristeza, de la indignación; después de haber vivido una vez más las cosas que no queremos vivir en un partido de fútbol ni en sus días posteriores. Volvemos.
Una noche muy particular
Son las 20.25 en la noche de Santiago. El estadio Monumental David Arellano está absolutamente colmado, sus pasillos desbordan, sus plateas no alcanzan. En ese momento entra en la cancha Boca: Navarro Montoya, Simón, Marchesini... El peruano Josué Grande, uno de los veedores de la Confederación Sudamericana, les había anunciado a los numerosos reporteros gráficos que la foto de los equipos iban a ser tomadas al borde del campo, con el periodismo del lado de afuera, como se hace en los Mundiales. Esta medida se cumplió con el equipo argentino. Pero dos minutos después el ingreso de Colo Colo rompió con cualquier proyecto de orden: la invasión fue plena y Josué Grande sintió como sus brazos no alcanzaban para detener tanta euforia.
Comenzó el partido y comenzaron algunas viejas "costumbres" que ya casi forman parte del folklore de la Copa. Cuentan los jugadores de Boca que los muchos particulares que había detrás del arco de Navarro Montoya, además de insultar y escupirlos, le agarraban la camiseta a Marchesini antes de cada saque de meta. El defensor no entra en detalles, apenas aporta dos palabras: "Fue terrible".
A pocos metros, el banco de suplentes visitantes vivía el partido a su manera. Tabárez asegura que varios fotógrafos lo apuntaron constantemente con flashes, buscando alguna reacción. Un integrante de la delegación argentina se tomó el trabajo de contar la cantidad de reporteros gráficos en el lugar: catorce.
Exactamente el doble de los fotógrafos que los medios periodísticos argentinos enviaron a Chile.
Otros testigos cuentan algunos comentarios que recibió Navarro Montoya de parte de la gente que estaba detrás de su arco, pero adentro del campo. Por ejemplo, éste:
—Vos perdiste en las Malvinas, ahora vas a perder acá también, huevón...
Muchos de ellos tenían máquinas fotográficas en su poder, pero ¿eran fotógrafos? Es poco probable. No es común ver a reporteros gráficos gritando los goles, cosa que sucedió después según confirman nuestros enviados Norberto Mosteirín y Fabián Mauri, quienes se encontraban detrás del arco del Colo Colo. Tampoco es común la cantidad de profesionales chilenos que cubrieron fotográficamente el encuentro. Ya dijimos, argentinos había siete, chilenos no menos de setenta.
Uno de los veedores, el peruano Josué Grande (el otro fue el uruguayo Eugenio Figueredo), dijo después: "El gran problema fue la gente que había adentro del campo de juego. No creo que en Chile haya tantos medios de información. Así no se puede volver a jugar un partido". Correcto, pero ¿por qué no tomó ninguna medida antes? "Pedí que sacaran a la gente, pero no me hicieron caso..."
Samuel Mena Orell, presidente de la Unión de Reporteros Gráficos de Chile, afirma: "Nadie puede ingresar si no está afiliado y nadie extraño entró esta vez".
Sin embargo, había dos chicas de unos quince años que eran estudiantes de fotografía. Ellas no tuvieron participación, pero es una pequeña prueba del criterio de admisión.
Cuenta Alfredo Graciani: "Cualquiera que tuviera una máquina con la que nosotros sacamos a nuestra familia, entraba. Te doy otro detalle: en Argentina los que alcanzan la pelota son pibes, acá tenían entre treinta y cuarenta años...".
El comienzo del fin
Para los reporteros gráficos chilenos todo se inició a los 21 minutos del segundo tiempo, cuando Marcelo Barticiotto convirtió el segundo gol de Colo Colo definiendo en forma espectacular tras un centro de Patricio Yañez. Cuenta Marcelo Agost, fotógrafo del diario "La Nación": "Yo fui a sacar los festejos, cuando Navarro Montoya me pegó una patada en la pierna derecha".
Dice Navarro Montoya: "Ya en el primer gol entraron fotógrafos revoleando las cámaras. En el segundo se me viene encima uno de ellos de la misma manera y yo le pegué una patada para defenderme, es cierto. En el campo había mucha gente que no tenía nada que hacer, calculo unos doscientos cincuenta que supuestamente eran fotógrafos, cuando en Chile hay siete medios periodísticos. Había tipos infiltrados que estaban para incitar, nos escupieron, nos insultaron. Todo eso te lo podés bancar, mirá que nosotros jugamos en Brasil, alguna experiencia tenemos, pero que estos tipos te tiren encima las máquinas ya es otra cosa... Nosotros nos estábamos bancando todo, hasta que agredieron a Apud; ahí salimos a defender a un compañero...". Para los jugadores argentinos ése fue el comienzo del fin. A los 37 minutos de ese segundo tiempo Rubén Martínez convirtió el tercer gol de Colo Colo después de una perfecta pared con el Pato Yañez. Los defensores de Boca piden off side inexistente, Giunta le protesta al juez de línea Manuel Serapiao (luego sería expulsado por insultarlo), pero esto no es más que una distracción visual que desvía el verdadero centro de los acontecimientos posteriores.
Del otro lado de la cancha, a más de sesenta metros, se produce un incidente decisivo.
Cuenta Antonio Apud: "Fui a buscar la pelota al foso, porque un tipo con gorrito rojo la había sacado del arco y se la había llevado cerca del banco de Colo Colo. En lugar de entregármela me hacía burlas. Lo único que hice yo fue pedírsela. En seguida viene una persona del cuerpo técnico chileno y me empuja al foso. Caí y me empezaron a pegar dos civiles, tipos de afuera, me defendí, vinieron algunos compañeros. Ahí empezó todo...".
Muchas partes de este rompecabezas necesitaron de una investigación posterior a los hechos: búsqueda de testimonios, preguntas, observación de fotos o de videos. Esta, la que cuenta el Turco Apud, no. Esta parte la vi yo, enviado especial de EL GRAFICO, en el momento, desde el Palco Oficial. Un hombre con la campera que unificaba a los integrantes del cuerpo técnico de Colo Colo (azul, roja y blanca) empujó a Apud mientras éste reclamaba la pelota. A mi lado, un conocedor del fútbol chileno me dijo: —Ese es el preparador físico, se llama Marcelo Oyarzún y siempre arma q... En el partido contra Universitario de Perú, Juan Baya lo corrió en el vestuario porque lo quería matar.
La visión directa permitió seguir los hechos, antes que la batalla se enredara y se convirtiera en inentendible. Esto fue lo que siguió: Graciani encaró a Oyarzún, se pegaron y entonces aparecieron por primera y única vez los jugadores de Colo Colo. Yáñez le pegó a Moya, Batistuta y Navarro Montoya se trenzaron con Mendoza.
Cuenta Alfredo Graciani: "Yo vi a un tipo empujando al Turco Apud y pensé que lo había matado. Cuando me acerco veo que es del cuerpo técnico de ellos y le digo: '¿Qué hacés, loco? Lo vas a matar...'. No me acuerdo con qué palabras me contestó, pero me cargó, entonces me le fui al humo. Después vino Yáñez y me tiró una patada voladora, pero no me alcanzó".
El infierno había abierto sus puertas.
Bajo fuego
A partir de allí es difícil ordenar cronológicamente el caos que se produjo en el campo de juego. Hay varias imágenes que se mezclan pero que igual surgen sobre otras con mayor nitidez. Batistuta y Giunta corren a un fotógrafo, y de pronto el delantero queda solo, rodeado por cuatro reporteros que revolean sus cámaras como si fueran boleadoras.
Cuenta Batistuta: "Para que yo me vuelva loco tienen que pasar muchas cosas. Nunca me peleo, pero me calenté cuando vi que lo empujaban al Turco Apud y después, cuando lo vi todo cortado a Tabárez, me terminé de calentar...".
Allí aparece una de las imágenes más patéticas. Tabárez discute con el técnico yugoslavo Mirko Jozic. Cara a cara. Al borde del descontrol, le recrimina la intervención del preparador físico Oyarzún. La discusión desde arriba se ve subida de tono, pero no hay agresión física. De pronto, una nube de reporteros y de jugadores de Boca rodea al grupo inicial. Un fotógrafo agrede con su cámara a Batistuta, Tabárez sale desprendido, hecho una furia, e inicia una persecución cuyo objetivo es el reportero gráfico Miguel Angel Allendes. Lo alcanza y derás de él llegan Batistuta, Giunta y otros.
Dice Allendes, profesional del diario "La Cuarta": "Primero me agrede un jugador de Boca de atrás, después lo veo a Tabárez que se me viene encima, con tanta mala suerte para mí que caigo en el foso. Tabárez además me quitó dos cámaras y no me las devolvió".
Otra imagen escalofriante se produce casi en el mismo lugar, cerca del banco de Boca, pero con diferencia de unos minutos. Es la parte más dramática de los hechos, la suerte que corrió Rodrigo Arangua, fotógrafo de 23 años perteneciente al diario "La Época", internado inmediatamente en el Hospital Mutual de Seguridad, con diagnóstico reservado sobre la lesión de su ojo derecho. El mismo narra lo que le sucedió...
—Yo estaba en el banco de Boca en el momento del tercer gol de Colo Colo, ellos salieron corriendo y comenzó todo. En un costado agredían a un colega de otro diario. Traté de acercarma para tomar una fotografía, el piso estaba húmedo, resbalé y caí, los jugadores argentinos me vieron y comenzaron a pegarme."
Aquí es imprescindible hacer un alto. Medir las palabras, cuidar los conceptos. Una grabación de la televisión chilena permite ver con claridad la definición de este momento, el instante preciso en que Arangua es agredido primero por detrás, con una patada de Navarro Montoya, y luego por delante, con otro puntapié en la cara que le propina Hrabina. Confieso que cuando vi este tape sentí un profundo dolor que va mucho más allá de Boca, de las nacionalidades. Un dolor que se acerca más a la comprobación de la capacidad humana de lastimar.
Poco después, otra imagen —también de la televisión de Chile— en que desde otro ángulo se va a Rodrigo Arangua con campera marrón tirar una patada voladora a Pico, caer luego y recibir la golpiza posterior.
Esta reflexión no cambia lo anterior. No justifica. Simplemente agrega un dato: el fotógrafo Arangua no cayó solo, estaba pegando él también. Formó parte de una guerra inexplicable, lo mismo que los jugadores de Boca. Una guerra que duró once minutos.
Hay muchos culpables. En principio, la organización. Josué Grande, el veedor, reconoció que así no se puede volver a jugar pero permitió que se lo hiciera. El árbitro brasileño Renato Marsiglia tiene la misma responsabilidad. Cuando se produjeron las invasiones en los goles debió tomar alguna determinación. La agresión de Marcelo Oyarzún a Antonio Apud es incomprensible y fue la que desató el resto. Entonces, ¿los jugadores de Boca son inocentes? No. Reaccionaron, algunos en forma tremenda. Pegaron en forma indiscriminada. Pero ellos no iniciaron la locura, no la provocaron, no encendieron la mecha. Eso sí: le echaron nafta al fuego.
¿Se los puede culpar? Sí, y de ningún modo se los debe catalogar como héroes. Hay que tener algunas cosas en cuenta: estaban jugando una semifinal de la Copa, estaban quedando eliminados, habían jugado más de ochenta minutos y se sabe: a menor oxigenación, menor es la capacidad para razonar.
Resulta difícil decir si los jugadores de Boca hubieran podido controlarse. Para Navarro Montoya no hay dudas...
—El que dice que nuestro comportamiento es injustificable no estuvo adentro de la cancha. Es imposible no reaccionar en una situación así, para no hacerlo hay que tener agua en las venas.
La otra historia
La delegación de Boca estuvo setenta y tres horas en Santiago. Más allá de alguna anécdota previa, como la amenaza de bomba en el Hotel Acacias el día anterior al partido, las últimas cuarenta horas fueron dominadas por la angustia.
Recién a las 2.45 pudieron llegar al hotel. La euforia de los festejos había llegado a Vitacura, representada por cientos de hinchas. Por precaución el micro permaneció dos horas en la comisaría número 17. Antes, había sido apedreado y varios de sus vidrios fueron rotos.
Pero recién empezaba la larga espera. Al día siguiente, el jueves 23, Boca debía regresar en el vuelo 207 de Aerolíneas Argentinas, previsto para las 13.00 horas. Algo cambió los planes. Esa mañana el juez Sergio Brunert, de turno en el Juzgado Número 14, citó a declarar a Oscar Tabárez y Blas Giunta para las 14 horas, debido a las denuncias presentadas por el diario "La Época" y por el Canal 9 "Megavisión".
Mientras la utilería terminaba de cargar sus bolsos en una pequeña combi, la reacción de los jugadores no se hizo esperar: "Nos vamos todos o no se va ninguno". No se fue nadie. Empezó así una larga vigilia. Durante tres horas y media Giunta y Tabárez declararon mientras muchísimos periodistas y curiosos esperaban. Cuando salieron, un comunicado pegó en seco contra las ansias de regreso de los argentinos: el juez Brunert fijó una fianza de 150 dólares para cada uno, pero también formuló una orden de arraigo por sesenta días para los dos.
Así era la situación de Boca el jueves entrando la noche: Tabárez y Giunta no podían abandonar el país por dos meses. Además, a las 14 horas el viernes deberían declarar otros tres jugadores: Batistuta, Navarro Montoya y Hrabina. Pero no quedaba allí, al menos la situación legal. A las querellas ya presentadas se agregarían en cualquier momento las de los diarios "La Cuarta" y "Ultimas Noticias", el Canal 4 Chilefilms, la Unión de Reporteros Gráficos y el Colegio de Periodistas.
Se barajaba además la posibilidad de que los Carabineros aportaran una demanda, lo que hubiera complicado mucho más las cosas. Tanto que si esto se concretaba habría intervenido la Justicia Militar chilena, lo que hace imposible cualquier fianza. Por suerte, la gestión del ministro del Interior Enrique Krauss —hincha de Colo Colo— evitó esta posibilidad. A partir de esa noche se iniciaron largas gestiones cuyo objetivo mayor era que Boca pudiera viajar el viernes a las 13. El grupo argentino lo integraron Antonio Alegre, Carlos Heller, asesorados por Marcelo Buffatti y Daniel Raimondi, secretarios de la embajada argentina en Chile. Ellos designaron al abogado: el doctor Alberto Eguiguren.
Explica Carlos Heller, vicepresidente de Boca: "Lo primero que hicimos fue elegir una estrategia. Había un elevado número de querellas y otras que supuestamente se podían agregar. Además, estaban corriendo contra nuestro tiempo, porque nosotros queríamos regresar al país. Teniendo en cuenta esto y la orden de arraigo por sesenta días, nuestra acción estuvo orientada a negociar y no a querellar, aunque teníamos motivos. El tema de las denuncias de los canales de televisión fue resuelto directamente por el presidente de Colo Colo. En cuanto al diario 'La Época', hicimos una declaración en la que Boca expresa que lamenta lo sucedido pero en ningún momento acepta responsabilidades. Lamenta, deplora, desea la pronta recuperación de los afectados". No fue la única condición para llegar a un arreglo. Además Boca accedió a hacerse cargo, vía la embajada, de los gastos que requiera la recuperación del fotógrafo Arangua (en principio se calculan unos 10.000 dólares), a eso hay que sumarle el pago de una cámara de televisión de Chilefilms que supuestamente rompió Giunta (20.000 dólares) y las máquinas del reportero gráfico Allendes (2.000 dólares). En total Boca deberá abonar unos 60.000 dólares." Además del comunicado del que habla Heller, el arreglo con "La Época" contempló una visita de Tabárez y Simón —representando al plantel— a Rodrigo Arangua en el hospital.
A las once de la mañana del viernes 23 la delegación de Boca estaba dispersa en tres frentes. Uno: Alegre, Heller y la gente de la embajada rumbo al Juzgado Número 14 junto a los demandantes. Dos: Tabárez y Simón rumbo al hospital. Tres: el plantel preparando todas sus cosas para embarcar en el vuelo de Aerolíneas.
"Se van todos", rumoreaban bajo algunos informantes confiables en el hotel Acacias. Todo parecía depender de un preciso mecanismo de relojería, en el que ningún detalle podía fallar. Parecíamos formar parte de un capítulo de la vieja serie "Misión imposible". Sin embargo, el verdadero reloj —el que marcaba la hora chilena— no aportaba ayuda alguna.
Ya eran las 12.30 cuando en el juzgado Alegre y Heller consiguieron que el juez Brunert levantara la orden de arraigo.
Ya eran las 12.40 cuando Tabárez y Simón dejaron el Hospital Mutual de Seguridad.
La embajada ya había solicitado que el vuelo de las 13 horas los esperara. El paso de Oscar Tabárez y Juan Simón por el hospital para visitar al fotógrafo Rodrigo Arangua había sido casi protocolar. Tanto, que apenas duró cuatro minutos. Nadie quiso contar lo que hablaron. Bueno, casi nadie.
Rodrigo Arangua, con su ojo derecho tapado, acompañado por su novia Daniela y el doctor Víctor Mouat mantuvo este diálogo con Tabárez:
—Usted vio que yo estaba cerca del banco, usted vio que yo estaba trabajando...
—Entonces usted también tiene que haber visto cómo nos agredieron durante todo el partido.
—Es que había muchos que no eran fotógrafos... Ni una palabra más.
Por ADRIAN MALADESKY (1991).
Notas: JOSE FELIX SUAREZ
Fotos: NORBERTO MOSTEIRIN y FABIAN MAURI.