Guillermo Vilas

Roland Garros y la historia del primer Grand Slam de Guillermo Vilas

La primera conquista del astro argentino en torneos de Grand Slam, nada menos que en el certamen que siempre soñó ganar.

Por Pablo Amalfitano ·

05 de junio de 2023

AQUEL 5 DE JUNIO DE 1977 trajo consigo una de las páginas más gloriosas del tenis argentino. Guillermo Vilas lo había perseguido toda su vida: ganar un Grand Slam sobre polvo de ladrillo, la superficie en la que se había formado. Ganar, en pocas palabras, en Roland Garros. Aquel día el sueño se hizo realidad.

Vilas ya era un jugador de elite hacia 1977. En diciembre de 1974, en Melbourne, había hecho estallar todo tipo de pronóstico cuando ganó el Campeonato de Maestros en césped, el título con el que le acercó el tenis a la masa popular de la Argentina. Ya había jugado también dos finales de Grand Slam, en Roland Garros 1975 y en Australia 1977. Pero aquella conquista resultó fundacional: ganar Roland Garros significaba una forma de completarse para el zurdo marplatense.

Las semanas previas no habían sido fructíferas. Venía de perder en cuartos de final de Hamburgo con el británico Buster Mottram y en la segunda ronda de Roma ante el Zeljko Franulovic. Por ello tomó la decisión, junto con su entrenador Ion Tiriac, de aislarse durante lo que se extendiera su estadía en Roland Garros. La cabeza, entonces, sólo estaría abocada a ganar, ganar y ganar. La esencia de Vilas, en definitiva, se explicaba en la obsesión por ganar.

La concentración resultó determinante. Vilas y Tiriac eligieron un club llamado La Faisanderie, aislado, con muchos árboles, mucho verde y, sobre todo, silencio. Allí se entrenaba, se alimentaba a base de pescado y ocupaba la otra parte del tiempo en la lectura, fiel a su estilo. "De París no vi nada; los quince días los dediqué al tenis", contó después de la proeza.

 

Imagen Vilas, en Roland Garros 1977
Vilas, en Roland Garros 1977
 

Aquella decisión fue, sin dudas, el primer paso hacia la gesta en un camino que no tuvo resistencia. Vilas estaba destinado a consagrarse en Roland Garros. La historia estaba escrita. Y comenzó, como un guiño del destino, en un partido contra Franulovic, el último hombre que lo había derrotado, semanas atrás, en el Foro Itálico. Fue victoria 6-1, 6-2 y 6-4 para el argentino, ubicado en aquel momento en el tercer puesto del joven ranking ATP.

En la segunda ronda hubo una sorpresa. El chileno Belus Prajoux se quedó con el primer set por 6-2 y los pasillos de Roland Garros murmuraban: "Vilas perdió un set". Minutos después todo se acomodó y ya nada volvió a desencajarse. Vilas dio vuelta la historia y se impuso 2-6, 6-0, 6-3 y 6-0. A partir de allí no volvió a perder ni un solo parcial y, como si fuera poco, su nombre quedó grabado en los anales del tenis.

Vilas apabulló a los rivales. Los desbordó. Les exhibió todo el poderío de su tenis sólido, paciente, pensante y rocoso. En el camino hacia la final eliminó de manera sucesiva al sudafricano Bernard Mitton por 6-1, 6-4 y 6-2, al estadounidense Stan Smith (15°) por 6-1, 6-2 y 6-1, al polaco Wojtek Fibak (14°) 6-4, 6-0 y 6-4 y al mexicano Raúl Ramírez (6°) por 6-2, 6-0 y 6-3, todo casi sin transpirar.

 

Imagen Tiriac y Vilas, en París.
Tiriac y Vilas, en París.
 

La topadora no se apagó en la final; por el contrario, arrasó con la escasa resistencia que pudo ofrecer el estadounidense Brian Gottfried, por entonces quinta raqueta del ranking, quien no halló respuestas en ningún momento del partido. Vilas lo aplastó 6-0, 6-3 y 6-0 para ganar su primer Grand Slam, cumplir el sueño de consagrarse en París y, como si fuera poco, establecer una marca que hoy sigue vigente: aquella final del 5 de junio de 1977 se mantiene como la que se resolvió con menor cantidad de games, la del resultado más abultado de la historia de Roland Garros.

"Cómo habrán sido mis nervios antes de la final que ni comer pude", dijo Vilas tras el avassallante triunfo sobre Gottfried. Y, minutos después del éxito, le dejó la explicación de la histórica conquista a El Gráfico: "Me sorprendió cómo pude reponerme tan pronto del traspié en Roma. Y claro: cuando uno se entrena fuerte, y le mete y le mete, los resultados saltan. Es lo que hicimos con Tiriac apenas llegamos de Roma. Antes de cada partido no pensaba en otra cosa que no fuera concentrarme".

Aquella hazaña configuró el primero de los cuatro torneos de Grand Slam que atesoraría Vilas en toda su carrera. Meses después se consagraría en el US Open, en la última edición disputada en Forest Hills, nada menos que ante Jimmy Connors. Los dos años siguientes festejaría en el Abierto de Australia. Roland Garros, claro, siempre será especial.