Guillermo Vilas

Guillermo Vilas, el número uno

Después de ganar el Abierto de los Estados Unidos en Forest Hills, tras vencer en la final a Jimmy Connors, el mundo del tenis no dudó: Vilas es el uno. Las imágenes exclusivas del archivo.

Por Redacción EG ·

11 de septiembre de 2022

Harrington es un lugar apacible, alejado del cemento hirviente de Nueva York, a cuarenta minutos del West Side Tennis Club, y propietario de la calma necesaria para quien quiera substraerse a cualquier otra tentación que no sea la de la actividad que desarrolla. Un lugar exacto para mantener la concentración y la tranquilidad, el que eligieron Guillermo Vilas y Ion Tiriac como hábitat para este Forest Hills 1977. El Westchester Hotel, de Harrington, siguió su tediosa rutina diaria en la mañana del once de septiembre. Desayunos, pasajeros que llegan y chequean su reservación, amabilidad en el trato. Para nadie este domingo soleado tiene nada en especial. Y a uno le parece imposible, porque toda la ansiedad y nerviosismo que posee quisiera compartirla, alejarla, poder mantenerla aletargada hasta que llegue el momento de que en el Gran Stadium de Forest Hills, Guillermo Vilas intente la hazaña ante Jimmy Connors. O al menos meterse dentro de un ambiente convulsionado, que comparta o deseche las dudas y las esperanzas, que se mueva al palpitante ritmo del acontecimiento, al compás de la gran posibilidad. Que discuta, que viva. Pero el mozo sirve el café indiferente. Me dan ganas de preguntarle quién gana para él pero temo que ni siquiera sepa que hay un campeonato de tenis, que un argentino puede convertirse hoy en el mejor jugador del mundo, que todo un país, allí en la lejana South America, está viviendo un día tenso, hablando y sintiendo un momento deportivo excepcional. Por lo de Boca, por lo de Reutemann. Me dan ganas de decirle que anoche apenas pude dormitar un par de horas, porque como en una película documental, me fue pasando la fresca historia del marplatense. Sus tristezas y sus triunfos.

 

Imagen El estallido. El juez da mala una pelota de Connors. Vilas extiende sus brazos. En ese instante había alcanzado la gloria. Se convertía en el mejor tenista de la actualidad. El marplatense inicia su festejo. El público lo convirtió en favorito. Él supo cómo responder. Forest Hills tiene su nuevo dueño. Se llama Guillermo Vilas.
El estallido. El juez da mala una pelota de Connors. Vilas extiende sus brazos. En ese instante había alcanzado la gloria. Se convertía en el mejor tenista de la actualidad. El marplatense inicia su festejo. El público lo convirtió en favorito. Él supo cómo responder. Forest Hills tiene su nuevo dueño. Se llama Guillermo Vilas.
 

Aquel año 1974 de su gran despegue, el asombro del mundo cuando ganó el Masters, su victoria en el Gran Prix del setenta y cinco, su desilusión al perder la final de Roland Garros contra Borg. O aquel hombre con mayúsculas que luchaba desesperadamente contra un físico agotado, en la semifinal del Masters del setenta y seis contra Fibak. Y me acordé también de aquel chico que hacía abdominales en la pieza del hotel en Londres, y salía a correr solo por el High Park en medio de la lluvia. O de aquel otro, más pequeño, que estudiaba en los trenes y en los ómnibus mientras iba y venía entre Mar del Plata y Buenos Aires, y se congelaba las manos en el frontón durante el invierno. Todos eran uno mismo. Pequeño, joven, hombre hoy, cada una de sus acciones buscaban una sola meta, una razón para el solitario oficio que eligió: convertirse en el mejor jugador del mundo del tenis. Y ese chiquilín, ese joven, este hombre, estaba finalmente por terminar su camino, su búsqueda, su razón de vivir.

Podía tomarla el domingo once de septiembre en Forest Hills. Un norteamericano agresivo y genial se la iba a disputar.

 

Imagen IZQUIERDA: Un grupo de argentinos invade la cancha de Forest Hills. En andas del frenesí anónimo se pasea la imagen del mejor. Aprisionada por su mano izquierda, una amiga de toda la vida: la raqueta. CENTRO: Final. El sueño realizado. Por ese torso desnudo baja la traspiración de quien ahora pasa a ser el número uno del mundo. Vilas descarga el último aliento y en el suspiro parece advertirse una actitud agradecida. El país estuvo con él. DERECHA: Un cheque por 33.000 dólares, pero que representa mucho más. Lo recibe Guillermo Vilas y equivale a un sueño por el que trabajó muchos años. Un sueño que no puede pagarse con dinero.
IZQUIERDA: Un grupo de argentinos invade la cancha de Forest Hills. En andas del frenesí anónimo se pasea la imagen del mejor. Aprisionada por su mano izquierda, una amiga de toda la vida: la raqueta. CENTRO: Final. El sueño realizado. Por ese torso desnudo baja la traspiración de quien ahora pasa a ser el número uno del mundo. Vilas descarga el último aliento y en el suspiro parece advertirse una actitud agradecida. El país estuvo con él. DERECHA: Un cheque por 33.000 dólares, pero que representa mucho más. Lo recibe Guillermo Vilas y equivale a un sueño por el que trabajó muchos años. Un sueño que no puede pagarse con dinero.
 

"Hoy puedo lograr todo lo que ambiciono. Durante años he vivido exclusivamente para conseguir convertirme en el mejor jugador de tenis del mundo. Por eso dejé otras cosas muy importantes, me aislé, me entregué a la pasión del tenis. Pero no debo ni puedo dejarme atrapar por ese pensamiento. Para mí debe ser una final, una importante final de tenis y nada más. Concentrarme en el rival y en el partido, pero no en lo que ello puede significar, porque si no me voy a atar solo"

Eran exactamente las diez de la mañana cuando apareció en la puerta del hotel. Enfundado en su buzo azul y celeste, con su apellido en la espalda, con las zapatillas super-pros con sus iniciales grabadas que usa cuando juega en los Estados Unidos. El día esperado comenzaba para Vilas, trabajando. Despaciosamente comenzó el footing sin que ninguno de los habitantes de Harrington se sorprendiera por ello. Ion Tiriac se sentó a la mesa.

 

Imagen Su revés definió con precisos "passings shots" ante un Connors fatigado y totalmente desorientado. Vilas, implacable, lo apabulló al final.
Su revés definió con precisos "passings shots" ante un Connors fatigado y totalmente desorientado. Vilas, implacable, lo apabulló al final.
 

"Todos los días ha estado corriendo por la mañana una media hora. Sirve para relajarlo, para sacarse las toxinas que quedan en los músculos del día anterior. Está tranquilo, al menos más que yo, que ya me fumé varios cigarrillos. Con la preocupación y la tensión lógicas de toda gran final, pero bien dispuesto mentalmente. Anoche ya estuvimos hablando de cómo plantear el partido. Yo me quedé a ver Connors contra Baruzzutti mientras a él lo inundé de vuelta para que descansara. Guillermo debe jugar bien pegado a la línea de fondo de la cancha, para que Connors no lo mande para atrás y no pierda potencia. Además hay que estar cerca del centro de la cancha, porque si no lo va a abrir mucho hacia los costados con sus tiros angulados. Hay que tratar de bajarle la pelota y jugarle por el medio, para que no pegue desplazándose"

Una figura increíble la del rumano. El decide cada movimiento de Guillermo, hasta el más insignificante. Nada puede hacerse sin consultarlo. Pero el método parece entregar excelentes resultados y se cumple sin excepción. Él también está vestido de tenis. Apenas aparece la figura de Guillermo en la distancia, se levanta y se dirige al court del hotel. Todo lo hablado la noche anterior tendrá ahora su ensayo general, para la gran presentación de la tarde. Precalentamiento y, rápidamente, a empezar a pegar con slice, haciendo que la pelota baje para no darle ángulo a Connors. Guillermo se mantiene pegado a la línea, cumple con lo indicado y se va metiendo en la mecánica del partido. En los problemas que deberá enfrentar horas más tarde. Son sólo cuarenta minutos, pero aprovechados perfectamente. Ahora queda esperar. Una ducha y ya es mediodía. Por la televisión empiezan a transmitir el doble femenino, mientras Vilas almuerza en la habitación con el teléfono desconectado, como en todos estos días. Cada comunicación pasó por las manos de Tiriac y cada mensaje fue llevado puntualmente. Carne, legumbres, jugo de naranja, ensalada de fruta y un té frío. Yo no puedo probar bocado. Me pregunto cómo lo puede hacer él. La tensión crece. Lo toma a uno en todo el cuerpo. Por la noche, un argentino puede ser el mejor jugador del mundo y uno está presente. Se hace difícil creerlo. Se hace difícil estar enfrentado simplemente a la posibilidad. Sólo Guillermo Vilas sabe lo que sacrificó y lo que realmente representa. Sólo él.

 

Imagen El argentino vaciló al comenzar el cotejo pero terminó afirmado, pasando con seguridad a la red en el cuarto set que ganó 6-0.
El argentino vaciló al comenzar el cotejo pero terminó afirmado, pasando con seguridad a la red en el cuarto set que ganó 6-0.
 

Camino a la gloria

A las trece, Tiriac acerca el Chevrolet Nova gris que tienen alquilado a la puerta del Westchester Hotel. Dos mozos españoles se acercan para desearle suerte a Viles, que baja con ocho raquetas y el bolsón verde head en la mano.

"Llegó el momento. Lo más importante va a ser tener la menta fría, pensar rápido, más rápido que él. Hay mucho viento y en la cancha se va a sentir más. Eso va a hacer más difícil los tiros de precisión, sobre todo no se van a poder jugar globos porque se los lleva el viento, ni muy cerca de las líneas. Sé que es mi oportunidad y no la voy a dejar pasar"

Tiriac maneja. Guillermo se sienta a su lado. Desde la puerta del hotel los dos mozos le gritan "fuerza, Vilas". Cuando después de cuarenta minutos de viaje arriban al West Side Tennis Club, hay dos policías esperándolos para que puedan llegar a los vestuarios. En la puerta hay argentinos residentes aquí, jovencitas que quieren su autógrafo, mil manos que quieren tocarlo. Sonríe, trata de contestar a cada buena expresión de deseo que se le formula. Pero está pensando en el partido, el rostro contraído, la mirada ensimismada. Su concentración comenzó exactamente con el último punto del partido con Solomon. Suben los dos. Hay prohibición total de molestar en el vestuario. Allí, Bill Norris, el masajista oficial en todos los grandes torneos, trabajará sobre los músculos del marplatense. Es como para el corredor de autos el momento anterior a la largada, el momento más angustiante para un jugador de tenis. La soledad en el vestuario, listo para entrar a la arena como los viejos gladiadores romanos.

 

Imagen Momentos antes de alcanzar la gloria. La victoria parecía no escapar de manos del argentino.
Momentos antes de alcanzar la gloria. La victoria parecía no escapar de manos del argentino.
 

Son las quince cuando aparecen en la cancha secundaria. Otra vez el peloteo, pero esta vez más liviano, sólo para calentar los músculos y hacer que los nervios desaparezcan al contacto de la raqueta con que se jugará el match. Chequear la tensión del encordado, preparar el brazo para el esfuerzo. Cada tanto levanta la vista y mira hacia el gran estadio, que ya está colmado desde las catorce, como pensando qué le espera allí. Pregunta: "¿Hay mucha gente, no?". Se le nota serio, trasunta el momento que le toca vivir. Pasan otros cuarenta minutos y Tiriac da por finalizado el precalentamiento. "Suerte". "Gracias". Se va a cambiar de remera, la misma que usó en todo el torneo (una cábala de muchos años ya) y esperará el llamado por parlante interno en los vestuarios. Cuatro años de dura lucha están por terminar. Vilas lo presiente. Sabe que es capaz.

 

Imagen El tenista argentino expresa en esta foto todo el cansancio físico de un juego intenso.
El tenista argentino expresa en esta foto todo el cansancio físico de un juego intenso.
 

Connors-Vilas, silencio por favor

Cuando lo vuelvo a ver entra con Jimmy Connors al estadio. Como un fantasma me aparece la semifinal del año pasado. Regresa esa imagen de un Connors netamente superior, tremendamente superior. Trato de alejarla pensando que ahora no es lo mismo. Que este Vilas con 38 partidos consecutivos sin perder y con siete torneos ganados está lo suficientemente maduro como para vencer a Connors en su propia casa. Otra vez llegó a la final sin perder un set. Connors también. Vilas encontró allanado el camino, con todas las eliminaciones que hubo por su lado, en el transcurso de las dos semanas.

 

Imagen Vilas corona con el abierto de los Estados Unidos un año fantástico en su carrera.
Vilas corona con el abierto de los Estados Unidos un año fantástico en su carrera.
 

Pero él salvó los escollos con tal facilidad que no dejó dudas. Inclusive contra Solomon, donde jugó un excelente tercer set y el mejor partido de los realizados en el torneo. Connors maravilló contra Orantes pero otra vez cayó en el cono de las dudas ante Barazzutti. No alcanza a mantener el ritmo violento de su juego. Tiene grandes lagunas que se pueden aprovechar. Hacen las presentaciones. Vilas recibe muchos más aplausos que su adversario. Nadie se extraña. La extravertida personalidad de Connors, su afición por las señoritas finas y sus desplantes en la cancha le han dado una imagen que los norteamericanos no aceptan. Y menos le perdonan haber dejado plantada a Chris Evert. Realmente un pecado. Los dos están muy nerviosos. La responsabilidad y todo lo que hay en juego los ata. Connors necesita de una buena actuación para salvar un año sin grandes victorias. Vilas está por atesorar lo que soñó toda su vida. Cometen errores gruesos, casi de principiantes. Vilas gana cómodo el primer game porque el norteamericano se apura y no acierta una sola devolución. Saca Connors y es evidente que Vilas está lento, sin reacción. Se mueve tarde y prepara tarde sus golpes. Engancha la pelota con su drive por no estar bien agachado, a la altura que le llega la pelota. Tiriac, sentado en el fondo de la cancha, al igual que Pancho Segura Cano, le pide tranquilidad, le hace señas de que flexione las piernas.

"Pese a la hora y pico que jugué antes del partido entré lento. Los nervios me tenían atado y me movía mal en la cancha. No le podía acertar a la pelota. Mi primer set fue realmente flojo. Por eso y porque el viento se arremolinaba y se hacía difícil poder controlar la pelota. Hasta que le tomé la mano me tuvo desorientado."

Connors es el primero en reponerse de la crisis inicial, en meterse en el partido y comenzar a manejarlo. Vilas juega pegado a la línea de fondo, pero no utiliza el slice, pega con top haciendo que la pelota se levante y facilita el juego del norteamericano. Connors apenas sube consigue mejores ángulos de devolución y su drive cruzado saca de la cancha totalmente al marplatense. Le quiebra el servicio a Vilas en el quinto y séptimo game y se lleva el primer set. Es claro dominador, impone su juego agresivo y sin especulaciones. Juega sobre las líneas, arriesgando a todo o nada y se le da más en todo. Es su estilo, es su personalidad y él lo sigue fielmente.

"Recién en el segundo set empecé a soltarme y a pegar con slice. Antes no podía porque estaba inseguro. Pero me di cuenta que él no podía seguir arriesgando tanto, sin que empezara a fallar. Jugar tan sobre las líneas es muy difícil de aguantar en un partido largo y con tanto viento. Pero lo que realmente empecé a hacer bien fue sacar. Creo que nunca como hoy conseguí tantos aces. Eso fue fundamental para mantenerlo en el fondo de la cancha."

En el segundo set comienza otro partido. Vilas empieza a utilizar la táctica indicada por Tiriac: pelota baja sobre el drive de Connors. Es que el norteamericano pega plano ese tiro y con la raqueta en esa posición se le hace muy difícil poder levantar las pelotas que se vienen arrastrando y con efecto. Están igualados en tres y Vilas gana muy fácil pese a que le cobran un "foot fault" el game de su saque: 4-3. Es el momento para quebrar. Allí uno se da cuenta de que el marplatense está con la mente fría. . . Se concentra y cambia sobre la marcha. Como no lo hizo en todo el match. Va al ataque. Sorprende a Connors yendo a la red después de un corto peloteo y el local sin timming para el passing shot tira afuera dos seguidos. Ya no tiene la precisión del comienzo y le cuesta mantener el juego de fondo que le propone su adversario. Vilas va al saque con el 5-3 y juega sus posibilidades sacando admirablemente. Cuando está 40-15, con toda la presión puesta sobre su adversario en el set point, demuestra su capacidad para definir. Lo espera en el fondo y de pronto le juega una pelota a mitad de cancha. Connors cree tener la gran posibilidad y viene a la red. Se encuentra con un formidable passing de revés y el score igualado en un set. Llevan jugando casi dos horas y todo está como al comienzo.

 

Imagen Saludando a las autoridades del Torneo. En su carrera, Vilas conquistó un total de 62 torneos de ATP (4 Grand Slam)
Saludando a las autoridades del Torneo. En su carrera, Vilas conquistó un total de 62 torneos de ATP (4 Grand Slam)
 

"Llegué donde quería"

Tercer set. Definitorio. El raudo de todo el partido y más de éste, con tantos nervios. Quien lo pierda difícilmente tenga fuerza anímica para ganar dos sets seguidos. Llegó la hora de definir. Y justo allí Vilas comienza a cometer imprecisiones. Se equivoca en el revés, su mejor golpe. Uno ya no puede con los nervios. Connors se escapa inexorablemente en el marcador. Parece que todo se derrumba, es el momento más dramático para los argentinos. Salvo Vilas.

"Realmente la cosa venía mal porque él tenía las riendas del partido. Pero nunca In e preocupé micho por estar 4-1 abajo porque igualaba con un solo break (punto para quebrar el saque rival) que tuviera. Tenía constantemente el asesoramiento de lon y me sentía seguro. Empecé a jugar de contraataque, como creo que no volveré a jugar nunca en mi vida. Empecé a darme cuenta en qué pelota se vendría Connors y a qué lugar. Entonces pude preparar más rápido el passing y pasarlo seguido."

Y cuando llega el famoso séptimo game (el más importante en cada set) Vilas está perdiendo 4-2. Pero utiliza genialmente el contraataque. Primero de revés y luego de drive. El apuro de Connors por ganarlo lo lleva a equivocarse en el ataque. Elige pelotas débiles y el marplatense le quiebra el saque. Llega el mejor momento del argentino; combina pelotas lentas con tiros profundos y potentes. No le da la medida ni el ritmo a Connors para que lo apure con sus temibles drives. Llegó el 5-0 y 40-0 a favor. La gloria ya estaba a su lado. Pero le costó aprisionarla. Connors luchó denodadamente. Igualó en cuarenta y después de ese tremendo esfuerzo su mente falló. Se desconcentró, se relajó tras salvar tres match points seguidos y cometió doble falta. Ya no tuvo solución. Vilas devolvió de drive dos contestaciones más y pelota baja al drive. Connors le pega paralelo y la pelota se va lamiendo el fleje. Vilas salta, festeja, duda porque el linesman no aclaró su fallo. Lo mira y señala mala. Ahora sí se puede festejar. Ahora sí se pueden dejar escapar las lágrimas. Lo suben en andas. Lo busca a Tiriac para estrecharse en el abrazo. Después de cuatro años llegó a ser el mejor. Lo merecía.

 

Imagen En 1977, el tenista argentino conquistó el récord de mayor número de victorias en una sola temporada, con 130 partidos ganados.
En 1977, el tenista argentino conquistó el récord de mayor número de victorias en una sola temporada, con 130 partidos ganados.
 

"Ya llegué donde quería. Soy el número uno del mundo aunque como no soy ni sueco ni europeo ni americano va a haber muchos que digan que no y que van a molestar. Pero cuando gane el Gran Prix ya no van a tener qué argumentar. Y aunque no quieran un sudamericano será el mejor. Con esto termino una etapa. La más importante de mi vida y con ello me doy cuenta de que me estoy poniendo viejo porque empiezo a recordar. El triunfo de Forest Hills se lo doy a mi país. A esa Argentina que no puedo disfrutar por tratar de conseguir esto. Pero no es el triunfo más importante de mi vida. Creo que Roland Garros fue más. Para mí aquello fue todo. En el corazón de cualquier tenista Roland Garros está primero. Porque es una tradición y porque como jugador de ladrillo siempre soñé en ganarlo. El tenis nació en Europa y Estados Unidos le sacó preponderancia por dinero pero no por calidad, y ganar en París siempre será más importante que ganar aquí, que es un torneo que cambia cada año, de piso o de gente. Pero de cualquier manera estoy en el lugar que siempre soñé. Aunque no lo logré yo solo. Yo soy el deseo de mucha gente que puso su grano de arena para que fuera lo que soy. A ellos se los debo. Sin amigos, sin gente que sufra y goce con uno, uno no es nada. A fin de año reuniré a todos mis amigos para decirles gracias. Gracias por llevarme a ser el mejor jugador de tenis del mundo."

Era el momento de la gloria, de la fama. Pero ni siquiera allí se dejó atrapar por el egoísmo de la insensibilidad. Vilas demostraba que también era grande fuera de la cancha. Él lo hizo todo. Pero lo compartía con todos aquellos que lo ayudaron a conseguirlo. Y eso sólo lo pueden hacer los grandes. Los verdaderamente grandes. Y Guillermo Vilas lo es.

Por LUIS A. HERNANDEZ

Fotos: ALDO ABACA. (Enviados especiales a Nueva York) Radiofotos y servicio de radiofotos exclusivas: THE ASSOCIATED PRESS

El camino a la gloria

 

Imagen El contundente debut en Forest Hills frente al español Santana.
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Imagen Gene Mayer no fue un escollo para el marplatense. Jugó con mucha seguridad y continuó su marcha hacia el título del Abierto de Estados Unidos.
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Imagen La final esperada. Perdió el primer set --único del torneo--, se rehízo, y terminó apabullando al norteamericano.
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