Las Crónicas de El Gráfico

El wing que todos admiran, el hombre que nadie conoce

Agustín Balbuena fue uno de los mejores punteros derechos de Independiente en su historia. El Gráfico descubre en 1973 al otro “Mencho”, un ídolo Rojo modelado en una escuela de humildad y hombría.

Por Redacción EG ·

14 de septiembre de 2018
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La primera vez que fui a conversar con él lo enfrenté con un micrófono y una cámara de televisión. Recién llegaba a Independiente y había sido figura y goleador de su equipo. Con una timidez y una honestidad tremendas, me pidió: "Hable con los otros muchachos, yo no sé expresarme muy bien ante los micrófonos..." Me emocioné y aprendí a conocerlo al Mencho Balbuena. La "familia" roja le abrió las puertas no bien golpeó, y le brindó todo eso que venía persiguiendo desde siempre: afecto, ternura, amistad. Ahora es figura indiscutida. Para todos sus compañeros, "el mejor puntero derecho argentino". Y el Mencho sigue tan corto, tan simple, tan puro como cuando llegó, "con una mano atrás y otra adelante". Fui a verlo a su casa de Villa Dominico. Enfrente, el potrero, la calesita vieja y gastada, los suburbios poblados de gente de trabajo, llenos de empuje y de sueños. Ahí estaba Balbuena en la azotea, arreglando la soga de tender la ropa. La mano amiga y generosa que franquea la puerta, la cordialidad y limpieza de un hogar firme, y enseguida la historia que destruye el mito del crack millonario, nochero, exhibicionista, despilfarrador. Esta es la vida de uno de los tantos tipos que se matan por llegar a primera, por ver unos mangos, por ser alguien en la vida. Todo esto lo contó sin rubores.
Imagen En el Rojo Balbuena ganó: el Metro 71, las Libertadores 1972, 73, 74 y 75, la Interamericana 73 y 74  y la Intercontinental 1973.
En el Rojo Balbuena ganó: el Metro 71, las Libertadores 1972, 73, 74 y 75, la Interamericana 73 y 74 y la Intercontinental 1973.


Nací en el Barrio Siete Jefes, en Santa Fe. Tengo 5 hermanas y nos criamos humildemente. El fútbol se me pegó en la calle, y jugué en cuanto partido de "baby" hubo por allá. En esos partidos, que se hacían por el asado o el cordero y terminaban casi siempre a los golpes. Pero al laburo no le falté nunca. Seguí el oficio de panadero y me pasé tres años trabajando y aprendiéndolo. Ganaba 70 pesos por día. Mi horario era de 9 de la noche a 2 ó 3 de la mañana. Después de trabajar en la cuadra salía a hacer el reparto. Recuerdo siempre cuando dejaba el pan a los clientes y pensaba: "Si algún día yo pudiera vivir en una casa como éstas..." Un día me peleé con el hijo del patrón y me fui del trabajo. Tuve que cambiar de oficio. Me hice aprendiz de yesero...

Arranqué en la octava de Colón. Fui saltando todas las divisiones, y a los 16 años ya jugaba en la primera de la liga local. Y por fin el debut oficial. Después de aquel partido inolvidable que Colón le ganó al Santos por 2 a 1, el puntero derecho López tuvo un problema de pesos y no actuó al sábado siguiente. Y el señor José Cantali, que era el técnico, me puso a mí, que tenía 18 años. Fue contra Chicago, en Mataderos, y perdimos 5 a 1. Me marcó Sartirana. Y al año siguiente apenas un par de partidos. Ganamos el ascenso a primera con un equipazo y me llegó el momento de decidir si podía ganarme unas pesos con el fútbol. Pero me ofrecieron tan poco que no me convenía. Y entonces seguí dándole a la yesería. Ya estábamos de novios con Margarita, y queríamos casarnos, cosa que hicimos al año siguiente. Yo con 20 cumplidos y ella can 15. No teníamos plata ni medios, pero nos queríamos.

Trabajaba de 7 a 14, de ahí salía disparando en "La Marciana", una bicicleta sin frenos, gastadísima, que todavía la conservo, y me llegaba a Colón para entrenar. Ganaba 300 pesos diarios como yesero y la peleábamos duro, Vivíamos en una casilla, éramos pobres, pero nos teníamos confianza. Cuando ya era alguien en Colón, un día les pedí a los dirigentes que me compraran un terreno, que yo ponla una prefabricada adentro. Y ahí me contestaron que no, que buscara una casita y ellos me la darían como prima. La encontré, costó 480.000 pesos y aún la conservo. Ahora vale mucho más y la estamos arreglando para alquilarla. Ese fue mi gran salto. Ya me di cuenta que el fútbol me iba a dar mucho...
Imagen 10 de Febrero de 1974. Festejando su gol, el segundo de Independiente frente a San Lorenzo en Boedo, el otro lo hizo el Negro Galván.(Foto: Forte)
10 de Febrero de 1974. Festejando su gol, el segundo de Independiente frente a San Lorenzo en Boedo, el otro lo hizo el Negro Galván.(Foto: Forte)


Colón en primera. Pero yo no existía. Probaron 20 wines y a mí ni una oportunidad. Me pusieron con San Lorenzo, de visitante, hice el gol, y faltando un minuto le dieron un penal a ellos que metió Albrecht. Uno a uno y vuelta a esperar. José Etchegoyen se acordó de mí. Además, me enseñó a cabecear mejor y a patear con la zurda. Quedé de titular indiscutido. El nacimiento de mi hijo me trajo suerte. Y todo coincidió con la llegada de Garufa. Un perro grandote que un dpia se agregó a la familia y quedó no más. Nunca me habían gustado los animales, y no sé por qué quedó Garufa, pero ahí está, firme después de ocho años con nosotros. Me vino a comprar River en 12 millones y bajé a Buenos Aires. Me ofrecían un gran futuro, pero apenas 100.000 pesos por mes. Lo consulté a Borgogno, que conocía de estas cosas, y me dijo que me iba a morir de hambre con esa plata. Yo ganaba 150 en Colón y con dolor dije que no. Después cayeron los de San Lorenzo, Vélez, Gimnasia y hasta Boca. Y por último me vendieron a a Central con Colman y Correa en 25 millones.

Imagen El potrero de Domínico, frente a su casa, y el picadito con los pibes del barrio., agazapado su hijo Jesús de 7 años. (Foto: Alessandrini)
El potrero de Domínico, frente a su casa, y el picadito con los pibes del barrio., agazapado su hijo Jesús de 7 años. (Foto: Alessandrini)


 

Nosotros somos muy caseros. No nos gusta andar por ahí. Además me cuido mucho. Con los pesos que fui cobrando compramos esta casa y algunos terrenitos en Santa Fe. Voy seguido a la iglesia y somos devotos de la Virgen de Guadalupe. Traje una imagen de México, que la hice bendecir, y la nena se llama Claudia Guadalupe y el nene Alberto Jesús. Cuando estaba en Central me salieron forúnculos en toda la pierna y estuve mucho tiempo sin jugar. Casi me cortan el pie. Fui de rodillas a pedirle a la Virgen, y mientras subía de rodillas la escalera hasta la imagen se me reventaron los forúnculos y por  fin se me curó todo. Del fútbol lo único que no me gusta son las concentraciones y los aviones. En este último viaje a Bogotá fuimos todo el viaje "bailando", y en una de esas el aparato cayó como mil metros y el comisario se negó un porrazo bárbaro. Fue tal el susto que en Bogotá, mientras jugábamos, me la pasé mirando hacia el cielo porque estaba totalmente nublado y teníamos que tomar el avión no bien finalizara el partido. Y lo peor es que volvimos a bailar...

E n Central no me fue bien La lesión me relegó mucho tiempo y después agarró la primera el pibe Bóveda y entró un fenómeno. Igualmente el señor Zof no me dio oportunidades, ni siquiera cuando se lesionó Gramajo. Aguanté mucho tiempo hasta que un día exploté y junté al señor Zof y al presidente Vesco y les dije que me vendieran, ya que no me querían. Y así fue como llegué a Independiente.  Fue mi salvación.  A Cap le debemos mucho de lo que somos ahora varios del plantel, Salimos campeones hasta de América, ganamos plata, viajamos. Holanda fue lo más lindo que conocí. Lástima que se fue el Pato. No lo podemos olvidar. Todavía me escribe a ver si arreglé contrato y cómo me va. Y así a todos. Incluso nos faltan sus gritos en la cancha. El Chivo, que es quien tendría que agarrar su lugar y mandar en el campo, no lo hace. Fuera de la cancha, él y Pepé son quienes más nos orientan, igual que el señor Maschio, pero adentro falta ese grito del Pato. Yo no grito, a lo sumo me estimulo a mi mismo: "Vamos, Mencho, fuerza que ganamos...", y me hablo continuamente. Una vez, en Israel, andábamos mal y Santoro me chilló: "Dale, vos, corre y no te hagas el canchero..." Le contesté mal, y saltó Pavoni replicándome. También le contesté fuerte. Al ratito me di cuenta de lo mal que había estado y les fui a pedir perdón en los vestuarios. Me dijeron riendo que no había ningún problema, pero nunca más le volví a contestar a nadie. Ni siquiera a los pibes jóvenes, como Galván, Pa!omba o cualquier otro. Yo respeto a todo el mundo y más a los compañeros. Y con los contrarios, basta de problemas. La última vez que me echaron, porque golpeé a un chico de Argentinos Juniors por defender al Pato, llegué al vestuario y me dije; "¿Cómo hice eso...?" Me dieron 4 fechas. Me perdí las dos finales con San Lorenzo cuando entramos en la Copa. Después de ese partido con ellos en cancha de Boca, que les ganamos 1 a 0, fuimos todos al Hotel Constitución. Estábamos felices, íbamos a la Copa, y los dirigentes entraron a repartir el dinero. Yo esperaba mi sobre, pero terminaron y a mí no me dieron nada. Lo encaré al señor Ucan "¿Qué están pagando? ¿A mí no me dan nada?" "No —respondió— usted no jugó". El Pato me explicó que a mí no me querían reconocer parte porque estaba suspendido y me quiso dar plata suya, pero no agarré. Me amargué muchísimo, pero me sirvió de lección. Ahora salen a golpearme muchas veces, pero no digo nunca nada. Al delantero lo ven todos cuando pega. Y me aguanto lo que me den…
Imagen 24 de Marzo de 1974. El Mencho y Pepe Santoro festejan el día que el Bocha le hizo tres a Racing
24 de Marzo de 1974. El Mencho y Pepe Santoro festejan el día que el Bocha le hizo tres a Racing


E s posible que ahora me esté soltando un poquito más, que me vaya más al medio. Antes tenía miedo que la pelota fuera a la punta mía y que no la recibiera nadie. Con Commisso nos entendemos un fenómeno y Giachello ha progresado una barbaridad. San Lorenzo es difícil, pero nosotros somos "muy" difíciles. Yo no quiero pronosticar nada, pre fiero jugar en la cancha. Aunque las cosas no me salgan igualmente corro y dejo todo. Nunca me pesé ni antes ni después del partido, para no hacerme problemas. 

Eso de Mencho me viene de chiquito. Un señor pasaba siempre a buscarme y me llevaba con él, a la vez que me cantaba el "Mencho Cirilo" Y me quedó así.

Lo más lindo que me pasó con el fútbol fue que puedo vivir en una casa linda gradas a él. Y las cartas que me llegan vuelta a vuelta a la sede de Independiente. Son de las familias del barrio Siete Jefes, las que vivían y viven en esas casas que tanto me gustaban. Es gente que me felicita y se alegra porque aquel pibe negrito que les llevaba el pan a ellos todas las mañanas sale en las revistas y es un conocido jugador de fútbol. Me felicitan y se alegran mucho por mi éxito. Las tengo todas guardadas...
Imagen Tarantini no puede con Balbuena, detrás se ve a Galván , Potente y ¿Pancho Sa?. (Foto: Forte)
Tarantini no puede con Balbuena, detrás se ve a Galván , Potente y ¿Pancho Sa?. (Foto: Forte)


La  señora, los dos nenes y Garufa están a su lado, siguiendo la charla. Es una familia feliz y hermosa. Ella repite a cada rato que no le interesa la plata y que prefiere tenerlo al Mencho en la casa y no en gira por el mundo. Se queda a escuchar los partidos por radio para esperarlo con las comidas que a él le encantan y que le ayudan a recuperar lo que generosamente dejó en el campo de juego. Era hincha de Independiente, igual que toda su familia, aunque el Mencho fuera de Boca y de Colón.  Y también me dijo cosas muy lindas.

Hice la promesa de que si salían campeones de América me pondría un vestido de tocado de la Virgen de Guadalupe, como se hace en Santa Fe.  Y ese día me lo hice, lo usé y lo tengo guardado.

En la vida no podre olvidar el día que nos mudamos a la casa que Colón le dio al Mencho de prima. Estaba toda instalada y entonces aprovechamos y regalamos todos los muebles, el colchón, los cuadros de la casa vieja a la gente del barrio. Fue una fiesta. Y después, cuando nos mudamos, ¿te acordas, Mencho, la emoción...? Teníamos unos muebles de lindos, y hasta luz eléctrica. ¿Te acordás, Mencho, que dejamos la luz prendida toda la noche y la mirábamos emocionados…? Y ahora mismo yo todavía me encierro en casa para que la gente no me pare para felicitarme porque él jugó bien el domingo. Nos juntamos dos tímidos. Pero somos tan felices…

JOSE MARIA OTERO (1973)