Las Entrevistas de El Gráfico

2000. Los Monte Rojo

Por primera vez los hermanos Ariel y Daniel Montenegro iban a jugar juntos en Primera. La ilusión que eso les generaba, las anécdotas de cuando eran chicos y jugaban en el barrio. Independiente lo hizo posible.

Por Redacción EG ·

10 de enero de 2020

Sólo cuando eran chicos los hermanos Montenegro pudieron patear para el mismo lado. Era en aquellos partiditos de barrio en los que no estaban en juego los puntos sino el honor de la cuadra o los desteñidos colores de Defensores de Tablada, la sociedad de fomento donde los dos hermanos dieron sus primeros pasos futbolísticos.

Después, el fútbol siempre los llevó por caminos enfrentados. Ariel Alfredo es el más grande, tiene 24 años y debutó en San Lorenzo en octubre del ’95. Daniel Gastón tiene cuatro años menos y jugó por primera vez como profesional, justamente con la camiseta de Huracán, dos temporadas después (Clausura ’97). Son las dos últimas incorporaciones que realizó Independiente para el Torneo Clausura 2000 y por primera vez van a poder jugar juntos oficialmente.

“La verdad es que ni siquiera cuando éramos chicos podíamos jugar juntos porque no nos dejaban. En los partidos de barrio cuando veían a dos que la movían siempre los hacían jugar en equipos distintos porque si no decían que había afano”, recuerda Daniel, a quien apodan Rolfi por su padre Rodolfo, quien tuvo un breve paso por el fútbol y también jugaba de mediocampista, como sus dos hijos.

Imagen Los Montenegro. Ariel y Daniel junto a su hermana Anabella, la mimada de la familia.
Los Montenegro. Ariel y Daniel junto a su hermana Anabella, la mimada de la familia.

Pero juntar a los dos hermanos no fue una misión fácil. Con Ariel no hubo grandes problemas más allá de que en la caja fuerte de Independiente lo único que se puede encontrar es eco, por lo vacía que está. Independiente le compró a San Lorenzo el 50 por ciento del pase de Ariel –en 1.300.000 dólares aunque en efectivo fueron sólo 400.000–, quien en la última temporada jugó a préstamo para Belgrano de Córdoba .

La historia de Daniel fue más complicada. Su pase pertenece al Olympique de Marsella, que lo adquirió a Huracán por 6.000.000 de dólares. Cuando Daniel Grinbank, encargado de llevar adelante la operación, estaba a punto de cerrar trato apareció River y complicó todo. Sin embargo, ante la negativa de los dirigentes franceses de vender una parte del pase, River se abrió del negocio e Independiente quedó con la mesa servida y no desaprovechó la oportunidad: puso 350.000 dólares y se aseguró al mediocampista hasta mitad de año con una opción de compra de 13.000.000 de dólares. Una de las trabas en la negociación era que los franceses no querían tasar al jugador porque no deseaban venderlo; pero Grinbank pidió que se le pusiera una cotización, por más que fuera ridícula, para que a Independiente le quedara la chance de comprarlo.

La corta estadía de Daniel en el Olympique no fue nada fácil de sobrellevar: “Cuando llegué a Francia fue todo bien. Jugué un par de partidos y hasta convertí un gol. Pero después de las vacaciones echaron al técnico y al que vino parece que no lo convencí porque hubo veces en que ni siquiera concentré. Por eso no dejé pasar esta oportunidad que me dio Independiente porque ahora voy a poder jugar, que es lo que más quiero”.

–¿Te daba lo mismo jugar en River que en Independiente?

–Son dos grandes. Estaba expectante en Francia aunque no estuviera en la cocina de la negociación. Fue todo sorpresivo porque no esperaba volver a la Argentina tan rápido, pero a veces las cosas no salen como las tenés planeadas. Igual, cuando supe que lo de Independiente estaba, firme di el okey.

–¿Y la posibilidad de jugar con tu hermano pesó en la decisión?

–Es algo especial, pero somos profesionales y no debemos fijarnos en eso. Es más, casi siempre jugamos en contra. Lo que más quiero es responderle a Independiente, que hizo el esfuerzo de traerme.

–¿Sabés que llegás a un equipo que no pasa precisamente por su mejor momento y que necesita imperiosamente un enganche que rinda?

–No me asusta el desafío. Sé poco de cómo juega Independiente aunque conozco a casi todos sus jugadores. Ahora  quiero jugar y que Independiente salga campeón.

 

Imagen Ariel jugando para el Rojo en un clásico contra Racing.
Ariel jugando para el Rojo en un clásico contra Racing.

Ariel ya no va a tener que saltar para defender a su hermano como cuando eran dos chicos: “Siempre jugábamos con tipos más grandes y estaba atento a que no le pegaran a Daniel. No lo defendía, lo cuidaba. Aparte era bastante atrevido, como ahora, así que había algunos que no siempre lo miraban bien. Eran partidos por la gaseosa pero eso no quiere decir que no se jugaran a cara de perro”.

–¿Se entendían bien en la cancha?

–Siempre te entendés con alguien que juega tan bien como él. Jugábamos los dos en el medio aunque lo que menos hacíamos era defender. Daniel agarraba la lanza y se mandaba para arriba; lo mismo hacía yo.

–En Independiente las libertades van a ser muchas menos. La hinchada va a pedir resultados sí o sí.

–Es cierto, y están en todo su derecho. Yo estoy tratando de acoplarme al equipo lo mejor y más rápido posible. Estoy muy cómodo acá.

  

Imagen Compinches, los hermanos disfrutan de la playa.
Compinches, los hermanos disfrutan de la playa.
 

El domingo por fin sus padres Rodolfo y María Rosa se van a poder dar el gusto de verlos jugar juntos a sus hijos, y ya no enfrentados como en esas encrucijadas en los clásicos San Lorenzo-Huracán. Después podrán sentarse los dos hermanos con su padre para hablar sólo de fútbol. “Siempre lo hicimos –aclara Ariel–, aunque cada uno tenía temas diferentes para hablar, dependiendo de su equipo. A mi viejo le pedimos consejos, pero todos opinamos. Mientras Daniel estaba en Francia se hacía más complicado, aunque un llamadito por semana nos hacíamos”.

La mamá también está feliz. Fue a esperar a Daniel el sábado a Ezeiza y no se quedó tranquila hasta que su hijo apareció detrás de la puerta de desembarque, aunque el avión se haya demorado más de dos horas. Doña Rosa confiesa que: “Ellos tuvieron que hacer mucho esfuerzo para ganarse su lugar. De chicos, todos los días era de casa al colegio y del colegio a casa y, si el tiempo alcanzaba, lo demás se lo dedicaban al fútbol”.

Las butacas reservadas para los Montenegro van a ser muchas en el estadio de Independiente. Ahí estarán los padres de los Montenegro; la esposa de Ariel, con sus dos pequeños hijos: Tomás y Mateo; la novia de Daniel, Melina.

 

Por GERMÁN HEIDEL (2000).

Fotos: ALBERTO RAGGIO y Archivo “EL GRAFICO”.