Memoria emotiva

Lionel Messi: Barrilete Cósmico

A días del inicio del Mundial, Leo hace hablar al planeta. Se lo compara con las vacas sagradas, las empresas se desesperan por contratarlo y su explosión mediatica es incontenible.

Por Redacción EG ·

26 de mayo de 2010

Nota publicada en la edición Abril de 2010 de la revista El Gráfico

Imagen EL HAT TRICK es el nuevo hobby de Leo. Hizo dos en una semana y lleva cinco en su carrera.
EL HAT TRICK es el nuevo hobby de Leo. Hizo dos en una semana y lleva cinco en su carrera.
A NADA. No le gusta perder a nada. Podrá tener carita de ingenuo, gestos de nene o rubor en las mejillas cuando lo elogian con la desmesura que sólo él se merece, pero por encima de la genialidad y de las sutilezas, por debajo del lujo inesperado o del gol asombroso, late el corazón de una fiera hambrienta de victoria. Así es hoy, cuando puede gritarle desde las vísceras el gol de un empate transitorio a España, por más que sea el país donde se lo estima como propio. Así era antes, cuando en la humilde mesa del comedor, allá en el barrio sin fantasías de un Rosario en llagas, no concebía otra cosa que la victoria en un simple juego de cartas y no dudaba en barrer la mesa de un manotazo si las barajas venían con presagio de derrota. “Hacía volar las cartas por el piso con tal de no perder”, recuerda siempre mamá Celia, la hija de la abuela homónima, aquella que lo llevó del brazo al club Grandoli; aquella a la que, luego de fallecida, Leo le pedía ayuda en las noches previas a cada partido; la destinataria de esos gestos al cielo cada vez que un gol le sonríe como ahora, que le sonríe seguido.

Es esa sed de victoria, dicen, la que le motoriza el talento sin par, la fantasía comparable con las leyendas, la genialidad que derrite de elogios a los periodistas del planeta. Es la sed de victoria que el año pasado, en medio del festejo de la séxtuple corona del Barcelona, hizo que le dijera a la multitud del Camp Nou algo así como… “y el año que viene vamos a ganar todo de vuelta”, frase que le hizo agarrar la cabeza al técnico Pep Guardiola, captado por las cámara de televisión en el mismísimo instante en que ponía cara de “cómo puede estar prometiendo esto”.

Guardiola no tiene derecho a queja. Fue él, y no otro, quien se sentó cara a cara con Messi, hace casi dos años, para contarle su plan. Para decirle que lo quería como arma letal de un equipo que haría del toque y de la circulación de pelota una especie de religión, “porque así he jugado y he sentido el fútbol”. Aquella vez lo despidió con un abrazo cuando Leo se iba a Beijing para colgarse una medalla de oro. Y en ese abrazo sembró una semilla de afecto y confianza en esa genialidad nutrida de la sed de victoria.

Es la sed que ahora, cuando el pibe mete de a ocho goles por semana, parece más viva que nunca porque delante de la frente se le aparece un Mundial, que es lo único que le falta ganar, y tiene aquella promesa por cumplir, que encima se puede rubricar en la casa del Real Madrid, en el Santiago Bernabéu, elegido para ser sede de la final de la Champions.

Guardiola podrá bromear y decir, como hizo con un hincha del Zaragoza en el estadio de La Romareda, que “si no fuera por Messi, estaría dirigiendo en Segunda”. Pero su convicción verdadera, su diagnóstico genuino, es el paralelo que él mismo trazó con un prócer del básquetbol, Michael Jordan: “Cuando uno es el mejor del mundo en un deporte, tiene mucha incidencia. Jordan la tenía en los Bulls y en el básquetbol, igual que Leo en el fútbol”. Habla de la incidencia determinante del talento en la ruta impostergable a la victoria. Habla de ese avance hacia el objetivo a través de la metodología más seductora e implacable. Habla de una comparación que parece imposible, pero que varios hicieron, incluso nosotros (ver aparte). Y habla, aunque  sin decirlo, de una comparación deportiva con más equivalencias –con perdón de las diferencias dictadas por la evolución del juego a través de las décadas– con las vacas sagradas del fútbol mundial, que a su edad no habían producido ni facturado –pero sí jugado– en los niveles de Leo.

A los casi 23, que Messi cumplirá el 24 de junio, ojalá que en pleno Mundial, Di Stéfano, Pelé, Beckenbauer, Cruyff y Maradona habían tocado el timbre de la consideración internacional, aunque lejos de su cosecha de títulos, como se observa en uno de los recuadros que acompañan este texto.

Desde las características, todo es más discutible. Di Stéfano era un todoterreno, un jugador total, con incidencia en el juego colectivo en cada centímetro del campo, no sólo en ofensiva. Pelé era un compendio de técnica y fortaleza, un arma de destrucción masiva, capaz de convertir 305 goles a los 23, unos 175 más que Messi. El Kaiser fue un líbero con perspectiva profunda, que jugaba a otra cosa y en otro sector del campo, pero con una jerarquía tan infinita que se metió en la galería de los grandes. Cruyff le dio sentido al fútbol total con dinámica y capacidad técnica al servicio de una expresión colectiva. Y Maradona pudo llevar el potrero a la elite, ejecutó jugadas que los especialistas creían reservadas para los cuentos de fantasía, algo que Leo parece replicar a cada paso.

Sin importar quién fue mejor –al cabo, un detalle–, Messi justifica las comparaciones, avala cualquier ejercicio de similitud con esas glorias. Y eso define su verdadera dimensión.

Imagen GOLAZO al Stuttgart, por la Champions, la semana de los ocho goles en siete días.
GOLAZO al Stuttgart, por la Champions, la semana de los ocho goles en siete días.
LA PROYECCION del gol al Getafe en 2008, calcado de la obra maestra de Maradona a los ingleses en México 86, alcanzaría para que un extraterrestre entendiera de qué está hablando hoy el planeta futbolero, por qué se puede googlear el nombre “Lionel Messi” y encontrar 30 millones de textos en apenas 0,29 segundos. Pero es oportuno recrear los escalones que trepó durante el último mes, reafirmando que no quiere dormir la siesta sobre los laureles que ya cosechó…
 
La semana del 14 al 21 de marzo fue soñada para la Pulga. Hizo 8 goles en 7 días: 3 a Valencia, 2 a Stuttgart y 3 a Zaragoza.
 
Al cierre de esta edición, Messi llevaba 25 goles en la Liga, a falta de 10 fechas para el final. ¿Qué se desprende de esto? Que tranquilamente puede aspirar a batir el récord goleador del Barça en la Liga, que ostenta Ronaldo con los 34 goles convertidos en el torneo 1996/97. Y también se puede animar a superar la marca máxima para un campeonato, en poder de Zarra (Athletic) y Hugo Sánchez (Real Madrid), quienes llegaron a los 38 goles en las temporadas 1950/51 y 1989/90, respectivamente. El primero los hizo en 30 partidos, mientras que el mexicano los convirtió en 36.

Hasta el viernes 26 de marzo, Messi sumaba 34 goles en la temporada global –uno más que Wayne Rooney, del Manchester United–, condición que lo perfila para pelear por el Botín de Oro europeo.
 
Con su doble “hat trick” a Valencia y Zaragoza, se integró al selecto grupo que logró marcar por triplicado en dos jornadas consecutivas de Liga, igual que Lafuente (Athletic, 1928/29), Olivares (Alavés, 1930/31), Lángara (Athletic, 1943/35 y 1935/36), Alday (Real Madrid, 1940/41 y 1941/42), Barinaga (Real Madrid, 1944/45), Di Stéfano (Real Madrid, 1958/59), Rubén Cano (Atlético de Madrid, 1977/78) y Alfonso (Betis, 1996/97).

Algo tan complicado como un “hat trick” se le ha vuelto una costumbre. Ya consiguió cinco en lo que va de carrera. Con 79 goles, alcanzó el 11º lugar entre los goleadores históricos del Barcelona en la Liga. El primero de esa lista es César Rodríguez, que anotó 165 entre 1942 y 1955. Con casi una década de contrato por delante, todo indica que Messi terminará al tope de esa lista. Y hasta podría apuntar a los 357 goles cosechados entre 1912 y 1927 por el filipino Paulino Alcántara, máximo artillero culé de todos los tiempos. Sumando los compromisos españoles e internacionales, Messi ya gritó 112 goles para los catalanes.

ANTE SEMEJANTE rendimiento y tan impactante proyección, los contratos fabulosos le florecen como margaritas. Messi extendió su vínculo con el Barça hasta 2016, con una cláusula de rescisión valuada en 250 millones de euros, por lejos la más alta del mundo. Sus herramientas de trabajo, aquellas blancas y delgadísimas piernas que supieron deslumbrar en La Máquina 87 –algo así como los Cebollitas de Newell’s–, hoy están aseguradas en 20 millones de dólares cada una.

Imagen GRACIAS al cielo, desde donde lo observa y guía su abuela materna.
GRACIAS al cielo, desde donde lo observa y guía su abuela materna.
Según el último sondeo de la revista France Football, Messi es el futbolista mejor pago del mundo, con una recaudación anual de 33 millones de euros, superando los 30,4 millones de David Beckham y los 30 millones que, “a duras penas”, redondea Cristiano Ronaldo… ¿Cómo se dividen los 33 de Leo? Centavo más, moneda menos, 10 millones pertenecen al salario, 4 millones corresponden a los premios por los títulos conseguidos durante la temporada y 19 millones son por ingresos publicitarios. Tal cual: aunque juega como los dioses, su mayor fuente de ingreso no es el fútbol en sí, sino la publicidad, la explotación de su imagen.

Hay varias maneras de ser anzuelo publicitario. Jugar bien, es una de ellas. Tener la facha de Beckham, es un plus, por más que el foco mayoritario del mensaje se desvíe hacia al arco femenino. Pero nada rinde más que descoserla en la cancha, tener un pasado y un presente de buena conducta social y, encima, una carita de pibe común y silvestre que pega con todos los targets. Un pibe como Messi, con semblante y actitudes sencillas, que como máximo pecado tiene el haberse copiado en varias pruebas de su amiga Cintia Arellano, en el Colegio Las Heras de Rosario,  puede ser el hijo ideal, el hermano ideal, el novio ideal, el nieto ideal… Entonces llega, seduce, conmueve y convence a todos, que es, ni más ni menos, el objetivo supremo de la publicidad.

No es casual, entonces, que se fijen en Messi para vender indumentaria deportiva (Adidas), bebidas no alcohólicas (Pepsi, Gatorade), combustibles (YPF, Petrobras), telefonía (Movistar, Telefónica), golosinas (Bubbaloo), tarjetas de crédito (MasterCard), zapatos y relojería (Storkman, Mirage), pasajes aéreos (Air Europa), comestibles (Yogurísimo, Danet, Lays), informática y videojuegos (SanDisk, Xbox), prestaciones médicas (Galeno), electrodomésticos (Garbarino) y beneficios bancarios. A propósito, cuando el Banco Sabadell largó su campaña valiéndose de la imagen de Messi, logró que 20 mil jóvenes abrieran una cuenta. Por algo el crack del Barcelona aparece en la portada del juego Pro Evolution Soccer 2010… 

Pero así como factura, colabora, le mete garra a los actos solidarios, da una mano. Y el mes pasado, en medio del vendaval de goles con la camiseta blaugrana, se convirtió en Embajador de Buena Voluntad de UNICEF, uniéndose a una lista de portavoces de excepción, entre los que se incluyen la Reina Rania de Jordania, que es Promotora Eminente de la Infancia de UNICEF, y a otros Embajadores de Buena Voluntad, entre ellos Ricky Martin, David Beckham, Jackie Chan, Judy Collins, Mia Farrow, Whoopi Goldberg, Jessica Lange, Roger Moore, Susan Sarandon y Shakira. Además, Leo se suma a otros compatriotas como Manu Ginóbili y Julián Weich, embajadores locales, y al cantante Diego Torres, embajador regional. “Sé que es un compromiso y una responsabilidad importante, pero al mismo tiempo es muy lindo para mí. Hay millones de niños que no están bien, que tienen enfermedades, que no se alimentan bien, que no tienen una educación y yo quiero colaborar con UNICEF para intentar mejorar todo esto”, dijo en el acto de proclamación. No es una cuerda que jamás haya tocado. Desde 2007, está en pleno funcionamiento la Fundación Leo Messi, que ayuda a chicos y adolescentes en condiciones de riesgo bajo el slogan “Elegí crecer” y cuya web (www.fundacionmessi.socialteam.com) se está preparando para contar con versiones en cinco idiomas: castellano, inglés, catalán, portugués y mandarín. Su página personal (www.leomessi.com) también se encuentra en proceso de relanzamiento, aunque ya hay invitaciones para registrarse y para el contacto de sponsors.

La explosión de Messi en Facebook es extraordinaria. Existen alrededor de 1.100 grupos de fans en el mundo entero. El más numeroso acumula 1.468.609 seguidores. Vale trazar un paralelo con una referencia local: el grupo “Que Francella diga ‘A comerlaaa’ en Hollywood si gana el Oscar los Oscars”, que causó furor durante febrero y marzo, llegó a 222.820 fans. Y bué, así somos... 

Imagen EL ESCAPISTA zafa de la triple marcación del Valladolid.
EL ESCAPISTA zafa de la triple marcación del Valladolid.
Pero el fenómeno de Messi en la red social tampoco debería sorprender. Según un informe de un grupo de investigación de la Universidad de Navarra, es el jugador más mediático del mundo. Leo tuvo el puntaje más alto: 21,6. Debajo quedaron Cristiano Ronaldo (19,6) y Wayne Rooney (13,6). En ese mismo informe, Barcelona fue catalogado como el club más mediático del planeta, por encima del Real Madrid.

A NADA. No le gusta perder a nada. Quizás sea cuestión de herencia: papá Jorge tampoco se banca perder. Dicen que cuando juega Leo y él está en Rosario, enciende el televisor y se transforma en un espectador tan insoportable que tienen que dejarlo solo. Grita, protesta, patalea y se fastidia como si fuera Leo, aunque Leo allá, en la cancha, se contiene y resuelve todo con su maestría y, también, con esa generosidad que logró enternecer al corazón siempre avinagrado de Johan Cruyff: “El valor actual de Messi es incalculable, no sólo por su decisión de echarse al equipo a la espalda, sino por dar la cara cuando es más necesario y por ese punto de generosidad que lo acompaña, como se vio al cederle el penal a Ibrahimovic (ante Zaragoza) sabiendo que necesitaba recobrar la confianza”. Ese detalle de Messi, esa cesión carente del egoísmo inherente al futbolista, lo posiciona en un sitial fraterno dentro de un grupo. Eso también es ganar.

A nada. No le gusta perder a nada. Fue así desde que el viejo Salvador Aparicio lo puso en las infantiles del club Grandoli, aunque la pelota número cinco le llegaba a la cintura. Ni hablar desde el 16 de noviembre de 2003, cuando debutó en la Primera del Barcelona en un amistoso contra el Porto, en el Estadio do Dragao, luciendo una camiseta plateada con el dorsal 14, con apenas 16 años... Entonces, a un tipo así, a un chico con esa sed de victoria, ¿cómo le va a dar lo mismo ganar, empatar o perder con la Selección? Que rindió con altibajos, seguro. Que el esquema no lo acompaña, ni hablar. Que, como diría el cascarrabias de Bernd Schuster, “Argentina no sabe qué hacer con Messi”, lo podríamos conceder. Pero nadie le puede cuestionar el deseo, las ganas, la ambición. Messi mismo es el primero en bajarse de su caballo, que de tantos títulos, y goles, y lujos es más grande que el de Troya: “Para ser una leyenda hay que ganar un Mundial”. Para lograrlo, tiene tiempo y ese fuego interior que los brasileños llaman “raça”. Sencillo: juega como nadie y no le gusta perder a nada. A nada.

Por Elías Perugino/ Fotos: AFP