¡Habla memoria!

2000. La doble vida de Pablito

Pablo Aimar es pura técnica y talento. Un jugador hecho a la medida de River, donde nació futbolísticamente. Un tímido fuera de la cancha y un desfachatado dentro. El testimonio de glorias riverplanteses y de sus seres queridos.

Por Redacción EG ·

05 de abril de 2019

Perseguirlo en el campo de juego, para muchos, se ha transformado en una maldición. Podría dar fe de ello el hondureño Arnold Cruz, que el último domingo tuvo la misión de hacerle marca personal y duró en su cometido apenas 24 minutos: el tiempo que tardó el árbitro Roberto Ruscio en amonestarlo por hacer uso y abuso de rudeza contra su presa. Entonces Daniel Córdoba, técnico de Chacarita, decidió un cambio de marcas para no quedarse con uno menos y Cruz intercambió posiciones y funciones con Serafín García. El chiquitín uruguayo también puede dar fe de la “maldición Aimar”: fue en su búsqueda durante 28 minutos, hasta los 7 del complemento, cuando Ruscio también le mostró la amarilla por darle un patadón a su blanco móvil. Y otra vez el técnico tuvo que disponer el enroque de carceleros: esta vez hizo ingresar a Jorge Cordon por Cruz, y el ex Ferro se fue orgulloso del Monumental cantando “victoria”. Al menos terminó el partido en la cancha sin una amarilla encima.

Imagen Pablo César Aimar nació en Río Cuarto, Córdoba, el 3 de noviembre de 1979.
Pablo César Aimar nació en Río Cuarto, Córdoba, el 3 de noviembre de 1979.

Parecía un juego, una práctica de rotación de vóley. Más allá de bromas, el hecho marca hasta qué punto preocupa a los rivales Pablo Aimar con su juego, en situaciones que no son tan evidentes como un gol o un pase gol. Y que sirvieron para redondear la gran tarde del conductor de River en la jornada del lanzamiento al bicampeonato: un gol (el segundo), un centro gol a la cabeza de Angel (el tercero), un casi gol de zapatilla y emboquillada que rozó el ángulo izquierdo del arco defendido por Vivaldo (hubiera sido el quinto), tres víctimas circunstanciales de su gambeta que se fueron al rincón, cuatro amonestados, y fútbol, mucho fútbol.

 

Tímido afuera

Detrás del jugador está la persona, un chico excesivamente tímido que intenta esquivar lo máximo posible las marquesinas intimidatorias del fútbol-show actual. “Para él es mejor escuchar que hablar, siempre dice que por algo tiene dos orejas y una sola boca, ésa es su frase de cabecera”, explica Laura Cecilia, la hermana mayor de Pablo, que hasta hace dos meses vivía con él en el barrio de Belgrano. Ahora ya se volvió a su Río Cuarto natal, como también se volvió su hermano menor Andrés, porque cumplió con su objetivo: ayudar y proteger a Pablo en sus primeros años de adaptación a Buenos Aires. Es más, cuando Laura vino a instalarse en Buenos Aires había dejado en su ciudad novio y carrera universitaria para acompañarlo. Ella cuenta que en lo que más gasta dinero su hermano es en comunicaciones telefónicas, porque todos los días habla con sus padres. “De los partidos vuelve muerto –asegura–; no come casi nada y habla con mi papá. Odia los puntajes de los diarios, él sólo agarra y ve las fotos. Y si mi papá le dice que hay una buena nota, entonces recién sí lee algo. Cuando se hablan de las cifras de su pase nosotros no le damos bolilla. Nos importan mucho más los miles de kilómetros que los miles de dólares. Si ahora estamos a 600 y ya lo sufrimos, no quiero ni pensar lo que puede ocurrir si se va a Europa”.

Imagen Debutó en River en agosto de 1996. Año en el cual el Millonario había ganado la Copa Libertadores.
Debutó en River en agosto de 1996. Año en el cual el Millonario había ganado la Copa Libertadores.

Por suerte para ellos, sin embargo, Pablo todavía no tiene pensado armar las valijas. Por ahora no quiere irse y ya se lo comunicó a su representante, Gustavo Mascardi. “Está bien que se quiera quedar un tiempo, que se fortalezca. Si hoy fuera a Italia estaría bien, pero también está bien que se quiera quedar. Más adelante, él mismo se dará cuenta de que su permanencia en este medio estará agotada”, sostiene Mascardi.

No se trata de una cuestión de maduración personal, sino de mayor rodaje en el fútbol doméstico. Aimar quiere estar seguro de ir y triunfar, por eso cree que no le vendrían mal disputar algunos partidos más aquí. “La plata no me sacude, no pasa todo por juntar dinero que asegure mi futuro, cada cosa tiene su tiempo”, se confesaba Pablo a principios de este año, en una de sus esporádicas declaraciones ante los periodistas. Su pensamiento se ubica en la antítesis de lo que manifiesta la mayoría de los futbolistas actuales: “Esta carrera es corta y hay que juntar plata como sea para estar salvado a los 35 años”. Beneficios que otorga el generoso fútbol para muchos de sus protagonistas: una jubilación de privilegio a la edad en que cualquier hijo de vecino debe romperse el lomo por 30 años más.

Ricardo Tomás, el padre que le puso César como segundo nombre a su hijo famoso en homenaje a Menotti (Pablo nació el 3 de noviembre de 1979, unos meses después de la conquista del Mundial juvenil de Maradona, Ramón Díaz y compañía), continúa en su puesto de trabajo en la DGI, a pesar de las fortunas que produce Pablo. Nadie se marea allí, todos parecen tener en claro su rol. Incluso todo lo que tenga que ver con las inversiones, merece un debate familiar. “El único lugar donde no es tímido es en la cancha. A él le encanta ir por la calle con la cabeza gacha”, reconoce el padre.

Imagen Dueño de una técnica propia del paladar riverplatense, supo enamorar a los hinchas con sus gambetas y sus golazos.
Dueño de una técnica propia del paladar riverplatense, supo enamorar a los hinchas con sus gambetas y sus golazos.

La adaptación a la vida lejos de los afectos, sin embargo, le costó mucho sacrificio y esfuerzo. En sus primeros años, tanto Facundo Elfand como Bruno Calabria –compañeros de ruta en la Selección Juvenil– debieron actuar como hermanos adoptivos para acercarle a Aimar lo que le faltaba. “Disfrutaba mucho estando con nosotros –evoca Ricardo Calabria, ex árbitro, padre de Bruno–, incluso muchas veces cuando se quedaba en su cuarto, lloraba. Es un pibe muy querible y sencillo”.

“Ahora, cuando estamos en la casa de algún amigo, el tema fútbol ni se toca. Termina el partido y ya no le importa nada más, se quiere olvidar del asunto. En el fútbol hoy estás y mañana no, y eso Pablo lo tiene muy claro”, completa Rodrigo Carvallo, más conocido como Rorro, ex compañero de inferiores en River y amigo inseparable de Pablo, con quien va a comer seguido afuera.

 

Desfachatado adentro

Hace un tiempo, cuando comenzó a deslumbrar con su sabiduría en los campos de juego, Aimar confesaba que en su infancia, la lucha por la supervivencia era todo un objetivo. Le gustaba jugar en lugares prohibidos y así le iba. “Cuando nos descubrían, nos echaban los perros para corrernos. Teníamos que saltar alambrados para zafar”, admitía entonces, como si estuviese preparando su cuerpo para escapar de los perros de caza que algunos años más tarde irían en su busca por los campos de juego. Vladem Lázaro Ruiz Quevedo, más conocido como Delem, todavía se mata de risa cuando recuerda la primera prueba de Pablito en River. “No me lo olvido más –cuenta el coordinador del fútbol amateur del club–, fue un picado en las canchas de Ciudad Universitaria. En la primera pelota que tocó tiró un caño. El grandote que lo marcaba lo quiso retar. ´Yo llevo seis años en el club, vos no podés hacer lo que hiciste’, le dijo. Nosotros agarramos a ese grandote y le aclaramos las cosas: ¡qué seis años ni seis años! Vos callate y aplaudilo, nene¨. Jorge Busti, técnico de las inferiores y que estaba también en ese momento presente en la prueba, tampoco olvida aquel caño. Y dice: “Enseguida me di cuenta de lo que tenía enfrente. Ojo, no es un gran mérito tampoco, hasta un ciego como José Feliciano lo hubiera visto”.

Aunque ésa salió bien, Delem se quiere dar la cabeza contra la pared cuando se acuerda de la dupla que se perdió de formar. No sólo él, sino también Pablo, que se quedó sin la oportunidad de jugar en su club con uno de sus grandes amigos y compinches. Ocurrió que en 1994, cuando a River le ofrecieron a Juan Román Riquelme. “Yo lo conocía, porque lo había visto jugar en inferiores. Y di el OK para que lo compraran, pero pedían 300.000 dólares y en el club consideraron que era mucho dinero. Fue una pena”, se lamenta el brasileño.

 

Imagen En su Córdoba natal, jugó en Estudiantes de Río Cuarto.
En su Córdoba natal, jugó en Estudiantes de Río Cuarto.
 

El que tuvo muchísimo que ver con la llegada de Aimar a River y ahora lo disfruta desde un rinconcito del banco de suplentes es Héctor Pitarch, el actual ayudante de campo de Gallego. El Flaco creció en Río Cuarto desde los cuatro años y conocía al padre de Pablo por los clásicos de aquellos pagos: Pitarch defendía los colores de Estudiantes y Ricardo Aimar, al que llamaban Payo por su pelo rubio, los de Asociación Atlética Banda Norte. Cuando Pitarch empezó a trabajar en las inferiores de River en la “era Passarella”, su hermano Norberto lo alertaba seguido y parejo: “Llevalo al hijo del Payo, haceme caso y llevalo a Buenos Aires”.

La historia que sigue es más conocida: lo probaron a principios de 1994, aquella vez del caño al grandote, y gustó. Lo quisieron fichar, pero el chico volvió porque era muy chico, con la promesa de regresar en un año. “Cuidate que por ahí te lo quieren soplar”, cuenta Héctor Pitarch que advirtió al padre de Pablo. “Quedate tranquilo, yo lo voy a llevar donde vos estés”, le respondió. Por suerte para River, en ese momento Pitarch trabajaba en Núñez. Y hoy analiza a su coterráneo: “Pablo tiene mucho coraje y personalidad. Lo que más me llama la atención es que encara y va al hueso del rival, yo creo que está tranquilamente al nivel de otros diez históricos de River”.

Historia difícil de creer, más de uno lanzaría una sonora carcajada si se enterara de cuánto le costó a River el pase de Pablo Aimar. Diez mil pesos, eso tuvo que abonarle River a Estudiantes de Río Cuarto cuando Pablo firmó su primer contrato en concepto de la ficha por el pase. Si dentro de algún tiempo se concretan las ofertas hipotéticas que se barajan desde Europa (hasta ahora no hubo ninguna oficial que llegara al club) que rondan los 20.000.000 de dólares, su cotización se habrá multiplicado por dos mil en menos de cinco años. ¡Pavadita de negocio!

 

Desde el vestuario

En la intimidad del plantel, todos reconocen a Aimar como un pibe que habla bastante menos del promedio. “Cuando tenía el pelo largo lo vivíamos jodiendo porque parecía que llevaba un gato en la cabeza; pero él nada, si parece una estatua”, reconocía con su habitual tono bromista Leo Ramos. “En su primera pretemporada, en Mar del Plata, le tocó compartir la habitación con el Negro Altamirano y conmigo –recuerda Hernán Díaz–, y él nos tenía que decir tíos a nosotros dos. La pasó muy bien el pibe, a mí me hace acordar a Enzo; si hay un jugador de fútbol con el que yo lo asemejo es con Enzo. Por la forma de jugar y por su perfil bajo, calmo, humilde”.

Imagen Como los grandes jugadores, con la cabeza levantada. En River disputó un total de 114 partidos y convirtió 30 goles.
Como los grandes jugadores, con la cabeza levantada. En River disputó un total de 114 partidos y convirtió 30 goles.

Pichi Quiroga, el utilero de River, encargado de recibir los mensajes de admiradores y afines de los jugadores, destaca que Aimar y Saviola encabezan el ranking en ese rubro. “A ellos les llegan unas diez cartas por día más o menos”, confiesa A la hora de reconocer uno de los tics del diez, no lo duda: “Antes de jugarse los partidos pregunta mucho por el estado del campo de juego. Como nosotros por ahí entramos antes, quiere saber. Y si le decís que está bastante mojado, él insiste. ‘¿Estás seguro?’, nos pregunta. Claro, no quiere saber nada con usar tapones largos”.

Uno de los que lo padeció en partidos oficiales y también en picados informales fue Marcelo Gómez. El Negro prolongó la relación a través del vínculo establecido por la música. Aimar es fanático de Joaquín Sabina (alguna vez eligió “El boulevard de los sueños rotos” como su tema preferido) y se enganchó mucho con el grupo de rock Los Piojos. Gómez le hizo el contacto porque conocía a los integrantes del grupo y más de una vez salen juntos a comer con los músicos. “Es un chico muy sano, transparente –sintetiza Gómez–. En la cancha su principal virtud, para mí, es el arranque y el freno; eso que hace no te deja recuperación, ahí marca la diferencia”.

Aunque le dan mucho trabajos a los técnicos y jugadores rivales, las gambetas de Aimar también requieren del servicio permanente de Luis Seveso, el médico de River. “Es un hijo de re mil putas –lo define cariñosamente–, cada vez que lo bajan tengo que ir corriendo a ver qué le pasa y cuando llego a donde está tirado ya se está levantando y siempre me dice lo mismo: no me duele. Tiene unos huevos de oro”. Jorge Bombicino, uno de los dos kinesiólogos del plantel, no quiere meterse en su vida privada pero igual ya le tiene reservado un lugar preferencial: “A los 20 años es un profesional de 30. Si mi hija fuera mayor, no lo dudaría: sería el yerno ideal”.

Imagen De River fue transferido al Valencia, donde jugó desde el 2001 hasta el 2006. Luego jugó en Zaragoza, Benfica y Johor Darul Takzim (Malasia).
De River fue transferido al Valencia, donde jugó desde el 2001 hasta el 2006. Luego jugó en Zaragoza, Benfica y Johor Darul Takzim (Malasia).

Todos se desviven en elogios hacia Aimar. Todos menos los periodistas, a quienes el diez debe poner en un mismo plano de equivalencia que aquellos perros que lo perseguían y lo obligaban a saltar alambrados, aunque ahora la estrategia es más sencilla: sólo le basta con acelerar el paso, clavar la vista en el piso y salir detrás de algunos de sus amigos, sean Guillermo Pereyra, Franco Costanzo o Javier Saviola. Y si es alguno de los dos primeros, mejor, así es más fácil esconderse detrás de sus robustos físicos. Será porque odia los puntajes que ponen o las exageraciones tan habituales de estos tiempos que lo encuentran en el centro de la escena (“Los elogios y las críticas del periodismo son desmedidas”, declaró hace un par de meses) o porque alguna vez decidieron modificar su apodo de Payito al de Payasito. Aimar odia ese apodo.

A pesar de su perfil bajo, el año pasado, la agencia publicitaria Grey hizo un testeo entre el público de fútbol para elegir al protagonista ideal para una publicidad de Gatorade. El elegido fue Aimar y en las razones que daban no sólo se encontraba que se trataba de un excelente jugador sino que era considerado una buena persona, no conflictiva y humilde.

Buena persona. Habrá que preguntarle a esos pobres de Arnold Cruz o Serafín García, a ver si piensan lo mismo.

 

Imagen Lionel Messi declaró que su ídolo de la infancia fue Pablo Aimar.
Lionel Messi declaró que su ídolo de la infancia fue Pablo Aimar.

Así lo ven los ex River

Norberto Alonso


“Tiene inventiva, algo que escasea en el fútbol de hoy, y con eso ya hace la diferencia. Me gusta porque es guapo, pero guapo bien entendido: la pide siempre aunque lo caguen a patadas. Su cambio de velocidad es fundamental, con eso también supera a sus rivales. Creo que sólo le falta un poco de pegada con la zurda, pero sin dudas es el mejor jugador del fútbol argentino.”

 

Juan José López


“En general los 10 de River nunca laburaron demasiado. Este chico hace la diferencia porque, además de jugar muy bien, corre, quita y tiene un gran despliegue. Nunca lo veo dudar, así sea jugando a un toque o a dos. Me llama la atención que pese a ser bajito cabecee bien. ¿La máxima virtud? Hace una gran lectura del juego: antes de recibir ya sabe dónde la va a pasar.”

 

Delem


“Lo mejor de Aimar es que hace simple las cosas que otros hacen con dificultad. Eso es ser crack. Hay muchos futbolistas que juegan por intuición, pero Aimar juega y sabe lo que está haciendo, eso es lo notable. El piensa en las jugadas, en los espacios, en dónde un equipo puede ser vulnerable y se mueve mucho para poder recibir. Antes le faltaba un poco de ambición adentro del área para meter más goles. Hoy ya la tiene.”

 

Daniel Onega


“Es el prototipo de jugador distinto. Parece que anda por el aire, que no lo pueden alcanzar; sabe salir por izquierda y por derecha y además recupera muchas pelotas. Me hace recordar un poco a mi hermano Ermindo por su simpleza y la destacada técnica. Para mí, hoy es el mejor jugador del fútbol argentino.”

 

Roque Alfaro


“Desde que lo conocí en esta etapa que llevo como ayudante de campo de Gallego me sorprendió una cosa: nos pregunta mucho, demuestra interés por las cosas, por saber quiénes somos, qué hicimos como futbolistas. Me cae muy bien cuando el jugador se interesa porque demuestra que no se la cree, que no sabe todo y ése es un síntoma de madurez importante.”

 

Así lo ven familiares y amigos

Laura Aimar (hermana)

“Las chicas llamaban bastante a casa y yo tenía qué decir: no está, se fue al entrenamiento, todas esas cosas. Igual, está de novio hace mucho tiempo. Inclusive, cuando estaban en quinto año, las compañeras de su novia llevaban en las carpetas fotos de Pablo y ella se ponía celosa.”

 

Ricardo Aimar (padre)

“Todo lo que tenga que ver con la plata lo resolvemos en familia. Lo que él cobra, lo manda para Río Cuarto y así compramos departamentos o invertimos en otras cosas. El es muy vivo, inteligente y nunca gasta de más. Con nosotros vive haciendo bromas, pero afuera es tímido. A él le gustaría ser un chico siempre.”

 

Facundo Elfand (ex compañero de la Selección)

“Cuando recién llegó a Buenos Aires, Pablo extrañaba mucho porque es muy apegado a los suyos. Yo me puse en su lugar y me di cuenta de que aunque en River había comodidades, él necesitaba el calor de una familia. Yo creo que terminó de afianzarse en Primera cuando se sintió más contenido por el afecto.”

 

Rodrigo Siravegna (amigo de la infancia)

“De chiquito marcó la diferencia. El siempre hacía lo que quería a pesar de que tenía un físico pequeño. Yo tenía una canchita en Barrio Centro, en Río Cuarto, y jugar al “mete gol entra” contra él era muy feo. Pablo nunca me dijo que pensaba terminar en Buenos Aires en un club de Primera, él siempre jugaba para divertirse”.

 

Jésica Martínez (Club de fans de Aimar)

“Yo tengo cuadernos en los que guardo toda la información y las fotos que salen sobre él. Cuando River juega de visitante nos juntamos los sábados en el Obelisco o en el Parque Rivadavia para intercambiar información y juntar plata para las rifas. Lástima que Pablo no quiera hacernos su club oficial, a él no le gusta. Igual el pibe es un maestro, un crack.”

 

DIEGO BORINSKY y MARTIN DE ROSE

Notas: RODOLFO CEDEIRA