Corazón partido: el electrocardiograma de Martín Demichelis en River
El entrenador que se despedirá este domingo de River vivió un año y ocho meses de vaivenes que afectaron la salud futbolística del equipo para bien y para mal.
SI EL CASI AÑO Y OCHO MESES DE MARTÍN DEMICHELIS al frente de River debiera graficarse con un electrocardiograma, podría decirse que las caprichosas líneas trazadas por los picos de alegría y desazón hablarían de un corazón castigado, con latidos disparejos y bombeos irregulares de sangre Millonaria de pura cepa inundada de emociones fuertes y que terminaron en la crisis aguda que devino en el infarto final y la despedida que se producirá este domingo, tras el partido con Sarmiento en el Monumental.
Tal como si se tratara de la sal o de los alimentos grasos que pueden perjudicarlo, el corazón del DT debió evitar las alusiones a su antecesor convertido en mito: Marcelo Gallardo, la vara alta que el nuevo responsable del equipo estaba obligado al menos a igualar y que hoy, con la sentencia de salida ya firmada, vuelve a erigirse como el gran anhelo.
Las palpitaciones iniciales transcurrieron dentro de los ritmos esperados. En medio de buenas demostraciones en el plano local, el primer examen fuerte para el corazón de Demichelis arrojó una arritmia preocupante en el marco de la Copa Libertadores, en Río de Janeiro, donde River cayó sin atenuantes y por goleada: un 1-5 que dejó huellas que rápidamente pudieron ser cicatrizadas con la medicación más adecuada: una buena dosis de superclásico.
En efecto, pocos días después llegó un chequeo indispensable en Núñez contra el rival de toda la vida. El electro, si bien tuvo sus vaivenes, fue satisfactorio: triunfo por 1-0 ante Boca con el gol de penal sobre la hora de Miguel Borja para maquillar la decepción copera en tierras cariocas.
La actividad cardíaca arrojó los parámetros deseables y desembocó en la primera estrella cosechada bajo su tutela en julio de 2023 al consagrarse campeón del torneo de primera división tras un triunfo ante Estudiantes por 3-1 en el Monumental. Ese día fue la primera vez que al dueño de ese corazón cruzado por la Banda Roja se lo vio llorar por River. "Esto no es del cuerpo técnico ni de los jugadores, es de todos, es del mundo River que hoy está feliz. Me alegro de haber aportado este granito de arena a una historia muy enriquecedora", fueron las palabras de quien necesitaba comenzar a sacarse de encima el fantasma de ilustre predecesor.
Y vaya que parecía cumplirse ese objetivo la noche en que el Monumental, en la última fecha del torneo frente a Racing, comenzó a cantar "que de la mano de Demichelis, todos la vuelta vamos a dar". Brazo en alto del entrenador para agradecer y latidos en orden de un corazón rejuvenecido por el gesto popular.
Y cuando los movimientos de diástole y sístole parecieron recuperar toda la armonía con la clasificación a octavos de la Libertadores, un soplo tiró por la borda la bonanza cardíaca: adiós a la Copa Argentina por la derrota con Talleres por 1-0.
Eso mereció una internación en terapia intermedia que se transformó en el traslado a cuidados intensivos con la eliminación tempranera de la Libertadores, el gran anhelo, a manos de Inter en Porto Alegre. "Los penales son un golpe duro porque había una ilusión muy grande y el equipo venía trabajando muy bien. Nos toca quedar eliminados, que es inesperado", dijo Micho mientras su corazón emitía latidos tenues, a muy baja frecuencia.
No hubo stent ni bypass que pudieran reparar las lesiones coronarias de un músculo vital muy castigado que recibió mayor daño aún cuando se filtró una charla en off del conductor con algunos periodistas en los que se habría quejado con nombres propios de ciertos referentes. Esa situación marcó un antes y un después en la relación con el plantel y lo enfrentó con su máximo símbolo: Enzo Pérez. Desde ese momento no se dejó de hablar de la rispidez entre ambos que terminó a fin de 2023, con la salida del futbolista.
El preinfarto requirió de la asistencia del presidente de River, Jorge Brito, que a modo de un cirujano especialista destapó las arterias y trajo tranquilidad al manifestar su apoyo a la gestión del DT.
Los meses pasaron, pero la terapia reconstructiva no terminó de rendir frutos hasta que no se produjo ese shock con desfibrilador que significó el éxito en la Bombonera ante un Boca con la cabeza en la Libertadores. El 2-0 trajo oxígeno e irrigación adecuadas para garantizar la salud.
No obstante, sólo fue una mejoría. Con el correr del tiempo hubo nuevas señales de alerta para el castigado órgano vital del conductor, que vivió varios episodios que requirieron atención especializada: el enojo de Miguel Borja por no ser titular, el crecimiento de sus desavenencias con Enzo Pérez y un episodio de insurrección protagonizado por Esequiel Barco al desobeceder una orden del técnico y patear un penal para el que no estaba asignado no solo una sino dos veces.
No hubo paz para ese corazón habituado a los desajustes emocionales. Los rendimientos irregulares y el reproche por su forma de efectuar los cambios pusieron otra vez a Micho cerca de la sala de emergencias, hasta que la adjudicación del Trofeo de Campeones contra Rosario Central en Santiago del Estero le permitió un respiro. Sin embargo, la despedida ese mismo día de Enzo Pérez, su más inesperado enemigo, opacó en cierto modo la alegría por el título y se llevó la atención.
El 2024 trajo un cambio de aire en Estados Unidos para poner a punto el cuore y colocar un marcapasos que funcionó a medias y no evitó desbarajustes ostensibles: disconformidad de los hinchas convertidos en silbidos en la previa del choque con Independiente Rivadavia a principios de marzo por la Copa de la Liga, torneo en el que salvo por la goleada contra Vélez, River demostró pocas virtudes.
Otra vuelta olímpica, la tercera en poco más de un año, esta vez contra Estudiantes de la Plata al que le ganó la Supercopa Argentina, generó la enésima revolución coronaria en el director técnico, que gritó con furia el gol agónico del triunfo y se desahogó con otro llanto lleno de significado una vez consumada la gloria.
Parece mentira hablar de crisis con tantos logros en tan poco tiempo, pero la realidad marca que ni siquiera los títulos alcanzaron para que esa viscera cíclica, dinámica e incansable de Martín Demichelis lograra la paz requerida para seguir adelante sin sobresaltos, recompuesta para afrontar el gran desafío de la Copa Libertadores que le dio otro hálito de vida con la clasificación a octavos de final con el mejor puntaje de todos los participantes para enfrentar a Talleres el 14 y 21 de agosto.
El inesperado preinfarto en un amistoso en Mendoza con los 4 goles propinados por Independiente Rivadavia obligaron a ese castigado corazón a realizarse otro chequeo urgente.
Y fue Mendoza, precisamente, cuatro meses después, el escenario de otro gravísimo infarto masivo del que tras una estadía breve en terapia intensiva el castigado corazón de Micho dijo basta.
Perdió 2-1 y Se fue sin declarar tras escuchar los insultos del público para él y para el equipo. Ya venía de sufrir más reprobación en cada partido Millonario en el Monumental y esta vez no lo salvó ni la operación a corazón abierto con Leonardo Ponzio y Enzo Francéscoli, secretario deportivo y mánager, respectivamente.
Tras una larga batalla en el quirófano, la plana mayor de cirujanos de la comisión directiva llegaron a la conclusión de que se trataba de un caso irreversible y que seguir adelante podía provocar un mal mayor de cara a los desafíos con Talleres. Hasta hubo pintadas frente a su casa pidiendo su salida.
Este domingo será la última vez que pise el Monumental como entrenador del equipo. Sus latidos expresarán una coctelera de sentimientos: amor, bronca, tristeza... y tal vez reciba una tardía caricia por parte de aquellos que quisieron firmar hace mucho su acta de defunción.
Más silbidos del
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