2003. ACOSTA DEL GOL
A los 37 años, uno de los símbolos de San Lorenzo se retiraba con todos los honores. Fueron casi dos décadas de duras batallas ganadas en el área, que bien merecen el tributo del fútbol todo.
Está bien, el Beto. Con la misma sonrisa fresca de aquellos tiempos difíciles de la niñez, cuando la plata no sobraba, aunque nadie le reprochaba nada a nadie, porque los viejos laburaban y los hermanos ayudaban. Vida sencilla, pero feliz. Allá en Arocena, el pueblito santafesino de los primeros picados a campo abierto, donde los Acosta supieron desde el arranque que ese pibe flaquito, pero con la fibra del mimbre que se dobla y no se rompe, iba a llegar lejos en el fútbol. Lo creían todos, menos él. Alberto Federico le daba y le daba a la pelota, pero nunca se planteó llegar a Primera y, mucho menos, ser famoso. Acá en Pilar, en la paz bucólica del verde, de los pájaros y de la canchita con arcos cuando la pelota es sinónimo de distracción.
Está bien, el Beto. Con la humildad, que es un rasgo de su personalidad, por más que se aprecie, a simple vista, el bienestar logrado a través de una prolongada carrera. Nadie que no sepa de su prolongada trayectoria podrá decir que está sentado frente al hombre que, en pocos días más, se despedirá para siempre de ese fútbol que aprendió a querer cuando, en aquellos potreros de la niñez, había que construir los arcos con troncos atados con soga y la pelota era una casquivana dama que saltaba a su libre albedrío y había que aprender a dominar para establecer una relación de amor profundo.
Está bien, el Beto. Emocionado, pero tranquilo. Desandando los últimos metros de una carrera que construyó a fuerza de coraje, de temple y de capacidad para sortear todos los escollos que se le fueron presentando.
¿Será cierto que se retira o habrá otra chance de seguir disfrutando de su olfato goleador y de su presencia inquietante en el área rival? ¿Habrá alargue, Beto…?
“No, seguro que no, si hasta el partido homenaje tiene fecha. No, ya está decidido, creo que a los 37 años es un buen tiempo para dejar, el fútbol me dio muchas cosas, más de lo que yo mismo hubiera imaginado cuando empecé.”
–¿Cuándo tomaste la decisión?
–Hace un año. Era cuestión de fijarse un plazo, y me lo puse. Creo que está bien. Son casi 20 años de muchas alternativas en mi vida futbolística, llegar a Primera es el primer escalón, pero mantenerse tanto tiempo en ese nivel es un desafío que yo, sinceramente, no me había planteado. Todo lo fui cumpliendo, etapa por etapa, y estoy muy agradecido de haber llegado tan lejos y bien. No largo porque me pese la responsabilidad de estar dentro de la cancha ni porque me cansen los entrenamientos y las concentraciones. Sencillamente creí que había llegado el momento de poner los botines en el placar.
–¿Hay un secreto para semejante vigencia?
–No, o al menos yo no lo tengo. Sí reconozco que tengo un físico privilegiado, que toda la vida comí bien, aun en los momentos bravos cuando la plata alcanzaba hasta ahí. Tampoco tuve lesiones graves y eso es importante para que uno pueda jugar en la alta competencia, sobre todo cuando el fútbol es muy físico. Hay que estar preparado. A mí nunca me costó ni entrenarme ni concentrarme. Nunca puse ningún pero, es más, los entrenamientos me gustan, los disfruto. Me cuidé, es verdad, pero sin llegar a ningún sacrificio. Esa puede ser una de las claves de la vigencia, no sé si es una virtud, pero a mí me sirvió para llegar hasta donde llegué.
Está bien, el Beto. Ya jugó su último clásico y se lo ve tranqui a pesar de que dejó todo en la Bombonera, pero no pudo hacer el gol que quería. Era su última gran cita y esperaba llevarse los oídos llenos de aplausos, de gritos de euforia. No pudo ser, pero ya está. Todo es cosa del pasado, ¿cuántas veces se fue de la cancha ovacionado? Y de eso se trata ahora, es el tiempo del reconocimiento, porque se está yendo un grande. El Beto se merece el homenaje del fútbol. Y El Gráfico se suma con el tributo a un jugador que nunca claudicó, que supo hacer goles guapeando o definiendo con un toque sutil, y también el homenaje a un tipo bárbaro que, despacio y con el corazón acelerado, va recorriendo junto al cronista los mejores momentos de su carrera.
El principio
“Siempre corrí detrás de una pelota, por lo menos desde que tengo noción, pero no soñaba, como la mayoría de los pibes, con llegar algún día a la Primera División. El que incidió mucho para que yo fuera progresando y llegara a probarme en varios clubes fue mi hermano Sergio, tres años mayor que yo. El me vio siempre condiciones de las que yo por ahí no me daba cuenta.”
“El primer club fue Libertad, de Arocena. Pese a que me gustaban la mayoría de los deportes, siempre estuve pegado a una pelota de fútbol y siempre como delantero. A veces por afuera, generalmente por adentro, pero rondando el arco de enfrente. Después pasé a otro club de mi pueblo, 9 de Julio, ya con partidos más fuertes, como suelen ser los de las ligas del interior. Ganamos dos campeonatos, y se puede decir que a los 15 años ya empezaba a ser conocido.”
“Como Arocena está más o menos en el medio del camino entre Rosario y Santa Fe, ya empezaban a proponerme pruebas en Newell’s, Central, Colón y Unión. Pero yo no le daba mucha importancia. Me gustaba estudiar y por eso al final terminé el secundario y me recibí de bachiller.”
“Cuando cumplí 16 años fui a Unión para la primera prueba. No quedé, porque me dijeron que había muchos jugadores. Una excusa que generalmente se utiliza en las pruebas de las divisiones inferiores. También pasé por una experiencia similar en Colón. Estaba escrito que no iba a ser sabalero, pero todavía me faltaba para ser tatengue.”
“Entre esas idas y vueltas, me llevaron a Belgrano, de Coronda, que jugaba en la Liga de Santa Fe. Ya tenía 17 años, jugué contra Unión y le hice dos goles. A partir de esa actuación, dos tipos estupendos, como Sauco y Biondi, hicieron las gestiones y me incorporé a Unión. Creo que firmé por un juego de camisetas y alguna pelota.”
La proyeccion
El Beto entrecierra los ojos a medida que los recuerdos van apareciendo. Ahora viene ese capítulo que marca una paradoja del destino: el primer contacto con el que habría de ser su compadre futbolístico, Pipo Gorosito, se produjo siendo su rival.
“Me acuerdo de que ya afirmado en las inferiores de Unión, con posibilidades de alternar en la Tercera, jugamos el Proyección 86, aquel torneo que se hizo en la cancha de Vélez y donde actuaron muchos pibes que después fueron grandes figuras. Unión jugó la final de ese torneo frente a River. Para ellos jugaban Caniggia, Troglio y Pipo. Un equipazo que, lógicamente, fue campeón. Nosotros perdimos, pero a la mayoría nos sirvió para dar el salto a Primera.”
“Fue muy importante ese campeonato porque volvimos a Santa Fe con el respaldo de los hinchas y de los dirigentes. Como delantero, además, yo tenía sobre mí una mirada extra. Por suerte y por gente como Leopoldo Luque, un ‘9’ al que yo admiraba, que me dio respaldo y enseñanzas, se me fueron dando las cosas, pero también me costó mucho alcanzarlas. Por ejemplo, cuando hice mi primer gol en Primera, llegué a la cancha de Independiente presionado por el profe Castelli. El me había dicho que en ese partido tenía mi última oportunidad para quedarme con el puesto, que detrás de mí había otros delanteros, hasta un uruguayo goleador, que merecían tener una oportunidad. Creo que fue como un estímulo, porque a pesar de que perdimos 2 a 1 le clavé el gol a Luisito Islas con un derechazo desde fuera del área. Además los periodistas me calificaron como la figura del partido. Le gané la pulseada a Castelli y me quedé con el puesto.”
El primer desembarco en Boedo
“Pese a que el momento de Unión era difícil porque había que pelear el descenso, el Bambino Veira me pidió para jugar la Copa Libertadores con San Lorenzo. Ya estaba vendido, pero igual jugué hasta la última oportunidad. El equipo descendió en la cancha de Boca en un desempate con Racing de Córdoba. A pesar de que yo estaba en una situación privilegiada al poder llegar a Buenos Aires y jugar en un equipo grande, ese descenso me dolió mucho, y mucho más porque no pudimos hacer nada por evitarlo.”
“Cuando llegué a San Lorenzo tampoco fui titular. Los que jugaban eran Tedini y Ferreyra, el cordobés. No me importaba ser suplente, pero quería jugar. Por esas cosas del destino se lesionó Tedini, y entré a formar dupla con Ferreyra. Los dos eramos ‘9’, pero nos complementamos bien. En realidad, yo me movía como un nueve de área, para la lucha frontal, también podía tirarme un poco a la izquierda, que es donde mejor me movía y me muevo.”
“Fue buena esa primera etapa en San Lorenzo. El Bambino había formado un equipo equilibrado. A mí sirvió para crecer mucho como jugador. Allí empecé a identificarme con Pipo. El me entendía, y yo también lo interpretaba.”
“Lo que más destaco en ése, mi primer contacto con la camiseta azulgrana, fueron las paredes con Gorosito y los goles que hice, como uno frente a Boca (ver recuadro) que no voy a olvidar nunca en mi vida. Para mí, está entre los mejores goles que hice en toda mi carrera. En el fútbol argentino hice muchos, pero son pocos los que te generan un sentimiento muy especial. Uno los grita todos, pero algunos merecen gritarse el doble.”
Allez, Toulouse
“Por esas actuaciones, por el reconocimiento de la gente, por mi propia entrega y por el respaldo de mi familia creo que se produjo mi primera salida al exterior. El afán de progresar, el empuje de mi señora, Rosana, determinó que el viaje a Francia para jugar en el Toulouse, a pesar de ser el primero que hacíamos a un lugar tan lejano, nos sirvió mucho. Yo recuerdo con una estima muy especial esos dos años en el club de Márcico. Incluso jugar con el Beto me hizo crecer. Siempre se aprende algo en cualquier actividad si uno se lo propone, y yo allí me empapé de muchas cosas. Tal vez no me haya ido del todo bien en lo futbolístico, hice 6 goles en 31 partidos, pero como hombre, como padre, fue algo muy especial. Para nuestra familia, resultó una formidable experiencia de vida. Ahí nació mi hijo, Mickael Alberto, y eso nos ha dejado un recuerdo muy especial por esa ciudad francesa.”
“Después de casi dos años de experiencia francesa, otra vez San Lorenzo. La segunda etapa, con otras expectativas. Los hinchas me recibieron bien, yo siempre dije que San Lorenzo es como mi segunda casa, y es cierto. El club estaba en plena transformación, se estaba construyendo el Nuevo Gasómetro y también se estaba gestando un equipo para pelear por cosas importantes. Hice goles, que es lo que siempre me preocupaba. Aunque uno no lleve la cuenta exacta, siempre es bueno para un nueve ver cómo la pelota llega hasta la red. Otra vez me tocó irme, pero sabía que un día volvería para ser campeón con San Lorenzo.”
El pase record
“Yo sabía que Boca me estaba buscando, también sabía que mucho a la gente de San Lorenzo no le iba a gustar verme con la camiseta azul y oro. Pero bueno, era otro salto importante en mi carrera y, aunque el corazón doliera, había que aceptar el desafío. Cuando Miele me lo comunicó no lo podía creer. Me acuerdo de que El Gráfico me hizo una nota en Florianópolis, donde yo estaba de vacaciones, en el verano del 83. Allí pusieron que era el pase récord. Dos millones de dólares era mucha plata. Y bueno, allí también tuve muchas satisfacciones y también le hice goles a River, lo que me dio un plafón con la hinchada de Boca. Jugué 36 partidos y sumé 10 goles. También fue una experiencia invalorable. Sólo los que han jugado con la Bombonera repleta pueden dar testimonio de lo que se siente. Y yo lo sentí. Como visitante, con la camiseta de San Lorenzo y como local con la de Boca. Es algo impresionante."
Cuando pa’ Chile me voy
Un goleador se cotizó siempre, en cualquier época. Pero a mediados de la década del 90, un delantero de área, guapo e inclaudicable, era una presa muy codiciada. Universidad Católica, de Chile, lo vino a buscar en 1994 y se lo llevó para volverlo a asociar con Gorosito. La dupla podía volver a hacer de las suyas para regocijo de los habitantes de San Carlos de Apoquindo, la residencia habitual de la Católica. Y el Beto sonríe aceptando el comentario y poniéndole signos de admiración a sus recuerdos trasandinos.
“Allí viví mis mejores momentos; en cuanto a goles, fue lo mejor por el nivel de las conquistas y por el juego del equipo. Con la camiseta blanca y azul, marqué el mejor de todos, el que uno sueña o quiere hacer apenas llega a la Primera División. Se lo había visto hacer a Pelé y por suerte lo pude imitar. Fue en un clásico con la Universidad de Chile por la Copa Libertadores. Recibí el pase perfecto de Pipo, con un golpe de pecho hice pasar la pelota por encima de la cabeza del defensor y antes de que bajara la empalmé y se metió en un ángulo. El arquero era Sergio Vargas, argentino, ex Independiente. Fue un gol de otro planeta. Inolvidable.”
Volando a las antipodas
Con su compadre, Pipo, viviría otra experiencia singular: el llamado vino desde Japón, nada menos. El lugar en el 96 todavía sonaba extraño, más a plaza automovilística que a emporio futbolero: Yokohama. Allí, el Marinos fue un reducto que pronto se pobló de argentinos. Entre ellos, Gorosito y Acosta. Curiosamente, por la extraña manera de ver el fútbol, ni Pipo ni el Beto jugaron juntos en un lugar donde jugar bien era fácil, porque las presiones no existían. Cuenta Acosta:
“Yo estuve poco, apenas un año. Pipo se quedó más tiempo, pero tampoco estuvo muy a gusto futbolísticamente. A mí tampoco me aportó nada, hice 10 goles. Nada más. Sumé para mi tabla. Eso sí, afuera de la cancha, todo de primera. Con mi mujer siempre decimos que la ciudad nos ofreció todo.”
Viajero empedernido
Todavía haría más escalas, el Beto goleador. De Yokohama a Santiago. Otra vez Chile, otra vez la Católica. Consolidado económicamente, Acosta siguió su marcha triunfal. A fuerza de goles como en cada lugar donde le tocó vivir. Otro hijo, la primera nena, María del Sol. La familia unida como él siempre quiso. Buena temporada, un 97 que significaba en la Católica un reconocimiento a su carrera y prepararse para otro desembarco en el Ciclón de Miele.
“Como ya dije, vestir la camiseta azulgrana siempre fue un orgullo. Se dio todo para volver, y volví. Tal vez no era un buen momento, había muchos chicos en formación, pero no me arrepiento. Sirvió para que la gente supiera que nunca había perdido el amor por el club.”
Siguió en lo suyo: meter goles, de cabeza, de derecha, de zurda o de penal. El Beto es sinónimo de gol. Y por eso llegó el último viaje largo. De Boedo a Lisboa. Al Sporting, el club de la camiseta albiverde, que había lucido y prestigiado Héctor Yazalde, otro delantero de raza. Refiere Acosta:
“Tal vez esos dos años hayan sido de los mejores en cuanto a rendimiento. Por el juego y por los goles, y porque después de un comienzo no muy feliz, me adapté, y entré a meter y meter. Se ganó un título después de 32 años, y me dieron el Botín de Plata, uno de los trofeos que más quiero, un trofeo de mucho prestigio en Europa. Fui protagonista y eso me llenó de orgullo. Además, Lisboa es una ciudad muy linda, me gustó mucho estar ahí. Como buen augurio, allí, cuando mi esposa estaba embarazada de Milagros, la más chiquita, surgió el festejo de la mano mostrando los cuatro dedos. Es por quienes integran mi familia: Rosana y los tres hijos. Para mí son todo, y por eso cada vez que puedo celebro así y sé que a ellos los pone muy feliz ese gesto.”
La ultima vuelta, la felicidad
Basta de valijas. Estas las del vuelo Lisboa-Buenos Aires son las últimas. La familia ya lo sabe. Habrá otros viajes de placer, seguro. Pero el almanaque iba marcando, inexorablemente, la despedida. Claro que no sería así nomás. San Lorenzo lo estaba esperando otra vez con los brazos abiertos, y él, además, tenía la corazonada de que en ese cuarto aterrizaje se daría el gusto de una vuelta olímpica.
“Llegué, creo, en el mejor momento del club. Tuve a un técnico al que considero el mejor de todos, como Manuel Pellegrini, y la gran satisfacción de haber logrado dos títulos internacionales en un club con tanta historia y que, sin embargo, no había ganado ninguna copa. Tal vez la asignatura pendiente haya sido no poder ganar la Libertadores, pero esas dos vueltas olímpicas para mí fueron un gran orgullo y de alguna manera un cierre ideal para mi carrera deportiva. Insisto: yo creo que me tocó disfrutar el mejor momento en San Lorenzo.”
Con los botines en la mano
Tiempo de despedida. Tiempo de disfrutar del homenaje de San Lorenzo, el 19 de diciembre, al que se sumará todo el fútbol. El Beto quiere disfrutar del adiós a su modo. Por eso, en el final, reflexiona:
■ “Ojalá venga Maradona porque, más allá de ser un ídolo, el más grande, está mi cariño y mi admiración. El siempre habló bien de mí, tuvo palabras muy generosas que nunca olvidaré. También están invitados Alonso y Francescoli, dos monstruos. Quiero que sea una fiesta del fútbol.”
■ “Mi deseo incumplido fue jugar un Mundial. Pude estar en el 94, en Estados Unidos, pero nunca le reproché nada a Basile, porque él me llevó a la Selección y gané una Copa América, pero hubiera sido lindo estar en un Mundial.”
■ “No le guardo rencor a nadie, ni siquiera a los árbitros con quienes me peleé muy seguido, sobre todo con Bava, Biscay, Crespi o Loustau. En esta última etapa maduré, estoy más calmado.”
■ ”De la gente de San Lorenzo me llevo lo mejor. Todo su cariño, su paciencia y su comprensión. Cada gol que hice fue un homenaje para ellos.”
Se despide, el Beto Acosta. Se va un grande. Un goleador que no soñaba con llegar tan lejos, pero que llegó sobre la base del esfuerzo, del coraje y de la fe. Su trayectoria bien vale este tributo. Que seguramente es el del fútbol todo.
Una monada de gol
Dos alegres compadres
Una relación que nació dentro de la cancha y se prolongó fuertemente fuera de ella. Para Acosta, Néstor Gorosito es el gran compañero, el que mejor lo interpretó a través de muchos años de compartir equipos como San Lorenzo, Universidad Católica y Yokohama Marinos. “Pipo tenía un guante en el botín y por eso le podía pegar como le pegaba. Apenas él agarraba la pelota, yo corría sabiendo que me iba a dar un pase justo para que me fuera hacia el gol. Por suerte, además, nos hicimos amigos y conservamos la amistad más allá de que él es el director técnico, y yo, el jugador.
Lo presionó su anuncio
El DT de San Lorenzo cree que Acosta podía seguir jugando un tiempo más, pero que respetó el plazo que se fijó.
“Para mi es una lástima que el Beto se retire, porque creo que su físico está preparado como para seguir jugando. Se lo ve entero, sin lesiones graves, por eso digo que su carrera podría extenderse tranquilamente, tal vez un año o dos.”
“Me parece que a él lo presionó mucho el plazo que él mismo se puso para dejar de jugar. Al poner una fecha para retirarse quedó condicionado. Pero, bueno, es su decisión y hay que aceptarla. La tengo que respetar mucho más como amigo que como director técnico. Para mí, se va un jugador fantástico.”
“La mejor virtud del Beto fue tener un control orientado de la pelota, la defensa de su posición, la guapeza para pelear, por ahí solo contra el mundo, y su eficacia para pegarle con las dos piernas en posiciones de gol. En muchas situaciones comprometidas sabía encontrar el hueco justo para complicar a los defensores y también a los arqueros.”
“Me entendí muy bien con él siempre. Yo sabía adonde él iba a recibir mejor la pelota, y él se ubicaba en el lugar justo para sacar el mejor partido de mi asistencia.”
“Yo tuve otros grandes compañeros para formar sociedades, como el Pampa Biaggio, Caniggia, Alzamendi en el fútbol argentino y también lo hice con Barrera, un gran jugador de la Católica de Chile. Pero lo que pasó con el Beto es que, además de llevarnos fenómeno dentro de la cancha, construimos una amistad fuera de ella.”
“Por eso más allá de que lamento su retiro y que pienso que pudo haber sido jugando, me da placer que él se sienta bien y saber que vamos a seguir siendo amigos.”
“Tenemos muchos gratos recuerdos, porque compartimos muy buenos momentos, tanto acá como en los países en los que nos tocó jugar y vivir, en especial en Japón, donde suele ser más difícil acostumbrarse por ser una cultura diferente.”
“Para mí fue un placer haberlo dirigido en esta última etapa de su carrera, porque en todo momento hubo un gran respeto por las obligaciones de cada uno.”
“Se merece el partido homenaje, porque dio todo por San Lorenzo, ese día hay que aplaudir a rabiar porque deja el fútbol un profesional con todas las letras”.
Por Néstor Gorosito.
Por Carlos Poggi (2003).
Foto: Alejandro Del Bosco y Archivo El Gráfico.