Las Entrevistas de El Gráfico

Perfumo: no hubo ninguno igual

Roberto Perfumo fue crack en Racing, River, la Selección y el Cruzeiro de Brasil. Compañeros, rivales y equipos asoman en el recuerdo del Mariscal que le brinda esta entrevista a El Gráfico en 1995.

Por Redacción EG ·

05 de septiembre de 2019

No hubo ninguno igual, no habrá ninguno. Lo llamaban el Mariscal. Fue el mejor número dos de la historia del fútbol argentino. En una simplificación demasiado modesta dice que era rápido y que no quería perder. No habla de la inteligencia que a los 20 años ya lo distinguía de los demás ni de la técnica que dominaba a la perfección.

Confiesa que tenía audacia, que no se asustaba y jugaba con el miedo de los demás. Ese dominio mental nacía de una predisposición natural: sentía la presión psicológica mucho menos que otros jugadores. En la cancha engañaba con su carita de pibe bueno. Fino. Empezaba el partido y pegaba como si fuera un médico, donde más dolía. Imponía el temor físico sin perder la apostura.

A veces solo contra todos, como en el Racing de José cuando se iban el Coco Basile y el Panadero Díaz en busca del ollazo. Fue a los Juegos Olímpicos de Tokio '64 a los 21 años. Al Mundial de Inglaterra a los 23. Con Racing ganó el Campeonato de Primera División de 1966, la Copa Libertadores de América y la Copa Intercontinental Europea-Sudamericana de 1967.

Lo vendieron a Brasil y jugó en el Cruzeiro de Belo Horizonte, al lado de Tostao, de Wilson Piazza y de Dirceu Lópes. Volvió a la Argentina y a River Plate, de donde lo habían echado cuando jugaba en la cuarta división. Allí contribuyó a sacarlo campeón en 1975, después de 18 años de frustraciones. Hoy, ese fútbol que vivió alimenta al director técnico que es noticia cada vez que un club va en la búsqueda de uno. Trabajó aquí, en Colombia y en Paraguay.

Es licenciado en Psicología Social. Entiende de cosas del fútbol y de la vida. En el alma esconde el barro del barrio donde nació y el mundo que recorrió. Los tiene adentro, pero basta una raspadita, como en los billetes de lotería, para que salgan a relucir. Se llama Roberto Alfredo Perfumo.

 

Imagen El Mariscal, un café y la charla con El Gráfico.
El Mariscal, un café y la charla con El Gráfico.
 

-Lo más emocionante de mi vida es haber sido jugador de fútbol. El 99 % de la gente lo quiere ser. Yo lo conseguí, pero para mí siempre fue un laburo. Un laburo que me costó un sacrificio enorme porque les tuve que ganar a todos. Me echaron de Independiente, de Lanús, de River. No me ponían y me entrenaba igual. Me acostaba temprano cuando los demás pibes de mi edad se iban de joda. Y después, una vez que llegué, jamás pude digerir una derrota. En el Cruzeiro, los jugadores me decían: Tejate de embromar, si el miércoles jugamos de nuevo". Ellos lo sienten así. Nosotros, no. Nosotros nos tomamos todo en serio. Todo, y a la vez nada...

-¿Cómo definirías al jugador de fútbol? ¿Qué es?

-Es un trabajador del espectáculo. Alfredo Alcón trabaja en el teatro Alvear, Enzo Francescoli en el estadio Monumental. También es un divertimento, si uno consigue divertirse durante el juego... Yo no sé si Alcón se divierte haciendo Hamlet.

-¿Es un juego?

-Deja de ser un juego por el simple hecho de no poder hacerlo cuando uno quiere...

-En tu caso fue hasta un trabajo violento, duro. En los años Sesenta se jugó el fútbol más fuerte que se recuerde. Había tipos y equipos duros de verdad: Independiente, Boca, Estudiantes de La Plata, Nacional, Peñarol, Universitario de Lima, el Racing de ustedes tampoco era un equipo de señoritas...

-Sí, ése fue un fútbol violentísimo. Ayudaban el Reglamento y las circunstancias. No se televisaba mucho. Uno pegaba y sólo lo veían los que estaban en el estadio. Hoy, por la pantalla de un aparatito, está mirando todo el mundo. Pero además nosotros éramos distintos. La extracción del futbolista era distinta. Eramos puro potrero, puro quilombo. Nos agarrábamos a las piñas en todos lados. Cualquiera de nosotros tenía más peleas que Nicolino Locche. Estaban en juego otras cosas que a los pibes de hoy a lo mejor les parecen boludeces, pero nosotros peleábamos por el honor, por la hombría, por el barrio. Y eso se daba hasta cuando jugábamos en Primera División. Los partidos de Racing contra Estudiantes eran como un corte de pelo y barba. Necesitabas cuatro días de cama para reponerte. Boca tenía a Silvero, a Silveira, a Rattín, al Cholo Simeone. Independiente a Hacha Brava Navarro, a Rolan, a Ferreiro. Estudiantes a Aguirre Suárez, a Pachamé. Los uruguayos al Peta Ubiña, a Montero Castillo... En todos los equipos había tipos fuertes. Pegaban golpes que hoy serían descalificadores pero entonces no, porque el Reglamento era más elástico. Hoy te sacan dos amarillas y afuera; si sos último hombre, también... Cambiaron muchas cosas.

-¿También la personalidad de los jugadores?

-Todo. Cambió todo. ¿Sabes qué decían referís como Duval Goicochea o el Turco Esteban Marino si les ibas a reclamar por un fallo? Te decían: "Ahora te cobro esto y después te espero afuera y te cago a trompadas". ¿O no te acordás de Nai Foino cuando noqueó a Sandrini, el jefe de la barra brava de River que entró a agredirlo? Además, incentivada por el periodismo, se daba una antinomia entre los jugadores recios y los habilidosos, y en el ambiente del fútbol corría un dicho que se incorporó al código como una verdad más. Se creía que el jugador que pegaba era buen tipo, que pegaba porque entregaba todo. ¡Qué sé yo! El Peta Ubiña, por ejemplo, era un tipo bárbaro, pero en la cancha mataba. Pegaban hasta los delanteros. El Loco Lallana sacudía y hacía doler hasta los dientes. Pelé te rompía todo...

Imagen ¨Beckenbauer ya era palabra mayor. Tuve la suerte de jugar contra él varias veces. Tenía una jerarquía fuera de lo común¨
¨Beckenbauer ya era palabra mayor. Tuve la suerte de jugar contra él varias veces. Tenía una jerarquía fuera de lo común¨

 

BARRIO DE TANGO

-Como dice la gente, empecemos por el principio.

-Nací en Sarandí. En los años Cuarenta, Sarandí era un barrio de tango. De esos que pintaron tan bien Homero Manzi y Celedonio Flores. Calles de tierra, el zanjón, los perros ladrándole a la luna, el amor escondido en un portón... Y para los pibes, potrero, puro potrero.

-¿Dónde jugabas?

-En los potreros y en el baby fútbol. Con Rojitas, con Pepé Santoro, que también era del barrio; con el Loco Justich, que jugó en Racing. Un día Luis Lucente, que era el delegado del equipo de baby, me dio una tarjeta para que lo fuera a ver a Ernesto Duchini, que trabajaba en las inferiores de River junto al Tuerto José Ramos. Fui, me probaron y quedé. Jugaban allí Puntoriero, Jorge Fernández... Cuando yo estaba en Cuarta División, los dirigentes contrataron al Gordo Díaz. Duchini se fue y el Gordo nos echó a casi todos. Un día me avisaron que Duchini me andaba buscando para llevarme a Racing. En 1961 ya estaba en la cuarta, después jugué en la tercera que salió campeón...

-¿Te quedabas a ver la primera?

-Me quedaba para ver a Corbatta, a Federico Sacchi...

–¿Al número dos no?

-No, porque yo jugaba al medio. Era volante. Recién en el '65, cuando llegó Pizzuti, pasé a ser zaguero central. Miraba al petiso Ernesto Gutiérrez, primero. A Sacchi, después. Esos eran mis espejos. Sacchi era un jugador elegante, de una técnica bárbara. Lo admiraba porque además en la cancha se mataba. Era guapo. Un seis que esperaba, pero sabía todo. En un partido de reserva, cuando los partidos de reserva se jugaban los jueves, me tocó enfrentar al Tito Pizzuti, que estaba en Boca. En esa delantera de Boca jugaban Corbatta, Pizzuti, Grillo y el Canario Pérez. No me acuerdo de quién era el nueve...

-Hay gente que dice que el Mundial de 1966 se pudo haber ganado. ¿Qué opinás?

-No, el equipo no estaba preparado. Físicamente andábamos mal.

-Pero contaba con buenos jugadores...

-Sí, pero la desorganización que había alrededor se comía las buenas condiciones de los jugadores. Los dirigentes no tenían conciencia de lo que representaba la Selección. Esa la tenían muy en claro los brasileños. Le daban una importancia terrible a la imagen de su fútbol en el exterior.

 

¡Y YA LO VE! ...

En ese mismo año del Campeonato Mundial de Inglaterra fue cuando Roberto Perfumo alcanzó su primera satisfacción importante: campeón con Racing.

-Pizzuti entendía el fútbol como un juego que se desarma y se vuelve a armar: defensa, ataque, más lo que propone el contrario, más lo que podíamos hacer nosotros, más una gran perseverancia. Todo eso puesto en la búsqueda de un objetivo común: el resultado.

 

Imagen Jugó en la Academia entre 1960 y 1971.
Jugó en la Academia entre 1960 y 1971.
 

-El objetivo era el resultado, no jugar bien...

-Racing jugó bien después que obtuvo los resultados. Ese equipo empezó yendo a buscar el resultado y terminó jugando muy bien.

-Tenía jugadores para eso...

-A mí me asombraron tres tipos: el Bocha Maschio, Basile y el Panadero. Maschio fue un ejemplo fenomenal para todos nosotros. Había triunfado en el fútbol más difícil, el de Italia, volvió con 33 años y volcaba en cada partido una dinámica fenomenal. Nunca lo vi parado: se movía y encontraba con una facilidad tremenda los espacios vacíos. El Panadero Díaz tenía una audacia sensacional. Fue un lateral excepcional. Del Coco Basile me asombraba su capacidad de análisis, antes y después de cada partido.

-Ese Racing quedó en la historia como el ejemplo de lo que debe ser un equipo ganador. ¿Cuál fue el secreto?

-Ese Racing, como todos los equipos ganadores, como Estudiantes, como el River posterior al '75, como el Cruzeiro, contó con cinco o seis jugadores que entendían muy bien el juego. Por algo después fueron directores técnicos. De ese Racing te puedo nombrer a Cejas, Basile, Maschio, Rulli, el Chango Cárdenas. De Estudiantes a Bilardo, Manera, Malbernat, Pachamé, Flores, Conigliaro. En el Cruzeiro: Wilson Piazza, Dirceu. En River: el Pato Fillol, Mostaza Merlo, J. J. López, Alonso, Pedro González, Luque... Para mí hay que buscar el secreto por ese lado, pero el Racing de Pizzuti tuvo otra virtud que fue la de jugar, la de pelear el partido en cualquier sector de la cancha. Por eso sus delanteros tapaban a los defensores rivales en su propia zona defensiva, para impedirles la salida clara, para complicarles la iniciación de las jugadas. Eso era nuevo en el fútbol argentino. Lo ideal, me parece a mí, es unificar las cosas: primero defender -eso es sagrado- y enseguida intentar jugar en cualquier sector.

 

LOS GRANDES MUY GRANDES

Para un dos inteligente se supone que debe resultarle fácil analizar a los grandes delanteros que debió enfrentar. Será así.

-Rojitas fue un fenómeno de habilidad. Si lo sabré yo que jugaba con él en los potreros y en el baby. Le faltó vidriera, pero debutó en la primera y de entrada se metió a la hinchada de Boca en el bolsillo. Todavía hoy sigue siendo ídolo. Daniel Willington fue otro jugador excepcional. Tenía todo, hasta temperamento. Le faltó conciencia profesional. Para mí, el mejor de todos después de Diego (Maradona) fue Ermindo Onega. Era moderno en 1964. Jugaba a uno o dos toques, cabeceaba muy bien. Acaso no transmitía mucho por un problema de personalidad. En la Selección fue un fenómeno, por eso pienso que, si en los demás equipos en que jugó hubiera encontrado la compensación que necesitaba, se hubiera convertido en un fuera de serie. A Ermindo había que defenderlo, cuidarlo, apoyarlo. Cuando eso se lo hicieron sentir, en la Selección, se transformó en el capo del equipo. Luisito Artime fue un infierno. Ya el sábado a la noche era una pesadilla porque uno sabía que, si se equivocaba una vez, era gol. En 1966 ya éramos campeones y nos tocó jugar contra Independiente. Ese día le dije: "Hoy no nos hacés un gol". Me lo había propuesto. Ganábamos 3-1 y, cuando faltaban tres minutos, el árbitro cobró un indirecto en contra nuestra. Se metió la gente en la cancha, porque habían creído que era el final. Cuando la desalojaron, el referí hizo jugar tres minutos más. Terminamos 3-3, en esos tres minutos Luisito cruzó dos veces el área y metió adentro pelotas que se iban afuera. El brasileño Tostao era un infierno la corta, tirando paredes de veinte centímetros. Jugaba con el cuerpo del contrario y dentro del área no perdonaba la mínima distracción. Dejó la actividad muy joven, por un problema que tenía en la vista.

 

TU GRATO NOMBRE...

-Hablá de River del '75.

-Dieciocho años sin salir campeón. Labruna de técnico. Angelito, en esos años, había terminado dos veces primero, pero al final el título se lo llevaron otros. Era un ganador por naturaleza. No transmitía otra cosa. El problema era que a su alrededor todos tenían miedo. Llegamos a sacar nueve puntos de ventaja y al final terminamos con sólo tres de diferencia. Fue un infierno lo que jugaron ese año el Pato Filiol y el Beto Alonso. Fillol atajó hasta lo que no se podía. El solo achicaba a todo el equipo contrario. Y Alonso derrochó en ese año toda esa técnica excepcional que fue su característica, esa fineza en el manejo de la pelota. ¿La verdad? Fueron dos monstruos. Después aparecieron otros fenómenos que se llamaron Passarella, Merlo, se armó muy bien el mediocampo... Arriba, el Puma Morete las metía todas y los de atrás, lo único que hacíamos era aguantar...

Imagen En River fue pieza importante del equipo que cortó la racha de 18 años sin salir campeón.
En River fue pieza importante del equipo que cortó la racha de 18 años sin salir campeón.

 

UN REPASO DE LOS TÉCNICOS

Fueron más, pero bastan cuatro nombres.

-¿Pizzuti?

-Fue un pionero de la organización y el orden. También de los primeros en trabajar mañana y tarde. En esa época ya nos hacía cortar el pelo y teníamos que ir a la cancha con saco y corbata.

-¿Zubeldía?

-Te apabullaba con el laburo

y la forma de ser. Parecía un jugador más, pero uno se daba cuenta enseguida de que el poder que transmitía estaba en su sabiduría. Y eso lo pude confirmar cuando trabajé en Colombia. Allá sigue siendo Gardel.

-¿Lorenzo?

-Tenía un libreto defensivo. Lo aplicaba bien. Junto a Labruna fue el técnico que más campeonatos ganó. Impuso lo que precisamente le faltaba al fútbol argentino: disciplina táctica, organización. Era muy zorro...

-¿Labruna?

-Un tremendo temperamento ganador y un fenómeno para elegir jugadores. Después delegaba en el preparador físico toda la organización y se rodeaba de los jugadores con experiencia, de los veteranos que le merecían confianza. Me distinguía a mí, pero también a Fillol, al Negro Jota Jota, al Beto Alonso...

 

Imagen ¨Labruna se encargó de transmitir su fe ganadora¨
¨Labruna se encargó de transmitir su fe ganadora¨
 

-¿Cuándo recibiste la primera indicación táctica?

-Me la dio un cura, en el colegio Don Bosco. Se llamaba Faustino Prieto y era un fanático del fútbol. Jugábamos un "inter Don Bosco" y un día nos llamó para hacer un entrenamiento táctico. Yo tenía 14 años. Nos ordenó defensivamente y nos hacía salir en contraataque. Con Pizzuti hacíamos el trabajo de campo relacionado con los movimientos del equipo, pero en ese sentido el maestro fue Zubeldía. Esa etapa del Colegio Ward no me la olvido más.

-¿Y en Brasil?

-En Brasil, nada. Yo estoy convencido de que la caída de su fútbol después de haber ganado el Mundial de 1970 se debió a su falta de orden táctico. Cuando yo estaba en Cruzeiro, mientras el entrenador hablaba los jugadores se cortaban las uñas...

 

Imagen Su paso por Cruzeiro fue entre 1971 y 1974.
Su paso por Cruzeiro fue entre 1971 y 1974.
 

-¿Cuáles eran los defectos, si es que los tenían, de los jugadores argentinos?

-Uno de los más graves era la falta de conciencia profesional. En aquellos años todavía se discutía si los directores técnicos eran necesarios o no. Otro defecto era el exceso de individualismo. También, la falta de profesionalidad, de cuidado en la alimentación, en la vida personal.

-¿Cuáles fueron los números dos que más te gustaron?

-El chileno Elías Figueroa. Era un gran defensor y un jugador de una gran riqueza técnica. Cabeceaba muy bien. Después vi a Beckenbauer, a Krol, jugadores de otro nivel. Sin embargo, entre todos, el que más me sedujo fue el italiano Caetano Scirea. Un fenómeno. Un tipo de un timing sensacional. Creo que fue mejor que Baresi, con todo el respeto que me merece Baresi, como gran jugador que es.

 

PELÉ O MARADONA

A Pelé lo enfrentó. A Maradona lo admiró.

-Fueron dos monstruos, cada uno en su época. Diego es mucho más hábil, mucho más creativo. Pelé era perfecto, si se lo analizaba técnicamente. Nunca vi nada igual en ese sentido. Hay que considerar que, cuando Pelé jugaba, encontraba siempre sólo a cuatro rivales entre él y el arco contrario. En esa misma posición Maradona hallaba a ocho. No tengo ninguna duda de que fueron los dos mejores de la historia, pero cada uno a su tiempo. Pelé nunca fue un malabarista; Maradona, sí. Diego cargó siempre con una marca personal pegajosa, fastidiosa. Pelé, muy pocas veces. Pelé encontraba espacios entre los volantes y los zagueros para moverse con relativa comodidad, a Diego nunca le dieron esa ventaja. Pelé le pegaba con las dos y cabeceaba con los dos parietales. La síntesis sería: Pelé fue más técnico; Maradona, más hábil y más creativo.

-¿Cómo se lo marcaba a Pelé?

-La verdad, como podías. Lo mejor era que el cinco de tu equipo fuera al sacrificio, que lo corriera aun sabiendo que lo iban a gambetear. El beneficio radicaba en que le achicaba los espacios y, con suerte, permitía que el dos le robara la pelota. Por eso, muchas veces el Negro con un solo corte dejaba a dos rivales en el camino y encaraba solo hacia el arco. Pero era el riesgo que había que correr. Pelé era muy peligroso, porque nunca repetía las jugadas, inventaba permanentemente. Con respecto a Maradona, el defensor tenía la ventaja de que Pelé jugaba más arriba y era más fácil localizarlo.

-¿Nunca le hicieron marca personal?

-Una vez lo marcó Rulli y ganamos en la cancha de ellos por 2-0.

-Jugaste en Brasil en la época de esplendor de los grandes atacantes. ¿En qué se diferenciaban de los argentinos?

-Estaban todos: Pelé, Tostao, Rivelino, Jairzinho, Paulo César, Toninho... Se hacían un festival. Cuando llegué a Cruzeiro, me pasé tres meses sin agarrar la pelota. Salía a cortar y no la encontraba nunca, hasta que un día Dreyer -el pibe que había jugado   en River- me dijo: "Roberto, tírate 15 metros más atrás y metete palo". Santo remedio. Me entraron a respetar y empecé a ganar. Es una receta que todavía me parece válida cuando se juega contra equipos brasileños.

 

EL FUTBOL DE HOY

El hombre y su circunstancia, una verdad de siempre.

-Sí, es verdad. Cambió el entorno del jugador de fútbol. Antes nos seguían unos pocos medios, unos pocos periodistas. Casi nadie venía a los entrenamientos. Hoy hay que estar permanentemente en la vidriera porque hay más radios que siguen el fútbol, una cantidad de FM impresionante, las cámaras de la tevé están siempre listas y el boom de la televisión por cable invade hasta la intimidad del futbolista, se mete en tu casa. Todas esas cosas no conocíamos en mis tiempos.

-¿Es para bien o para mal?

-No sé, si sé que para los jugadores y los técnicos lo de hoy les resulta más difícil.

-¿Qué tienen que hacer?

-Refugiarse en la profesionalidad. Hay que dejar todo por la carrera. El entrenador, además de preocuparse por la técnica individual de sus jugadores y la disciplina táctica del equipo, debe fortalecerse psíquicamente para responder a las presiones de adentro y a las que, desde afuera, le crean los medios de comunicación. Con respecto a mi tiempo, cambiaron las circunstancias pero el fútbol siempre fue igual. Siempre será igual. Se recuerda a los grandes jugadores, a los grandes equipos.

-¿Hay, hoy, grandes jugadores, grandes equipos?

-La aparición de jugadores es un fenómeno rioplatense. No busquemos otra explicación. Y Vélez, Independiente y River son grandes equipos. Lo demostraron.

Imagen Distendido y elegante, así se presentó Roberto Perfumo a la producción fotográfica de El Gráfico.
Distendido y elegante, así se presentó Roberto Perfumo a la producción fotográfica de El Gráfico.

Le decían el Mariscal. Se ganó el calificativo cuando cada partido era una batalla. Ganó miles, perdió algunas. Siempre con la cabeza alta. Le dio al fútbol toda su riqueza técnica, también su inteligencia. Y, cuando hizo falta, ese temperamento ganador de los pibes que se hicieron futbolistas en el potrero, agarrándose a piñas por la hombría, por el honor, por el barrio.

Se llama Roberto Alfredo Perfumo. Como número dos fue excepcional. No hubo ninguno igual, no habrá ninguno.

 

 

Por EDUARDO RAFAEL (1995).

Fotos: GERARDO HOROVITZ  Y ARCHIVO "EL GRAFICO".