Las Entrevistas de El Gráfico

2004. El gol se le hizo carne

La historia increíble del artillero Claudio “Novillo” García, que a los 34 años y después de 14 jugando en Huracán de Tres Arroyos, llegó a Primera A tras lograr 4 ascensos en 7 temporadas.

Por Redacción EG ·

16 de abril de 2019

Cuen­tan que ese sec­tor de la tri­bu­na Fie­so­le se ha­bía trans­for­ma­do en un lu­gar de cul­to den­tro del es­ta­dio Ar­te­mio Fran­chi. To­da­vía no ha­bía lle­ga­do a la in­creí­ble ci­fra de 182 go­les en nue­ve tem­po­ra­das con la ca­mi­se­ta de la Fio­ren­ti­na, pe­ro Ga­briel Ba­tis­tu­ta ya te­nía una es­ta­tua de bron­ce en su ho­nor, a la que los ti­fo­si ren­dían ho­me­na­je. “Gue­rre­ro ja­más do­ma­do, du­ro en la lu­cha, leal en el áni­mo…”, se leía, en la len­gua del Dan­te, de­ba­jo del mo­nu­men­to.

A esa al­tu­ra de su ca­rre­ra ita­lia­na, el Rey León te­nía so­bre su es­pal­da un as­cen­so, una Co­pa de Ita­lia y una Su­per­co­pa con los co­lo­res de la Fio­re. Clau­dio Gar­cía lle­va so­bre el lo­mo más de 200 go­les y cua­tro as­cen­sos con la ca­mi­se­ta de Hu­ra­cán de Tres Arro­yos, y aun­que mo­men­tá­nea­men­te no tie­ne mo­nu­men­to per­so­nal, los hin­chas no du­dan en ren­dir­le ho­me­na­je. “Va­rios han di­cho ha­gá­mos­le una es­ta­tua, pe­ro me pa­re­ce que no co­rres­pon­de. Se­ría de­ma­sia­do. Con el agra­de­ci­mien­to de los di­ri­gen­tes y con el he­cho de ha­ber co­la­bo­ra­do con tan­tos go­les, pa­ra mí ya es­tá”, sos­tie­ne el No­vi­llo, pie­za fun­da­men­tal en el arri­bo del Glo­bo a Pri­me­ra. En ver­dad y pa­ra ser jus­tos, pie­za fun­da­men­tal en el as­cen­so al Ar­gen­ti­no B, al Ar­gen­ti­no A, a la B Na­cio­nal…

Imagen Garcia festeja abrazado a Eduardo Anzarda. Tres Arroyos nunca olvidará esa fecha mágica.
Garcia festeja abrazado a Eduardo Anzarda. Tres Arroyos nunca olvidará esa fecha mágica.

Pa­re­ce sa­ca­do de una fá­bu­la, pe­ro Gar­cía arran­có con Hu­ra­cán en la Li­ga de Tres Arro­yos ha­ce ca­tor­ce años y en po­co tiem­po se da­rá el lu­jo de ju­gar en la A con su club de to­da la vi­da. El de­lan­te­ro fue par­tí­ci­pe vi­tal de una erup­ción que des­de la cam­pa­ña 97/98 al­can­zó di­men­sio­nes vol­cá­ni­cas y arra­só con to­do a su pa­so.

A los trein­ta y cua­tro años, es­te te­mi­ble ata­can­te, que ano­tó vein­te go­les en la úl­ti­ma tem­po­ra­da y que es el má­xi­mo ar­ti­lle­ro de la ins­ti­tu­ción por en­ci­ma de Car­los Va­re­la y Jo­sé Ra­món Pa­la­cio –el pa­dre de Ro­dri­go–, lo­gra­rá al­go que no se ha­bía ani­ma­do si­quie­ra a so­ñar cuan­do a los die­ci­nue­ve años de­sem­bar­có en Tres Arro­yos des­pués de ju­gar en Alum­ni, de Oren­se, y Hu­ra­cán, de Ne­co­chea, que lo ven­dió por só­lo “15 mil pe­sos”. “Yo de­fi­no to­do es­to así: va­lió la pe­na el es­fuer­zo de tan­tos años. Es­tar en una ins­ti­tu­ción con la mis­ma gen­te, ha­ber­me ban­ca­do tan­tos par­ti­dos, tan­tos via­jes, tan­tas con­cen­tra­cio­nes me pro­du­ce un or­gu­llo enor­me. El mío es un ca­so atí­pi­co. Hay que re­co­rrer la his­to­ria pa­ra en­con­trar un ju­ga­dor que ha­ya ju­ga­do en to­das las ca­te­go­rías con el mis­mo equi­po. Yo me con­si­de­ro un pri­vi­le­gia­do y soy un agra­de­ci­do al club y a la ciu­dad que me apo­ya en to­do sen­ti­do. So­mos un gru­po de ju­ga­do­res hu­mil­des que es­ta­mos jun­tos des­de ha­ce seis, sie­te años, y el fút­bol nos re­co­no­ció”, afir­ma el No­vi­llo, apo­do que no le gus­ta y que he­re­dó de un ha­bi­tan­te de Oren­se al cual se pa­re­cía.

Di­cen que la unión ha­ce a la fuer­za, y ahí ve Gar­cía la cla­ve de es­te éxi­to. “El club acer­tó en dar­les mu­cha con­fian­za a los ju­ga­do­res. No­so­tros te­ne­mos mu­cho mé­ri­to en los as­cen­sos de Hu­ra­cán. So­bre to­do en la épo­ca del Ar­gen­ti­no B. Acá se dio la con­jun­ción de que los di­ri­gen­tes de­ci­die­ran man­te­ner a ocho o nue­ve ju­ga­do­res, y que és­tos ha­yan res­pon­di­do con ren­di­mien­tos ex­traor­di­na­rios. El equi­po prác­ti­ca­men­te jue­ga igual des­de ha­ce cin­co años. Tie­ne un es­ti­lo ofen­si­vo lla­ma­ti­vo. Tra­ta­mos de ju­gar bien. Pa­ra los que nos gus­ta es­te fút­bol, es un es­pec­tá­cu­lo. Va­mos siem­pre al fren­te. Ade­más, una vez que as­cen­di­mos a la B Na­cio­nal, Eduar­do An­zar­da nos dio mu­chí­si­ma con­fian­za. El tie­ne su par­te en es­te lo­gro”.

Tiem­po de fes­te­jar, de dis­fru­tar, de re­cor­dar con una son­ri­sa aque­llas épo­cas de go­les im­por­tan­tes en can­chas sin pas­to y con alam­bra­dos caí­dos. “Cuan­do em­pe­cé, en al­gu­nos as­pec­tos éra­mos to­tal­men­te ama­teurs. Pa­ra ju­gar via­já­ba­mos muy so­bre la ho­ra, por ahí cua­tro ho­ras an­tes del par­ti­do, y se te ha­cía com­pli­ca­do. Ade­más, las can­chas en ge­ne­ral eran ma­las. Me pa­só de ju­gar en es­ta­dios en los que pa­ra en­trar tu­vi­mos que ha­cer una cua­dra y me­dia ca­mi­nan­do con el ba­rro has­ta las ro­di­llas y con bo­tas de go­ma, por­que el mi­cro no po­día ac­ce­der. Eso fue en For­mo­sa, pe­ro he­mos re­co­rri­do ca­da can­cha que no sé có­mo es­ta­ban ha­bi­li­ta­das. Y es­to pa­só en un Ar­gen­ti­no B, no es que era una li­ga lo­cal”, re­cuer­da.

Si bien lle­va al Glo­bo en la san­gre y en el trans­fer, du­ran­te su ca­rre­ra re­ga­ló ale­grías en otros equi­pos. “Lo que pa­sa es que cuan­do Hu­ra­cán ter­mi­na­ba de ju­gar o que­da­ba afue­ra del tor­neo, me iba a prés­ta­mo a otro club que se­guía par­ti­ci­pan­do, pa­ra no per­der rit­mo”. Las son­ri­sas más agra­de­ci­das se vie­ron en Al­mi­ran­te Brown, de Arre­ci­fes, equi­po con el que Clau­dio lo­gró el as­cen­so a la B Na­cio­nal, y en Al­do­si­vi. Jus­ta­men­te en el Ti­bu­rón mar­pla­ten­se vi­vió una ex­pe­rien­cia que de­mues­tra que al­gu­na vez dur­mió co­mo un pe­rro. “Una vez, en San­ta Fe, a Ser­gio For­tu­na­to, mi téc­ni­co, lo aga­rra­ron las pul­gas. Iba­mos a ju­gar con­tra Pa­tro­na­to y tu­vi­mos que cam­biar de ho­tel ur­gen­te”, re­cuer­da, ten­ta­do, Gar­cía, quien tam­bién tu­vo un pa­so de seis me­ses por el Real Jaén, en la Se­gun­da Di­vi­sión de Es­pa­ña.

Más allá de las ron­chas y de las pi­ca­du­ras del pa­sa­do, el de­lan­te­ro re­co­no­ce que, sin im­por­tar la ca­te­go­ría, la di­ri­gen­cia de Hu­ra­cán co­mun­men­te des­ti­na­ba di­ne­ro pa­ra al­gu­nos lu­jos, siem­pre de la ma­no de Ro­ber­to Bot­ti­no, fi­gu­ra em­ble­má­ti­ca que ma­ne­jó los des­ti­nos del fút­bol del club por más de 50 años. “En el Ar­gen­ti­no B via­já­ba­mos en avión, mi­rá qué de­ta­lle”, re­cuer­da. Aquel Fok­ker F28 era el en­car­ga­do de tras­la­dar el plan­tel a For­mo­sa, Tre­lew y Co­mo­do­ro Ri­va­da­via. Has­ta que un día no lo uti­li­za­ron más, por suer­te. “El avión es­ta­ba bas­tan­te bien, no sé qué des­per­fec­to ha­brá te­ni­do, pe­ro ex­plo­tó y se vi­no aba­jo en un via­je a Men­do­za, a los dos me­ses que lo de­ja­mos de usar. Al prin­ci­pio es­tá­ba­mos sor­pren­di­dos. Es cier­to, no era una ae­ro­lí­nea, no te­nía lu­gar pa­ra mu­chas per­so­nas y ha­cía un rui­do bár­ba­ro; ca­da vez que íba­mos a Tre­lew o a Co­mo­do­ro se mo­vía to­do, pe­ro igual nos sor­pren­dió. Me acuer­do de que el más ca­gón era Iz­quier­do. Cuan­do po­día za­far, se iba en au­to diez ho­ras an­tes con una fa­mi­lia ami­ga. Igual, pa­ra mí era me­jor. Si vo­la­ba an­da­ba con vó­mi­tos, y yo que­ría que ju­ga­ra bien”, re­me­mo­ra.

Imagen Apoteótico. El plantel y su gente, en un emotivo recibimiento. Sueñan con repetir en la A.
Apoteótico. El plantel y su gente, en un emotivo recibimiento. Sueñan con repetir en la A.

Y aun­que el en­gan­che pre­fe­ría no vo­lar, en la can­cha el equi­po le da­ba ca­lor a un Glo­bo que apro­ve­cha­ba esos on­ce hu­ra­ca­nes pa­ra se­guir su­bien­do. Y tan­to su­bió que se ol­vi­dó de los tor­neos re­gio­na­les y em­pe­zó a mi­rar a to­do el país. Siem­pre des­de lo al­to. Se en­con­tró con vien­tos fríos que le im­pi­die­ron ga­nar al­tu­ra más rá­pi­do. En la tem­po­ra­da 2001/2002, La­nús le qui­tó sus sue­ños de pro­mo­ción y, en la úl­ti­ma cam­pa­ña, Al­ma­gro lo fre­nó en la fi­nal por el se­gun­do as­cen­so. Pe­ro no se que­dó es­tá­ti­co por mu­cho tiem­po. Con la guía del ca­pi­tán Gar­cía en­te­rró las po­quí­si­mas frus­tra­cio­nes y an­te Atlé­ti­co de Ra­fae­la al­can­zó la es­tra­tos­fe­ra. “Soy un agra­de­ci­do. La chan­ce de ju­gar en Pri­me­ra me lle­gó a los trein­ta y cua­tro años, pe­ro no me da bron­ca, al con­tra­rio. Yo em­pe­cé a ser pro­fe­sio­nal re­cién a los vein­te y nun­ca se me ocu­rrió ir a pro­bar­me a un club gran­de. To­ma­ba al fút­bol co­mo una di­ver­sión. No ima­gi­na­ba vi­vir de es­to. Sin em­bar­go, en Hu­ra­cán cre­cí co­mo per­so­na y co­mo fut­bo­lis­ta. Fue lo me­jor que me pa­só y por eso siem­pre me que­dé. La ver­dad es que con mi fa­mi­lia es­ta­mos muy có­mo­dos en Tres Arro­yos. Y si no hu­bie­ra te­ni­do la suer­te de lle­gar a la A, igual es­ta­ría agra­de­ci­do. Pa­ra mí lo me­jor es ju­gar y ser fe­liz. Me lo to­mo así”, con­fie­sa Clau­dio, quien des­de que arri­bó al Glo­bo vi­vió del fút­bol, aun­que eso no le im­pi­dió de­di­car­se a la api­cul­tu­ra co­mo se­gun­da ac­ti­vi­dad.

Hu­mil­de y dis­pues­to a dis­fru­tar del via­je a las es­tre­llas, Gar­cía prio­ri­za el bie­nes­tar del club por so­bre el pro­pio. “Mi sue­ño es po­der ver a Hu­ra­cán con­so­li­da­do en Pri­me­ra por mu­chos años. Hay que me­jo­rar en va­rios as­pec­tos, por­que cuan­do cre­cés tan rá­pi­do mu­chas co­sas te su­pe­ran. Mi idea es cul­mi­nar la ca­rre­ra lo me­jor po­si­ble, ju­gar has­ta que con­si­de­re que pue­da ser útil, por­que cuan­do se­pa que no es así voy a ser el pri­me­ro en dar un pa­so al cos­ta­do. Y el día que de­je de ju­gar voy a apor­tar lo mío pa­ra que el club crez­ca. En­tre­na­dor ya soy des­de el año pa­sa­do, así que me gus­ta­ría la­bu­rar en in­fe­rio­res y re­clu­tar ju­ga­do­res de la zo­na, que no es­tá bien ex­plo­ta­da. Ya he­mos pues­to a Ro­dri­go Pa­la­cio en Ban­field y a Die­go Trot­ta en Es­pa­ña y po­de­mos más. Hoy so­mos el me­jor club de la pro­vin­cia, en­ton­ces los chi­cos ten­drían que ver a Hu­ra­cán co­mo una gran al­ter­na­ti­va. Coor­di­na­dor ge­ne­ral de la ins­ti­tu­ción es un car­go que me gus­ta­ría po­der ocu­par en el fu­tu­ro”, con­fie­sa el Gor­do, co­mo lo apo­dan sus com­pa­ñe­ros.

An­te una ca­ma­da de ju­ga­do­res que, sin ha­cer dis­tin­ción de ca­te­go­ría, pe­leó to­dos los tor­neos que ju­gó en las úl­ti­mas sie­te tem­po­ra­das, la pre­gun­ta apa­re­ce por sí so­la.

–¿Qué les im­pi­de so­ñar con es­tar en la pe­lea por ser cam­peo­nes?

–No sé si va­mos a po­der es­tar en la lu­cha por­que en Pri­me­ra hay otra ca­te­go­ría. Oja­lá po­da­mos ver a un equi­po co­mo el nues­tro pe­lear los pri­me­ros lu­ga­res. Al­go es se­gu­ro, el es­ti­lo de jue­go y la his­to­ria fut­bo­lís­ti­ca va a ser la mis­ma. La co­lum­na ver­te­bral del equi­po la for­ma­mos más o me­nos los mis­mos ju­ga­do­res y por eso no creo que Eduar­do va­ya a cam­biar la idea. Hu­ra­cán va a pen­sar en ga­nar en cual­quier can­cha del país.

No es cues­tión de gas­tar a cuen­ta, pe­ro no es­ta­ría mal com­prar al­go de bron­ce…

Imagen El gesto típico del goleador. Yo soy el “9”, señala el Novillo. Muchos arqueros lo sufrieron.
El gesto típico del goleador. Yo soy el “9”, señala el Novillo. Muchos arqueros lo sufrieron.

Huracan te “arroya”

En sie­te tem­po­ra­das, el equi­po de Tres Arro­yos con­su­mó cua­tro as­cen­sos y lle­gó a Pri­me­ra. Y lo lo­gró con só­lo dos téc­ni­cos: Hu­go Te­na­glia y Eduar­do An­zar­da.

1997/98. Tras ganar el tor­neo de Tres Arro­yos se trans­for­mó en el re­pre­sen­tan­te de la li­ga en el Ar­gen­ti­no B.

1998/99. Jue­ga su pri­me­ra tem­po­ra­da en el Ar­gen­ti­no B con Clau­dio Gar­cía (29 goles en 30 partidos), Di Croce, Iz­quier­do, Quin­ta­na, Gue­va­ra y los her­ma­nos Dra­go­je­vich co­mo ju­ga­do­res cla­ves. As­cien­de al Ar­gen­ti­no A y par­ti­ci­pa de un he­xa­go­nal fi­nal pa­ra su­bir di­rec­ta­men­te a la B Na­cio­nal. Ter­mi­na ter­ce­ro y co­mo as­cien­den los dos pri­me­ros se que­da sin la chan­ce de su­bir dos ca­te­go­rías en una tem­po­ra­da.

1999/00. En el Ar­gen­ti­no A, que em­pie­za en ene­ro de 2000, García marca 21 goles en 22 partidos. Huracán igua­la el primer puesto con Ge­ne­ral Paz Ju­niors, pe­ro se que­da en la di­vi­sio­nal por di­fe­ren­cia de gol.

2000/2001. A fi­na­les del año 2000 arran­ca el tor­neo. Tras una gran cam­pa­ña con­si­gue el as­cen­so a la B Na­cio­nal. Gar­cía ano­ta 18 go­les en 23 par­ti­dos.

2001/2002. Jue­ga en la B Na­cio­nal por pri­me­ra vez y con An­zar­da en el ban­co se cla­si­fi­ca a la Pro­mo­ción por el as­cen­so a la A, pe­ro pier­de la chan­ce an­te La­nús.

2003/2004. Ter­mi­na pri­me­ro en la ta­bla ge­ne­ral de la tem­po­ra­da y con­si­gue dos chan­ces pa­ra su­bir. Pier­da la pri­me­ra an­te Al­ma­gro, pe­ro alcanza el ob­je­ti­vo tras ven­cer a Atlé­ti­co de Ra­fae­la en la Pro­mo.

 

Por Marcelo Orlandini (2004)

Fotos: La Voz del Pueblo

 

Del estilo Batistuta

El DT des­ta­ca las vir­tu­des del go­lea­dor y la­men­ta que ha­ya lle­ga­do tarde al fút­bol pro­fe­sio­nal.
Cuan­do lle­gue al club pa­ra ha­cer­me car­go del equi­po, en la B Na­cio­nal, la di­ri­gen­cia me co­men­tó que co­mo pre­mio por ha­ber lo­gra­do el as­cen­so que­ría man­te­ner el plan­tel pa­ra afron­tar la cam­pa­ña. An­te es­to, yo les di­je que que­ría ha­cer una eva­lua­ción de ellos pa­ra ver có­mo los veía. Y la pri­me­ra sor­pre­sa que me lle­vé fue con Clau­dio Gar­cía. Me en­con­tré con un de­lan­te­ro que de­fi­ne con el pa­rie­tal iz­quier­do, con el de­re­cho y con la fren­te con una po­ten­cia y una pre­ci­sión ma­te­má­ti­ca. Es muy di­fí­cil que ye­rre un ca­be­za­zo. Ade­más, po­see un gran con­trol de pe­lo­ta y no tie­ne pro­ble­mas de per­fil. Re­ma­ta con am­bas pier­nas, aun­que el cen­tro ven­ga des­de la de­re­cha o des­de la iz­quier­da. Yo ju­gué mu­chos años en Eu­ro­pa y real­men­te nun­ca ha­bía vis­to un ju­ga­dor tan com­ple­to a la ho­ra de la de­fi­ni­ción de las ju­ga­das.
La­men­ta­ble­men­te no tu­vo la chan­ce de que lo vie­ra el fút­bol pro­fe­sio­nal cuan­do era más jo­ven, por­que hu­bie­ra si­do un ju­ga­dor de ni­vel in­ter­na­cio­nal, con gran­des lo­gros en ese pla­no. Con un po­co más de po­ten­cia, se­ría co­mo Ba­tis­tu­ta. Es un de­lan­te­ro de ese es­ti­lo, con la di­fe­ren­cia de no te­ner un tra­ba­jo im­por­tan­te en di­vi­sio­nes in­fe­rio­res. Le fal­tó la­bu­ro de pi­be, por­que lo de él es to­do na­tu­ral. De chi­co ju­ga­ba seis me­ses en la li­ga re­gio­nal y por ahí des­can­sa­ba la otra mi­tad del año.
Pa­ra Tres Arro­yos, Clau­dio es “el” ído­lo. Lle­vó al club des­de el Ar­gen­ti­no B has­ta la Pri­me­ra Di­vi­sión con una can­ti­dad enor­me de go­les.
Más allá de que no bien as­cen­dió dio a en­ten­der que no sa­be si es­ta­rá a la al­tu­ra de po­der aguan­tar el rit­mo com­pe­ti­ti­vo de la Pri­me­ra Di­vi­sión Ar­gen­ti­na, su pre­sen­cia en el cam­po nos da con­fian­za y de­fi­ni­ción y por eso va a es­tar. En lo úni­co que pue­de sen­tir el cam­bio es en el es­ta­do atlé­ti­co. Igual­men­te, re­sig­na­re­mos su apor­te de­fen­si­vo por la de­fi­ni­ción. Pre­fie­ro que co­rra mu­cho me­nos en el as­pec­to de­fen­si­vo y que es­té fres­co pa­ra de­fi­nir co­mo él sa­be.
Pa­ra Hu­ra­cán, Clau­dio es un re­fe­ren­te muy im­por­tan­te. Y sus com­pa­ñe­ros se en­cuen­tran muy tran­qui­los sa­bien­do que él en cual­quier mo­men­to mar­ca un gol.