Las Entrevistas de El Gráfico
Jorge Ghiso en primera persona
En River ganó el Metro 1975. En 1988 arrancó como técnico. Dirigió a trece equipos y obtuvo dos ascensos.
Su presente: da clínicas de fútbol en Sudáfrica y espera volver a dirigir.
ME EMOCIONA hablar sobre mis padres, Armando Jorge, que se murió a los 60 años, y Bianca, que todavía vive. Mi papá me transmitió la cultura del trabajo. Hacía zapatos; empezó de peón, se puso su empresita en lo que era nuestra casa y terminó con su fábrica, en la que había 20 empleados. Mi viejo creció a fuerza de trabajo. Todos los días se iba a las 4 de la mañana y volvía a las 8 de la noche. No nos íbamos de vacaciones; solo recuerdo que lo hicimos una vez. Mi mamá era ama de casa. Tenía todo prolijito y cocinaba espectacular.
DESDE CHICO me divertía jugar al fútbol. Pero mis padres no querían que jugara. Por eso, me escapaba para patear. Vivía a ocho cuadras de River y, a los siete u ocho años, me probé. “Volvé más adelante”, me dijeron. Y, a los nueve, se me dio. Hacía gimnasia en el club, y un día, por llegar tarde, perdí el micro en el que estaban mis compañeros. En el gimnasio del club se había armado un campeonato de fútbol y Palomino, el hombre que trabajaba con los chiquitos, me reconoció y me preguntó si quería jugar. Fenómeno: anduve bien, ganamos ese campeonato y, desde ahí, no me moví más. Eso sí: hubo que convencer a mis padres, en especial a mi mamá. Entonces, Palomino habló con mi papá y arregló la historia.
OSVALDO DIEZ me formó y me educó. Había empezado a los 13 o 14 años con Carlos Peucelle, que me enseñó la técnica. Diez, en cambio, me inculcó la táctica. Me explicó cómo tenía que cerrar, cómo debía abrir el campo, me enseñó a tirar diagonales para lastimar al rival. Además, remarcaba cómo había que comportarse. El tipo era recto, honesto y te decía la justa. Me marcó.
Los pasos iniciales de Vitrola en la Primera de River, allá por 1970.
A CARMELO FARAONE también le agradezco. No era el entrenador del equipo y, en un momento flojo mío en River, se me acercó antes de un partido. “A veces, juéguesela. Apúntele al 4 y encárelo, si usted sabe”, me aconsejó. Y jugué mi mejor partido. A partir de ahí, entendí que a veces tenía que tocar y otras, encarar. Arranqué, por suerte, y empezó una mejor etapa.
ANGEL LABRUNA era un tipo simpático que se llevaba bien con los jugadores. No lo escuché dar muchas charlas técnicas, pero, en la primera que hizo, acertó en todo. Cuando me tuve que ir de River en el 75, me fue de frente. Era pícaro, vivo. Sabía hacer sus grupos. Antes, los periodistas no estaban tan encima, y el equipo era una camarilla de 20; o te metías o no jugabas.
NO ERA DE HABLAR MUCHO. Fortalecí mi personalidad a través del paso de los años y de la gente con la que me rodeé. En River, comenzamos a funcionar en 1975, año en el que Roberto Perfumo se incorporó al equipo. Yo lo escuchaba. Siempre me gustó oír y aprender de los tipos experimentados, porque son una guía. En el fútbol, tenés que ser observador, intentar copiar lo bueno y correr a un costado lo malo.
Cabeza levantada y pelota dominada en pleno ataque millonario, con curioso short.
COMO JUGADOR EXPLOTE en la Universidad de Chile. Cuando era titular y andaba bárbaro en River, me rompí los ligamentos de la pierna contra Vélez. Después, volví y me transfirieron antes de que se terminara el Metro 75, el torneo que cortó la racha de los 18 años. Jugué el Nacional para Atlético Tucumán y me vendieron para la U en 1976. Ahí jugué muy bien y convertí un montón de goles.
ANTES había más espacios, y el futbolista tenía otra técnica. El 10 era el mejor de todos los equipos: Marito Zanabria, Carlos Babington, el Beto Alonso, Ricardo Bochini… De hecho, el Bocha la jugaba más rápido que los demás. Pero a estos tipos no les podían sacar la pelota y gambeteaban siempre.
EN LA SELECCION, jugué la gira previa al Mundial 74 que se hizo en 1973 por México, Alemania e Israel. Contra los alemanes, fui titular, hice un gol y les ganamos 3 a 2. Después, ellos salieron campeones del mundo. Antes se hacía todo al revés: al equipo que venía armado lo disolvieron a tres meses del Mundial. De todos modos, en 1974 me rompí los ligamentos y me quedé afuera de la Copa del Mundo. Lo sentí.
El gol recordado: lo convirtió para la Selección ante Alemania en 1973, en Munich; Sepp Maier, arquero y gloria germana, lo sufre.
SER ENTRENADOR es estresante. Ahora, si dirigís a la Vitroleta, al Atlanta de Cristian Castillo y Pepe Castro, o al Instituto de la Lora Oliva, dormís tranquilo. Me tocó dirigir a muy buenos equipos.
EL ASCENSO que logramos en Atlanta me dejó alegría, y el que conseguimos en Quilmes, tristeza, porque me tuve que ir. Pensaba en incorporar a siete u ocho jugadores, que Enzo Kalinski y Francisco Cerro andarían muy bien en Primera… No estaba equivocado. Pero los dirigentes me sacaron a mí, trajeron a 23 jugadores, y Kalinski y Cerro se fueron. Aquel equipo de Quilmes era ordenado, tenía gente experimentada que me parece sana. Bianco tuvo mérito en el armado del plantel; yo asumí para la segunda rueda del torneo y le di juego para adelante, con Miguel Caneo y otros chiquitos.
LA VITROLETA jugaba de memoria. Aquella Reserva de River generaba que me sentara en el banco para ver los partidos. El equipo tenía siempre la pelota. Había jugadores fantásticos: el Pato Toranzo, la Gata Fernández, el Hachita Ludueña, Falcao, Gonzalo Higuain, Menseguez, Sambueza, Osmar Ferreyra, el Pony Oyola, Mareque. A Ahumada lo puse de 4, porque Mascherano era el 5. Atrás, venían Jesús Méndez, René Lima, Nico Domingo. A mí me decían que era un fenómeno por la Vitroleta. Pero no: solo formé a los muchachos, no los hacía jugar. Los fenómenos eran ellos. Por eso, el equipo jugaba tan bien y ganaba.
En los 70, nadie se lo tomaba a mal: con la de Boca dada vuelta tras un cambio de camisetas en un clásico.
GONZALO HIGUAIN era enganche y volaba. Tenía potencia, arrastraba marcas, pateaba de todos lados y convertía. En un clásico de la Reserva en la Bombonera, lo puse de 9, hizo dos goles y no le cambiaron más el puesto. Si está bien, es un 9 extraordinario.
EL PATO TORANZO es uno de los jugadores más inteligentes que dirigí: hacía muy bien el carril derecho, le pegaba a la pelota con clase y tenía visión de juego. Pero, como no se tiraba al suelo, como no te raspaba con los tapones, no lo querían. Por suerte, Angel Cappa llegó a Huracán, y el Pato la rompió.
LA LORA OLIVA fue un crack; quizá la gente no lo conozca. Era fantástico verlo en la cancha. Le pegaba con la misma violencia con las dos piernas, era inteligente y veloz, y, cuando pasaban los mejores goles, estaban los de él. ¿Por qué no se dimensionó su figura? Porque de Instituto se fue a Japón; no dio el salto, no jugó en equipos grandes, como River o Racing.
Ya como entrenador, festeja el ascenso con Atlanta a la B Nacional en 1995. Luego, en 2010, llevaría a Quilmes a la A.
A MESSI Y A RONALDO no se los puede comparar en lo futbolístico. El portugués es un fenómeno, pero resulta otra cosa. Hoy, el jugador más completo del mundo es Messi, como antes fueron Maradona y Pelé. No hay que comparar a nadie. Es imposible hacer lo que hace Messi y a la velocidad que lo desarrolla.
VEO AL BARCELONA y me deleito. Puede ganar, empatar o perder, pero qué importa. Si entre Iniesta, Messi, Neymar y Suárez arman seis o siete jugadas brillantes por partido. Observar al resto de los equipos no me interesa.
SI HUBIERA SIDO MAS POLITICO, hoy dirigiría en el fútbol argentino. Varios representantes, que están en el candelero, me llamaron para que trabajara con ellos. Sin embargo, seguí con Brian Costa, que me había ayudado en un momento difícil. No tenía nada firmado, pero no le fallo a la gente. Cuando doy la palabra, la sostengo a muerte. De hecho, rechacé la oferta de la Liga de Quito, mientras dirigía a la Reserva de River. Manuel Pellegrini me había recomendado, era la posibilidad de estar al frente de la Primera División de un equipo que después fue campeón de América. Pero me quedé porque tenía contrato en River. En ese tiempo, también, Luis Segura me vino a hablar dos veces para dirigir a Argentinos. Pero le agradecí y le dije que no. Porque, cuando me comprometo, lo hago hasta el final. Es cierto que me fui de Ferro en la mitad de una temporada, pero no lo dejé para irme a Quilmes. Eso es mentira. Ferro me dejó a mí, no me cumplió en nada. Era la época mala del club. Por supuesto que me gustaría volver a dirigirlo. Porque Ferro es un buen club.
MUY POCOS DIRIGENTES saben de fútbol. A veces, los directivos te invitan a comer un asado y te das cuenta de que se quieren poner la 9. Algunos son buenísimos para gestionar, para lo económico, pero no así para lo futbolístico. De todas maneras, conviví con dos dirigentes que sabían mucho de fútbol: Julio Grondona y José Luis Meiszner.
Aquí y ahora, sueña con volver a dirigir.
LA EXPERIENCIA se subestima en el fútbol argentino. El Flaco Menotti podría aportar muchísimo; todavía está lúcido y preciso, y sabe cómo transmitirlo. Yo lo escucharía durante horas.
NO ESTOY CON EL BASTON; todavía puedo trabajar en una cancha. Hace tres años que doy clínicas de fútbol en Port Elizabeth, en Sudáfrica, junto a Cristian Castillo. También, me contratan empresas en la Argentina para dar charlas de manejo de grupo. Pero sueño con volver a dirigir.
Por Darío Gurevich / Fotos: Emiliano Lasalvia y Archivo El Gráfico
Nota publicada en la edición de abril de 2017 de El Gráfico