Las Entrevistas de El Gráfico

Juan Manuel Insaurralde, la marca en el orillo

Tuvo un primer paso frustrado por Newell's, club al que llegó tras hacerse fuerte en Chacarita. Ahora, es uno de los pilares de la defensa.

Por Redacción EG ·

23 de diciembre de 2009
Imagen NO SOLO defiende. Suele ser carta de gol en los corners y tiros libres.
NO SOLO defiende. Suele ser carta de gol en los corners y tiros libres.

Nota publicada en la edición diciembre 2009 de la revista El Gráfico.

DESARROLLO SU PASION de pibe sin importarle quebrar la hegemonía familiar. Juan Manuel, quien heredó su segundo nombre a causa de la tradición impuesta por su padre hacia sus hijos varones, desestimó la práctica de judo. Sencillamente, no era de su agrado. La excursión de un año arriba del tatami sacó a relucir su anhelo: ser futbolista, profesión que tiene formación en clubes y no en universidades. Le transmitió su inquietud a su madre, Rosa, quien oía las explicaciones del caso. Su cariño por jugar al fútbol se tornó inalterable y aún se preguntan sus pares en su Resistencia natal cómo lo marcó aquel divertimento. En consecuencia, ganó la batalla por cansancio y comenzó a desplegar su vicio en instituciones a los siete años. Pasó por Chaco For Ever sin suerte e hizo escuela en Municipales, adonde su madre lo llevaba a entrenarse, en un principio en moto porque les quedaba en la otra punta de la ciudad. El nene, feliz.

Habitué de la zaga central, sea de 2 o de 6, se alejó de Municipales a sus 12 años y recaló en Central Norte, siempre en Inferiores, correspondientes a la Liga Chaqueña. Sin embargo, cambió de camiseta tres años después y regresó al conjunto de La Comuna. Allí, de golpe, surgió una posibilidad interesante, una puerta directa al mundo redondo de jerarquía: ir a probarse a Newell's. El vínculo se produjo a través de Municipales que mandaba chicos al equipo rosarino. Ahí se gestó su primer contacto con Los Leprosos hace diez años. Siete jugadores provenientes del Aurinegro pasearon virtudes y defectos en la cancha. La ilusión de Juan Manuel, intacta. No obstante, su sueño pareció desmoronarse. “No quedé; no sé si fue futbolístico o por otro asunto. Era un defensor que corría y metía mucho, y con la pelota me costaba un poquito. Era un fanático del fútbol; miraba todos los partidos que podía. Iba a la cancha a ver a Chaco For Ever en la B Nacional, como local, y viajaba hasta Corrientes para observar a los equipos de Primera frente a Mandiyú. Entonces, no entrar significó una desazón tremenda, pero le metí para adelante”, sostiene.

Juan Manuel es Insaurralde, que nunca les propinó infidelidad a su posición en el campo ni a su filosofía en un cuarto de siglo. Chaco, apodo que conserva a raíz de costumbres argentinas, es una de las piezas vitales de un Newell's que sacó chapa de candidato al título del Apertura 09 con argumentos de juego. La lectura comprensiva de esta nota es correcta: pelea el campeonato con el Rojinegro. “Mi historia es de locos, de no creer, pero son circunstancias que ocurren en el fútbol. Fui de adolescente, no me aceptaron y ya de más grande me compraron el pase. Ahora disfruto de este presente en el que el equipo está sólido y ubicado entre los que luchan el torneo. No sé si somos la sorpresa o la revelación; debemos seguir con la misma humildad, sin hablar de más, porque la verdad se muestra en la cancha. El hincha se manifiesta, nos apoya y, al igual que nosotros, se lo nota ilusionado. Nos compara con el Newell's campeón de 2004, pero hay que tranquilizarse -anticipa y luego subraya-. Somos ordenados, fuertes en las diferentes líneas, entendemos que existen momentos para jugar y otros para el roce y el desplazamiento físico; sabemos leer el juego. La presión arranca en los delanteros y eso facilita que atrás nos llegue limpia la bola. No nos sobra nada. Si entramos a jugar en un 90 por ciento, perdemos. Debemos estar al 100, sin regalar nada, disputando cada pelota como si fuese la última”.

Imagen IMAGEN LEPROSA. Juan Manuel reconoce el aporte de Sensini.
IMAGEN LEPROSA. Juan Manuel reconoce el aporte de Sensini.
DE PADRE, Manuel, electricista de autos; y madre, ama de casa, no tuvo necesidad de aprender el oficio en el taller. Segundo en la nómina de cuatro hermanos, tres varones y una mujer, jamás lo amedrentaron los 971 kilómetros de distancia que lo separaban del epicentro que le rinde culto al arte del balón. Ingresó de colado entre dos hermanos que iban a lucir habilidades en Chacarita en el nuevo milenio, arriesgó más que las piernas y transformó su deseo en realidad. “Llegamos al Funebrero por intermedio de unos representantes, que nos dejaron tirados en Buenos Aires. Ahí chocamos con la cruda cara del ambiente del fútbol. A mi viejo no le quedó otra que hacer de manager y habló con el Chivo Pavoni, el entrenador de la categoría en ese entonces, que nos examinó. A partir de eso, me vine a vivir a la pensión en San Martín. Allí transité los mejores momentos. Nos atendían bárbaro, se descansaba bien, se comía de lujo, y encima te contenían”, recuerda.

Los lapsos de emociones permanecen en su memoria. Su presentación en el fútbol argentino se concretó un 5 de julio de 2003, justamente frente a Newell's. Creer o reventar. El contexto era pésimo: El Funebrero no encontró equipo, cambió de entrenadores, asomaba a lo lejos el oscuro acceso del descenso y ni siquiera le salió el tiro del final al caer 2-1. “Fijate las casualidades; mi primer partido en Primera fue ante Newell's (risas). La alegría de debutar se opacó con la derrota. El Mono Navarro Montoya era el referente, un ejemplo para los pibes; llegaba primero y se retiraba último; una fiera entrenando, nos hablaba constantemente. Obvio, no olvidaré ese encuentro; en la primera jugada fui a una pelota dividida con Cuqui Silvani, que pidió el cambio producto del choque. Uno entra a mil revoluciones”, reconoce. 

Sin embargo, el recorrido ofreció zonas de turbulencias. “Si bien me tocó acompañar desde afuera, sufrí el descenso. Ya en la B Nacional, alternaba, aunque apareció lo peor en 2005. Los dirigentes de Chaca me querían dejar libre, luego darme a préstamo a Estudiantes de Buenos Aires, y el Chulo Rivoira me bancó. Era el último defensor, después pasé a ser titular y no salí más. Es un técnico que me marcó”, confiesa.  

Bajo la conducción de Eduardo López reapareció su lazo con Newell's. A mediados de 2007, intentó llevárselo a préstamo y la dirigencia del Tricolor no aceptó. No obstante, se efectivizó el vínculo un año más tarde. “Fue un sueño; era mi posibilidad de jugar en Primera A para consolidarme”, avisa.

Fernando Gamboa, quien hoy dirige a Chacarita, le depositó su confianza y Chaco no le falló: seguridad en la zaga, personalidad, fortaleza en el juego aéreo y goles a Boca, River y Racing. Buena manera de exhibirse. “El Negro es temperamental, motivador, va de frente y sabe llegarle al jugador. Es el otro entrenador que tengo grabado a fuego. Entraba al vestuario y saludaba a todos con un beso; un fenómeno”, declara con admiración.

Imagen SIEMPRE de frente. Chaco, tal su apodo, camina por la vida como se despliega en cualquier cancha.
SIEMPRE de frente. Chaco, tal su apodo, camina por la vida como se despliega en cualquier cancha.
SU ULTIMO AÑO SE EXPONE en vidriera a pedir de un archivo que recién ahora muestra cierto lujo. Apretó los dientes en un primer semestre en el que Los Leprosos culminaron 15º en el Clausura, apoyó -al unísono con sus compañeros- al cuerpo técnico comandado por Roberto Sensini, se transformó en jugador de la Selección local y colabora siendo una perla de colección en un Newell´s que varió silbidos por elogios al estar en la seria discusión del Apertura. “Antes no éramos un desastre, ni ahora somos unos monstruos. Creábamos diez situaciones de gol por partido, y no la metíamos; y nos llegaban una o dos veces y nos convertían. En este certamen nos fortalecimos como equipo, se incorporaron los refuerzos justos y encontramos el funcionamiento que nos pedía Roberto (Sensini), una gran persona, de perfil bajo que transmite un mensaje conciso. Nosotros siempre lo bancamos, y los dirigentes también. Hoy se ven los frutos”, señala.

-Sos vital en el juego aéreo, sea en defensa o en ataque, e incluso te mostrás como carta de utilidad: anotaste cuatro tantos -hasta el clásico con Central-, siempre para ganar o abrir el marcador. ¿Coincidís?
-Uno es marcador central y si no va bien de arriba, está listo. No sé si es una virtud; me gusta ir a buscar y se dieron los goles. Es un poco de oportunismo y suerte. Lo importante es que el equipo sume de a tres.

-Si continuamos una lectura estadística, ocho de los diez encuentros que ganaron y los dos que perdieron -insisto hasta el clásico- fueron por la mínima. ¿Son prácticos?
-Sí, aunque no nos tiramos atrás y no especulamos. Tomamos nuestros recaudos y vamos al frente. Cuando se puede jugar lindo, mejor; pero si no, hay que jugar como se pueda y tratar de imponerse.

-¿A quién hay que hacerle una mención especial?
-Al grupo. El Flaco (Schiavi), Peratta y Bernardi son los referentes; tienen un rodaje impresionante encima; y el Uru (Boghossian) es crack. Humilde, delantero temible, completo de arriba y de abajo, con un futuro bárbaro.

-¿Cuánto sirve compartir la zaga con un hombre tan ganador como Schiavi?
-Un montón. Aprendí de él dentro y fuera de la cancha. Te aconseja no creértela, comprender que los detalles te llevan a lograr grandes objetivos; me cuenta cómo son las cosas; no es casualidad que el Flaco haya ganado tanto. En la cancha, es una bestia: corre, mete, va para adelante y eso contagia.

-Ambos compartieron plantel en la Selección local. ¿Cómo fue la experiencia?
-Increíble. Vestir la camiseta argentina es lo máximo, por más que haya sido un amistoso ante Ghana. Estar ahí, con esos fenómenos, con el mejor del mundo, es impagable.

-¿Moviliza haberlo tenido a Maradona de entrenador?
-Sí, una experiencia fuerte. Nunca lo tuve tan cerca hasta que dio la charla; fue conmovedor, él estaba ahí.

-¿Te ilusionás con el Mundial de Sudáfrica 2010 o no?
-Conformista nunca, aunque soy consciente de que hay muchos jugadores de jerarquía. Uno quiere mejorar y darle para adelante; sólo Dios sabrá si me tocará ir o no. Haberme puesto la albiceleste fue un premio al sacrificio. Hace un año y meses competía en la B Nacional, y de golpe surgió todo esto.

-Volvamos a Newell's. ¿Qué argumentos ofrecen para ser candidatos?
-Asfixiamos a los rivales, abrimos la cancha, hacemos circular con criterio la pelota, estamos bien parados, en especial de mitad de cancha hacia atrás, intentamos imponer nuestro ritmo y golpeamos en momentos importantes. Además, nos preparamos para la segunda jugada, fundamental en encuentros cerrados, y trabajamos los partidos. En lo individual, si Formica y Sánchez Prette se inspiran, somos un equipo distinto. Una vez que vencimos a Estudiantes y Vélez, dos buenas medidas, supimos que pelearíamos arriba.

-¿Qué representaría consagrarse en el fútbol argentino?
-Es un anhelo que está presente en cualquier jugador. Sabemos que hay equipo, pero no debemos perder la cabeza. 

LA ARENGA AUN RETUMBA. El Coloso del Parque Marcelo Bielsa revienta. Los 11 leprosos ya están en cancha. Se entremezclan papelitos, banderas, globos y bengalas en sintonía rojinegra. La bandera que imprime La hinchada más popular apenas se alcanza a leer en la nebulosa. Juan Manuel Insaurralde levanta los brazos, aplaude y motiva a sus compañeros. El chaqueño, quien disfruta de su mujer, Lucía, y de su hija, Mía, de sólo tres años, ya cumplió parte de su sueño. El resto, quizás esté en camino tras la orden del referí.

Por Dario Gurevich / Fotos: Emiliano Lasalvia