Las Entrevistas de El Gráfico

Lucas Alario, temple de acero

No lo ponen nervioso ni las citas decisivas ni los millones chinos. Así lo demostró en su corta carrera, con goles que valieron Copas y ascensos. Y rechazando una oferta irresistible. Charla íntima con el as de espadas de River. Voces de su entorno nos ayudan a conocerlo mejor.

Por Diego Borinsky ·

02 de mayo de 2017
Imagen La sonrisa natural, la sobriedad en el vestir, en River camp, el predio de Ezeiza.
La sonrisa natural, la sobriedad en el vestir, en River camp, el predio de Ezeiza.
Cuatro Bocas tiene 115 habitantes. China, 1.370 millones.

Cuatro Bocas es un pueblo del sur de Santiago del Estero, en el límite con Santa Fe, con 14 manzanas, una plaza, una iglesia, una salita médica, tres almacenes, una panadería, una escuela primaria y, a partir de 2012, también con una secundaria. El padrón electoral registra 230 personas, porque también vota allí gente de localidades vecinas.

China es el país más poblado del planeta, la primera potencia económica mundial, limita con 14 estados soberanos, posee 56 grupos étnicos y más de 18 dialectos.

Lucas Nicolás Alario tiene 24 años y se crió hasta los 13 en Cuatro Bocas (no nació allí, sino en Tostado, Santa Fe, porque, como inventariamos recién, no existía maternidad). No dejó de ir a jugar al fútbol chino solamente por este contraste de datos, al fin de cuentas hoy vive en una ciudad caótica y turbadora como Buenos Aires. No se fue, entre otras cosas, porque en River es feliz y compite por objetivos importantes, porque no quiere alejarse de la Selección y tampoco de la familia. Pero los 115 habitantes hablan un poco de la esencia de Lucas Alario. Y nos sirven para entender el porqué de una decisión que mantuvo en vilo a la feligresía riverplatense cuando los “palitos chinos” vinieron a sembrar angustia al fútbol argentino. Ya habíamos tomado nota de lo que eran capaces. Si no, preguntarle a Carlos Tevez.

Es sábado al mediodía en River camp, el fantástico centro de entrenamiento que el club posee en Ezeiza. Tras una breve práctica regenerativa, el goleador asoma con el ojo izquierdo morado, contraseña infaltable de un 9 que se precie: un 9 inmaculado de pies a cabeza, un 9 sin cicatrices, un 9 listo para desfilar con Giordano, no es un auténtico 9. Aún se observa nítido el registro del cabezazo que le dio un defensor colombiano del DIM en el párpado, apenas iniciado el duelo copero. Luquitas, el goleador temple de acero, no se preocupó demasiado cuando dieron penal para River. A pesar del ojo en compota, tomó la pelota antes que el resto, como hizo otras veces, se concentró y la clavó contra un palo para iniciar el camino a un 3-1 que marcó el debut triunfal en la Libertadores y el puntapié para un resurgimiento futbolero del equipo. “En el momento no me dolió, pero cuando paramos por la lluvia, me tuvieron que meter dedo como loco”, comenta, mientras se somete a la lente fotográfica.

Lucas llega a la sala de prensa “Jorge Topo López” con una remera gris clásica sin inscripciones. No usa aritos, ni tatuajes ni luce esos raros cortes de pelo tan de moda. No encaja para nada en el prototipo de futbolista actual. Es un canto a la sobriedad. El único detalle que lo ubica en esta era es un jean celeste que deja ver sus pantorrillas sin medias. Un jean corto, como cortas serán sus respuestas en los 45 minutos de charla con El Gráfico. No porque esté apurado, enojado ni mal predispuesto. No. Simplemente, su modo de contestar es una síntesis de su modo de ser. No le va el palabrerío. Es corto y conciso. Al fin de cuentas, como buen goleador, también se muestra así en la cancha: va a los bifes sin rebusques.

-¿Cómo se produjo la lesión que te dejó 50 días afuera?
-Fue al final del partido con Vasco da Gama, en Estados Unidos, me dieron una patada con todo el empeine, de frente, y me repercutió en el hueso. De milagro no provocó una fisura.

-En ese momento no pareció tan grave.
-Me dolía, pero en caliente mucho no te das cuenta; cuando se me enfrío, no podía ni pisar. Llegué acá, me hice una radiografía y no tenía nada roto. A los pocos días hicimos un reducido, y al principio me sentí bien, suelto, pero después no podía del dolor, se me había hecho un hematoma en el hueso que siguió con una periostitis en los tendones.

-¿No pensaste en arriesgar contra Lanús por la Supercopa?
-Probé el día anterior, con el profe y los kinesiólogos, pero no podía jugar, y era preferible que estuviera un compañero bien y no yo mal.

Imagen Goles que valen Copas. El 1-0 a Tigres, para abrir una durísima final de Libertadores en el Monumental, la inolvidable noche del diluvio. De palomita tras centro de Vangioni.
Goles que valen Copas. El 1-0 a Tigres, para abrir una durísima final de Libertadores en el Monumental, la inolvidable noche del diluvio. De palomita tras centro de Vangioni.
-¿La pasaste mal con la oferta de China?
-Apareció mientras estaba lesionado y andaba metido en tratar de recuperarme, pero llegó una semana en que tenía que tomar la decisión y me di cuenta de que debía pensarlo de verdad, una resolución que no era nada fácil.

-La venías pateando…
-Sí, claro, la alargaba, porque de verdad quería recuperarme lo más rápido posible. Y cuando llegó el momento, me costó dormir, sabía que era una decisión que me podía cambiar la vida. Mi familia me ayudó mucho, justo vinieron a visitarme mis viejos y mi hermano mayor, lo charlamos y decidí quedarme… En este ambiente hay muchas cosas que no son buenas, y ellos me apoyaron, quiero agradecer la familia que me tocó, tuve mucha suerte.

-La duda habrá nacido porque era demasiada plata, ¿no?
-Obvio que es plata que nunca uno vio ni está acostumbrado a ver (risas), pero nada…

-¿No te fuiste porque te iba a costar demasiado la adaptación?
-Es una cultura totalmente diferente, ya sea desde un plato de comida a cómo se vive y cómo se entrena. Hablé con Emmanuel (Gigliotti), que había sido mi compañero en Colón y justo volvía de estar dos años en China, y me contó su experiencia.

-¿Llamaste vos o te llamó él?
-Lo llamé yo, para tener una referencia de cómo la había pasado.

-Para muchos fue la segunda gran obra de Gigliotti por River...
-(Se queda pensando, se ríe) No, no, a Emmanuel lo considero un amigo, es una gran persona y me contó sus vivencias.

-Tu papá dijo en notas que no sería bueno que te fueras, ¿te enojaste?
-Enojarme, no, pero mi papá salió en todos los medios. Es mejor que hable yo, pero a él le gusta (risas).

-Dijo que con lo que te costó adaptarte a Buenos Aires, China iba a ser durísimo.
-Creo que ahí mintió un poco (risas). A mí, Buenos Aires no me costó tanto, la peor parte la viví al ir de Tostado a Santa Fe. Ir a vivir solo, a una pensión, que uno lo piensa y dice: “Pucha, no sé si me la voy a aguantar seis meses más”, fue brava, pero venir acá, no, para nada, lo disfruto desde el primer día.

-¿Hubo algún amigo o familiar que te aconsejara irte?
-Lo hablé con mi familia y con un amigo, y la opinión de todos era que siguiera. Los escuché y luego tomé la decisión. Mi representante fue otro que me bancó, me dijo que me acompañaba en lo que decidiera. También me parecía importante estar cerca de la Selección.

Imagen Cabezazo limpito ante el Santa Fe, para el 2-0 y asegurar la Recopa 2016.
Cabezazo limpito ante el Santa Fe, para el 2-0 y asegurar la Recopa 2016.
-La gente te habrá llenado de mensajes en esos días.
-La gente me hizo sentir todo su cariño y las ganas de que me quede. En redes sociales, en mensajes a mi familia, por todos lados, así que aprovecho para agradecerles a todos, no solo por esta ocasión, sino por cada vez que salgo a la cancha.

-¿Qué fue lo más loco que te pasó en relación con la gente?
-Por ahí me llegaban mensajes de todo tipo por las redes sociales, no sé, me decían que me entregaban todo con tal de que me quedara.

-¿Aprovechaste algo?
-No, no, para nada (risas).

-¿Cómo actuó Gallardo en todo esto?
-Creo que Marcelo siempre pensó que me iba a quedar, y fue muy respetuoso en no hablar conmigo antes de que tomara la decisión. Lo valoré y se lo dije, cuando vino a hablarme después de que pasó todo. Me dijo que estaba contento por la decisión que había tomado y por la forma en que yo pensaba.

-¿Cómo fue la reunión definitiva con D’Onofrio y Patanian?
-Fuimos al club con mi representante y se dio una charla como de amigos, tal como lo contó Rodolfo. Arrancamos hablando de cualquier cosa y cuando se llegó el punto les dije que mi idea era seguir en River. Se pusieron contentos y al irnos nos dimos un abrazo.

-Imagino que D’Onofrio te habrá dicho: “Quedate en River hasta 2018 que acá tenés repercusión y vas a ir al Mundial y de ahí a Europa”.
-Uno siempre sueña, más porque tuve la oportunidad de ser citado por este entrenador y saber que tan lejos uno no está. Obvio que en mi decisión de quedarme influyó la Selección; si salía a China, iba a perderme un poco, pero la Selección tiene a los mejores del mundo, sobre todo en ataque

-“Tomé la decisión de seguir un tiempo más”, declaraste, como diciendo “no se ilusionen con demasiado tiempo”...
-Lo dije porque… no lo sé, no te puedo decir ni sí ni no, uno nunca sabe. Lo que sí sé es que estoy muy bien en River y feliz de venir a entrenar todos los días.

-Es difícil imaginarte jugando la Libertadores hasta fin de año, si River llega.
-No lo sé (sonríe con cara de “dale, plomo, no insistas más”)… Ojalá lleguemos lo más lejos posible en la Copa. Hoy, solamente vivo el presente, para el resto falta muchísimo.

-¿Te gusta alguna liga en especial por sobre el resto?
-La inglesa, por lo competitiva que es. Se me hace más entretenido ver un partido de Inglaterra que de otro país, porque el peor le puede ganar al mejor, y por el juego, que es muy dinámico, rápido y bastante físico.

Imagen El estadio de San Lorenzo de Tostado, donde empezó a jugar.
El estadio de San Lorenzo de Tostado, donde empezó a jugar.
-Igual, si viene un buen club de Italia, España o Francia…
-Claro, dependerá de la propuesta, pero que me guste más la Premier no significa que no me gustaría jugar en otra liga.

-¿Tenés un equipo de los sueños?
-Siempre me gustó el Liverpool, desde chico, jugando en la Play, incluso tenía una camiseta del Liverpool. Después me gustó la cancha, el ambiente que se genera, muy relacionado a lo que se vive acá. No estuve en Anfield, eh, solo lo vi por tele…

-¿Quién es el mejor 9 del mundo hoy?
-Suárez y Lewandowski. Por ahí el polaco es más técnico, pero Suárez hace cosas de loco, no te da ni una pelota por perdida, se pelea, tiene movimientos extraordinarios también.

-¿Firmás seguir la carrera del Pipa formado en River?
-Seeee, olvidate (risas), toda la vida, es el 9 de la Juventus, ¿qué más querés?

-¿Quién te puso Pipa a vos?
-Mario Sciacqua, el técnico que me hizo debutar en Colón. Lo tuve en inferiores, me empezó a decir así desde pibe, y quedó. En Santa Fe me siguen diciendo Pipa, acá no tanto.

-¿Está bien puesto el apodo?
-Y… dicen que soy narigón, no sé (risas).

CANCHA NUEVA
Rebobinamos la cinta.
-¡Negro, hay un vago que vino a la 332 que no sabés cómo juega!
-Y bueno, traelo que lo miramos.

El que acerca el recuerdo es José Luis García, el Negro García, uno de esos eternos entrenadores de pueblo que trabaja con chicos. El que le ha pasado el dato es su amigo Pedro Baldi. La 332 es la Escuela Educativa Media N° 332 Domingo Faustino Sarmiento, la secundaria a la que acaba de sumarse Lucas Alario con 13 años, en Tostado, porque en Cuatro Bocas solo hay primaria (estamos en 2005, falta para 2012). Y “vago” no es porque Luquitas se rasque el higo; se trata de un término que se usa en la zona. Ya lo escucharemos al hermano.

“Lo trajeron, nos presentamos y le pregunté de qué jugaba –repasó el Negro García con el periodista Emiliano Nunia, en Superdeportivo Radio, de la ciudad de San Guillermo, Santa Fe– ‘De delantero’, me contestó. En ese momento ya venía trabajando en inferiores hacía varios años y enseguida noté que era un delantero con una potencia impresionante. Este vago venía del campo, de jugar esos campeonatos que se hacen los domingos, pero nunca lo había hecho a nivel liga. Recuerdo que nos miramos con Baldi y le dije: ‘Andá a buscar urgente los papeles de este pibe y que firme todo, este es bueno de verdad, este es diferente’. Y a los pocos días ya lo teníamos en el club”.

Imagen Muy de niño, con postura de goleador.
Muy de niño, con postura de goleador.
El club al que hace mención García es San Lorenzo de la ciudad de Tostado (15.500 habitantes, 330 km al norte de Santa Fe capital y a 850 km de Buenos Aires). Es un club que cumplirá 100 años el 6 de mayo de 2018 y que tiene cerca de 1400 socios. Su camiseta es roja y negra, similar a la de Newell’s y a la de Colón, y compite en la Liga Regional Ceresina (cabecera en la ciudad de Ceres), categoría por debajo aún de un Argentino C. En su estadio, el Juan Francisco Chiapello, no crecía el pasto por diversos problemas. No crecía hasta que en 2016 lo nivelaron, le hicieron el riego y la caída como corresponde. Todo gracias al hijo pródigo.

Pasemos números en limpio. A los 17 años, San Lorenzo vendió a Alario a Colón por 200.000 pesos, pero logró quedarse con el 20% del pase. Por la compra del 60% del pase que efectuó River a Colón, San Lorenzo embolsó 4 millones de pesos. Y de concretarse la venta a los chinos, el ingreso hubiera rondado los 20 millones de pesos, ya que San Lorenzo conserva el 20% del 40% que aún tiene Colón. Una auténtica fortuna para un club de pueblo.

Luis Acosta es el presidente de San Lorenzo de Tostado desde hace 3 años, aunque ha estado 10 en el cargo sumando otros períodos. Se dedica a la electrificación rural, llevando líneas de media tensión a los campos. “Estaba en el club cuando llegó Lucas –recuerda Acosta en charla con El Gráfico–, lo veíamos con un potencial importante. Fuimos muy lúcidos en hacer un arreglo con Colón cuando se lo quería llevar sin nada a cambio. Intentamos defender el trabajo de la Subcomisión de fútbol infantil, que organiza rifas, espectáculos bailables y venta de pollos para pagar a los directores técnicos de los chicos. Toda esta posibilidad económica que nos brindó Lucas es un reconocimiento al sacrificio que hacen esos directores técnicos. Más allá de que algunos chicos progresen y otros no, les inculcamos que sean personas de bien, somos una pared de contención en este momento tan difícil”.

Y si nos asombramos con los 18 millones de dólares que estaban por pagar los chinos, veamos lo que hizo un humilde club del interior del interior de la Argentina con el dinero que le correspondió por la venta del 60% Alario a River. Lo cuenta el mismo presidente.

“Reconstruimos la cancha totalmente: levantamos 30 centímetros el piso con 200 camiones de tierra, le hicimos el riego y la caída como corresponde y hoy tenemos pasto en el 90%  de la superficie. También construimos el cerco perimetral con pared y alambrado olímpico. Hicimos a nuevo un vestuario local, uno visitante y la piecita de los árbitros. Y ahora estamos terminando el cerramiento para la cancha auxiliar, donde practican las inferiores. El próximo paso es hacer un salón de usos múltiples para reuniones”. Y sigue: “No fue fácil. En 99 años nunca habíamos vivido una situación como esta. Por eso cuidamos todos los ingresos a fondo y quisimos ser muy respetuosos con la decisión que tomara Lucas. Toda su carrera es un mérito enorme de él”.

Al poco tiempo de llegar a San Lorenzo, el Negro García llevó a Lucas a probarse a la escuela Ernesto Duchini de Villa Constitución, de donde salieron Abel Balbo y Juan Pablo Carrizo, entre otros. Lo tuvieron 4 o 5 días, pero no quedó. Algo similar ocurrió con Newell’s. “Sin embargo, Lucas nunca bajó los brazos –cuenta García–. Recuerdo que estaba en Sexta y lo llamé para usarlo como carta salvadora en una final de Quinta y ganamos con un gol de Lucas con cancha llena y dimos la vuelta olímpica. Después, lo hice debutar en Primera. Lucas fue evolucionando en todos las categorías en las que jugó, siempre era un poco mejor a final de año con relación al comienzo, nunca dejó de crecer. Y siempre un chico reservado, que solo contestaba si le hablabas; excelente persona él y toda su familia”.

Ahora retoma el hilo el presidente Acosta: “Cuando regresa acá en las vacaciones, se le vienen todos al humo, se le hace imposible hasta dar una vuelta a la plaza. Y cuando se da un triunfo importante de River, la ciudad sale a festejar, aun los hinchas de Boca. No se van a poner la camiseta de River pero salen a dar una vuelta por el centro”. Tiene su lógica: cada vez que un relator grita “gol de Alario”, en el fondo todos allí sienten que grita “gol de Tostado”, “gol de Cuatro Bocas”, “gol nuestro”.

Hoy, los Alario conservan la casa de campo en Cuatro Bocas, pero viven en Tostado, enfrente de la sede social de San Lorenzo. “Al padre me lo cruzo seguido –recalca Acosta– y siempre le pregunto por Lucas. La madre, cuando habla de ‘su’ hijo, muchas veces lo hace con lágrimas en los ojos, realmente están viviendo algo impensado”.

EL MAS CABRON DE TODOS
Diego Alario tiene 34 años y es el mayor de los tres hijos de Abel y Mónica. Luego vienen Gonzalo (32) y Lucas (24). “Alguna vez le pregunté a mi vieja y creo que me dijo que no estaba muy planeada la llegada de Lucas, pero bueno… mirá lo que vino”, se ríe Diego, que vive en Rafaela desde hace más de una década y es administrador de empresas en una compañía láctea. García Márquez escribiría “Lucas ya tiene quién le cuente” (los billetes).

Imagen Adolescente.
Adolescente.
Continúa el hermano mayor.

- “En el campo, íbamos a jugar con Gonzalo y varios primos. Teníamos una canchita al lado de casa, éramos todos más o menos de la misma edad, le llevábamos entre 5 y 10 años a Lucas, pero Lucas era el primero que agarraba la pelota para ir a jugar. El vago se crió entre patadas, cobraba bastante, pero se la bancaba. Eso sí: no le gustaba perder a nada. Pero a nada, eh. Era el más cabrón de todos. Por ahí perdía un partido y se quedaba una hora sin hablarte. Al fútbol, al ping pong o a un juego de mesa. Ese espíritu competitivo lo trae de chico, y siempre fue dúctil para los deportes”.

- “Venimos de una familia futbolera. Mi viejo jugaba bien, era un 5 de marca. Lucas pintaba bien desde pibe, era un vaguito que le ponía mucho empeño y que tenía toques distintivos. Yo también me las rebuscaba, pero mis padres me indujeron al estudio, en cambio Lucas todavía estaba en la secundaria cuando pasó a Colón, y no fueron tan rigurosos como conmigo. Por suerte”. River se lo agradece.

- “Debutó en la Primera de San Lorenzo con 15 años, en la Liga Ceresina, una liga brava, con rivales que pueden tener entre 20 y 40 años, en canchas difíciles, en terrenos hostiles”.

- “Uno de sus problemas era el físico, porque era muy flaquito, y eso lo sufrió en Colón. Flaquito pero fuerte. El mayor crecimiento en el físico se lo noté cuando pasó a River”.

- “En Colón la tuvo que remar muchísimo, porque el club estaba una situación delicada. Recuerdo muy bien el día del ascenso. Estuve en la cancha de Colón esa tarde en que había que ganarle a Boca Unidos para quedarse con el último de los 5 ascensos del grupo. El partido iba 0-0, dieron un penal faltando 10 minutos y no lo olvido más: Lucas fue a buscar la pelota y se hizo cargo del penal. Y eso que había gente mucho más experimentada que él, referentes. Una gran valentía. Siempre se lo digo. Si no metía ese penal, todavía estábamos adentro de la cancha de Colón, pero este pibe tiene huevos, asume riesgos. Lo noté en River, también, cuando a los 4 o 5 partidos ya le pedía a Mora patear los penales. Un caradura. El vago no se esconde, en las difíciles aparece, es una de sus grandes virtudes”.

- “Siempre fue tranquilo y tímido Lucas; cuanto menos llama la atención, mejor. Nosotros vamos cada 30 o 40 días a visitarlo y a ver los partidos. Mis viejos y mi hermano arrancan desde Tostado, pasan a buscarme por Rafaela y ahí seguimos con mi auto”.

- “Mucha gente conocida y otros que ni conozco y no sé cómo consiguen mi número de teléfono me mandan mensajes del tipo ‘Soy de River, pedile a Lucas por favor que no se vaya’, o ‘Soy de River, saludos a tu hermano que es un crack’, o se enteran de que viajo y me traen 10 camisetas para que las haga firmar por él. Siempre contesto y trato de cumplir”.

- “Con el tema de los chinos veníamos hablando por teléfono y justo teníamos pensado ir a Buenos Aires a visitarlo para el día que tenía la reunión con los dirigentes. Llegamos a su casa con mis viejos y charlamos antes de que se fuera. Mi papá le dijo lo que pensaba, que es lo que pensábamos todos: que iba a tener una oferta de un mercado mucho mejor y que por ahí se le iba a complicar la adaptación en China. Gigliotti ya le había dicho: ‘Olvidate de los asados, allá comés tortuga’. Lucas escuchaba y procesaba, escuchaba y procesaba, él siempre lo tuvo a mi viejo como un bastión y al escucharlo terminó de decidirse. Otro motivo para quedarse es que él en River está muy bien, es feliz, es muy querido por la gente y tiene la Copa, porque si estuviera mal, sería otra cosa”.

- “El mayor temor de mi viejo era que extrañara y sufriera la distancia, siendo él tan familiero, porque Lucas se hizo conocido por el fútbol, pero nunca soltó del todo sus raíces. De hecho, conserva sus 4 o 5 amigos de la infancia, y quiere volver seguido a su ciudad, estar con la familia. Somos muy familieros. Cuando va para Tostado le pide a mi viejo el asado y a mi vieja sus comidas preferidas: milanesas, supremas, pastas… Y mi vieja le hace todo. En cambio, si le pedimos Gonzalo o yo, bueno, más o menos… pero Lucas es la estrella de la familia, siempre fue el más consentido por ser el menor, imaginate ahora, ja. Lo tenemos muy asumido sin problemas” (risas).

- “Lucas no soñó nunca lo que le está pasando. Yo menos. Me acuerdo que cuando salió el pase a River, rogaba que tuviera un par de partidos, me conformaba con eso, y de golpe arrancó como titular en una semifinal de Libertadores. Entonces se le dieron un montón de situaciones espectaculares después de haber vivido un tiempo tan complicado en Colón”.

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PEGARSE DURO
Volvemos a Ezeiza, a la charla en la sala de prensa, al ojo izquierdo morado, a las respuestas cortitas y al pie no exentas de chispa.
-Cuando Bauza declaró: “Alario es el futuro de la Selección”, ¿te puso contento o sentiste que te pateaba para adelante?
-Que el técnico de la Selección te nombre es muy importante. Tuve la oportunidad de ser citado y jugar, así que lo tomo como algo lindo, después deberé hacer las cosas muy bien en mi club para seguir teniendo chances.

-Cuando te puso contra Uruguay, ¿le dijiste que eras 9 y no volante o defensor?
-Ja, ja, fue un momento en que el partido pedía eso. Con tal de entrar, iba a donde fuera.

-¿A Messi lo conocías?
-Nos habíamos saludado en el Mundial de Clubes, antes de entrar a la cancha y cuando terminó, dos saludos cortos. Leo es muy reservado, y yo también, así que los dos tenemos más o menos la misma característica (risas).

-Me llamó la atención el abrazo final que se dieron tras el 1-0 a Uruguay…
-Es que terminó el partido y quedamos a dos metros y nos abrazamos. Leo volvía, contra un rival importante, por eso...

-Lo que habrás chapeado con esa foto: “Miren quién me vino a abrazar”…
-Y, sí, obvio, un poquito (risas).

-Tenés un par de cosas en común con Messi.
-Noooo, ¿qué voy a tener en común con Leo?

-Los dos se comen las “eses”, como buenos santafesinos.
-Ah, eso sí, es cierto, puede ser.

-La otra es que festejan los goles con dos dedos para arriba y mirando el cielo; Leo por su abuela Celia y vos por tu abuelo, ¿no?
-Ehhhh, en realidad empecé festejando así, mirando al cielo, porque soy muy creyente, pero después del fallecimiento de mi abuelo Renato, en 2015, empecé a pensar en él. Me crié con mi abuelo cuando fui a vivir a Tostado. Mis viejos también estaban, pero se quedaban más en el campo y con mi abuelo compartí mucho tiempo y hoy cuando miro al cielo en los goles me acuerdo de él.

-¿Y qué es el festejo con los dos dedos en la boca: un beso, un cigarrillo?
-Cigarrillo nada que ver, se dio por una charla con un amigo y quedó, me sale naturalmente, pero no tiene un significado en especial.

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-¿Por qué creés que metiste tantos goles en finales o semifinales?
-Yo creo que suerte…

-¿Solo suerte?
-No sé, en lo personal me gusta jugar esa clase de partidos, sentir que la cancha está llena, que se juega por algo definitorio, como que siento que puedo hacer las cosas bien, soy muy positivo en ese sentido. Creo que pasa más por cómo afrontar esos partidos, si lo afrontás disfrutándolo, las cosas van a salir. Siempre con responsabilidad, no es que perdés y no pasa nada.

-No te asustás en las finales.
-No, no (risas), obvio que se siente algo especial, no diría nervios, sí ansiedad de que empiece de una vez, pero arranca y lo disfruto.

-Digamos que te sentís a gusto en instancias decisivas.
-Algo de eso, me gusta y lo disfruto. Insisto: siempre con la responsabilidad que conlleva.

-Agarraste una papa caliente en la definición por el ascenso con Colón, cuando había gente de más experiencia.
-Estaban el Mago Ramírez y algunos más que solían patear penales, pero me sentía con mucha seguridad y confianza, por eso agarré la pelota sin dudar. Como no se me acercó ningún compañero, sentí que me daban la confianza para patearlo. Eso me ayudó un montón.

-¿No se te pasó por la cabeza qué hubiera pasado si lo errabas?
-Si pensara así, no lo podría patear; pienso que lo voy a meter, después está la mala suerte o el mérito de un arquero que te lo puede tapar.

-En situaciones así se nota tu personalidad, muchos lo destacan como una de tus grandes virtudes.
-Sí, me lo han hecho saber, así que… (abre los brazos, sonríe con timidez).

-¿Cuándo elegís a dónde patear?
-Tomo la decisión antes de colocar la pelota, pero me pasó de cambiar sobre la marcha, aunque algunos no lo aconsejan. Por ahí ves que el arquero se mueve para un lado, y cambiás. Me pasó contra Boca Unidos: iba a darle cruzado, se movió el arquero y abrí el pie.

-¿Qué pensás en esos segundos previos?
-Meto la mente en la pelota, en impactar lo más firme posible y en tratar de que sea gol. Sandra (Rossi) nos da pautas para respirar con la panza, hondo, y largar por la nariz, para que llegue más oxígeno a la cabeza.

Imagen En acción ante Unión, en su primer partido del año tras estar más de 50 días afuera.
En acción ante Unión, en su primer partido del año tras estar más de 50 días afuera.
-En el juego, ¿preferís que te tiren centros o jugar por abajo?
-Y… a mí me gusta que llegue un desborde y un buen centro desde el costado, después está en mí tratar de estar ubicado, en el lugar indicado, anticipar al defensor. También me gusta participar de las jugadas, eh, pero lo que más me gusta es cabecear un buen centro.

-¿Primer palo o segundo?
-He mejorado mucho ir al primer palo, no lo hacía habitualmente; por lo general, esperaba en el segundo, pero Marcelo y sus ayudantes me inculcaron esto de ir al anticipo y es una herramienta más que me sirve para seguir agregándole cosas a mi juego. Si uno viene en carrera, puede sacar ventaja. Si te quedás parado a esperar la pelota, el defensor te desestabiliza al mínimo toque y estás fuera de carrera. Ir en busca de la pelota es una ventaja más del delantero hacia el defensor, viniendo en carrera con el defensor parado tenés muchas más chances de ganar que de perder.

-Te hiciste bastante amigo de Iván Alonso a pesar de la diferencia de edad...
-Como persona y como futbolista, Iván es un ejemplo. Trato de copiar cómo se entrena y cómo se maneja en el fútbol. Llega una hora u hora y media antes de entrenar y vamos juntos al gimnasio y hacemos las mismas cosas. Me aconseja y me explica ciertos movimientos, eso me pone muy contento y lo resalto.

-Además compiten por el mismo puesto.
-Exacto, somos dos números 9 que peleamos por el mismo puesto, entonces tiene más valor aún que quiera ayudarme.

-Dame un ejemplo concreto de consejo.
-Que en nuestra posición no quedemos de espaldas, sino perfilados al arco, porque eso te da uno o dos segundos de ventaja para ganarle al defensor. Mirar siempre con un ojo la pelota y con el otro al arco.

-¿Por qué fuiste tan duro en tu autocrítica pública el año pasado, cuando en realidad no habías andado tan mal?
-Es que soy muy autoexigente. Si hoy hacemos un trabajo diferenciado y la tiro afuera, me digo: “La puta madre, ¿por qué no pateé así o asá?”. Y me lo voy a reclamar a mí mismo. Es mi forma de ser. Pienso que es un poco malo ser tan así, pegarse tan duro a uno mismo, públicamente o en privado, pero bueno, es mi forma de ser (sonrisa resignada), no creo que la cambie a esta altura, aunque también exigirse a uno mismo tiene su parte buena.

-Declaraste más de una vez que pensabas mucho en la cancha, ¿en qué pensás?
-Es que pensaba en hacer un gol antes de tocar la primera pelota. Y no es así. El gol llega solo, cuando uno menos lo piensa; cuánto más uno lo piensa, más va a costar.

-Se te notó fastidioso en algún momento del 2016, levantabas los brazos cuando la pelota no te llegaba, ¿qué te pasaba?
-Es cierto, mis compañeros a lo mejor no me veían, la tiraban para otro lado y yo enseguida levantaba la mano, y eso no está bien, eh, y creo que lo he cambiado… A lo mejor no levanto más la mano y le digo por abajo: “Che, la próxima mirame que estoy solo” (risas).

Imagen Jugando con los reflejos de su imagen en la sala de prensa.
Jugando con los reflejos de su imagen en la sala de prensa.
-¿Cómo lo cambiaste?
-Marcelo se me acercó y me dio su punto de vista, me pidió que esté tranquilo, que las cosas más difíciles ya las había hecho, que trate de disfrutar más, y con cabeza creo que lo pude trabajar, agradecido por sus consejos.

-Es que viviste muchas cosas fuertes en poco tiempo en River…
-Claro, entonces después pasaban dos partidos sin meterla y por adentro pensaba “¿Qué dirán los demás?”…

Ahora un breve rebobinado. Es martes por la noche. Mañana River debuta en la Copa. El 9 temple de acero apenas ha sumado 25 minutos unos días atrás ante Unión.

-Hola, Lucas, ¿cómo venís para mañana? –pregunta el hermano mayor desde Rafaela.
-Ahí estamos, todavía no al 100, me siento algo duro –responde la estrellita de la familia, que no lo sabe, pero 24 horas después será titular.
-Bueno, dale para adelante que arranca otra Copa y quiero ir a otra final, eh.

Por Diego Borinsky / Fotos: Emiliano Lasalvia

Nota publicada en la edición de abril de 2017 de El Gráfico