Las Entrevistas de El Gráfico

Jesús Méndez: ¡Cómo no tenerle fe!

Lleva tres nombres bíblicos, reza dos horas por día y juega con medallitas en las muñecas. Fue la columna espiritual de Central para evitar el descenso y ya debutó en la Selección. Vida, obra y milagros del mejor jugador del fútbol argentino, según lo definió Riquelme.

Por Redacción EG ·

10 de diciembre de 2009

Nota publicada en la edición noviembre 2009 de la revista El Gráfico.

Imagen DEBAJO DE LAS MUÑEQUERAS lleva símbolos religiosos.
DEBAJO DE LAS MUÑEQUERAS lleva símbolos religiosos.




JESUS TE AMA. La inscripción de letras blancas en fondo negro bien podría ser la campaña de un fanático egocéntrico, que no tiene mejor idea que autopromocionarse a sí mismo en tercera persona, con el inconfundible sello que patentó Diego Maradona. Sobre todo si el portador del mensaje se llama Jesús.

Pero no. Basta comenzar a desandar unos primeros minutos de charla con el caudillo que tiene el kindergarden de Central, para comprobar que la remera es apenas un apéndice más de su impactante fe religiosa. Veamos.
*Se llama Jesús José David. A diferencia de sus hermanos (Paulo, María y Carina, los mayores; Fernanda, Gianinna y Romina, las menores), sus padres lo bautizaron con una ristra de nombres bíblicos. Como para que no tuviera opciones.
*Todos los días le dedica dos horas de rezo a Jesús, una a la mañana y otra a la noche.
*Todos los jueves va a la Iglesia del Padre Ignacio, en Rosario, “un padre sanador al que vienen a ver de todos los rincones del país”, como detalla el protagonista.
*Juega al fútbol con muñequeras en ambos antebrazos. Y no por cábala. Debajo de ellas se encuentran una virgencita en el izquierdo y una cruz y una medallita de San Benito –“un santo que me protege de la gente envidiosa y que me permite liberar males corporales y mentales”- en el derecho.
En su mesita de luz tiene un santuario, con imágenes de la Virgen y del niñito Jesús, del que es devoto.
La pregunta inicial de la entrevista, entonces, que tenía por objetivo entrar en clima y juguetear un poco con el apelativo particular de este mendocino de 24 años nacido en San Martín, criado como enganche y devenido volante central o doble cinco por decreto de necesidad y urgencia, vino a comprobar que ningún nombre le podría caber mejor que el de Jesús. Y hay una explicación.

-Somos de una familia religiosa, pero nunca les pregunté a mis padres por qué eligieron los nombres bíblicos. Sí recuerdo que me hice muy creyente desde chiquito, cuando mi mamá estuvo muy jodida. Gracias a Dios se salvó, fue un verdadero milagro. Ella tenía cáncer de útero y le habían dado unos meses de vida. El médico no la quería operar porque decía que era inútil, que no se podía salvar. Mi viejo igual insistió e insistió, a pesar de que no tenía un mango partido al medio y no podía pagar la operación. Era empleado en la Municipalidad y jugaba al fútbol en la liga. Al final le prestaron la plata unos amigos y les fue devolviendo con los años. A mi mamá la operaron, le sacaron el útero, la matriz, todo, estuvo un tiempo con rehabilitación y zafó. Yo era muy chico, tendría 5 años, y lo único que recuerdo es que mi vieja andaba pelada. No sabía lo que estaba pasando, pero esa imagen me la acuerdo bien. Por eso hoy agradezco a Jesús todos los días. Una hora a la mañana y otra antes de irme a dormir. Puede ser mientras desayuno y a través del pensamiento, o sin hacer nada y con palabras, rezando tranquilo, depende el día. Agradezco más que nada, aunque también uno pide salud y que los seres queridos estén bien.

-¿Y se puede colar algún pedido futbolero?
-Y... la verdad es que sí, no te lo voy a negar. Este año pedí mucho que Central se salvara del descenso, que pudiéramos salir de esa situación tan incómoda y estresante. Por suerte se dio.
-¿Y por Central campeón?
-... Sí, cada tanto lo pido.

Imagen LA REMERA dice "Jesús te ama" pero no es autobombo.
LA REMERA dice "Jesús te ama" pero no es autobombo.




PRESENTADO el personaje, o al menos una de las facetas más trascendentes del personaje, es el momento de recorrer su historia futbolera para anclar en el presente.
Jesús viene de hacer unas compras en el supermercado y en una ciudad tan insoportablemente futbolera como Rosario, uno imagina semejante acto como una operación digna del espionaje más agudo. “No pasa nada, meto gorrito a full y zafo bastante. Igual, por acá casi no hay hinchas de Newell’s, vivo a 10 minutos del Gigante”, minimiza Palillo, apodo que paradójicamente se ganó cuando aterrizó con 15 años en River, por su extrema delgadez y su baja estatura. No había pegado el estirón, claro. Al mismo tiempo también sorprende por su tono suave y manso al hablar, y uno se pregunta si realmente este muchacho que habla casi en susurros es el mismo que en el campo de juego intimida por presencia, fiereza, despliegue, temperamento y cara de “vas a tener que matarme para pasar por acá”. ¿Querrá emular a Verón con la cabeza rapada? “No, para nada, me falta el candadito y algunos millones, ¿no? Lo que sí, mi mamá me pregunta por qué salgo con cara de malo a jugar”, se sincera y deja escapar una sonrisa.
También suelta otra risita cuando se le destaca la influencia de su ADN. Resulta que Jesús José David es hijo de uruguayo y nieto de brasileña. Una combinación ideal.
-Tenés genes brasileños, entonces.
-Por eso cada tanto meto bicicleta, ¿no viste?
-Tampoco escatimás la garra charrúa.
-Y... de vez en cuando algún zapallazo también vale. Mi viejo era marcador central; es, en realidad, porque todavía juega (ver recuadro). Típico uruguayo: de personalidad y buen cabezazo. Siempre jugó en Mendoza, fue técnico y jugador, y en la provincia es muy conocido porque pasó por Guaymallén, Lavalle, Tunuyán, Centro Sportivo Rivadavia, San Martín, Palmira, varios equipos. Incluso llegamos a jugar juntos con él y con mi hermano en la Liga Rivadaviense. Debuté a los 13 años en Primera y siempre contra rivales mucho más grandes que yo, en torneos muy complicados y a mí me sirvió mucho para venir más curtido a probarme a Buenos Aires. Era enganche, gambeteaba todo lo que me ponían adelante y metía goles. Y en general a la tarde y con 40 grados, imaginate.
-¿Y con tu hermano qué pasó?
-Nada. Había quedado en Platense, pero en la última práctica de la prueba le rompieron los cruzados. Increíble. Volvió a Mendoza, se bajoneó y no quiso seguir. Era delantero y había hecho un montón de goles.

Imagen EN RIVER jugó 23 partidos en un lapso de tres años.
EN RIVER jugó 23 partidos en un lapso de tres años.




PARA JESUS el trayecto hacia el fútbol grande fue un auténtico calvario. Primero, porque siempre se preocupó por ayudar a la familia numerosa, aunque fuera para cubrir sus propios gastos. Eso sí: lo hacía a escondidas de sus padres.

“Trabajé de mil cosas -revive-. Estuve en la cosecha de uvas, hice cajones de madera para  manzanas y mandarinas, fui changarín de supermercado, cuidé bicicletas y autos y hasta pelé ajos. Ese sí era un laburo jodido: entraba a las 7 de la mañana y no me iba hasta las 8 de la noche, parando un rato a comer. Tenía que sacarle la chala al ajo y llenar cajas. Te daban 2 pesos por caja y me hacía unas 10 por día. Eso sí, después no se te acercaba una chica ni de casualidad, te quedaba una baranda a ajo tremenda”.

Imaginando que era Batistuta, Jesús relataba en voz alta los partidos que jugaba en el barrio. Pasó por varios clubes de su provincia hasta que en un momento se cortó: “Yo venía de muy abajo y no tenía plata ni para comprar un par de botines, siempre me andaban prestando los botines. Tampoco tenía para viajar, entonces en un momento me sentí incómodo, me daba mucha vergüenza, y le dije a mi papá que no quería ir más”.

A partir de allí comenzó el circuito de pruebas por distintos equipos. Papá José cuenta sus vivencias, incluyendo una semana de estadía en un quincho. Desfilaron por Español, Lanús, Huracán, Boca y River varias veces. “En la última práctica en River metí un golazo con levantadita y mi viejo, que venía llorando por afuera, gritaba ‘¡Ese negro tiene huevos, carajo‘”. Ahí nomás me ficharon. Afuera nos largamos a llorar juntos, siempre la habíamos luchado de abajo”, evoca con orgullo y emoción.
Igual, todo seguiría cuesta arriba. Vivió en la pensión hasta los 19 años, mientras trabajaba en el club archivando papeles y yendo a comprar cosas. En 2004 realizó su primera pretemporada, justo en Mendoza.
-Astrada me hizo debutar y se la jugó conmigo, pero había un plantel con muchos jugadores. Después vino Mostaza y no jugué ni en reserva, y más tarde, con Passarella, llegó la oferta del fútbol suizo. Decidí irme porque necesitaba jugar, ya no disfrutaba del fútbol, sufría, si en tres años casi no había jugado.
-¿Qué pasa con las Inferiores de River? Surgen chicos, no les dan cabida y después la rompen afuera: Sand, vos, Toranzo...
-Es difícil. En el club siempre nos trataron bien, pero no nos daban continuidad. Escuché comentarios de gente que jugó en River diciendo que nos pesa la camiseta, y no estoy de acuerdo, lo que nos han dado en otro club fue confianza y continuidad, nos hicieron sentir importantes. Esa es la diferencia.
-Cada vez que juegan contra River, parece que esos chicos lo hacen con bronca...
-Quizás uno lo toma como una posibilidad para demostrar que se equivocaron.
-Te cambio de tema, ¿cuánto le pagaste a Riquelme?
-Nada, ja, ja, si lo vi una sola vez.
-Te pregunto por lo que dijo hace poco: “Méndez es el mejor jugador del fútbol argentino“.
-Sí, ya sé. En su momento me lo vinieron a contar mis compañeros, porque no lo había escuchado. Pensé que era una típica cargada de ellos, no lo podía creer. A Román lo había enfrentado una vez, en Rosario, y perdimos 2-1. En una jugada del segundo tiempo le entré un poco fuerte, le fui a pedir disculpas y a manguearle la camiseta. Román, igual, nunca se queja dentro de la cancha por las patadas. Cuando terminó el partido, me estaba yendo, porque soy muy vergonzoso y no quería molestarlo, y vino él a buscarme y a darme la camiseta. Una gran alegría.
-Este año se habló de tu posible pase a Boca, ¿hubieras ido a pesar de tu pasado en River?
-Sí, ¿por qué no? Yo soy un profesional, obviamente que estaba con la cabeza en Central, pero hubiera sido lindo ir a Boca. Por lo que se comentaba, Basile tenía a Rosada y Medel como prioridad y yo venía un paso atrás.
-¿Qué te dijo Maradona cuando te convocó para el partido con Ghana?
-Nada especial, entró al vestuario, saludó a todos uno por uno y nos dijo que todos teníamos la oportunidad de jugar en las Eliminatorias, que dependía de nosotros.
-¿Cómo fue ese encuentro entre Dios y Jesús?
-Ja, ja, algo lindo, uno siempre lo vio por la tele y tenerlo de cerca es muy fuerte. Es algo que nunca voy a olvidar, incluso estuve a punto de sacarme una foto con él con el celular pero me dio vergüenza.
-¿Volviste al predio?
-Sí, y me despertó muchos recuerdos. Me acordaba del Sub 20. Yo estuve en el equipo de Mascherano, Tevez y Cavenaghi. Ellos ganaron el Sudamericano y cuando volvieron me convocaron a mí. Viajé a Toulón, jugué todo el torneo, anduve bien y era una fija para el Mundial, pero enseguida se desató la guerra, se postergó el Mundial, que era en los Emiratos Arabes, después bajé mi rendimiento y no me llamaron más. Por esa época también estaba en el grupo de sparring de la Selección mayor. Nos levantaban una hora y media antes que a los grandes, nos mostraban los ejercicios, cada uno hacía de equis jugador y después cada uno le tenía que explicar el trabajo a ese jugador.
Imagen CERCA DEL GIGANTE, donde vive Jesús, con una pintada canalla. Le gusta usar aros, cadenas y pulseras.
CERCA DEL GIGANTE, donde vive Jesús, con una pintada canalla. Le gusta usar aros, cadenas y pulseras.




-¿Y que ni se les escapara una patada en los picados, no?
-Obvio. Ahí nos pegaban ellos y no se podía decir nada. Lo que más me llamó la atención era a la velocidad en que jugaban. Verón, Saviola, Aimar, el Kily...
-¿Qué se te cruzó por la cabeza al escuchar el himno contra Ghana?
-Muchas cosas, muchas sensaciones, de preguntarte dónde estás... Se te cruzan los momentos difíciles, todo lo que tuve que remar siempre en Inferiores, las que viví para llegar acá, entonces ahora que te salen un poco mejor las cosas, tratás de disfrutar.
-¿Cómo viviste el torneo pasado con la amenaza del descenso pendiendo en la cabeza?
-Fue muy bravo. Yo ya lo había vivido en Olimpo: pelear por el descenso es una presión tremenda. ¡Imaginate en Rosario! Me sorprendió el aguante de la gente de Central, porque habíamos perdido un montón de partidos y en otros lugares perdés dos partidos y te empiezan a putear, y todo se hace difícil. En Central fue todo lo contrario.
-¿Qué pasaba si descendían?
-Y... teníamos que desaparecer de la ciudad, no había otra. Igual le pedí a Dios una revancha. Cuando estaba en Olimpo fuimos a la promoción con Belgrano, jugamos mucho mejor que ellos y nos fuimos a la B. Ahora venía Belgrano de vuelta y era la oportunidad para tomarse la revancha. Lo sabía y pensé mucho en ellos. Por suerte se dio.

Se dio, claro. Con semejante respaldo espiritual, ¡cómo no tenerle fe a Jesús!

De tal padre, tal astilla

JOSÉ RAMÓN MENDEZ SOUSA, además de ser el papá de Jesús, cuenta con algunas peculiaridades en su vida. De madre brasileña, nació en Montevideo, hizo las Inferiores en Peñarol, trabajó de lavacopas en cantinas de la Boca, viajó a Mendoza por una changa de un año, se quedó a vivir allí, jugó en diferentes equipos de la liga mendocina, después lo pidió Nacional de su país, no le dieron el pase, y en 1994 creó el Club Atlético Oriental Argentino, que hoy milita en el Argentino C. Lo curioso es que José, con 53 años, todavía juega como marcador central, y también es el presidente. “Formamos jugadores y los llevamos a Buenos Aires, y los mismos chicos integran la Comisión Directiva; aunque tengan 20 años serán los dirigentes en el futuro”, detalla José, que llegó a compartir equipo con “el David”, como lo llama, y con su otro hijo varón.

“Usted no sabe las que hemos pasado –continúa–. Yo llevé al David a muchos clubes, incluso en Boca pasó la prueba, pero insistí con River porque por su gran técnica lo veía más para River. Fuimos tres años seguidos y no lo dejaban nunca. ‘¿Pero usted en nombre de quién viene?’, me preguntaban. Claro, si no ibas recomendado era difícil quedarse, y eso que el David la rompía en todas las pruebas. Una vez traje a 10 chicos en una combi y tuvimos que dormir en el piso de un quincho, detrás de Defensores de Belgrano. Hasta que hablé con el Flaco Pitarch, al que conocía, y me dijo que pusiera en la planilla que venía recomendado por él. Esa tarde, el David eludió a cinco y cuando enfrentó a Juan Pablo Carrizo se la levantó de la zurda a la derecha y le clavó un gol por arriba. Enseguida Delem me llamó y pidió que lo ficharan. Igual, el David no se quería quedar, lloraba, hasta que le dije, de prepo: ‘Te quedás y te la bancás’. Por suerte aguantó. Igual, nunca lo hicieron jugar en su puesto, el de enganche. El se gambeteaba de a tres, pero siempre lo mandaron de cinco u ocho y ahí lo cambiaron. De todos modos, a River le estaremos siempre agradecidos porque le dio todo”.

Por Diego Borinsky



 

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