Diarios de viaje
El deporte de latinoamérica tuvo su noche de gala con los Premios Univisión
El Gráfico viajó a Miami para vivir por dentro la mayor fiesta del deporte del continente. Grandes figuras, homenajes y musicales de excepción fueron los ejes de una velada inolvidable.
Transformada en la cadena de mayor crecimiento en los Estados Unidos durante el último lustro, Univisión se propuso agasajar a nuestros deportistas con una celebración de altísimo nivel de producción. Una fiesta anual que el continente reclamaba y que la señal cristalizó con un loable doble propósito: por un lado, congratular a los deportistas profesionales más destacados de la temporada, pero también a todos aquellos héroes anónimos que impulsan el deporte como herramienta de inclusión social.
Raúl y Sampaoli, galardonados en Miami.
Los premios nacieron de la inspiración del mexicano Juan Carlos Rodríguez, presidente de Univisión Deportes. Su impronta modeló la idea y le dio el impulso imprescindible hasta involucrar a todos los sectores de la empresa, que tiene 23 afiliadas propias en Estados Unidos y Puerto Rico. Tras la edición bautismal de 2014, la celebración de 2015 marcó el despegue y la consolidación.
Con la producción ejecutiva del argentino Federico Lariño y la coordinación de producción y estrategia logística de la uruguaya Claudia Montero, la fiesta comenzó a tomar forma cuatro meses antes, cuando se iniciaron las primeras gestiones con las celebridades que engalanarían la fiesta aunque no fueran nominados específicos en alguna de las categorías. Para que todos se sintieran a gusto, la producción les reservó suites para ellos y sus acompañantes en el Hotel Biltmore, un ícono de la Florida. Enclavado en el aristocrático Coral Gables, a unos treinta minutos de taxi de Miami Beach, el Biltmore es un gigantesco palacio de 275 habitaciones. Construido en 1926, conserva el estilo arquitectónico y el mobiliario de la época, como así también la tradición del té a media tarde en el salón del lobby, bajo el arrullo de un piano o de un arpa ejecutados por intérpretes de excelencia. Un combo señorial y suntuoso al que con el tiempo se le adosaron los placeres de la modernidad: spa, campo de golf, canchas de tenis, piscina, gimnasio con máquinas de última generación… Un disfrute imprescindible para los lugareños que se acercan al Biltmore piloteando una Ferrari, un Mercedes o cualquier otra máquina de alta gama. O para aquellos que, como nosotros, nos sumamos a ese encanto para confraternizar con los representantes del deporte continental.
Don King, presente para homenajear a Sulaiman.
En un salón de la planta baja se enclavó el centro de prensa y acreditación. Luego de hacer el check in, comenzaron los cruces casuales y los abrazos entre viejos conocidos. Como Palermo y Chilavert, que no se veían de hace tiempo. Como el increíble encuentro entre Kempes, Palermo y Raúl. “Acá tenés un millón de goles juntos”, bromeó Chila con el enviado de El Gráfico, justo cuando también se asomaban el peruano Franco Navarro y el paraguayo José Saturnino Cardozo.
Después, cada uno se dedicó a disfrutar el tiempo libre a piacere. Martín aprovechó la estadía para brindar un par de clínicas en las escuelitas que Boca tiene en la Florida y para charlar largo y tendido con el entrenador de Chile, Jorge Sampaoli, quien luego se hizo una veloz escapada hasta la playa. Diego Forlán y sus tres amigos dedicaron gran parte del tiempo a jugar golf en el impecable campo del Biltmore. El ecuatoriano Alex Aguinaga departió con todos y acompañó a su hijo para realizar compras. La mexicana Paola Longoria, número uno del mundo en raquetbol y verdadera celebridad en su país, se instaló en el gimnasio porque para ella los últimos días de diciembre son sinónimo de pretemporada. Con su habitual bonhomía, Kempes paseó por los jardines y disfrutó la charla con toda la gente del fútbol… Y entre risas, recuerdos y buena onda se fueron consumiendo las horas de cara al gran show.
SILENCIO, ESTRELLAS ENSAYANDO
El día previo fue clave para aceitar los engranajes del gran show. Desde las 10 de la mañana y hasta la medianoche, artistas y deportista desfilaron por el estudio de Univisión para ensayar su parte. Con inmensas pantallas leds articuladas para pasar de una escenografía digital a otra en menos de un segundo, una delicada puesta de luces y un criterio hollywoodense para sacarle jugo a los planos generado por una steadicam, otra cámara montada en una pluma, una cenital deslizante y las habituales de piso, cada número musical se repasó por cuadruplicado hasta que todos –director de cámaras, director artístico y, fundamentalmente, los artistas– estuvieron de acuerdo en que habían arribado a la versión más brillante para el espectador. Una tarea en conjunto donde el ida y vuelta de sugerencias se desarrolló en una inusual calidez y con una arista lingüística que sorprende al foráneo: el espanglish permanente. Ese doble idioma que hablan todos –talentos, técnicos, auxiliares, quien sea– incluso dentro de una misma oración: mitad en castellano, mitad de inglés.
Omar Bravo, Futbolista del Año de la Liga MX.
Cuando los artistas acaban su faena, irrumpen las celebridades del deporte que deberán oficiar como presentadores de los premios. Aunque varios memorizarán su parte para el día siguiente, siempre contarán con el auxilio de un telepronter, que les reproduce su texto en tiempo real en pantallas ubicadas a la altura de sus ojos, para que todo el discurso parezca más natural.
Hristo Stoichkov, el genial goleador búlgaro que brilló en el Barcelona, juega de local. Radicado en Miami, es uno de los comentaristas de la cadena y disfruta a pleno de la fiesta, ya que le permite reencontrarse con viejos amigos de las canchas. Uno de ellos es José Luis Chilavert, quien suele comentar para Univisión en eventos especiales como los Mundiales de Fútbol. No bien lo ve, Hristo le recuerda que quiere verlo dentro de la cancha en su partido homenaje, proyectado en Bulgaria para abril: “¡Qué locura! Yo estaba retirado, pero voy a tener que volver por vos –ríe Chila. Hice un esfuerzo tremendo y ya bajé seis kilos, seguramente voy a bajar algunos más para cuando llegue el partido, pero te adelanto una cosa: voy a atajar con un cartelito en la mano que diga ‘prohibido patear al arco’”, dice Chila, y estallan las carcajadas. Personaje como pocos, Stoichkov quiere que su partido sea muy especial: “Nosotros, los zurdos, vamos a jugar contra un equipo de derechos”.
Cuando se reencuentra con El Gráfico, al búlgaro se le enciende la sonrisa. Bastará con decirle dos coordenadas –Maradona y piano– para que recuerde otro fugaz encuentro con el mismo cronista: “¡La foto que hicimos en Buenos Aires! Qué linda, la tengo enmarcada en mi casa. Diego es lo más grande que hay, lo quiero muchísimo”, dice Hristo, con el recuerdo permanente de una producción fotográfica realizada en el Hotel Intercontinental, cuando la selección de Bulgaria disputó un amistoso con la Selección en Buenos Aires, allá por marzo de 1998. Esa noche, Diego y Stoichkov posaron tocando un piano en el lobby y luego se quedaron tomando una copa, charlando de sus cosas.
El Che García agradece el premio otorgado a la selección venezolana de básquetbol.
Uno a uno, los noveles presentadores ensayan sus líneas en el escenario, hasta que sube Stoichkov para presentar la terna del gol del año y se roba la atención de todos. Al búlgaro se le complicó con el telepronter. Le costaba leer sus líneas y decía cualquier cosa, detonando las risas generalizadas. Luego de tres intentos fallidos, optó por recurrir a sus palabras, respetando el espíritu conceptual de la frase. Y un productor se le ocurrió que podría contar el búlgaro lo que significa convertir un gol, y que la periodista que lo acompañaba hiciera como que entendía búlgaro y se lo tradujera a la audiencia. Santo remedio: pequeño paso de comedia y a otra cosa.
EL GRAN SHOW
La gala estaba prevista para las 19, hora local. Con la conducción de Jacqueline Bracamontes y Julián Gil, serían dos horas de transmisión en vivo, “palo y palo”, mechando los musicales con la entrega de los premios. Pero antes del show principal se emitiría una hora desde la “alfombra dorada” y luego otro programa con las repercusiones de la entrega. Por lo tanto, todos debían estar listos para salir del lobby del Biltmore a las 17. Ellas, con vestidos de gala. Ellos, de etiqueta.
Entre las 12 y las 17 se habilitó un gigantesco centro de belleza en uno de los salones del hotel. Quince maquilladores y quince peinadores se instalaron delante de cada posición, dispuestos a optimizar el look de los protagonistas. De acuerdo al corte de cara y al color del vestido de cada dama, los estilistas consensuaron su elección y cumplieron su objetivo.
A las 17, los 250 invitados fueron descendiendo al lobby. La presencia de tantas figuras en escasos metros cuadrados resultó impactante y permitió dimensionar el éxito y la estatura de la fiesta. A los arribos de los días anteriores se habían sumado los de última hora, como los gigantes del básquetbol venezolano y el técnico argentino Sergio Che García; como Matías Almeyda y algunos jugadores de Chivas; como Agustín Marchesín y sus compañeros campeones del Santos Laguna; como ese personaje magnético que es el promotor Don King y estrellas del boxeo como Evander Holyfield y Mano de Piedra Durán, llegados a Miami para homenajear a José Sulaiman, mítico presidente del Consejo Mundial de Boxeo durante tres décadas, fallecido en 2014.
Rápido de reflejos, Palermo inauguró las selfies con Holyfield, no sin antes sorprenderse del monumental tamaño del ex campeón mundial de los pesos pesados. “Hay que animarse a cruzar manos con este muchacho, ¿eh?”, se le escapó a Martín, que al lado suyo parecía un jockey. Don King, portando las banderas de México y Estados Unidos, no se quedó atrás entre los más requeridos, siempre deslumbrante con sus pelos parados y con colgantes plagados de brillantes. Y Mano de Piedra, fiel a su estilo humilde, esquivó las primeras fotos con los famosos y se dedicó a charlar con el compatriota panameño que trabaja abriendo la puerta de los autos que llegan y se van del Biltmore.
Media hora después, una flota de limusinas depositaba a los deportistas en la alfombra dorada montada en una carpa especialmente acondicionada en uno de los playones del Univisión Network Studios. Tras esa fase, dirigida desde una impactante unidad móvil HD, vino el breve traslado hacia el estudio mayor, situado a 50 metros de la carpa, y el inicio de la gala oficial.
Uno a uno se fueron sucediendo los premios. Entre ellos, los que recibieron Omar Bravo (Futbolista del Año de la Liga MX), el italiano Sebastián Giovinco (Futbolista del Año de la MLS), Jorge Sampaoli (Entrenador del Año), Salvador Pérez (Jugador de Béisbol del Año), Paul Aguilar (Gol del Año), Steph Curry (Basquetbolista del Año), la selección de básquetbol de Venezuela (Revelación del Año), Caterine Ibargüren (Atleta Femenina del Año), Román Chocolatito González (Boxeador del Año), la selección femenina de fútbol de Estados Unidos (Equipo del Año), Carlos Reinoso (Premio a la Pasión Deportiva) y el jockey Víctor Espinoza (Hazaña Deportiva del Año, por haber sido el primer latinoamericano en obtener la Triple Corona de turf en los Estados Unidos).
Víctor Manuelle y Diego Torres en el cierre de la gala.
En medio de los musicales y los premios, también hubo espacio para la congoja y el humor. Mientras el cantante Cristian Daniel entonaba el tema Ahora que te vas, desfilaron las imágenes de los deportistas latinoamericano fallecidos en 2015, entre quienes figuró Emanuel Ortega, el futbolista de San Martín de Burzaco que perdió la vida tras chocar su cabeza contra un muro de contención. Y en otro tramo de la gala se anunció una conexión vía satélite y allí apareció Martín Bossi caracterizado como Lionel Messi, interactuando con el presentador Joaquín Gil y bromeando con los famosos que estaban en la sala. Una participación que hizo llorar de risa a los extranjeros que desconocían al humorista argentino, tal el caso de Raúl, que rápidamente indagó de quién se trataba.
Dos horas después del inicio, Diego Torres y Víctor Manuelle cantaron Hoy es domingo para rendirle homenaje al día del deporte por excelencia. Un final apoteótico, con todos bailando en sus mesas, revoleando las servilletas y sumándose a cantar el estribillo. Fue el broche de oro para la segunda edición de los Premios Univisión Deportes, que El Gráfico tuvo el privilegio de vivir desde sus entrañas. Un encuentro que, en poco tiempo, se transformó en una cita celebrada y esperada por los deportistas del continente. En un clásico que, seguramente, irá creciendo y fortificándose año tras año.
Desde Miami, Elías Perugino