¡Habla memoria!

1947. Bartolomé Cattaneo, audaz piloto de aviones

El italiano, pionero de la aviación en Argentina, fallecía en Brasil a sus 67 años. La publicación le rindió un sentido homenaje, recordando sus proezas en la naciente aeronáutica, tiempos de alto riesgo.

Por Redacción EG ·

19 de septiembre de 2019

 

Crónica del Buenos Aires antiguo. Cattaneo, muerto el 2 de abril de 1949 en la ciudad de San Pablo, en Brasil, vivía ya en la historia desde hace muchos años. Era un precursor y con eso está dicho casi todo. Había nacido en Milán, Italia, cuando la aviación era poco menos que un mito, y viene a morir en la época del avión a chorro. Más que de otro tiempo, era de otro mundo. Cuarenta años han bastado para transformar la faz de la tierra, y en ese lapso si algo evolucionó fue la mecánica. Héroe auténtico, su nombre figura en la reducida lista de los que se jugaron la vi-da para imponer una conquista de la ciencia. En los últimos años del siglo pasado, en los primeros años de este siglo, volar era una hazaña, una temeridad, pero temeridad y hazañas necesarias. Aquellos Bleriot, aquellos Farman, eran aparatos de brujería para el pueblo que echaba la cabeza hacia atrás y abría los ojos y le, boca en gesto de asombro y de miedo. Buenos Aires recibió a los líderes y puso sus propios ídolos al servicio de ese ideal: Newbery, Fels, Mascías, Origone, Matienzo...

 

Imagen La figura del héroe en una foto del tiempo en que realizaba sus grandes hazañas de aviador, cuando todos los que volaban eran varones que se jugaban la vida. Bartolomé Cattaneo, italiano, estuvo en Buenos Aires desde 1910 hasta 1917 y volvió en 1929.
La figura del héroe en una foto del tiempo en que realizaba sus grandes hazañas de aviador, cuando todos los que volaban eran varones que se jugaban la vida. Bartolomé Cattaneo, italiano, estuvo en Buenos Aires desde 1910 hasta 1917 y volvió en 1929.
 

Cattaneo, volatinero del espacio, conquistó la admiración de los porteños con sus virtudes de piloto y con su llamativa personalidad. El pueblo se permitió con él una familiaridad que sólo se confiere a quienes establecen viva corriente espiritual. Desapareció la distancia que suele separar a los ídolos y a las multitudes. El pequeño italiano de los grandes bigotes y los planeos escalofriantes se incorporó en seguida a la vida ciudadana de la gran ciudad en potencia. Y por lo que admiró con su aeroplano tanto como por lo que agradó con su trato se lo quiso hasta el extremo de que Cattaneo fue sinónimo de aviador. Cada argentino aficionado al peligroso deporte de volar era "un Cattaneo". Los muchachos canturreaban:

Cattaneo, descansé un rato, porque peligra tu aparato...

Llegar a la letrilla dé la canción popular es alcanzar la máxima consagración. Era un hombre sencillo y bueno como son todos los héroes de la vida real.

 

Imagen En Génova fue tomada esta fotografía que permite apreciar la contextura de los aparatos en los cuales volaban aquellos campeones de la civilización. Cattaneo, que es quien está en el comando, había asombrado a los pueblos de Europa antes de su viaje a la Argentina, en 1910.
En Génova fue tomada esta fotografía que permite apreciar la contextura de los aparatos en los cuales volaban aquellos campeones de la civilización. Cattaneo, que es quien está en el comando, había asombrado a los pueblos de Europa antes de su viaje a la Argentina, en 1910.
 

* * *

El siglo era un niño de diez años escasos cuando llegó Bartolomé Cattaneo a Buenos Aires. Se había recibido de "volador" en Francia, en la Escuela de Aviación de Pau Discípulo del famoso Bleriot y de Leblanc, el pequeño milanés demostró poseer aptitudes ideales para lo que, en esa época, más que una afición era una causa. Obtuvo su brevet en son par de meses y de regreso a la patria asombró a los italianos con su arriesgado vuelo sobre la catedral de Milán, temeraria aventura sin precedentes hasta entonces. Realizó una serie de vuelos en Italia, en Suiza y Francia, hasta que, antes de que terminara el año de nuestro Centenario, decidió venir a la capital argentina, llevado siempre por su inquieto espíritu aventurero, ansioso de conocer sensaciones nuevas, panoramas ignorados, y atraído por noticias de que en el nuevo mundo había también aspiraciones de elevación, como lo demostrara con sus vuelos en Europa el peruano Chávez.

 

Imagen Tenía una mascota, monito saltarín, que al obtenerse esta fotografía estaba posado en el hombro derecho del aviador. Cattaneo fue huésped oficial y tanto sus vuelos como sus disertaciones fueron seguidos con vivo interés por los militares, altos jefes y gobernantes
Tenía una mascota, monito saltarín, que al obtenerse esta fotografía estaba posado en el hombro derecho del aviador. Cattaneo fue huésped oficial y tanto sus vuelos como sus disertaciones fueron seguidos con vivo interés por los militares, altos jefes y gobernantes
 

En homenaje al joven piloto que volara sobre los Alpes, Cattaneo quiso ser el primer italiano cuyas alas se desplegaren en el cielo de América del Sur. A poco de haber puesto el pie en suelo argentino el piloto se elevó con su monoplano Bleriot de motor Gnorne en Palermo, se dirigió hacía el Congreso, llegó a la Plaza de Mayo y regresó por la línea recta de Rivadavia. Volaba a una altura jamás alcanzada: 1.500 metros. Todas las galeras de Buenos Aires estaban echadas hacia atrás, todas las bocas abiertas en un gesto de estupor. Esa su decisión de salir a volar sin conocer la ciudad era un rasgo de audacia que bastó para despertar la admiración del pueblo.

El nombre de Cattaneo se constituyó en el comentario general. Todos los demás temas de actualidad quedaron postergados. Hasta 1917 estuvo en Buenos Aires. Abrió rutas hasta entonces inexploradas: fue el primero en volar desde Rosario hasta Baradero, luego hasta Campana y, finalmente, hasta la ciudad capital. También a Cattaneo le correspondió la emoción de atravesar el Río de la Plata, de Buenos Aires a Colonia. Durante todo el tiempo de su permanencia en nuestro país, además de esos raids que significaron otras tantas conquistas de la aviación, efectuó Cattaneo vuelos de exhibición y compartió el "cartel" con otras figuras tan memorables como el suizo Juan Domenjoz, el primer aviador que entre nosotros realizó la impresionante prueba del "looping the loop". El 25 de enero de 1914 los aviadores Cattaneo, Castaibert, Paillette y Piñeiro ofrecieron en el estadio de la Sportiva — hoy Campo Hípico — un espectáculo sin precedentes. En marzo de ese mismo año, Domenjoz realizó el "vuelo invertido", novedad absoluta para nuestro público. Y el 7 de junio de 1914 tuvo lugar "el primer match de acrobacia en la América del Sur". Vale la pena reproducir el artículo que publicó la revista "Automóvil y Sports" que dirigía el prestigioso periodista don Luis Carlini:

 

Imagen El 25 de enero de 1914 se había realizado en Palermo un programa de vuelos, con Paillette, Cattaneo, Piñeiro y Castaibert. "Automóvil y Sports" publicó esta nota.
El 25 de enero de 1914 se había realizado en Palermo un programa de vuelos, con Paillette, Cattaneo, Piñeiro y Castaibert. "Automóvil y Sports" publicó esta nota.
 

"El día 7 del corriente, en el stadium de Palermo y por gestión del presidente del Club Hípico Argentino, don Bernardo Meyer Pellegrini, nevoso a cabo un match de acrobacia aérea entre el piloto suizo John Domenjoz y el italiano Bartolomé Cattaneo. De seis pruebas constaba el programa, debiendo anularse la de los "ocho" repetidos y el "vuelo cabeza abajo" por razones especiales, entre ellas la falta de luz. La primera prueba, el lanzamiento en menor espacio y tiempo, fue favorable a Domenjoz, que consiguió elevarse sobre 46 metros en 5 minutos, mientras que Cattaneo necesitó 51 metros y 5' 30". Domenjoz hizo un decollage correctísimo. Cattaneo estuvo más feliz en la prueba de aterraje e menor distancia de una faja blanca tendida en tierra. Diez metros ochenta centímetros antes de la línea quedó completamente detenido el aparato de Cattaneo, mientras Domenjoz pasó de treinta metros la línea en cuestión. En este aterraje fue digno de notarse un flanco de Domenjoz a cincuenta centímetros del suelo: después del primer pique. Consistía la prueba siguiente en un descenso en mayor tiempo, desde 700 metros. Cattaneo puso contacto al motor después de 2' 19", hallándose sobre las tribunas. Domenjoz recaló sin motor, empleando 3' 7" en el vuelo, que fue interesante bajo todo punto de vista. La otra prueba, mayor número de “loopings” en 15 minutos, fue ganada por Cattaneo, que cerró 21 veces el círculo,  contra 12 de Domenjoz".

 

Imagen Domenjoz y Cattaneo sostuvieron un match de acrobacia aérea, sensación sin precedentes para nuestro pueblo. Los dos intrépidos aviadores aparecen frente a frente en esta foto manteniendo una conversación reservada con B. Meyer Pellegrini, presidente del Club Hípico Argentino.
Domenjoz y Cattaneo sostuvieron un match de acrobacia aérea, sensación sin precedentes para nuestro pueblo. Los dos intrépidos aviadores aparecen frente a frente en esta foto manteniendo una conversación reservada con B. Meyer Pellegrini, presidente del Club Hípico Argentino.
 

Así termina la breve crónica, dando cuenta, pues, de que el match finalizó empatado. Interesa añadir que presenciaron aquel memorable espectáculo alrededor de 80.000 personas, según consta en la edición del diario "La Prensa" del 8 de junio de 1914, donde encontramos además la pintoresca acotación de que un oficial de policía tuvo que salvar a Cattaneo de las efusiones de los más entusiastas, llevándolo en ancas de un caballo hasta el palco oficial... Por patriota y por quijotesco, Cattaneo quiso actuar en la guerra europea que se desencadenó aquel mismo año de 1914. Padecía de un pequeño defecto físico que no obstante su levedad, era bastante para que se le declarara inepto. Semejante clasificación tenía que molestar a un varón de sus quilates. Cattaneo se sometió a una operación que hiciera desaparecer el inconveniente. Se incorporó al ejército italiano en 1917. Antes de esa fecha había realizado aquí muchas exhibiciones y también había aceptado las invitaciones que se le hicieran llegar de Uruguay. Chile y Perú, cumpliendo así un ciclo sudamericano que era la cabal realización de sus propósitos.

 

Imagen Los dos pilotos retratados el día del match.
Los dos pilotos retratados el día del match.
 

 

Imagen Los hangares del aeródromo militar, en el Palomar.
Los hangares del aeródromo militar, en el Palomar.
 

Doce años estuvo Cattaneo ausente de Buenos Aires, pero había causado en nuestro medio una sensación tan grande que nuestro pueblo no se olvidó de él. Y tampoco el intrépido piloto pudo olvidar el cariñoso entusiasmo con que los argentinos le habíamos demostrado admiración. El lazo estaba tendido y Cattaneo regresó en 1929, con un Caproni poderoso y con una novedad trascendental: el sistema Nestri de relevamiento topográfico.

Brasil, donde había estado de paso en 1925 lo atrajo definitivamente. Se quedó a vivir en San Pablo. En San Pablo ha muerto, cuando iba a cumplir setenta años de edad. De él Puede afirmarse que sobrevivió a una generación de conquistadores maravillosos. Fue un civilizador.

 

Imagen En pleno vuelo se ve aquí al aeroplano de Bartolomé Cattaneo, sobre el campo de la Sociedad Sportiva, en Palermo. El cuerpo, del piloto quedaba casi totalmente descubierto. De esos aviadores si puede afirmarse que "todos fueron valientes'
En pleno vuelo se ve aquí al aeroplano de Bartolomé Cattaneo, sobre el campo de la Sociedad Sportiva, en Palermo. El cuerpo, del piloto quedaba casi totalmente descubierto. De esos aviadores si puede afirmarse que "todos fueron valientes'
  
Imagen Bartolomeo Cattaneo fue la primera persona en cruzar por aire el Río de la Plata. Aquí posa sobre el avión con un arma de fuego.
Bartolomeo Cattaneo fue la primera persona en cruzar por aire el Río de la Plata. Aquí posa sobre el avión con un arma de fuego.
 

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Cerraremos esta nota evocativa, que en los viejos porteños despertara una melancólica emoción, con unas palabras del propio Cattaneo referentes al "looping the loop":

“Las experiencias de Pegaud, conocidas a través del telégrafo, la fotografía y el cinematógrafo, despertaron en mí la idea de repetir esas hazañas y probar la sensación, terrible y agradable, de cerrar el círculo cabeza abajo.

Listo el aparato que habla construido el señor Marechal, lo llevé a Lugano y me faltó tiempo para montar en él. Cumplí tres pequeños vuelos consecutivos de prueba y baje encantado de su rendimiento. Cumplí un nuevo vuelo e hice adoptar a mi monoplano las posiciones más difíciles, probando su estabilidad y resistencia., y en todas esas pruebas me respondió ampliamente. Al día siguiente, esto fue el 10 de abril, volvía a Lugano para probar la suerte. Monté al aparato y luego de haberme hecho atar inicie el vuelo, alcanzando en pocos minutos la altura de 800 metros, que había fijado de antemano para la experiencia. Pasé momentos amargos: el instinto de conservación obraba poderosamente en mí y luchaba a muerte con mi voluntad. Por dos veces en pocos minutos intenté alcanzar la vertical: pero luego inconscientemente, el timón bajaba, recobraba la posición normal. La lucha continuaba encarnizada entre mi instinto y mi voluntad. Transcurrieron unos minutos, segundos quizá, manteniéndome siempre a la misma altura. La voluntad se hizo fuerte, el espíritu cedió un instante, alcance la vertical; cimbro la obra muerta del aparato mientras el zumbido del motor se hacía brutal. Un crujido espantoso me hizo pensar en el fin... Sin perder de vista las alas de mi aparato, lancé una fugaz mirada la tierra, alía abajo, daba el frente a la parte superior de las alas ¡Volaba cabeza abajo! El estremecimiento del aparato,  sometido a uno maniobra brutal, cesó rápidamente, inicié un descenso "de nariz', vertical al suele; y pocos metros recobré la posición normal. Suavemente. Terminada la prueba me pareció un juego.”

 

Imagen Un aterrizaje del monoplano Bleriot de Bartolomeo Cattaneo en el campo de la Sociedad Deportiva Argentina. Con este mismo aparato, el aviador logró el primer cruce del río La Plata.
Un aterrizaje del monoplano Bleriot de Bartolomeo Cattaneo en el campo de la Sociedad Deportiva Argentina. Con este mismo aparato, el aviador logró el primer cruce del río La Plata.