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La pelota y yo

No juegan por la plata, sino por amor al fútbol, en 264 clubes de toda la Argentina que se manejan con más orgullo que presupuesto. Esta es la historia de una pasión con muchos capítulos apasionantes.

Por Redacción EG ·

31 de marzo de 2009
EL ARGENTINO C podría ser rápidamente descripto como una gran caja de sueños en la que conviven historias mágicas, utopías, pasiones infinitas y un gran amor por la pelota concebido desde el más genuino amateurismo. Es un reflejo perfecto de lo que el fútbol genera a lo largo y a lo ancho de la extensión geográfica argentina: locura. Allí compiten por un mismo objetivo ¡264 clubes!, distribuidos en 70 zonas (de cuatro y tres equipos), de los cuales se clasifican 128 para la segunda fase y de los cuales sólo quedan seis, tras eliminarse en siete etapas de playoffs. De esos seis, tres van a la Promoción y tres ascienden directo al Argentino B.

El Argentino B es recién el tercer escalón de los torneos nacionales organizados por la AFA (el C es el más bajo). Para llegar a la Primera, todavía resta superar otras dos categorías más: el Argentino A y el Nacional B. Un camino sinuoso y, en la mayoría de los casos, imposible de completar. Pero eso a nadie le importa, porque si bien los anhelos de los participantes suelen ser mucho más terrenales, la ilusión es lo único que no se negocia.

El campeonato roza lo bizarro, por donde se lo estudie. Es, por lejos, el más federal del país (compiten elencos de 23 provincias diferentes, aunque 104 son de Buenos Aires) y, obviamente, el de mayor cantidad de equipos (en esta edición, en total, están pautados 1266 partidos a disputarse de enero a junio, récord absoluto para la historia del torneo). Hay más de cinco mil jugadores inscriptos, tipos que lograron trascender en la actividad (Alberto Carranza, Claudio Biaggio, Rubén Piaggio) y tipos que por primera vez en su vida juegan en un certamen AFA. Tipos que prácticamente viven de lo que ganan en los clubes (en algunos lugares, el sueldo promedio es de dos mil pesos); y tipos que juegan por el sentimiento, como todos los de los equipos de Ushuaia, Mutual Banco de Tierra del Fuego y Los Cuervos del Fin del Mundo (sin duda, uno de los mejores nombres de institución que se hayan inventado).
Imagen Un avance de Germinal de Rawson.
Un avance de Germinal de Rawson.

Los equipos de Ushuaia son, justamente, una de las grandes atracciones del Argentino C: por primera vez en la historia pueden participar de este campeonato y se han preparado para estar a la altura de las circunstancias.

“Es nuestra primera experiencia en el fútbol grande de la Argentina, la liga local se afilió recién en 2008. Pero, la verdad, por el momento no hay mucha movida en la ciudad”, explica el arquero de Mutual Banco, Martín Pérez, de 41 años, el local con más presencias en el ex Torneo del Interior (“hice las Inferiores en Vélez y después me vine para acá. Anduve por un montón de clubes de la Patagonia”, confiesa). ¿Por qué no hay movida? Lo aclara sin vueltas el periodista Esteban Parovel, del diario El Fin del Mundo: “Aquí, lo realmente convocante siempre fue el fútbol de salón, una de las actividades más populares de todo Tierra del Fuego. Cuesta adaptar a la gente al campo de once”. El gobierno, por lo pronto, ha puesto manos a la obra y declaró, a fines de enero, que los encuentros de Mutual Banco y Los Cuervos eran de interés municipal.

EN EL EXTREMO SUR no hay sueldos, se entrena tres o cuatro veces por semana (siempre de tarde, porque los más chicos estudian y los más grandes trabajan) y la cancha Municipal tiene colocado un flamante césped sintético, porque se cubre todo de nieve y en el pasto natural no se podría jugar. “Eso nos benefició, porque los jugadores de buen pie pueden desplegar su talento con mayor facilidad y nosotros tenemos a varios de buen pie, por toda la cultura que adquirimos con el fútbol de salón en años anteriores”, rescata Pérez, también periodista en su vida profesional. Y remata: “Es muy pintoresca la Patagonia sur. Acá, el público arrima el auto y ve el partido desde ahí. Pasa que las condiciones climáticas a veces te matan, y hay que animarse a bajarse y verlo paradito al lado del alambre. Me ha tocado jugar varios encuentros en los que el viento era tan fuerte que cuando la pelota se iba al lateral, no la podían volver a meter en la cancha por un par de minutos. Iba uno nuestro, sacaba y la tiraba afuera. Iba otro, del equipo rival, sacaba y la tiraba afuera. Así un buen rato. Lo curioso es que acá, a pesar de estas situaciones, no se suspende nunca”.  

UN POQUITO más arriba en el mapa, en la ciudad de Puerto Deseado, Santa Cruz, una filial de Nueva Chicago decidió armar un club con el nombre del Torito en su homenaje. Fue hace siete años. El objetivo era que los chicos de la zona que no eran tenidos en cuenta en otros equipos tuvieran su lugar ahí. Luego, formaron un plantel de Primera para participar de la Liga Federal Norte y, en apenas dos temporadas, lograron el título que les permitió ir a una Promoción ante Estrella del Norte (Caleta Olivia) para ingresar al Argentino C, para ellos la Champions League.

En una definición heroica por penales, Chicago obtuvo su plaza gracias a los dos penales atajados por Marcelo Denis, un joven valor de ¡51 años! El arquero, que pasó por Los Andes y Tristán Suárez, entre otros clubes, decidió emigrar a Puerto Deseado en 1987 por una buena oportunidad laboral en una empresa pesquera y allí sigue radicado. “Los rivales que no me conocen, me miran y se ríen cuando entro a la cancha”, confesó un tiempo atrás. La categoría lo recibió a los cachetazos: 16 goles en las primeras tres fechas. Y no es que Denis sea malo, eh. No. Es tal la paridad que ni el Real Madrid pudo festejar en esas primeras jornadas (cosechó tres empates). Dirán algunos descreídos que este Real Madrid no es el español, sino el de Río Grande (de apenas 19 años de existencia) y que su camiseta no es blanca sino que lleva los colores de Boca (se autodenominan los Xeneixes, con dos “x”). Todos datos secundarios. 

El Argentino C no es para cualquiera: acá EveReady (siempre listos) tiene que renovar sus pilas todas las semanas para no ceder terreno. Acaso sea uno de los nombres más extravagantes de los 264 participantes, pero detrás tiene 1.800 socios que acompañan; y el anhelo de crecimiento de sus dirigentes obliga a tomarlo en serio. “El club fue fundado en 1920 por un grupo de boy scouts, le pusieron EverReady y quedó. Somos el Boca de la Liga de Dolores. Resumidamente, todos juegan su clásico contra nosotros, somos grandes. Escuchame, acá jugaron tipos como Pedro Marchetta en el 71 (ex Racing) y Julio Novarini (estuvo en Boca)… Nooo, pasaron figuras”, resalta orgulloso Guillermo Bidart, responsable del fútbol del club.

SI HASTA AQUI la nota presentaba algunos detalles insólitos, el aporte a la causa de EverReady es determinante para terminar de encausarla hacia el delirio. En el plantel actual, hay un empleado del club (“Claudio Sepero, nuestro estandarte, va a cumplir 39, es mejor que Mascherano”, lo describe Bidart), un integrante de la comisión directiva (“Silvio D’ Angelo, buen jugador, mejor pegada. Lo quiero siempre en mi equipo”, afirma) y dos presos (Darío Mirasola y César Reinoso). Sobre ellos, el dirigente amplía: “Todavía no pudieron debutar, por diferentes motivos. El primero, si bien ya goza de libertad condicional, tiene una traba con el pase. El segundo cometió delito agravado y, bueno, todavía le falta un tiempito para salir”. Uno de ellos, Mirasola, confesó días atrás en el diario Compromiso, de Dolores: “Esta oportunidad futbolística me entusiasma; yo estoy alojado en un lugar por haber cometido un error, que todavía lo sigo pagando, pero estoy dispuesto a cambiar mi futuro”.

Ninguna empresa grande de la ciudad apoya a la institución, nadie cobra, todo es a fuerza de voluntad. “Acá se junta lo que cada uno puede poner. Así de simple. Y te digo más, si pasamos de fase, como estoy seguro de que vamos a pasar, no va a faltar un solo peso para los traslados”, remata Bidart.
Similar situación vive Tiro Federal de Puán, que juega en Pigüé como local. “La gente colabora con comidas (nuestra especialidad), con rifas, hay un pequeño aporte de la Municipalidad y con eso llegamos. Es nuestra primera participación en la historia y tomamos con mucha alegría estar en el Argentino C”, explica el presidente Darío López. Todos los jugadores de este equipo tienen una actividad paralela al fútbol: uno es peluquero, otro trabaja en un fábrica de cerveza, otro lava autos, otro es bancario, otro está en la Municipalidad, otros estudian en la Universidad de Bahía Blanca y viajan para jugar los fines de semana, y muchos están relacionados con el campo (“La sequía nos está matando, hace cuatro meses que no llueve, no hay pasto, la gente no sabe qué darles de comer a los animales, es desesperante”, acota López). Todos son del club y ninguno cobra. Viajan a los partidos de visitantes en un colectivo del club sin aire acondicionado; llegan apenas una hora antes del comienzo y se vuelven al toque, para poder estar frescos al otro día en sus trabajos. Nadie se queja.  

EL RESPETO por la competición de estos equipos, sin embargo, no es unánime en el resto de los participantes: algunos se quejan por los costos, otros porque terminó de liquidar los torneos locales (el de Chubut es uno de los que más sufre, ya que tiene seis de sus doce participantes en carrera), otros por la extensión y otros (muchos) porque lo ven como un negocio del que los clubes salen siempre perjudicados. ¿Para qué lo juegan, entonces? “Pasa que el jugador siempre va a preferir estar en un certamen de la AFA, viajar al menos unos kilómetros, mostrarse un poco y pelear por un manguito, que ser parte de un campeonato local con el único incentivo de jugar por la gloria de la ciudad o la región. Es obvio. La gente piensa igual y también empuja. ¿Cómo les digo que no nos alcanza ni para pagar el agua?”, se pregunta un dirigente de un equipo de la provincia de Buenos Aires, que solicita anonimato. Un dato: el torneo exige que en cada encuentro, el local debe disponer de tres pelotas nuevas; a su vez, la popular puede tener un costo máximo de 18 pesos. “A nosotros nos decían de otros clubes que no nos embarcáramos en esta, que íbamos a gastar demasiado dinero, pero lo encaramos igual porque era un desafío absoluto. Nos cuesta mucho, no lo voy a negar, la organización de un partido sale entre 3.500 y 4.000 pesos; entre la policía, los árbitros y otros gastos. Sin embargo, con el apoyo de la Liga y un par de sponsors, al menos recuperamos algo”, destaca López acerca de la situación de Tiro.

NO TODOS sufren por igual. Ferro de Olavarría, por ejemplo, es considerado por todos como uno de los conjuntos más poderosos en cuanto a nombres y presupuesto (los resultados no lo acompañaron en el comienzo): gasta casi 30 mil pesos por mes, se dio el lujo de pintar su estadio para la ocasión (lo hicieron los hinchas, en realidad), arreglar el sector de plateas, estrenar nueva indumentaria y, además, incorporar a Claudio Biaggio (ver recuadro), una estrella para la división. Y eso que no ponen plata ni el municipio, ni las empresas fuertes de la zona: se trata de una patriada dirigencial.
Deportivo La Punta de San Luis (el equipo que dirige el legendario José Sanfilippo en la primera ciudad fundada en el siglo XXI), es otra institución que invirtió fuerte: sumó 11 jugadores, entre los que se destaca el ex arquero de Central, Hernán Castellano (se había retirado y estaba viviendo en Punta del Este), y apostó todas sus fichas a ser protagonista, gracias al respaldo gubernamental de una provincia que vive una realidad de fantasía. Prácticamente juega sin público.

También hay que mencionar a Boca de Río Grande (Santa Cruz), una de las instituciones más sólidas del sur, que posee un plantel semiprofesional. Se ha rumoreado, por vínculo geográfico, que estaba solventado por el ex Presidente Néstor Kirchner. No es real: la simpatía de K va por Defensores del Carmen que, para esta edición, no se pudo clasificar. El inversor es un alto empresario de la zona, que si bien supo estar cerca del titular del Partido Justicialista, aquí se las arregla por sus medios.
Si se habla de respaldo fuerte y explícito, es imposible obviar el que tiene Mutual Camioneros, de General Rodríguez. El equipo (camiseta color verde y blanca) se clasificó para el Argentino C, tras consagrarse en la liga lujanense ante otros gremios como la UTA (Unión Tranviarios Automotor) y Atilra (el de los lecheros) y ahora sueña con otro ascenso. Obviamente, es bancado por Hugo Moyano (secretario general de la CGT) y otorga sueldos aceptables, maquillados como viáticos (1.500 pesos). Se dice que hasta habría financiado la pretemporada en Mar del Plata. Un plantel de privilegiados, si se tiene en cuenta que muchos clubes ni pudieron salir de su estadio para realizar la preparación previa. La novedad en el rubro la aportó Náutico Hacoaj (único representante de la colectividad judía), que, a pesar de tener buenos terrenos para practicar, apostó a una metodología poco ortodoxa en el camping Las Tejas de Zárate: ejercicios de supervivencia colectiva. Los jugadores debieron andar en canoas o correr en terrenos adversos. Los resultados no fueron los esperados o, al menos, no premiaron semejante esfuerzo: tres partidos jugados, tres derrotas.
Imagen No importan las condiciones de la cancha, jóvenes y veteranos juegan por amor a la pelota.
No importan las condiciones de la cancha, jóvenes y veteranos juegan por amor a la pelota.


BIEN DIFERENTE es la realidad de los equipos que se ubican más al norte del país, sobre todo los que están en el extremo geográfico del mapa de la categoría; es decir, los dos que juegan en Tartagal: Newell’s y Sportivo Pocitos de Salvador Mazza (que debió trasladar su localía). Ambos, con sus armas más nobles, lucharon dignamente para alcanzar los números que les permitieran participar. No obstante, el destino parece haberse empecinado con ellos y el desastre sucedido en la ciudad salteña (se habla del alud que provocó un caos sin precedentes en la zona) los obligó a tener que volver a juntar fuerzas para mantenerse de pie. Si bien la sede de Newell’s logró sobrevivir a la catástrofe (algunas zonas aledañas, en cambio, terminaron cubiertas por más de un metro de barro), muchos de los jugadores del plantel quedaron en ruinas. Pedro Arenas, volante del equipo, fue uno de los que más sufrió. “Nosotros vivimos ahí nomás del río y la pasamos muy mal. La verdad es que en estos días la situación se nos ha puesto complicada, a pesar del apoyo de todo el país y del gobierno provincial. El momento que vivimos fue de terror, hubo gente perdida. Tuvimos que saltar techos, los vecinos gritaban, los nenes lloraban, muy triste. Yo perdí todo, mi familia está traumada, muchos quieren irse, pero hay que levantar la cabeza y seguir”, relata.

En Tartagal, donde se ha llegado a jugar con 38ºC, debieron suspenderse algunas fechas (basta con resumir que hubo más de 30 mil afectados) y, a pesar de que Newell’s tuvo que volver a jugar por el compromiso asumido, la mayoría de los integrantes del plantel, naturalmente, perdieron motivación. “Nuestra cabeza sufrió un golpe muy fuerte, muchos compañeros quedaron en la calle, o tuvieron familiares que quedaron sin nada”. 

EN EL RECORRIDO por los equipos del centro argentino, Atlético Villegas exige su aporte para el anecdotario del campeonato. Al grito de “Sacate, sacate”, la platea local (de verdadero paladar negro, no como la San Martín de River o la Cordero de Independiente) le rogaba al ídolo del pueblo, Rubén Darío Piaggio (ex Gimnasia de Jujuy y Ferro) que se sacara del equipo en su regreso al club como DT y jugador a la vez, por el torneo local, una tarde en la que iban perdiendo. Unos partidos más tarde, Ciruelo, de 38 años (el 2 de abril cumple 39), demostró con goles su vigencia y ya nunca más volvió a escuchar quejas. Hoy es el referente de la institución en la aventura por el Argentino C y el líder de un conjunto que convoca a más de mil personas por partido: al cierre de esta edición, llevaba convertidos la mitad de los tantos de Atlético (uno olímpico, delicioso). “No es fácil ser entrenador y jugador a la vez, pero me las rebusco, me acerco a mi ayudante en medio del partido, charlamos, mando a calentar a algún suplente... En los laterales, siempre aprovecho y tiro alguna indicación. Y los jugadores me respetan, eh, en la cancha me tratan como al DT”, explica. A Piaggio le falta un año para completar el curso de entrenador; mientras tanto, afirma, seguirá con el plantel en las dos funciones. “Esto me dará experiencia para lanzarme en el futuro, quiero crecer como técnico igual que lo hice cuando empecé a jugar: desde Villegas”, se proyecta. Su carrera es la de un trotamundos: jugó en equipos de ocho países, y llegó a Atlético desde el Fossombrone, un club de Italia que allá participa en una especie de Argentino C .

La Academia villeguense –histórico semillero del oeste bonaerense– no había ingresado al torneo en primera instancia (concluyó tercero en la liga), pero el campeón (Cosmopolita, de Piedritas –sic–) se bajó por falta de recursos económicos, el segundo (Fútbol Club Bunge) siguió el mismo camino y la dirigencia decidió tomar la posta (después de cinco años de ausencia). “Esta participación no es para hipotecar la institución como alguno puede considerar, sino para foguear a los más chicos”, acota Ciruelo. Los más chicos son realmente muy chicos: llegan a los entrenamientos del mediodía, directo de la escuela secundaria, con los guardapolvos recién desabrochados. “Me pongo de segunda punta, si fuera enganche tendría que correr mucho más y ya no me da para tanto. Lo importante es que ellos corran, así yo juego, jaja. Cuando vamos a otros pueblos, los hinchas rivales siempre me gritan ‘Jubilate’, porque me reconocen. Y a veces me piden la camiseta, pero si la regalo no tengo qué ponerme al otro domingo”, cierra.

DE USHUAIA A SALVADOR MAZZA, los dos extremos geográficos, hay 4.338 kilómetros que el Argentino C se enorgullece en cubrir. No es ni más ni menos que el retrato de la Argentina futbolera que habita por debajo del mundo mediático. El último peldaño de amateurismo que oferta el ámbito profesional. Principalmente, porque la pasión por la camiseta es el eje movilizante, muy por encima del dinero. Y eso es lo que lo distingue. Este torneo vehiculiza emociones de sur a norte como ningún otro y expone un sentimiento sincero, masivo. En Primera, no se consigue.

Por Ramón Zapico