¡Habla memoria!

1950. El adiós a Pepe Lectoure

Emotiva despedida de Félix Frascara a un porteño de ley, que llevó el boxeo en la sangre y que además junto a Ismael Pace fundaron el mítico Luna Park, escenario de veladas de boxeo inolvidables.

Por Redacción EG ·

23 de marzo de 2020

Pepe: el tiempo y muchos dolores me demostraron que la muerte de los seres queridos no es una partida ni une ausencia, Al contrario. Los sentimos más cerca nuestro cuando se mueren, porque la vida de todos los días nos tuvo separados muchas veces y ahora, en cambio, podremos estar siempre juntos mi sentimiento y el tuyo, tu espíritu y el mío.

Imagen Este era Pepe Lectoure en el comienzo de sus actividades como manager, alrededor de 1923. La foto está tomada en el antiguo Luna Park de la calle Corrientes al 1000, donde el viejo Domingo Pace abrió el camino para la sagacidad de Pepe y el tesón de lsmael.
Este era Pepe Lectoure en el comienzo de sus actividades como manager, alrededor de 1923. La foto está tomada en el antiguo Luna Park de la calle Corrientes al 1000, donde el viejo Domingo Pace abrió el camino para la sagacidad de Pepe y el tesón de lsmael.

Muchacho porteño, muchacho de la Corrientes angosta, entramos a conocernos bien en aquellas charlas de los "36 Billares" frente al Nacional, cuando el teatro Nacional con Pascual Carcavallo al frente era la "catedral del género chico", y en las madrugadas del bar alemán de le calle Sarmiento, junto a la panadería del "Cañón", donde servían suculentos sandwiches especiales de lomo, de jamón y de queso. Yo te conocía de antes, pero a la distancia. Ya eras Popular, ya eras casi famoso, y el novel periodista, muy tímido, apenas si osaba saludar al "matchmacker" de A.N.B.A., manager del "Chiquito" Geltieri, al hombre de confianza de don Domingo Pace, al Pepe que ye entonces cimentaba su sociedad amistosa con Ismael, tu hermano en la magna aventura del o grandioso Luna Park. De tanto verte en la bohemia redacción de la inolvidable "República" fuí conociéndote y descubriendo tu inclinación hacia los humildes tus íntimas inquietudes, tu sensibilidad. Prueba de esto fue, bien lo sé, que tu buen gusto instintivo te llevó siempre a recubrir con una capa de ironía las mil y una vulgaridades con las que forzosamente hubiste de emparentarte. Desde aquellas noches de los “36” y del bar alemán, después de los partidos de fútbol con pelota de papel que jugábamos cuando estaban construyendo el tramo de la Diagonal entre Esmeralda y Suipacha, comprendí que Pepe Lectoure descendía, complacido a charlar de boxeo y de  "bordereaux", del fútbol y de la guerra... Yo fuí uno de los pocos que te vieron llorar la noche que murió Kid Charol y de los que entendieron tu silencio cuando murió Justo Suárez. Yo fuí uno de los que aprendieron boxeo oyéndote hablar de la utilidad del gancho de izquierda. Y uno de los que te comprendieron bien aquella tarde que dijiste amargamente: "El boxeo no vuelve loco a nadie. Pare meterse a boxeador ya hay que estar un poco loco"...

Nunca fuiste muy hablador. Escuchabas mucho. Sin haberlo conocido seguías el consejo de aquel que dijo: "Lo poco que sé lo aprendí escuchando", Y tenles un agudo sentido crítico, una profunda capacidad de psicólogo. Porque fuiste un porteño cien por ciento dominaste a fondo tu profesión y te erigiste, no en el mejor, en el único promotor auténtico y completo que tuvo el boxeo profesional en la Argentina. Aspera profesión, ingrato oficio. Habrás sufrido lo tuyo, habrás peleado más de una vez contigo mismo, deshaciendo ideales, tronchando principios. Cuando todos creíamos que habías triunfado se nubló tu vista. No pudiste alcanzar a disfrutar plenamente la tranquilidad del éxito, Desde entonces te refugiaste en la tiniebla y a veces me convenciste de que así eres más feliz. Vivías lo tuyo, sentías como siempre quisiste sentir. Desde entonces nos diste a todos tus amigos la inconmensurable proporción de tu entereza, de tu valentía. Y así también has dado ahora el paso supremo del tránsito. Integro, sereno. Varón.

Hemos de llorar tu partida, pero nunca podremos sentirte ausente.

Cada vez que hablemos de Pepe Lectoure, Corrientes seguirá siendo angosta y en el ring estarán danzando les figuras inolvidables de Kid Charol, de Luis Rayo, de Kid Uber, de Julio Mocoroa, de Justo Suárez...

Imagen Dos nombres que el tiempo ha de ir confundiendo estrechamente en la historia del boxeo argentino: José Lectoure y Justo Suárez. Mutuamente, uno debió al otro prestigio y fortuna. Con el "Torito", creación propia, dio Pepe el gran salto, y con Pepe llegó Suárez a la fama.
Dos nombres que el tiempo ha de ir confundiendo estrechamente en la historia del boxeo argentino: José Lectoure y Justo Suárez. Mutuamente, uno debió al otro prestigio y fortuna. Con el "Torito", creación propia, dio Pepe el gran salto, y con Pepe llegó Suárez a la fama.

Más de una vez y en retazos me contó su vida José Letoure. Había nacido el 31 de octubre de 1897 en Buenos Aires. Actuaba en el boxeo desde 1915, cuando tenía 18 años y el mismo gesto serio, reconcentrado, que mantuvo toda la vida. Pocos supieron lo que pasaba en su interior, Recorrió toda la escala en las actividades del ring: aficionado, profesional, manager, promotor y director empresario. Como aficionado se definió por la pulcritud de su estilo, por su habilidad, su elegancia y su inteligencia. Obtuvo el título de campeón de peso liviano en uno de los campeonatos nacionales en que intervino. Más tarde, ya profesional, se midió tres veces con Juan Carlos Casalá, campeón sudamericano de la categoría y se produjeron los tres resultados: perdió el primero, empató en el segundo y ganó en el último. Siguió boxeando hasta que un día Galtieri le pidió que lo dirigiera. Así debutó de manager. Luis Galtieri fue su primer pupilo. Y después de muchos años Lectoure seguía sosteniendo que aquel primero había sido el mejor de todos.

Imagen Imposible resultaría dar en una nota periodística la nómina completa de los boxeadores a quienes Lectoure dirigió desde 1921, pero si fuéramos en busca de uno que pudiera representarlos a todos por lo que de él dijo siempre Pepe, ese hombre sería Luis Galtieri.
Imposible resultaría dar en una nota periodística la nómina completa de los boxeadores a quienes Lectoure dirigió desde 1921, pero si fuéramos en busca de uno que pudiera representarlos a todos por lo que de él dijo siempre Pepe, ese hombre sería Luis Galtieri.

Larga es la lista de los púgiles argentinos que actuaron bajo la dirección de Lectuore, a quien siempre se le veía en el rincón porque era un admirable director de combate. Y larga también la nómina de los boxeadores extranjeros que hizo venir a Buenos Aires: Villalba, Alex Rely, Walter, Cid Francis, Sportiello, Criqui, Young Martín, Bertazzolo, Bosisio, Bonaglia, Icochea, K. O. Brisset, Enrique y Victorio Venturi, Luis y Fernando Marfurt, Fernando y Mario Bianchini, Uzabeaga, Contreras, Cleary Janes, Charles Beim, Monte Munn, Clemente Sánchez, Luis Vícentini, Estanislao Loayza, Hilario Martínez, Babe Herman, Ignacio Ara, Tommy Loughran...

Fue el Tex Richard criollo. Sin habano, sin pose, pero con una habilidad semejante para el negocio, con un conocimiento legítimo del boxeo y con una profunda comprensión de los gustos del público.

Valga una anécdota que complete la semblanza. Hace algunos años estuvo por aquí un manager italiano que presumía ostentar poderosa influencia sobre todos los boxeadores de su país se consideraba poco menos que milagroso benefactor del boxeo profesional en la Argentina. Fue conversar con Lectoure para proponerle toda una serie de "grandes" negocios.

Pepe, tranquilo, mudo, lo dejaba hablar y hacer cifras y más cifras en una hojita del calendario de mesa. Cuando el visitan, te creyó haber terminado su proposición y convencido al ingenuo manager criollo éste hizo lo siguiente: se levantó, tomó de un brazo al proponente, lo condujo con toda suavidad hasta la puerta de calle del Luna Park actual, en la calle Bouchard, y señalándole desde ahí la estatua de Cristóbal Colón no le dijo nada más que esto:

—Aquél, ¿ve?, aquel que esta allá arriba fue el que descubrió América. Buenas tardes.

Y lo dejó en la vereda mirando el monumento.

Imagen El binomio que surgió, ya unido por la amistad, cuando el boxeo profesional era una incierta aventura y que llegó a difundirlo por todo el país, dándole a Buenos Aires un gran estadio: José A. Lectoure, ahora fallecido, e Ismael Pace, ahora más aferrado que nunca a la obra que juntos realizaron.
El binomio que surgió, ya unido por la amistad, cuando el boxeo profesional era una incierta aventura y que llegó a difundirlo por todo el país, dándole a Buenos Aires un gran estadio: José A. Lectoure, ahora fallecido, e Ismael Pace, ahora más aferrado que nunca a la obra que juntos realizaron.

Del Buenos Aíres Boxing Club al moderno Luna Park, pasando por el Universitario y L'Aiglon, por el viejo Luna Park y el Avellaneda Park, por el Club Policial y River Plate, por los teatros Coliseo, Nuevo y Onrubia, ha ido construyendo Pepe Lectoure el sólido edificio del boxeo profesional en la Argentina. Su nombre queda incorporado a la historia del deporte nuestro. Que su visión extraordinaria siga acompañando a su hermano en la magna aventura, Ismael Pace, y a todos los que afrontan el arduo negocio del box.

 

 

Por Félix D. Frascara (1950).