¡Habla memoria!

¿Murió el estilo?

La extraordinaria cobertura de los Juegos Panamericanos de Winnipeg de 1967 en la pluma de Jorge Ventura que cuenta en detalle lo más destacado de unos Juegos donde según él, se murió el estilo.

Por Redacción EG ·

24 de diciembre de 2019

Parecía un funeral... La fanfarria de las trompa tas languidecía, el fuego de la llama votiva se extinguía. Los V Juegos Deportivos Panamericanos terminaban... Pero no morían. Sólo se silenciaban por cuatro años, hasta que Cali y su cumbia le vuelvan a dar ruido allá, en el 71. El funeral era otro. Ese 6 de agosto, en que caía el telón de los "PanAm Games", moría EL ESTILO. Así lo lloré yo, que estuve metido en los 14 días de actividad ininterrumpida viendo cómo la potencia y el gran objetivo del record o el resultado barrían con las líneas estilísticas, con la exquisitez técnica, con la lógica estética... Con todo eso que se llama ESTILO y no consiguió una medalla de oro.

Es la nota que me faltaba de Winnipeg. Es el gran saldo positivo que me dejó esta experiencia panamericana. Es la más impactante impresión que se me ocurre debo transmitir a través de anécdotas y de relatos cortos Como el graficar al excepcional mariposista Mark Spitz, tal cual una rana dando saltos vigorosos sobre la superficie de su andarivel, contrastando con el avance armonioso y plástico de nuestro Luis Alberto Nicolao..., a dos cuerpos de distancia. O como parafrasear a don Casimiro González Trilla, que al insistir en su convencimiento (que comparto ampliamente) respecto a que si Argentina no llevaba altura en su básquet hubiese sucumbido más estrepitosamente, dijo: "El día que tengamos un gran equipo a nivel mundial, será con un promedio de 1,95 para arriba. Yo no tengo la culpa que a Mr. Naismith se le haya ocurrido poner la canasta tan arriba." O como contarles otra vez a mis compañeros de redacción y amigos del fútbol la dinámica manera en que los morenos de Trinidad & Tobago destruían con un sencillo anticipo todas las complicadas, lentas y repetidas maniobras de jugadores hábiles como Vicente Yasalde, García Cambón, etcétera.

Recuerdo aquellos días canadienses y más refuerzo mi convencimiento de que EL ESTILO, ese al que el diccionario le da acepción de "carácter propio que da a sus obras el artista por virtud a sus facultades" y al que el deporte le otorga estética, murió en la realidad exitista de aquella competencia donde los norteamericanos arrasaron con esa potencia acumulada en la universitaria vida de sus atletas y con ese sentido práctico del resultado buscan-do robarle décimas al reloj, centímetros al metro, puntos a la elegancia, golpes al rival... Y si el título de este artículo encierra la pregunta que le limitan los signos de interrogación, es porque admito que pueda haber polémica. Aunque repito mi concepto: EL ESTILO fue enterrado en Winnipeg. Yo vi ese funeral.

 

EL FRACASO COLECTIVO

Fui un observador argentino. Y como tal, lloré. Por eso este réquiem es para el estilo nuestro, que bien puede tipificar a la mayoría de los países que fueron a pelear. Porque eso de "América-Espirito-Sport-Fraternité" es un encendido llamado al lirismo deportivo que incluso decora muy bien el símbolo oficial de los Juegos Panamericanos... Todos quieren ganar, participar es entrar en la caza de la medalla, competir es definir una postura de agresividad deportiva buscando la gloria personal y el prestigio del país. Cuba manifestaba su objetivo político ya sólo con su proceso de prepa-ración: más de 3 años fogueando a su gente en permanente competencia internacional atrás de la Cortina, dándole a su equipo de básquet 40 partidos de práctica intensa contra seleccionados o grandes equipos de países comunistas, manteniendo a sir equipo de boxeo en rings que ellos llaman amateurs porque no les dan dinero, pero sí les otorgan confort a sus hogares, despreocupándolos de todo problema económico para que vivan dedicados a esa actividad... Pero los cubanos no eran los únicos: USA mandó su más grande representación acuática para extraer de la "Swimming Pool" winnipegnana la mayor cantidad de records, procurando conmocionar los cables del mundo. Y México hizo un alarde fastuoso mandando gente en todos los deportes, previa concentración y entrenamiento en un Centro Olímpico con pista del costoso "Tartán" (800 mil dólares) y hasta con velódromo propio, capacitado para preparar y hacer vivir a 400 atletas... Esos países, que junto con Canadá estuvieron arriba nuestro en la gran clasificación general, que están mentalmente estructurados en función de resultados tratando de acomodar la técnica a la necesidad de triunfos y records, ya se olvidaron del ESTILO.

Ellos llevaron consignas. En básquet, atacar en toda la cancha. Y cuando a los argentinos, acostumbrados al ritmo de los lujos de Alix o la pelota pasada por atrás en la diestra acción de Arce, los apretaban en la propia salida de su aro, claudicaban. Porque había superioridad en vigor, en eficacia, en remate, en coordinación, en velocidad..., en TODO. "Es que estamos acostumbrados a jugar un básquet amable", repitió don Casimiro. "Esto para nosotros es como Suecia para el fútbol argentino; estamos sorprendidos", reconoció Ahí. Y los prolongados morenos de USA arrollaban estallando con violencia en cada pique, con certeros envíos desde cualquier ángulo y sector de la cancha, alcanzando un grado de eficacia superior al 70 por ciento. El otro 30 también movía el tablero luminoso Porque alguno de sus "lungos" la metía con la mano con la misma tranquilidad de quien deposita un libro en el estante más cómodo de su biblioteca... En algún momento me acordé de Cesarini cuando decía: "A los petisos hay que tirarlos contra la raya, ahí pueden jugar. Pero si usted tiene que empezar a preparar un jugador en las inferiores, trabaje con gente grande, no pierda tiempo con los enanos..." Y también me acordé del ESTILO. ¿De qué valía nuestro agradable manejo? ¿De qué servían las fundamentaciones y las coordinaciones que alimentan la dialéctica basquetbolística de nuestro medio? Si para salvar los estropicios bajo el aro había que recurrir al desparramo físico que podía provocar la enorme humanidad de Mazzini o la fuerza de Casarín, e incluso a la altura de "Mike" Sandor...

En voleibol, ese fracaso colectivo fue peor. Los cubanos tenían un manejo de pelota inferior al de los argentinos y carecían de una cerebración astuta frente a la red, pero llegaron una hora antes que la gente nuestra a practicar y entrar en calor, tirándose cuerpo a tierra repetidas veces ensayando los rechazos desde el suelo... Y en el partido, todo lo hacían buscando el cañón de su número 12, un moreno alto, que levantaba a la gente con su espectacular fierrazo y aplastaba a Argentina con sus envíos sin respuesta. Quizá porque ningún argentino se tiraba cuerpo a tierra para intentar un despeje, llenando el hueco que quedaba a pesar de nuestra buena rotación y coordinación... Ellos jugaban a meterla, a hacerla picar en el suelo del cuadro argentino. Y lo consiguieron siempre en los tres sets. "Nos ganaban sólo con la fuerza del saque", fue el epílogo del pibe Ballesteros.

Potencia, potencia, potencia... Eficacia, eficacia, eficacia... Triunfos, resultados, records... ¿Figura en el ranking, el ESTILO?

 

LLEGAR ANTES...

La otra consigna. La de los deportes individuales. El atletismo fue la gran vidriera... Quizá ningún fondista tuvo el rebote plástico de Amaizón. Ni su invariable marcha integrada por un braceo sincronizado y un paso flotante admirable. Aparte de un pasaje de obstáculos dibujado con un vuelo... Pero el ganador de los 3 mil obstáculos era una máquina de devorar metros, que impuso un ritmo do moledor para América (8.32.21, que abrió el compás de su paso desde la primera vuelta y fue dejando atrás rivales y circuitos sin pensar en la agradable levantada final. "Tengo fuerza para ese rush, vengo preparado para ello. Y si no lo consigo, ¿quién me quita los metros ya hechos?" El rubio Mc Cubbins no puede ser encasillado en un estilo definido. No lo tiene. Sólo posee capacidad para llegar antes que los demás a la meta. "Mi rival es el reloj".

Y en los lanzamientos, el caso del fuera de serie Randy Matson. Quien quiera enseñarle a su discípulo a tirar la bala es muy difícil que pueda extraer profundas conclusiones técnicas de su forma de arrojarla. Ni aun estudiándolo en "loops" (tal como lo hemos hecho con algunos entrenadores de aquí). Pero cuando el famoso "Baby" se quitó el buzo en el aro dejó al descubierto la descomunal musculatura acumulada en los 118 kilos generosamente distribuidos en más de 2 metros de altura. Y su larga palanca ya le daba centímetros de handicap para poder llegar a esos tranquilos 19,83, que fueron fáciles vencedores. Volvió a meterse el buzo después del sexto disparo y se volvió a su texana universidad con la medalla áurea. Los coachs americanos piensan igual que Cesarini: "Queremos estudiantes de más de 100 kilos. Después nos preocuparemos de la técnica, quizá algún día tengan estilo... Pero serán lanzadores. Y muchos, recordmen del mundo."

La técnica del excepcional Bob Seagren con la garrocha no dejó tampoco experiencia nueva. Incluso el ex recordman le dio un OK a nuestro Eric Barney, quien le preguntó sobre la corrección de su ESTILO. Seagren llegó a intentar los 5 metros con la única preocupación que Barney ya conoce y asegura en sus declaraciones: "Dicen que la fiberglass lo hace todo... No es cierto. Hay que ser más atleta para saltar con ésta que con la de metal. Hay que darle toda la energía (velocidad, fuerza, clavada exacta...) para que ella la devuelva. Es como apretar el acelerador de un auto que puede dar más de 200 kilómetros. Hay que apretarlo para que desarrolle esa velocidad..." Y Bob Seagren era más atleta.

Como más atleta era Roger Gibbon. Así lo definieron los propios ciclistas argentinos cuando reconocieron la imposibilidad de ganarle al triniteño en velocidad pura y en kilómetro contra reloj. Nadie habló de si se sentaba mejor, o si acomodaba mejor la cabeza o si el ritmo de su pedaleo estaba acorde con... ¡Es mejor atleta! Y punto... Como mejores atletas son los esgrimistas modernos. Ni siquiera en el ancestralismo de un deporte clásico, donde la estética y la técnica podrían ampararse en la caballerosidad del duelo, pudo sobrevivir el ESTILO. Oigamos a Guillermo Saucedo, un argentino proclamado como el mejor florete de América: "Gané por lo que aprendí y el ritmo que conseguí en el Mundial de Montreal. Y para agarrar ese ritmo tuve que hacer pesas desde abril. ¿Cuándo íbamos siquiera a pensar hacer pesas entre los esgrimistas argentinos? Y hubo que entrar en la variante de como tiran ellos, sin clasicismo, sin ortodoxia. Lo único importante es tocar al rival. Y tocarlos por atrás es permitido; aunque aquí todavía piensen que no es ético o caballeresco... Los rusos tiran así. Y el que ganó el título mundial, entre la mañana de la semifinal y la noche de la final, hizo una hora de gimnasia y 45 minutos de trote. ¡Yo me quería morir! Pero luego, arriba de la pedana, el «tipo» iba y venía a fondo. Con una potencia extraordinaria..."

 

¿CABE LA POLÉMICA?

Los monstruos de Winnipeg reafirman más nuestro duelo Nuestro luto por el ESTILO. Harry Jerome, dueño de la velocidad panamericana (ante la deserción de Figuerola), arranca mal, lleva perdida la carrera hasta los 60 metros, pero cierra con un final violento que le posibilitan sus 80 kilos lanzados sin obsesión de estilo ni otra coordinación que no sea la muscular para acelerar con su kilaje en dinámica... Gibbon fue rey con el vigor de sus revoluciones... Spitz —según Nicolao, podría ganar todas las carreras en América en todas las distancias, excluyendo las distancias de pecho— fue la antítesis del nado sobrio y el deslizamiento silencioso, dejando tras su patada un oleaje y un record... El mediano Ahumada llegó a monarca amateur con la aplicación de su potencia y la justeza de su pegada mientras el brasileño buscaba envolverlo con su estilo circulatorio... La palanca de Matson, los dorsales de la canadiense Tunner golpeando el agua para superar el primado mundial de 200 espalda impulsada por el delirio de un público que con un ojo la veía avanzar y con el otro miraba la posibilidad del record, medida décima tras décima en el gran reloj electrónico... Demiddi fue la explosión de una fuerza reunida en jornadas donde remar es una necesidad acomodando su accionar al bote...

Y quizá el ejemplo de Demiddi —por buscar un ejemplo argentino que contrarreste los otros ejemplos de frustración deportiva nacional— nos oriente aún más en la causa de esta defunción. Quizá EL ESTILO sea COMODIDAD. La adecuación de los movimientos a la exigencia del físico. O la necesidad del triunfo, el resultado o el record... Los ejemplos fueron extractados de los V Juegos Panamericanos. Ejemplos que fueron luego silenciosos espectadores de un funeral al que yo también asistí. Porque allá, en Winnipeg, yo vi morir al ESTILO.

 

 

Por Jorge Ventura (1967).