Historia del fútbol argentino, por Juvenal. Capítulo XIX (1981 – 1985)
Maradona comienza su camino en Boca, Kempes en River. Surgen nuevos campeones como Ferro y Argentinos. Independiente y Estudiantes siguen ganando títulos. San Lorenzo y Racing se van a la B.
El 13 de mayo de 1980 Diego Armando Maradona deslumbra al público inglés presente en el legendario estadio Imperial de Wembley y a los millones de teleespectadores que lo ven desde toda Europa y América.
La Selección Argentina pierde 3 a 1 frente a Inglaterra pero Diego realiza una jugada histórica. Deja a varios rivales en el camino, y cuando le sale el arquero Ray Clemence, la cruza al segundo palo desde un ángulo muy sesgado y aunque pierde el gol por centímetros, hace hablar al mundo entero del nuevo prodigio del fútbol criollo.
La gira del equipo dirigido por César Luis Menotti, parte de nuestra preparación para el futuro Mundial de España en 1982, prosigue con un triunfo por 1 a 0 sobre Irlanda y culmina con un 5 a 1 espectacular ante Austria, en Viena, al cabo de una hermosa exhibición de fútbol. Maradona marca esa tarde un par de espléndidos goles. Todavía es jugador de Argentinos Juniors y su calidad inigualable domina completamente el escenario de nuestro fútbol. Inventa jugadas que no existen y hace goles de otro planeta.
Los años ochenta
La nueva década quedará marcada por acontecimientos políticos de singular repercusión. En la Argentina, por la momentánea recuperación de las Malvinas y su consecuencia inmediata, la guerra con Gran Bretaña. Habrá una consecuencia posterior: el regreso al régimen democrático. Y realizará dos visitas a nuestro país el Papa Juan Pablo II.
La vida cotidiana mostrará el auge del video en los hogares. En la juventud se afianzará el gusto musical por el llamado rock nacional, representado por Charly García, Fito Páez, Juan Carlos Baglietto y León Gieco. El tango, sin embargo, no quiere batirse en retirada. Lo demuestra la llegada de Osvaldo Pugliese al Teatro Colón, el reconocimiento a la voz invicta de Carlos Gardel al cumplirse en 1985 el cincuentenario de su muerte y el redescubrimiento mundial a través del éxito que acompaña al espectáculo Tango Argentino en París, Nueva York y otras grandes capitales extranjeras.
En los ochenta llegarán el paulatino ocaso de Guillermo Vilas, el despertar de Gabriela Sabatini y dos nuevos campeones mundiales de box: Santos Benigno Laciar y Juan Martín Coggi.
Mijail Gorbachov decidirá cambiar en el mundo más de cincuenta años de la historia política de la Unión Soviética y apelando a la "Perestroika", terminará con la guerra fría, levantará la cortina de hierro y ayudará a derribar el muro que separaba a las dos Alemanias. Pero cuando la paz parezca asegurada, Irak invadirá Kuwait y el líder Saddam Hussein acercará el fósforo a la mecha para ponernos al borde de una guerra que podrá teñir la futura década de consecuencias irreparables.
La mezcla explosiva: Boca + Maradona
Boca Juniors convulsiona al país deportivo en 1981 concretando una operación espectacular: contrata a Diego Armando Maradona pagando por él cuatro millones de dólares por tenerlo a préstamo durante esa temporada.
Argentinos Juniors hace el gran negocio económico, porque no puede mantener un jugador de ese costo, y Boca, aunque en el momento parezca una locura, gana futbolísticamente. La presencia del crack en las filas boquenses le asegura grandes recaudaciones y resultados inmediatos, porque con Maradona ganará su último campeonato, después de cinco años sin un título.
Es claro que Boca no limita sus posibilidades como equipo ganador a la figura de Maradona. Lo rodea como corresponde a un astro de esa magnitud. Adquiere el pase de Miguel Angel Brindisi, vuelto de España a Huracán, el de Osvaldo "Pichi" Escudero (Chacarita), Marcelo Trobbiani (España), Ariel Krasouski (Uruguay) y le confía la dirección técnica a un viejo campeón de la azul y oro en la triunfal década del sesenta: Silvio Marzolini. Tiene la base defensiva: Hugo Orlando Gatti, un veterano que cada día juega mejor y ataja más, Roberto Mouzo y el ascendente Oscar Ruggeri.
Pero la gran fuerza de Boca está allá arriba, de mitad de cancha hacia el arco adversario. La dupla Maradona-Brindisi produce espectáculos y fabrica goles. La multitud boquense comienza a delirar en el primer partido del campeonato ganado por 4-2 contra Talleres de Córdoba, con dos golazos de Brindisi y dos penales convertidos por Maradona. Rompe los termómetros del entusiasmo cuando su equipo derrota a Independiente en Avellaneda por 2-0. Y llega a la locura la noche del 10 de abril de 1981, cuando destroza a River en 12 minutos electrizantes, batiéndolo 3-0.
Una nueva estrella
Para nivelar o al menos amortiguar el impacto que ha producido Boca con Maradona, River ha gastado tres millones de dólares para contratar a Mario Alberto Kempes, jugador del Valencia de España. Esa noche, la estrella de Diego opaca la indudable categoría del goleador del Mundial '78.
Boca sigue su marcha triunfal y aunque tiene momentos declinantes en la segunda rueda, logra superar a un bravo rival que le pelea metro a metro el campeonato hasta el final. Es Ferro Carril Oeste, la maquinaria armada pacientemente por su técnico Carlos Timoteo Griguol. Se trata de un verdadero conjunto, compacto y armónico, que dará mucho que hablar en los futuros cinco años.
Cuando se enfrentan Boca y Ferro en la Bombonera, faltando pocas fechas, el excelente desempeño colectivo de los visitantes le permite controlar el partido pero un segundo de inspiración de Maradona, metiendo el, pase justo y filoso como una puñalada, y un potente arranque de Perotti, define todo en favor de los boquenses.
Boca festeja así la conquista de una nueva estrella. Ningún boquense imagina que pasarán por lo menos diez años sin que vuelvan a gozar de otra vuelta olímpica.
River con Di Stéfano
River completa su intención renovadora. A la incorporación de Kempes le suma la sustitución de su viejo y exitoso técnico, Angel Labruna, por otro ex crack de la banda roja que una década atrás llevó a la victoria a Boca Juniors: Alfredo Di Stéfano.
River vuelve a salir campeón, confirmando su costumbre de los últimos seis años. Gana el Nacional con un fútbol de escasa atracción visual, apoyado fundamentalmente en la solidez de su defensa, donde Tarantini, jugando de back centro, y el invariablemente eficaz Fillol, son columnas infranqueables. Alcanza a clasificarse con cierta angustia para resolver el título en dos finales con el que fuera gran enemigo de Boca en el torneo anterior: Ferro Carril Oeste. Las victorias en River, con un tiro sorpresivo del vasco Olarticoechea, y en Caballito, al cabo de una gran actuación y un electrizante gol de Mario Kempes, sirven para conquistar su campeonato número 19 de la era profesional.
Boca no consigue repetir su campaña campeona. Se termina el paso de Maradona con la casaca azul y oro. Marca su último golazo en el clásico con River, la tarde del 1° de noviembre de 1981, cuando empatan 2-2, pero pronto tomará el camino que inexorablemente han tomado casi todos los cracks surgidos de nuestro fútbol, desde Julio Libonatti y Mumo Orsi hasta Mario Kempes y Daniel Passarella. Se irá transferido al Barcelona en una operación que significará para Boca el retorno de dos millones y medios de dólares, de un valor superior al que tenía la divisa norteamericana cuando concretó su, préstamo con Argentinos Juniors.
River, en cambio, habrá utilizado a Kempes, quien vuelve al Valencia. Las vitrinas del Monumental lucen un nuevo título pero sus finanzas quedan arruinadas...
Aunque se vaya a España y más tarde, a Italia, la figura de Diego Armando Maradona seguirá influyendo sobre el panorama argentino a lo largo de toda la década.
Un grande
1981 se clausura con un hecho increíble: un grande del fútbol criollo se va al descenso. San Lorenzo ya perdió su cancha, el viejo Gasómetro de Boedo, el Wembley porteño de los años treinta y cuarenta. Jugó allí, en el histórico solar de Avenida La Plata, su último partido contra Boca el 2 de diciembre de 1979. Podía haberse despedido con un triunfo pero Hugo Gatti rechaza con las piernas un penal pateado por Hugo Coscia.
Y en el partido que decide su suerte, pierde por un penal contra Argentinos Juniors. Eduardo Emilio Delgado falla en el que ejecuta para San Lorenzo y Carlos Horacio Salinas convierte el de su adversario. Ese resultado lo condena a bajar de categoría. Los hinchas del Ciclón quedan llorando desconsolados en las tribunas de Ferro Carril Oeste. EL GRÁFICO lo despide citando en el título los versos inmortales de Hornero Manzi: "... Y TU NOMBRE FLOTANDO EN EL ADIOS. ."
La sensación de 1982
Por primera vez en la historia del fútbol nacional —y última hasta ahora—, lo que sucede los sábados en el torneo del ascenso alcanza niveles de atracción muy superiores a los que provoca el fútbol de los domingos.
San Lorenzo de Almagro, luchando por volver a la primera categoría, produce un fenómeno popular realmente fantástico. Arrastra multitudes donde quiere que se presenta. Lleva cincuenta mil personas al estadio de Vélez cuando juega contra Atlanta. En la séptima fecha, enfrenta a Tigre en cancha de River y vende cifras increíbles: 47 mil entradas generales y 27 mil plateas.
Su público, que era fervoroso y seguidor en los buenos tiempos, ahora que la desgracia ha golpeado las puertas azulgranas, lo respalda de una manera conmovedora. Con José Yudica —el hombre que dirigió a Quilmes cuando los "cerveceros" fueron campeones en 1978— en la conducción técnica, y un joven talento como Jorge Roberto Rinaldi dentro del campo, el Ciclón gana el campeonato y vuelve a primera "A".
Ahí estará nuevamente a partir de la primera pitada de 1983. Con el paso del tiempo, antes que termine la dé cada, sus hinchas acuñarán un hermoso himno de adhesión al club, que pondrá nudos en todas las gargantas cuando lo canten por las canchas del país...
Esta es la gloriosa
hinchada de San Lorenzo.
La que no tiene cancha
y se bancó el descenso.
A pesar de los años,
los momentos vividos,
siempre estaré a tu lado,
San Lorenzo querido...
Tiempos de Ferro y Estudiantes
Los mejores jugadores de River, Independiente y Boca están con la Selección Nacional, preparándose para el Mundial de España. 1982 es, entonces, momento y terreno propicios para que el trabajo paciente y concienzudo de Carlos Timoteo Griguol en Ferro Carril Oeste fructifique en la conquista del primer campeonato ganado por el club que tiene la cancha más antigua del fútbol argentino, donde estaba la quinta de verduras y hortalizas de doña Anita...
Ferro es campeón Nacional invicto al cabo de 22 partidos, de los cuales gana 16 y empata 6, marcando 50 goles y recibiendo 13, con un promedio de eficacia que sólo ha sido superado por Independiente en el Nacional de 1967, ya que se queda con 86,30 por ciento de los puntos disputados. Es de hacer notar que los rojos lograron la marca record sobre un torneo de 15 partidos.
Su goleador es el puntero izquierdo santafesino Miguel Angel Juárez con 22 tantos y su conductor el eximio volante paraguayo Adolfino Cañete. La gran fortaleza de ese equipo tan bien estructurado por Griguol es su defensa, integrada por el arquero Barisio —quien soporta poco más de medio gol en contra por partido—, su línea de fondo con Roberto Mario Carlos Gómez, Héctor Cúper, Juan Domingo Rocchia —uno de los caudillos del conjunto— y Oscar Gané. En la media cancha, el trajinar indeclinable de Carlos Arregui, la fuerza de Gerónimo Saccardi, la habilidad de Julio César Giménez y la clase de Cañete, completaban esa sólida estructura.
En la segunda mitad de 1982 se juega el campeonato de primera división que obtiene Estudiantes de La Plata dirigido por un ex integrante de aquel cuadro copero de Zubeldía en los sesenta: Carlos Salvador Bilardo, prestigiado por su desempeño en Colombia, donde ha llegado a dirigir la Selección Nacional. La campaña de los pincharratas es ponderable. Para llegar al título debe disputar 36 partidos, ganando 21, empatando 12, perdiendo 3 y quedándose con el 75 por ciento de los puntos. Su ataque, comandado por la sapiencia de dos "manijas" del nivel de Alejandro Sabella y Marcelo Trobbiani, convierte 50 goles y su defensa, apoyada en el oficio del "líbero" José Luis Brown, recibe 18.
Sigue el reinado estudiantil en el torneo siguiente, Nacional de 1983. Ha cambiado el entrenador, ya que Bilardo se ha hecho cargo de la Selección Nacional luego del Mundial de España, y otro compañero de aquellos tiempos de Zubeldía es ahora el conductor del conjunto: Eduardo Luján Manera. Su goleador sigue siendo Hugo Gottardi y en la media cancha, se ha sumado otro "manija" más: José Daniel Ponce. Ese medio juego estudiantil integrado por Russo, Trobbiani, Sabella y Ponce es el cuadrado donde reside la potencialidad del equipo bicampeón. Su gran adversario ha sido otra vez, como en 1982, Independiente, al que supera por un gol de diferencia.
El cuadrado mágico de los rojos
Independiente perdió por escaso margen los dos últimos campeonatos obtenidos por Estudiantes, pese a ser sindicado como el equipo que juega al fútbol más vistoso, más atrayente y más espectacular, basado en el armónico desempeño de su cuadrado de la media cancha. Lo integran hombres de diferentes características que se complementan a la perfección, sumando la dinámica de Giusti y Burruchaga con la jerarquía de Marangoni y el genio de Bochini.
Nito Osvaldo Veiga, el hombre que armó esa estructura en el centro del terreno, ha debido abandonar su cargo y lo sucede un viejo ganador de la divisa roja, como jugador o como técnico: José Omar Pastoriza. Confirma esa conducción con la conquista del campeonato de Primera División.
Independiente se da un lujo que es sólo para exquisitos: en el último partido del año, derrota a su vecino-enemigo Racing Club por 2-0 y le echa las últimas paladas de tierra a una tumba que ya estaba abierta. La vieja y gloriosa Academia estaba condenada a descender pero pierde su categoría jugando justamente contra los rojos. Imposible imaginar amargura más intensa...
Es el segundo de los cinco grandes del fútbol argentino que se va al descenso. Los únicos tres clubes que nunca han abandonado la primera división son Boca, Independiente y River. Pero al revés de lo ocurrido con San Lorenzo, que se recuperó en el acto, a Racing le costará volver del ostracismo de los sábados. Entretanto, Independiente sigue acumulando títulos: ganará, la Copa Libertadores en 1984, superando en las finales a Gremio de Porto Alegre tras dar una lección de fútbol en tierra brasileña, donde saben lo que es jugar muy bien, y así suma su séptimo trofeo continental. Por algo lo llaman el Rey de Copas. Luego, en diciembre de 1984 irá a Tokio para jugar la Copa Intercontinental contra el gran equipo inglés del Liverpool, —coleccionista de copas europeas—, y se consagrará otra vez Campeón del Mundo, como once años antes en Roma, ante la Juventus.
Sigue Ferro, surge Argentinos
Independiente quebró por un momento el predominio de esa "reforma agraria" que han implantado los cuadros chicos en nuestro fútbol; pero en 1984 y 1985, al margen de los éxitos de Independiente en el campo internacional, volvieron a triunfar los que están fuera del círculo de los poderosos.
Ferro Carril Oeste, con su juego esquemático, programado, utilitario, tornó a consagrarse campeón del Nacional, desquitándose esta vez contra River de lo que le pasó en 1981. Se impuso en las dos finales con una amplitud inesperada: 3-0 en el Monumental, destrozando al cuadro dirigido por Luis Cubilla en sólo 45 minutos, y en Caballito por 1-0, con un cañonazo de cabeza que dispara Adolfino Cañete desde el borde del área penal.
Ferro ha conseguido un excelente arquero: Eduardo Basigalup, sobrio y efectivo. Su línea final mantenía su eficacia con nuevos nombres: Agonil, Cúper, Marchesini y Garré. Seguía vigente el talento del paraguayo Cañete y arriba contaba con un notable delantero, a quien resultaba imposible quitarle la pelota: Alberto Márcico.
Argentinos Juniors, que fue siempre el abanderado del fútbol lindo entre los cuadros "chicos", que tuvo una gran campaña en 1960 y se clasificó segundo cuando tuvo a Maradona, consiguió por fin la satisfacción de ganar el campeonato de primera división en 1984 y repitió el halago conquistando el Nacional de 1985, para obtener ese mismo año la Copa Libertadores en definición por penales frente al América de Cali, Colombia.
Argentinos pone sobre el tapete verde de la cancha dos figuras de relieve internacional: su centro medio Sergio Batista, hombre clave de los dos títulos conseguidos, y Claudio Borghi, que un año después de su aparición es transferido a Italia en dos millones de dólares.
Antes de esa transferencia se produce un acontecimiento que no termina en victoria pero que prestigia mundialmente al club de La Paternal: su encuentro contra una poderosa escuadra, la Juventus de Michel Plátini y Michael Laudrup, en Tokio, por la Copa Intercontinental. Los campeones de Europa y América protagonizan un partidazo que Argentinos va ganando hasta muy cerca del final, cuando Olguín le comete un penal a Laudrup y la conversión de Platini produce el 2-2 y el alargue. Se mantiene el score, llegan los tiros desde el punto del penal y recién ahí desnivela el cuadro de Trapattoni. Pero José Yudica y sus jugadores pueden retirarse seguros de que han protagonizado un espectáculo de alta jerarquía. Borghi, la gran figura de Argentinos, se asegura ese mediodía de Tokio su pase al fútbol europeo.
Por Juvenal (1990).