2000. Estudiantes de Olavarría se recibió de campeón
Ganó su primer título en la Liga Nacional con Sergio Hernández como entrenador y el Colorado Wolkowyski como figura. Las claves de un éxito que se construyó a partir de un sueño.
Compremos la plaza de Luz y Fuerza de Posadas. Podemos trascender en la Liga Nacional si trabajamos seriamente.” Esta frase, que pertenece a Heriberto Schonwies, ex entrenador de Estudiantes de Olavarría, sólo había encontrado un adepto inmediato en el dirigente Daniel Trapani allá por 1996. Pese al frente de tormenta que generó y las deudas que implicaba ese proyecto, pudieron más las convicciones y la insistencia; y aquel deseo comenzó a gestarse. Cuatro años más tarde, la quijotada se hizo realidad. Las redes (esos particulares trofeos basquetbolísticos) ahora cuelgan de los cuellos de sus jugadores y la copa brilla en sus manos. El equipo de la ciudad del cemento, pequeño y austero por entonces, pegó el estirón. Estudiantes de Olavarría, campeón. Las siete mil personas que llenaron como nunca el Parque Guerrero (las entradas se vendieron en apenas dos días), más los espectadores que siguieron por el cable local la transmisión en directo de la finalísima, vibraron, sufrieron y veneraron a un equipo que mostró tres pilares fundamentales durante la temporada: tremenda solidez como local, capacidad de reacción y hambre de gloria. Esos tres puntos fueron decisivos a la hora de enfrentar al poderoso Atenas de Córdoba, el ahora ex bicampeón del torneo.
El pueblo obrero, acostumbrado por décadas al trabajo industrial y tempranero, por una noche cambió sus costumbres. La calle principal, que bordea la plaza y la iglesia, agolpó el canto atragantado durante toda una temporada. El título vuelve a poner a la ciudad en letra grande en la prensa deportiva nacional.
Los olavarrienses se habían acostumbrado al silencio. Desde la trascendencia de los hermanos Emiliozzi (Dante y Torcuato) en el Turismo Carretera de los años ’60 (rivales de los Gálvez), del Chueco José María Romero, que solía ser recibido por más de 20 mil personas en la entrada de la ciudad, y, en parte, del capricho que significó el equipo de fútbol de Loma Negra en los ’80, que Olavarría no despertaba de su letargo. El desempleo creciente (Loma Negra bajó su planta de 2.000 empleados a 450 y quiere llegar a 150) y la búsqueda de nuevos emprendimientos como la cría de ranas, conejos y la creación de empresas de seguridad y limpieza, entretenían la vida de los más de 100.000 habitantes de la región.
Deportivamente, nada. Sólo el fútbol local era su pasatiempo, diminuto, intrascendente. Sin embargo, las ilusiones de unos pocos que amaban al básquet lograron la transformación. Con un equipo competitivo, Estudiantes, un club de fútbol sin historia en el básquet argentino, saltó desde el torneo provincial hasta la Liga Nacional. Y además se produjo una revolución social, un sanguíneo enamoramiento entre el equipo y la gente, sobre todo en esta temporada. De los 700 espectadores en la 98-99 saltaron a los más de tres mil de promedio, récord para una temporada.
Defensa dura, contraataque fulminante y capacidad goleadora fueron las armas que mantuvieron al equipo durante toda la temporada en la primera posición y que le permitieron tener ventaja de localía en las finales. Y en casa, el Bataraz (le dicen así por los colores blanco y negro de la camiseta) se transforma.
“Sólo perdimos tres veces acá. La última vez fue hace cinco meses”, comentaba el utilero del plantel mientras no dejaba de acomodar la ropa a una hora de finalizado el séptimo partido de la serie final. Sólo Boca y Atenas, en dos ocasiones, habían podido con los de Olavarría en la fase regular. Nadie más. En esta ciudad, el público siempre jugó a favor. No existieron los insultos ni las presiones. Tal vez sea solamente un factor psicológico, pero su peso específico fue decisivo. “Por eso nos sentimos casi invencibles”, admitió el base Gustavo Fernández, quien consiguió su cuarta copa.
Justamente en esa confianza se basó este campeonato, el primero en la historia del club. En Olavarría, el campeón desplegó sus mejores argumentos: tremendo poder de J. J. Eubanks de cara al cesto; el gran momento del pivote Rubén Wolkowyski (el mejor nacional de la temporada 99-2000); la defensa enfermiza de Daniel Farabello (máximo robador de todas las ediciones); la explosión de Nicolás Gianella, y los granitos de arena aportados por el resto que, cada uno en su momento, fueron relevantes.
Sólo había un punto que permitía la duda. “No sabía cómo responderíamos a la presión de jugar una final y nada menos que contra Atenas”, confesó su técnico Sergio Hernández mientras buscaba desesperadamente a su mujer e hijos para abrazarlos y dedicarles el título, su primer título.
Sólo Fernández, en tres ocasiones, y Claudio Farabello, en una, habían probado el gusto del éxito. La inexperiencia del resto en ese aspecto, de cara a unos monstruos como Milanesio, Campana, Osella o Palladino, expertos en esa materia, dejaban picando la duda.
Pero ese grupo homogéneo, que se terminó de formar esta temporada con las llegadas de Wolkowyski (consiguió su primer título), Dwayne McCray y Daniel Farabello, respondió con firmeza y determinación. Nadie buscó protagonismo desmesurado. Ni el mismísimo Eubanks, necesitado de puntos por su sangre goleadora. Cuando el alero no apareció, lo hizo el Colorado. Y cuando tampoco el ex Boca acertaba, los demás decían presente. No hubo dependencias, tal cual lo ideó hace dos años el técnico. Fue un grupo unido en todo sentido, y ahí también hay que buscarle la explicación a este título.
¿Futuro de grande?
“Nos faltan experiencia e infraestructura. Pero eso se puede conseguir. Apuntamos a ser el nuevo Atenas, un nuevo referente de la Liga. Queremos trascender internacionalmente. Con ingenio y creatividad se puede”, auguraba Trapani bañado en transpiración y con una sonrisa inmensa tras el triunfo final.
El plan ya está en marcha.
Por lo pronto, la idea de los dirigentes es no desmantelar el plantel y enriquecerlo para la competencia internacional que se viene: Campeonato Sudamericano (este año) y Liga Sudamericana (en el 2001). Y transitando ese camino, lo primordial es que se quede Wolkowyski, quien utilizaría su pasaporte comunitario para jugar en Europa. “Es uno de los dos mejores pivotes del país junto con Osella. Es difícil conseguir americanos que tengan su rendimiento y que no sean muy caros. Por eso, es la prioridad y espero que el club haga un esfuerzo para que se quede. Es cierto que tampoco hay un jugador con las características de Eubanks, pero la oferta es mayor en ese puesto”, confesó Hernández.
Con Fernández y el menor de los Farabello asegurados (tienen contrato), los cañones apuntarán también hacia Eubanks, el goleador del torneo y mejor extranjero; y a Gianella, para muchos el mejor sexto hombre y el que le da pimienta al equipo desde el banco (en la final fue clave). Además, se buscará a un ala-pivote de jerarquía para que lo ayude al Colorado en la zona pintada.
Pero para que ninguno de ellos acepte partir (todos tienen ofertas del exterior), se necesitará una mayor inversión. “Haremos un esfuerzo dentro de lo razonable y sabiendo hasta dónde podemos”, manifestó Jorge Rodríguez, otro miembro del grupo de socios que maneja el básquet de Estudiantes hace más de siete años y que, como una especie de gerenciamiento, fue invirtiendo dinero y trayendo publicidad para que el club creciera.
Justamente, para que Estudiantes dé el gran salto internacional y pueda solventar un plantel con mayor jerarquía, que a su vez pedirá una mayor retribución por haber sido campeón, el patrocinio es primordial. El club ya cerró un acuerdo con el Grupo Banco Provincia y con LAPA, que aportarán aproximadamente 200 mil dólares.
De esta forma nuevas empresas nacionales se suben al barco triunfador, que de un principio fue apoyado por la cementera Loma Negra, emblema de la ciudad, que también aumentaría su inversión en cincuenta mil dólares para que se quede Eubanks; mientras estudia la posibilidad de que su nombre acompañe al del club, como sucede en Europa. “Estamos con ellos porque nos gusta que un equipo local trascienda a nivel internacional. No quiere decir que formemos un proyecto como el del equipo de fútbol. Sólo daremos una mano”, afirmó Alejandro Bengolea, nieto de Amalia de Fortabat y presidente de la empresa.
Pese a esta época de bonanza, los dirigentes no tienen la intención de hacer locuras. Les quedó grabada la deuda que les causó apostar a la gran cotización de Hernán Montenegro en la temporada 98-99, quien no brilló atormentado por las lesiones. Además, todavía restan cancelar 100 mil dólares a los bancos por el préstamo pedido para comprar la plaza (costó 600.000 dólares) y diez cuotas de dos mil por el nuevo micro para los traslados del plantel, acondicionado con todos los chiches imaginables.
Por eso, está en estudio un sistema de premios extra por objetivos logrados. Si Estudiantes gana, los jugadores también. Si no, el sueldo, que no sufriría grandes modificaciones, será el único sustento. Además, las inferiores seguirán con la misma política. “Tenemos pocos chicos, pero buenos”, se ufanaba Trapani. En la pensión del club, donde se les da alojamiento, comida, y viáticos, descansan Federico Marín, Darío Mansilla, Federico Arce, José Mikulas y Bruno Ingrata, todos integrantes de las selecciones nacionales de las categorías cadetes y juveniles. Se les exige trabajo y que terminen el secundario. Si no, el corte está asegurado, como le sucedió a un pibe de Neuquén, quien pese a ser un buen proyecto, no estudiaba.
Esta es la fórmula del éxito que presenta el nuevo campeón de la Liga Nacional. Estudiantes, aquel club de fútbol que nacía hace 80 años por el capricho de unos estudiantes del secundario mixto José María Estrada, y que pertenecían a las familias pudientes de la zona, hizo ruido en el básquet grande.
Por CHRISTIAN MELLARA (2000).
El uno por uno de Sergio Hernández
Gustavo Ismael Fernández
Es la cara del equipo. Jugador símbolo, referente para la ciudad y capaz de jugar a un ritmo supercaliente, pero manteniendo la mentalidad fría. Cerebral para los momentos difíciles del equipo.
Daniel Farabello
Todo talento, el más dotado del plantel. Juega y hace jugar. Fue poco aprovechado por momentos por nosotros en ofensiva porque lo usamos en ataques rápidos y poco en los estacionados. Junto a su hermano Claudio son los mejores defensores del equipo.
John Eubanks
El más increíble goleador de la historia de la Liga Nacional. No especula de acuerdo al rival. Siempre está preparado para dar el ciento por ciento de su juego. Tenerlo significa un problema casi sin solución para los rivales, y eso nos permite conseguir buenos tiros por la atención defensiva que ponen en él.
Rubén Wolkowyski
Es el jugador más intimidante de la Liga. Un profesional con todas las letras. Nos aportó muchísimo. Se dice que le falta liderazgo, pero no dejó de ser el líder silencioso porque, siendo una estrella, siempre estuvo al servicio del equipo. Si el jugador estrella no tiene margen para el boludeo qué les queda a los demás. Lidera no con los gritos sino con su trabajo.
Claudio Farabello
Es incondicional como Baldo. No varía su mentalidad o predisposición si lo usamos o no; siempre está listo como un boyscout. Nos dio una mano enorme en todos los aspectos. Lo ponemos a defender y quizás anota 15 puntos que complican al rival porque no lo tenían en cuenta. En otro equipo tendría mayor protagonismo, pero entendió el laburo de venir desde atrás.
Dwayne McCray
Es un utilitario. Entendió muy rápido que no sería protagonista, que no estaría en la foto y lo aceptó. Es el termómetro del equipo. Cuando está conectado jugamos un 50 por ciento mejor que cuando no lo está. Es un ganador, sin dudas.
Nicolás Gianella
El revolucionario del equipo. Le pone pimienta cuando estamos sosos, apagados, sin chispa. Nos ha dado soluciones cuando tuvimos que remontar resultados adversos. Me gusta como sexto, para mí fue el mejor de la temporada. Tiene un lugar guardado entre los titulares. Lo pide silenciosamente, no se conforma con lo que tiene. Todo depende del él.
Víctor Baldo
El comodín. Le des la tarea que sea, nunca dice nada. Siempre a disposición para lo que pida el técnico y el equipo. Resigna protagonismo y hace el trabajo sucio para que ganemos. En esta temporada no pudo dar todo por una lesión. Puede ser protagonista.
Darío Mansilla y Federico Marín
Son pibes que están en la carrera de ser jugadores, que tienen un futuro de Selección Nacional mayor. Tienen una talla increíble para su puesto. Marín será un base de dos metros y Mansilla apunta a ser un Wolkowyski. Es intimidante. A lo mejor no tiene las mismas características, pero será determinante en el futuro. Ojalá podamos verlos jugar por unos años más antes de que se vayan a Europa.