El esfuerzo de todos, los goles de Kempes
El surgimiento de un goleador infernal, Mario Alberto Kempes y sus comienzos como profesional en Instituto, un club que supo disfrutar del Matador por poco tiempo, pero que dejó su huella.
Si es cierto que el fútbol llegó en barco a Buenos Aires, no es menos cierto que a Córdoba lo hizo por ferrocarril.
Apenas si terminaba de alumbrar la Reforma Universitaria en 1918 cuando los ferroviarios decidieron fundar su club en agosto, en las oficinas del galpón de máquinas del entonces Ferro Carril Central Córdoba. Para hacerlo contaron con el apoyo del jefe de la oficina, previa aceptación de algunas condiciones, como el nombre y el color de la camiseta. El original nacimiento y bautismo tiene en Guillermo Dundas —el personaje de marras— el símbolo y la síntesis de todo aquello. A sus exigencias se debe todo aquel comienzo: "Se llamará Instituto, porque así se llamaba el club que yo presidía en Junín —dijo Dundas— y tendrá los colores rojo y blanco a rayas verticales en homenaje al glorioso Alumni". Le hicieron caso: el 8 de agosto quedaba fundado el Instituto Atlético Central Córdoba y su camiseta —todavía es la misma— recuerda aquélla del Alumni.
No es frecuente que los equipos de fútbol cambien de técnico en las horas de triunfo. Instituto parece haberse dado un gusto inusual: al conseguir el año anterior su clasificación para el Nacional fue abandonado por el técnico Miguel Ponce. En 1973, luego de haber conquistado el Zonal (uno de los dos certámenes que hace disputar la Liga Cordobesa para clasificar al campeón anual), provocó la baja en la misma función de Augusto Marcelino Fumero, aquel que fuera suplente de Amadeo Carrizo.
Para reemplazarlo fue designado Enrique García, que cubrió ese cargo en Belgrano durante los dos últimos Nacionales.
Más allá de esa circunstancia Instituto es un equipo que jugará por primera vez en el Campeonato Nacional. Su estructura, por encima de los vaivenes de campeonato, puede sintetizarse en lo siguiente: dos volantes creativos y un centrodelantero definidor, Dicho así puede parecer muy poco, pero nadie ignora que el potencial del conjunto de Alta Córdoba radica fundamentalmente en el trabajo en toda la cancha de Osvaldo Ardiles y la talentosa concepción de juego de Alberto Beltrán. Es obvio que debe unírselas a estos hombres la potencia ya conocida de Mario Alberto Kempes.
El resto del plantel considerado titular cumple su trabajo sin mayores oscilaciones: desde el arquero Perriot —un buen atajador— hasta la línea de cuatro, donde el elemento de mayor seguridad es el "cuevero" Cortez, no son demasiados los puntos en que el juicio crítico pueda ser diferente. Claro que los marcadores de punta Pellascini y Machado no suelen ser demasiado partidarios de la ortodoxia técnica cuando deben apelar al rechazo. Contrariamente el primer zaguero central, Olmedo, suele lucir a veces algunos recursos que pueden calificarse como los más sobrios de la defensa, con todo el riesgo de que esa sobriedad, a veces teñida de ingenua, puedo provocar en un marcador central. El restante elemento del conjunto "titular", Antonio Roca, suele ser un comodín: habitualmente es volante de marca; puede ser también el líbero que los técnicos colocan delante de la línea de cuatro.
Así funciona esquemáticamente Instituto. Pero con la demoledora presencia de Kempes, dueño de un arranque quo se exterioriza en potencia ofensiva desbordante. Kempes —¿quién puede discutirlo?— es el gol de Instituto, por elaboración propia y por crear ante el riesgo de su marcación los claros suficientes como para que puedan penetrar en diagonal los propios punteros de su equipo, Saldaño y Ceballos.
Pero Instituto afrontará el problema de la escasez de elementos para soportar un torneo de la naturaleza del que se avecina: apenas si algunos jugadores (Moyano, Miguel Saldaño) pueden alternar con igual nivel. El técnico García —sabedor de ello— urgió el retorno al plantel de primera de dos defensores: Américo Gutiérrez, marcador de punta, y Víctor Bosio, un volante que puede ser útil en planteos especulativos.
No obstante, en la nómina de refuerzos figura la gran ambición: Daniel Willington, que ya jugara como tal en el encuentro que Instituto perdió con la selección de la AFA. Pero es apenas una intención que al parecer también comparte Belgrano. En los planes de Instituto se barajan los nombres de Oviedo, un zaguero central de Racing, de Nueva Italia; Arévalo, centrodelantero de Peñarol; Aricó, cuevero de Talleres.
Los dueños de aquel antiguo galpón ferroviario de 1918 cantan sin embargo las músicas de siempre. No se puede porque sí "presentar a un equipo" con la mera y pretendida radiografía de su rendimiento estrictamente futbolístico. La historia clínica de Instituto esconde un pasado orgulloso, preñado de grandeza, de anécdotas. Cómo olvidar aquella formación de 1920, en que un conscripto comandaba la línea delantera: el inolvidable rosarino Gabino Sosa, que según los memoriosos inauguró el juego con los punteros en Córdoba. "El Negro Gabino tomaba la pelota, la cruzaba para el wing Pieri —recuerdan aquéllos— y seguro que era gol..."
Un poco más tarde, de 1925 al 28, cuatro campeonatos consecutivos y una formación excepcional en la edad de oro del fútbol cordobés dieron nacimiento al apelativo popular con que las tribunas gritan todos los domingos: "El Glorioso", "La Gloria". En ese equipo figuraban algunas estrellas como el Negro Benavídez, de gran elogio en la crítica porteña. En 1973, Instituto vive otra historia: como club registra un incremento social espectacular, todo un barrio ha hecho de sus instalaciones un hábito de familia y más de 10 mil asociados pueden ser expresión bien concreta de que se vive un nuevo tiempo, que va algo más allá de la exclusividad del fútbol.
Las urgencias del tiempo moderno no excluyen —¡cómo habrían de hacerlo!— a todo aquello que se hizo en años. Más todavía en casos como éstos, en que los colores de su origen llevan el homenaje a Alumni. Pero si bien Mario Kempes no es el Negro Benavidez, también es cierto que Hugo Curioni no es Gabino Sosa: pero esos cuatro centroforwards usaron la misma camiseta...
Por NILO NEDER (1973).
Fotos: BEGUAN.