1954. La fiesta del pueblo
Boca Juniors se proclama campeón después de diez años y la típica barriada se transforma en un carnaval. Fotos increíbles de la gran fiesta, los motivos alegóricos, los disfraces, y la alegría xeneize esparciéndose por la ciudad.
Boca Juniors cumplirá los cincuenta años con el título de campeón en su poder. Feliz coincidencia de una victoria que devuelve a la poderosa institución la intensa alegría que desde hace diez años andaba buscando.
Todos los campeonatos tienen el mismo significado y todos los campeones adquieren la misma jerarquía de triunfadores dentro del deporte, pero la verdad es que para festejar estos triunfos Boca es un caso único. La mayoría, la generalidad, gana el certamen mayor de nuestro fútbol y se alegra, claro, hay escenas de júbilo, banquetes y premios, pero todo ello dentro de los límites casi diríamos "reglamentarios". El acontecimiento perdura para el núcleo de hinchas más apasionados, de esos que aprovecharán el triunfo de sus colores para engalanarse por dentro y por fuera — orgullo en los ojos, profusión de fotos en el dormitorio — y para gritárselo a los hinchas de los otros cuadros (cuanto más amigo, mejor). Pero de ahí no pasa, por lo general. En cambio, cuando se trata de Boca ocurre que la conquista del campeonato es un rico motivo, un regio pretexto que está aguardando el barrio entero para hacer la gran fiesta. En esa algarabía ensordecedora, en esa profusión de banderas y estandartes, en los estribillos de las canciones y en el fragor de los brindis hay una conmovedora demostración de cariño, de intimidad familiar.
Es un carnaval, sí, un carnaval en lo que tiene de diversión y de colorido, sin desbordes canallescos y sin carcajadas histéricas. Es la explosión de la felicidad que trae la riqueza llegada de pronto a la mesa de los pobres. Es ese júbilo que brota, incontenible, del alma iluminada, acelera el corazón, corre por las venas busca la libertad del aire en el grito y en la carcajada, en el agitar de los brazos y el bailoteo incesante de una danza improvisada. No son los hinchas de Boca los que están festejando un triunfo. Es Boca mismo. No es que ellos sean de Boca. Boca es de ellos. "Es" ellos. Por eso dijimos alguna vez que, más que un cuadro de fútbol, más que un club, Boca es un estado de ánimo de la multitud.
Y los hinchas nuestros están divididos en boquenses y antiboquenses, lo que quiere decir que Boca no le es indiferente a nadie. Será por el ruido que meten sus legiones de simpatizantes, por la facilidad con que se grita el nombre de dos sílabas, por la eufonía de las dos vocales básicas, o por el recuerdo de sus campañas pasadas, o por los nombres de los muchos cracks que desfilaron por sus filas, o por los colores de su divisa, o por la histórica gira por Europa, o por un poco de todo eso y por algún otro factor más que se nos escapa. Pero lo cierto es que Boca-barrio, Boca-equipo, Boca-hincha es todo una sola cosa, un solo cuerpo de juventud desbordante, una sola alma que vibra con alegrías infantiles Y ofrece al visitante el espectáculo espléndido de ver a una gran familia en día de fiesta.
Porque los campeonatos ganados por Boca Juniors provocan esas explosiones populares, que llegan mucho más allá del campo deportivo, es por lo que hemos dedicado al aspecto humano del acontecimiento la parte inicial de este comentario. Pasemos ahora al tema futbolístico, que sin duda tendremos que prolongar en números sucesivos, porque el espacio de que disponemos es reducido y porque el campeonato siempre ofrece variedad de asuntos interesantes.
EL EQUIPO CAMPEON
Boca Juniors ha llegado a la conquista del campeonato en una nueva y terminante demostración de que en toda prueba de largo aliento el triunfo se lo adjudica quien mantiene el ritmo y avanza con regularidad. Estableciendo una analogía con el ciclismo, digamos que Boca accionó como un buen "pasista", un hombre que en extensa carrera de ruta por etapas regula su paso, lo mantiene y llega primero a la meta final por eso, por su regularidad, aunque en el transcurso de la prueba haya perdido varios "sprints". El campeonato de fútbol es una competencia en la que al participante se le exigen treinta "sprints" de 90 minutos cada uno. Triunfador ha de ser el que llegue primero al total de esa multiplicación de 30x90.
El Boca de 1954 encontró su fisonomía, o por lo menos llegó a definirla con claridad, recién en la fecha 13 de la primera rueda, en el partido contra Tigre, cuando fijó definitivamente el terceto central del ataque con Baiocco-Borello-Rosello. Todo lo anterior había sido ensayo, búsqueda, estudio, observación. La formación del quinteto boquense tenía que surgir de los propios candidatos. Ellos con sus actuaciones irían aclarando la cuestión. No se podía proceder de otra manera porque no existían antecedentes de peso. Quien facilitó las cesas fue Borello, sin duda, al quitarse el "complejo-gol" y ponerse a jugar con tranquilidad, al fútbol. Rosello, promesa avalada por la opinión de Severino Varela, apareció lento pero mostró en seguida la calidad del insider clásico, dominador de pelota, sereno siempre y útil abastecedor del centre forward. Y Baiocco llegó a ser lo que en la Boca creo que estaban esperando desde los tiempos de Corcuera: cinchador sin claudicaciones, modesto pero seguro servidor y, cuando la ocasión se presenta, espléndido tirador al arco. Muy bien. Pero, ¿cómo había podido llegar hasta ahí el cuadro, sin resignar su posición de vanguardista? Creo que por la confluencia de dos factores: fuera de la cancha, por el estímulo monetario y por el fino trabajo de acercamiento entre todos, realizado por Lazzatti director técnico, Amándola, preparador físico, y los dirigentes; en la cancha, por la acción pareja, firme, tenaz, de la defensa. Por el rendimiento de esa defensa se mantuvo en lo alto de la tabla un equipo sin delantera. Y cuando se consiguió alistar ese terceto central y que se fuera afirmando, quienes más lo celebraron fueron, claro está, los hombres de la defensa. Se sintieron aliviados.
Boca adquirió a partir de entonces una fisonomía muy semejante a la del Boca tradicional. Se sabe que los equipos mantienen, invariable, un estilo, una modalidad, a través de los años, aunque cambien los hombres. Boca, el de los grandes triunfos, fue siempre un cuadro de fútbol práctico, sobrio y vigoroso, con una defensa técnicamente superior al ataque y una delantera en la que hubo ansia y visión de gol. Este cuadro de ahora es también así. Desde que se armó "más o menos completo" fue sumando goles aceleradamente. Mantuvo la regularidad de su rendimiento. Y aunque perdió algunos "sprints" — Independiente, River, Huracán — fue finalmente el triunfador, el feliz triunfador de una brava competencia. Aquí puedo poner: Continuará el viernes próximo.
Félix Daniel Frascara (1955) Fotos: Ricardo Alfieri y Vázquez.