África mía
Una tierra misteriosa, plagada de creencias mágicas y supersticiones sorprendentes que invadieron el fútbol. Lo que es inalterable en estas latitudes es el amor por el fútbol y la pasión de sus hinchas.
África, el continente más pobre, con 25 de los 35 países más carenciados del mundo, según Naciones Unidas, es el hogar de más de 800 millones de personas, muchas de las cuales vibran con el fútbol. Desde el punto de vista religioso, unos 200 millones se aferran a las creencias tradicionales africanas, mientras que unos 30 millones se reparten entre las llamadas iglesias independientes, o de origen africano, y las numerosas sectas fundamentalistas que surgen de modo constante. El resto se divide entre musulmanes –más de la mitad en el norte continental– y cristianos, entre ellos muchos católicos.
Ante este matiz de creencias, en varias regiones es usual la utilización de los denominados witchdoctors, algo así como brujos o hechiceros, para superar distintas instancias de la vida diaria. Claro está, en los países en los que el fútbol es la máxima pasión, estos personajes son moneda corriente tanto en el día a día de los planteles como en los partidos. De tal manera, son comunes desde los ritos “mágicos” de todo tipo hasta el sacrificio de animales y demás supersticiones sorprendentes.
La convivencia de estos brujos en el mundo de la pelota no es más que uno de los condimentos que posee el fútbol africano. Un fútbol que, por supuesto, cuenta, contó y seguramente seguirá contando con técnicos argentinos. Algunos de ellos con reconocidas trayectorias en la Selección Nacional así sea como jugador o entrenador, como Pedro Pasculli y Carlos Bilardo. Otros, casi desconocidos en el país, pero con un currículum asombroso en Africa, como Oscar Fullone Arce. Y también, casos sorprendentes como el de Jorge Wernicke, quien se animó al desafío en Guinea Ecuatorial.
EL MAGO ARGENTINO
Su nombre puede sonar casi desconocido en Argentina, pero no en Africa. Oscar Fullone Arce lleva 21 años y 29 títulos como técnico en el continente africano. En base a su trayectoria, nadie mejor que el Mago Argentino, tal cual lo apodaron, para hacer una diferenciación importante. “El Africa blanca, el Africa del norte, lo conforman los países árabes. Ahí no existen las brujerías y hay mejores condiciones de vida. Son ventanas de Europa, como Marruecos o Túnez. El jugador del Africa negra, es decir del Africa central, tienen mucha más fantasía, pero el del norte es más realista. Se adapta más a los sistemas tácticos. Además, está mejor alimentado y vive con costumbres diferentes. Eso sí, todos son felices y muy hospitalarios”, relata el actual técnico del Esperanza Deportiva, de Túnez.
Este DT que como jugador empezó en Cemento Armado, de Azul, y finalizó en el Aston Villa, de Inglaterra, dirigió durante 10 años al Asec Abidjan, de Costa de Marfil, equipo con el que dio 14 vueltas olímpicas. Además, también fue DT de la selección de dicho país y de Burkina Faso, aunque no dirigió en eliminatorias mundialistas. Por sus logros en el Asec es ciudadano ilustre, por lo que entra sin visa a la tierra de los elefantes. También entrenó con mucho éxito al Raja Casablanca y al Widad Casablanca, de Marruecos. Incluso, fue condecorado por la Confederación Africana por ser el único entrenador en ganar consecutivamente la Copa de Africa y la Supercopa con dos equipos de países diferentes. También logró una Copa de Campeones.
Con semejante currículum, en cuanto a la relación con los brujos está curtido: “El witchdoctor es alguien que es muy respetado por temor. Hace creer que es vidente, que puede solucionar problemas familiares, económicos o de salud. Y, obviamente, está en condiciones de convencer a los dirigentes y a los jugadores de que puede cambiar el resultado de un partido. Y llega un momento en que gana más que el entrenador. Y claro, aunque el equipo pierda, siempre tiene una excusa para que la culpa no recaiga sobre él”, cuenta Oscar, quien además de técnico es psicólogo.
Tan habitual es la utilización de estos personajes que, en vísperas de la Copa Africana de Naciones (CAN) 2002, los dirigentes de la confederación, en busca de no dar una mala imagen ante sus pares de la FIFA, prohibieron acreditar a los brujos como parte de las delegaciones. “Eso no tiene nada que ver porque siguen haciendo sus ritos en los hoteles. Yo jamás participé, pero nunca me negué a que realizaran alguno mientras no incluyera comidas ni bebidas”, analiza Fullone, quien también dirigió en Egipto y en Libia.
Está tan instalada en la gente la creencia en los witchdoctors que un partido de fútbol puede derivar en tragedia. “En Nigeria, en 1984, hubo 47 muertos en el estadio de Lagos –relata el ex Aston Villa–. Ese día, el arquero del Asec fue a poner la toalla colgada de la red y llevó la bolsa con los guantes. Cuando la tiró dentro del arco, los rivales se enojaron y no quisieron comenzar el partido. Pretendían que sacara la bolsa y la toalla, pero nadie las quería tocar. Fue tal el revuelo que se armó en la tribuna que se generó una avalancha en la que murieron muchísimas personas, incluidas criaturas. Pasó que la gente pensó que se trataba de un fetiche.”
UNA DURA EXPERIENCIA
Pedro Pasculli también pasó por situaciones atípicas durante su paso por la selección de Uganda, durante unos meses del año pasado: “Estuvimos muy cerca de clasificarnos para la CAN. Finalmente, Ruanda ganó el grupo y dio la sorpresa. Contra ellos empatamos un partido y el otro lo perdimos 1-0 en casa. Y lo que pasó ese día fue increíble. Nunca vi una cosa así en 20 años de fútbol… El arquero de Ruanda había metido adentro de su arco un muñequito, una macumba, una brujería, bah. Empezó el partido y los estábamos peloteando, éramos los favoritos. Si ganábamos, entrábamos. Pero el arquero de ellos parecía el mejor del mundo. Volaba de palo a palo, se atajaba todo y nosotros nos errábamos goles abajo del arco... Ahí, uno de mis jugadores vio el muñequito y le avisó a un policía que fue y lo sacó. Para qué… En medio del partido, el arquero de Ruanda dejó su puesto y empezó a correr al uniformado para que se lo devolviera. Al toque, el cuarto árbitro se dio cuenta y ahí se armó un quilombo en el que se agarraron a trompadas los dos equipos. Yo no me movía del banco porque era muy peligroso. Se daban con todo. Encima se metieron los policías y les empezaron a pegar con los machetes. Y menos mal que no se bajaron las 52 mil personas que había en las tribunas. A pesar de todo esto tan desagradable, para mí fue una experiencia muy linda”.
Claro que la hecatombe y la seguidilla de hechos bochornosos que involucraron a Mohammed Mossi (arquero de Ruanda), Abubaker Tabula (jugador de Uganda que descubrió el fetiche), el etíope Lema Mesfin (el asistente que no quería tocar el objeto), el resto de los jugadores y la policía, no terminaron ahí. “Después del incidente, el partido se suspendió por 40 minutos. Y ojo, hubo que darles el muñeco porque se iban todos. Siguió el partido, pero nosotros no podíamos hacer un gol. Y enseguida el encuentro se volvió a suspender durante 20 minutos. Es que un jugador de mi equipo se desmayó porque le dieron una patada en el pecho, aunque el árbitro no sacó ni una amarilla. Era para mandar presos a algunos jugadores. La cuestión es que seguíamos 0-0, pero faltando 10 minutos hicimos un gol en contra y quedamos afuera”, comenta el ex delantero de Argentinos, que volvería a dirigir a Uganda en las eliminatorias para Alemania 2006.
VADE RETRO
La creencia en lo sobrenatural en la sociedad africana está tan arraigada que el Mago Argentino tuvo que inventarse métodos para alejar a los brujos. “Con una botella de éter, les hice creer a los más jóvenes que tenía poderes. Yo les decía: “Tiro un líquido y va a desaparecer”. Y vos, al éter lo tirás en el suelo y se evapora, entonces ellos pensaban que yo era el brujo. Otra vez me preguntaban por qué los holandeses corrían tanto, entonces yo les decía: ‘porque toman una pastilla’. Así que les daba una aspirina. A veces uno tiene que hacerles creer que tiene poderes. Es cuestión de usar una ayuda psicológica para alejar al jugador del brujo”.
La presencia de lo sobrenatural provoca que se deban tomar medidas de manera constante. Aquí, Fullone hace una pequeña guía:
■ “En las competiciones africanas siempre se ponen guardias para que no planten algo en la cancha o pongan algún amuleto”.
■ “Antes de los partidos, no se permite que a los jugadores los toque nadie. Es que pueden intentar ponerles una especie de cremas. Es que confían en pasarle al rival algún elemento que no le permita actuar, que lo paralice, son cosas que la gente tiene incorporada. Para ellos es como leer el horóscopo”.
■ “A veces traen un animal (un pollo, por ejemplo), lo sacrifican, y los jugadores tienen que tocar la sangre cuando está caliente”.
■ “Tuve jugadores que no anduvieron y metieron la excusa del fetiche. A uno le habían pedido que llevara los zapatos para hacerle un trabajo y luego le dijeron que un futbolista del equipo adversario le dio más plata. Entonces, mi jugador se sentía incómodo, tenía cosquilleos en los pies. Y la peor enfermedad es querer sentirse enfermo”.
En cuanto al apodo de Mago Argentino, Oscar afirma que tiene que ver con los resultados deportivos. “En muchos partidos hemos ido perdiendo por dos goles y con los cambios los dimos vuelta. O por ahí teníamos algún jugador menos y lo mismo”. A pesar de esto, hay actitudes que pueden haber ayudado para acrecentar el mito. “Yo siempre me vendé la mano derecha por una sencilla razón. En el Africa te quieren saludar todos y como es muy particular que los hombres orinen contra las paredes o en la calle y no en el baño, lo hice por una cuestión higiénica. Yo no puedo saber si alguien tiene gonorrea o cualquier otra enfermedad, entonces, para evitar que me den la mano, me la vendo. De este modo, la gente empezó a preguntarse qué tengo dentro. ‘Córtenle la mano’, han llegado a decir. Es más, como siempre me saludan tres o cuatro, yo me cambio la venda cada 20 minutos, por lo que piensan que tengo un amuleto”, relata.
Claro que sus recursos no se quedan ahí. Tirarle agua en la cara a los hinchas rivales también tiene buenos resultados: “Yo veía que Thomas N’Kono, el ex arquero de la selección de Camerún, en 1982/83, hacía ese tipo de cosas. Recorría el área escupiendo agua y hacía como que purificaba su arco. Y bueno, cuando el africano empieza a gritar parece muy agresivo. Sin embargo, cuando yo me paraba y les mostraba la venda y encima con la boca les tiraba agua en la cara salían corriendo asustados. Es que se comentó durante muchos años que yo no tenía miedo”, recuerda Oscar.
A pesar de todo, Fullone confía en que la creencia en los witchdoctors está decreciendo: “Cuando había pocos jugadores africanos en Europa era más común. Ahora, como ya hay 714 futbolistas, ellos están tratando de cambiar la mentalidad. Los que están allá se dieron cuenta de que el brujo no tiene poderes”.
En cuanto al jugador africano, Pasculli opina que le falta ser más profesional. “Yo los citaba para entrenar a las tres y caían una hora, una hora y media más tarde. Y llegaban como si nada. Fue así hasta que les puse los puntos en claro. Como experiencia es lindo trabajar allí, pero no es fácil”.
Seguramente que no será sencillo. Carlos Bilardo, quien dirigió a la selección de Libia con la condición de tener permiso para recorrer todo el continente, entra en la conversación desde su costado de doctor. “En cuanto a la vida, se hace difícil, porque en cada aeropuerto al que llegás tenés que darte como siete vacunas. La realidad es que no están bien en salud. La media de vida en muchos países es de 50 años. La pobreza se nota muchísimo en las calles, es impresionante. No tiene ni comparación con lo que pasa en la Argentina”.
El técnico del Esperanza también vivió momentos difíciles. “En Burkina Faso, me enfermé dos veces de paludismo, que es bastante fuerte. Es una sensación muy mala, parece que el esqueleto se hubiera desintegrado”. Otro técnico que conoció la realidad del continente fue Jorge Wernicke, quien dirigió a la selección de Guinea Ecuatorial, país en el que se habla español, el 60 por ciento de su población vive en la pobreza y es la cuna de Eric Moussambani, el “nadador” que casi se ahoga en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. Enrique Amarante, creador de la página Web elpotrero.com.ar, a través de la cual se hizo el contacto con Wernicke, relata la historia: “Jorge había ingresado su foto y su currículum en mi website laboral de futbolistas y gracias a esto logró relacionarse con Bonifacio Manga, presidente de la Federación de Fútbol, que lo contrató para dirigir la selección mayor de dicho país, a principios de 2003”.
Juan Agustín Manga, hijo del presidente de la Federación (la cual fija domicilio en su propia casa), contó que Jorge “fue despedido hace ocho meses”. En un español complicado de entender, Wilfredo, que fue chofer de Jorge en Guinea, dio su versión: “Se marchó después de fracasar. Estuvo unos meses y le fue mal: perdió frente a Gabón por 4-0 en su único partido. Encima se enfermó y se tuvo que ir”.
A Amarante, le llegaron dos versiones sobre el adiós de Wernicke a Guinea: “Me contaron que, según Manga, el argentino sufrió un ataque de pánico y desapareció. Otros dicen que enfermó de paludismo y se fue con 12 kilos menos”.
UN JUGADOR MILLONARIO
En el norte de Africa, si bien no hay brujerías porque la población profesa la religión musulmana, también hay historias para contar. Allí nació el jugador más rico del mundo, toda una paradoja para el continente más pobre… Para algunos es un apasionado del fútbol, para otros un jugador con nivel de B Nacional, para muchos el ex delantero del Perugia. En fin, a Al-Saadi Khadafi le caben varias definiciones. Lo que nadie puede dudar es que al hijo del líder libio le sobra dinero.
“Yo siempre quise tener relación con él y la única forma que tenía era por el fútbol. Para mí, Al-Saadi juega bien, es serio y practica a muerte, se juega la vida. En su momento llevó a Ben Johnson para entrenarse. Y como dirigente también está muy bien. Te da todo. Yo arreglé para ir los miércoles a conocer distintos países del continente y me ponía un avión para 140 personas, y viajábamos el intérprete, los pilotos y yo. Y el avión se quedaba conmigo. Para ellos es normal usarlos y más chicos no tienen. Ahí no hay problemas. Yo vivía en un departamento con cinco piezas. Estuve cuatro meses y me trataron muy, muy bien”, relata Bilardo.
El Mago Argentino también trabajó con Khadafi en una función que exhibe las excentricidades del delantero. “A Libia fui como su entrenador personal. Entonces, yo dirigía adonde iba él. Primero estábamos en Al-Ahli, pero como surgió un inconveniente con ese club pasó a Al-Ittihad. Fue como pasar de Boca a River y debimos hacerlo. También estuvimos en la selección. Ojo, no exigía ser titular. En su país, con su nivel le alcanzaba para serlo. Estuvimos ahí ocho meses. La verdad es que pudimos entrenar al jugador más rico del mundo. Si hasta llegó a pagar 300 mil dólares para jugar un partido contra el Barcelona. Ah, su ídolo fue siempre Maradona”, cierra Oscar Fullone.
Está claro, el fútbol africano no ha sido colonizado por muchos argentinos. A pesar de esto, el Mago Argentino da una razón más para animarse a hacerlo. “Ellos han logrado mantener vivo algo que se ha perdido en casi todo el mundo: el cariño. Yo pensaba estar en Africa sólo por siete meses y llevo ya 21 años”.
Un leon indomable cayo en la jaula
Por las semifinales de la CAN 2002 jugaron Mali, el local, y Camerún. Los Leones Indomables ganaron por 3-0, pero el entrenador de arqueros Thomas N’Kono pudo festejar a medias. Es que al mundialista se lo llevaron detenido por usar en medio del encuentro un polvo extraño conocido como Gri-Gri. Acerca de N’Kono, Oscar Fullone contó una anécdota: “A pesar de que habitualmente la temperatura ronda los 40 grados, todos los arqueros juegan con pantalones largos desde que él lo impuso. Es que un brujo le había dicho que los usara para cuidar las piernas y darles agilidad a las manos. Entonces, todos empezaron a copiarlo ya que N’Kono intimidaba a sus rivales y era muy bueno”.
Que los hay, los hay
Durante un partido disputado en el Congo, en 1998, un rayo cayó en el campo de juego (la imagen televisiva del trágico hecho recorrió el mundo). Como saldo, los once jugadores del Bena Tshadi murieron, mientras que sus rivales, los del Basangana, corrieron con muchísima mejor suerte: sobrevivieron todos. Por supuesto, las versiones locales indicaron que un brujo tuvo mucho que ver.
En uno de los partidos decisivos por las eliminatorias para el Mundial de Francia 1998, Nigeria prohibió la entrada del brujo oficial de Kenia, selección que traía un invicto de nueve meses desde que había confiado en los servicios del hechicero. ¿El resultado del partido? Las Aguilas vencieron por 3-0 y se clasificaron para la Copa del Mundo cuando ya parecía que se quedaban afuera.
Para la Copa Africana de Naciones 2002, más de la mitad de los equipos habían confirmado que tendrían a sus “asesores especiales”. Nigeria, Mali, Burkina Faso, Ghana, Camerún, Congo, Togo, Costa de Marfil y Zambia fueron algunos de ellos. Ya había sucedido lo mismo en las CAN de Burkina Faso y Nigeria-Ghana. Para no dar una imagen negativa ante los dirigentes de la FIFA se prohibió acreditar a los brujos.
Los brujos de la suerte
Por Ibrahim Sekagya.
El defensor ugandés de Ferro no cree en ellos, pero admite que muchos los usan como ayuda.
En algunos lugares de Africa es común la utilización de brujos y hechiceros para ayudar a los equipos de fútbol, aunque en mi país no se acostumbran esas cosas. Lo que pasa es que el fútbol no le gusta mucho a la gente. Prefieren más el básquet o el rugby. En Ghana, Nigeria, Camerún, Etiopía, y Senegal sí se acostumbra, pero ellos tienen mejor nivel de juego. Yo escuché muchas veces hablar de los hechiceros, pero nunca los vi. Sin embargo, hay jugadores que piensan que hay brujas en la cancha.
El día en que se armó la pelea entre las selecciones de Ruanda y Uganda, por las eliminatorias para la Copa Africa, yo no estuve. El técnico era Pasculli y a pesar de que había hablado por teléfono con él no viajé. El lío se armó porque pensaron que el arquero de Ruanda estaba haciendo vudú con un polvo negro. Yo me enteré por la tele, y después mis compañeros me contaron que estaba haciendo brujerías y ellos querían que las sacara afuera de la cancha. Por eso se agarraron. A ellos no les gusta que usen ese tipo de cosas. Para mí no pasa nada, yo soy de religión musulmana y no creo en todo eso, pero algún compañero mío se enojó.
En cuanto a mi adaptación a la Argentina, tengo que reconocer que al principio fue difícil por el idioma, la comida, la gente y el fútbol que es mucho más rápido que en mi país. A pesar de todo esto, cuando aprendí a hablar en castellano cambió todo. Por supuesto extraño a mi familia, pero ahora me acostumbré. Además, estoy con mi señora, mi hija y mi primo.
Estoy muy contento en Argentina. En mi país hay muy poco profesionalismo, te pagan un sueldo, pero no como profesional, y se entrena bastante menos que acá. En Uganda, hay que jugar y trabajar, si no la subsistencia es difícil. Por ejemplo, yo por la mañana vendía ropa, zapatillas, botines y ese tipo de cosas en un negocio y en la calle para poder vivir.
Enfermos de pasion
En 1997, Nigeria se quedó con las ganas de organizar el Mundial Sub-20 debido a una fuerte epidemia de cólera que afectó al país y puso en jaque el sistema sanitario. El torneo, que fue ganado por el equipo de José Pekerman, finalmente se jugó en Malasia. Dos años después, la Copa pudo realizarse, aunque los jugadores debieron ser sometidos a más de una decena de pinchazos.
Además de quedarse con la bronca de perder la final ante Camerún en la Copa Africana de Naciones 2000, el nigeriano Sunday Oliseh, en aquel entonces jugador de la Juventus, contrajo un principio de malaria a raíz de un virus que por aquel entonces no estaba identificado. Con 40 grados de fiebre, el ex volante central del Ajax, debió ser internado.
En esa misma copa, Zambia sufrió una verdadera malaria para armar el equipo que enfrentaría a Senegal. Según contó el danés Roald Poulsen, DT de la Selección por aquel entonces, dos integrantes del plantel estaban afectados de malaria (Hillary Makasa e Ian Bakala), mientras que 18 jugadores padecían gripe, al igual que él. Claro, su equipo perdió 1-0, con un gol de Souleymane Camara.
Por Marcelo Orlandini (2004).