¡Habla memoria!

Un gran técnico, un gran tipo

En Malasia 1997, tras conquistar su segundo Mundial Juvenil, José Pekerman terminó con todas las discusiones posibles. Los resultados y la forma de conseguirlos fueron elocuentes.

Por Redacción EG ·

07 de febrero de 2023

La tomó entre sus manos y la besó... Se reencontró con su vieja amiga después de dos largos años. Encima, ella le presentó a una prima que este hombre quería volver a ver. Allí están las dos con él: la Copa del Mundo y el Premio Fair Play.

Nadie se resiste al encanto de esta persona. Su mirada sencilla prácticamente habla y dice que por su aspecto tiene que ser un buen hombre. Y encima esos ojos parecen que no mienten. Es un tipo noble, de hablar pausado pero que, cuando le gusta un tema, puede pasarse horas dialogando.

 

Imagen Pekerman, la Copa y sus "boys": Aimar, Cambiasso, Placente y Riquelme.
Pekerman, la Copa y sus "boys": Aimar, Cambiasso, Placente y Riquelme.
 

Tiene un nombre fácil, cortito y pegadizo: José. Una palabra de dos sílabas que se repite a lo largo de nuestro inmenso territorio. Tranquilamente podría candidatearse para algún puesto político y sorprendería a más de uno por su increíble credibilidad, cada vez mayor.

Para esta gente malaya es diferente. Ellos lo reconocen como simplemente rezan los altoparlantes: “The coach is Jose Nestor Pikerman”. Para el mundo entero es el entrenador argentino que llevó a su país a la doble corona juvenil y que, además, registra un campeonato sudamericano. Por las dudas vale aclarar que nunca bajó del podio...

Ese es José Néstor Pekerman, el marido de Matilde, el padre de Vanesa e Ivanna y el tutor de un grupo de chicos que son el cultivo de las futuras cosechas de grandes. El campeón del mundo, como en Qatar.

 

–Aquel equipo me daba la sensación de ser imbatible, lo vi crecer muy rápido. Como conjunto en sí, era más creíble.

–A este todo le costó mucho más, José.

–Sí, es cierto. Las situaciones son diferentes. Este conjunto en un partido puede dar distintos tonos.

–Como el clima de Malasia...

–Sí, puede llover y puede salir el sol, todo en un mismo día. La diferencia es que este equipo cuenta con exquisiteses que aquel no tenía.

–¿Más riqueza técnica, por ejemplo?

–Eso es tan polémico, porque uno puede hablar de la riqueza de Ibagaza, de Sorín, de Biagini, de Domínguez, de Guerrero, de Pena, de Arangio. Este equipo tiene un poquito más de “jogo bonito” en Aimar, Riquelme, Cambiasso. Le quieren poner un moñito a la pelota. Ibagaza juega a un toque y siempre mirando el pase profundo. En cambio, a Aimar se le ocurre hacer una jugada que es linda, pero que no siempre es la conveniente. Eso marca la característica de este equipo. Riquelme puede tirar desde treinta metros con una precisión bárbara y, a veces, está al lado del arco y engancha para atrás.

 

Imagen José bajo la lluvia malaya. Su campaña fue espectacular.
José bajo la lluvia malaya. Su campaña fue espectacular.
 

 

–¿En qué momento se dijo “ahora puedo ser campeón”?

–Siempre, siempre, de verdad... Porque cuando uno disfruta este tipo de jugadores tiene que ser optimista. Hubo un sufrimiento lógico, ya que siempre se corre un riesgo con esta clase de futbolistas. También sentí impotencia en algunos pasajes del torneo, cuando no encontraba la manera de lograrlo.

–José, ¿ante Brasil estuvo a punto de quebrarse?

–No, tenía la voz tomada por lo tensionante que fue el partido.

–¿Fue el triunfo que más disfrutó?

–Y... sí. Después de ese partido, yo no dudaba que íbamos a ser campeones, pero lo quería disimular (sonríe). Pero sabía que el equipo estaba, inclusive con los malos antecedentes que teníamos con Uruguay. Ellos siempre nos habían superado.

La final ya es parte del archivo de imágenes que Matilde almacena en su casa, donde siempre se repite el rito. Las tres damas del hogar se sientan frente al televisor para seguir los partidos y después la esposa de José llama por teléfono a la mujer de Tocalli y Salorio para los saludos. Todo está en orden allí en la Pekerman’s house.

Imagen El encuentro con sus compañeros de banco, Hugo Tocalli, Pekerman, el doctor Donato Villani y Raúl Lamas siguen con su costumbre de ganar.
El encuentro con sus compañeros de banco, Hugo Tocalli, Pekerman, el doctor Donato Villani y Raúl Lamas siguen con su costumbre de ganar.
 

 

Imagen Un cuerpo técnico ejemplar.
Un cuerpo técnico ejemplar.
 

 

 

Imagen El grito final.
El grito final.
 

Acá, en la lejana Shah Alam, es domingo pero sin ravioles, ni asados, ni TC. Es un domingo donde la gente va a ver al Selangor que juega un partido decisivo por el torneo malayo. El bar del hotel Radison entrega imágenes monótonas de los pocos autos que pasan y un grupo de curiosos que se acerca, mezcla de curiosidad, mezcla de respeto, intentando observar a los campeones del mundo. La hora del balance para José, en una caja a la que siempre le cierran los números y el stock muestra un variado surtido.

–¿En qué momento sufrió más?

–Antes de llegar a Malasia teníamos cierto temor porque el proceso previo, desde el Sudamericano al Mundial, fue totalmente diferente al anterior. Aquella otra Selección creció y se integró enseguida desde Bolivia a Qatar. Creyó que la Copa del Mundo era la prioridad, la locura. Ahora fue un poco más individual: cada uno fue a su club, tenía más presiones. Los de Newell’s pelean por ser campeones, los de Argentinos por ascender, los de Estudiantes con unos altibajos tremendos. El anterior todavía tenía el amauterismo puro. En cambio, éste posee la convivencia del equipo de mayores. Entonces asimilan las cosas de distintas maneras.

–¿Por qué tantos cambios y de jugadores importantes, José?

–Los cambios fueron para lograr un shock. No era sólo el aspecto individual el que fallaba... En el fútbol, cuando se hace un cambio pareciera que se quiere buscar a un responsable, y no es así... En este caso se debió al cansancio. Nosotros queríamos ser campeones mundiales y los jugadores también. ¿Cómo decirle a Aimar que se tenía que quedar en el banco justo en la final? Lo comprendo y lo entiendo. Es más, casi le pido disculpas en la charla técnica. Les quería pedir perdón por no dejarlos entrar a la cancha.

–¿Quién fue el mejor jugador argentino?

–El equipo.

 

Imagen Los pibes y los grandes en el podio, levanta la Copa el actrual DT de la Selección Mayor: Lionel Scaloni.
Los pibes y los grandes en el podio, levanta la Copa el actrual DT de la Selección Mayor: Lionel Scaloni.
 

El hombre perdió peso en este viaje. Algunos kilos han quedado en el camino durante este extenuante viaje de 38 días. Es el nuevo record que exhibe el cuerpo técnico, superando por cuatro jornadas aquella primera salida de Bolivia a Qatar en 1995. La era de José ya supera los 1.000 amaneceres y el horizonte siempre le entrega felices puestas de sol.

 

–¿Se imaginaba este presente en septiembre de 1994?

–Las cosas sucedieron mejor de lo pensado y me pone muy feliz porque yo esperé con ansias esto: poder demostrar que Argentina tenía cosas mejores para entregarle al mundo. Aunque debo reconocer que todo se dio demasiado rápido.

–A comienzos de ese año dijo que en Bolivia se jugaba el puesto y que en el Mundial se jugaría la gloria.

–Era así... Era una prueba y pudimos salir adelante, pero no con resultados.

–Bueno, José, no sólo con resultados...

–Está bien, no sólo con resultados. Pero fuimos expresando cosas para los que no nos conocían y demostrando que, sin haber prometido resultados, íbamos a iniciar algo distinto. Y eso se consolidó...

En su primera noche como técnico campeón mundial en Malasia se acostó tarde, después de compartir una interminable mesa de café con el cuerpo técnico y algunos argentinos que juegan en este país: Mario Gómez, Gabriel Medrano, Darío Decoud y José Luis Pozzutto. En el bar del hotel recibió los saludos de Carlos Saúl Menem, el presidente de la Nación, y después se fue la habitación 1610 para descansar. La primera noche de tranquilidad, con el objetivo cumplido, sólo alcanzó las cinco horas de sueño corrido. El nuevo día lo encontró más relajado, con algunos regalos que había comprado en su salida al centro de Kuala Lumpur.

–Gerardo Salorio siempre nos ataca a mí y a Tocalli porque nunca disfrutamos de los campeonatos. La noche del sábado, nosotros estábamos analizando algunas jugadas y se acercó él para retarnos: “Ya está, gocen de este momento...”

–Los triunfos parecen disfrutarse menos que los sufrimientos que uno tiene...

–Es cierto. Por ejemplo, yo recién acá me solté a hablar de Qatar y se me vienen a la memoria recuerdos imponentes, maravillosos.

–Entonces, en el ’99, cuando le hagamos la nota por el campeonato en Nigeria, recordará más éste que termina ahora de ganar...

–Y... me pasa por la mente eso. Me pongo a pensar en La Paglia, en Sixto Peralta. Son de nuestro gusto y estuvieron mucho con nosotros. Además, ojalá que puedan repetir Aimar y Cambiasso. Ya empiezo a gozar.

–¿Eso quiere decir que se queda?

–...

El silencio se llevó la última respuesta en un tema que trata de gambetear. Esta vez no fue para justificar el “jogo bonito” que tanto pregona. Su romance con esa copa sigue en pie, no hay distancia ni rivales que los separen. Aunque él lo niegue y diga que lo más importante es la propuesta. Parece que el secreto de la seducción está en su mirada de hombre bueno.

Esta es la historia del sembrador José. Las cosechas futuras le estarán eternamente agradecidas.

 

LEO BURGUEÑO (1997)

Fotos: ALEJANDRO DEL BOSCO

Enviados especiales a Shah Alam, Malasia