SE MIRA Y NO SE TOCA: A 28 AÑOS DE LA ÚLTIMA VEZ
El 4 de julio de 1993, Argentina venció 2-1 a México y se consagró campeón de la Copa América. Crónica, fotos y video de la final.
Una enorme alegría cruza la cancha, pasa por los jugadores, por el Coco Basile, por el profe Echevarría, por toda la delegación. Los abrazos transmiten emoción y el Bati está llorando unido a Ruggeri. Lo mismo se adivina en los ojos de Redondo; en el Fabi Basualdo, que se dejó la barba para terminar con una racha personal en contra; en Altamirano, que todo lo dice en silencio. Hay también desbordes emotivos, porque cada uno es como es, y el cholito Simeone necesita gritar su felicidad; y Goyco que arrastra a todos con sus brazos enormes; y Borelli que encontró aquí en Guayaquil su gran oportunidad de meterse en algo grande.
Argentina es campeón de América, otra vez, como respondiendo a ese enorme mandato de la historia, que llenó vitrinas de trofeos. Con 14 títulos, pasó a ser el mayor campeón de la legendaria Copa que ha sumado 36 ediciones. Pero no es sólo eso: le vuelve a decir al mundo que allá, en ese país que llega hasta los fondos más australes del continente, la calidad de fútbol no conoce límites. No por nada en cualquier latitud de este planeta siempre hay un jugador argentino con clase que se hereda de generación en generación.
Esta Copa América es de Goycochea, de Ruggeri, de Simeone, de Redondo, de Borelli, de Batistuta, de los que jugaron y de los que empujaron desde afuera. Y es también de aquellos pioneros que la levantaron por primera vez allá a principios de siglo. Es también de los cracks que dejaron aquí en Guayaquil un recuerdo supremo en 1947. Es también de la gente que se aferra a una bandera y que todos los domingos deposita su pasión en el altar futbolero. Es también de ese pibe que está leyendo esta nota nerviosa y que sueña con ser alguien importante en el fútbol argentino.
La Copa América ya dio la vuelta olímpica en manos de sus legítimos ganadores y retorna un camino que conoce. Allá en el Sur, en el país de los argentinos, abrir los brazos para recibirla es una sabia costumbre que saben tener los hombres.
Tiempo de emoción, alegría, pero también de reflexiones, ahora que la Copa América '93 comienza su largo viaje hacia la historia. Este enviado de EL GRAFICO reiteró con toda intención en notas anteriores dónde estaba el verdadero objetivo del fútbol argentino en los días que corren. La Copa América es amada y venerada, hace a entrañables y hermosos recuerdos futboleros, pero en esta ocasión, a plazo fijo y muy corto, hay una eliminatoria que apunta a la continuidad de un proceso. Desde 1974 Argentina fue a todos los Mundiales, supo de grandes triunfos y algunas frustraciones, lo que no puede perder es la vigencia del pasaporte que conduce a la gran elite del mundo. Lo contrario sería un fracaso, aun con las rachas invictas y con las Copas enarboladas.
Ha sido la prédica de EL GRAFICO, la conoce el lector, la comparte con su respaldo semanal.
En estas líneas es bueno destacar mejores noticias. Argentina empezó muy mal en Ecuador'93, aquellos partidos iniciales con Bolivia y México, que hoy parecen una pesadilla, fueron reales y preocupantes. La buena nueva pasa por un irresistible ascenso, como se dijo la semana pasada, y tiene un punto culminante: la semifinal con Colombia ante un estadio semivacío que hablaba de una Guayaquil herida, que en forma fulminante había perdido interés por su propia fiesta (los ecuatorianos soñaban con el título y el sonoro cachetazo de México los devolvió a la realidad de su fútbol).
De frente a las eliminatorias, la noche del jueves 12 de julio de 1993 ofreció algo más que un empate en cero, fue más allá de la magia reiterada de Goycochea para atajar un penal y seguir viaje a la final.
El gran mensaje de la jornada fue la cautela de Colombia para jugarle a la Argentina. Esto tiene una lectura imperdible: el cuadro de Maturana le teme al de Basile, el magnetismo de la celeste y blanca todavía es un crédito en el fútbol sudamericano, lo que no quiere decir que los triunfos van a llegar por la vía del menor esfuerzo. Al contrario, hay que redoblar sacrificios: a igualdad táctica, técnica y física, a la falta de genios desequilibrantes, los títulos y los pergaminos de la Argentina impresionan. A jugar entonces con ese respaldo histórico.
Esa noche al equipo de Basile le faltó gol, pero le volvió a sobrar coraje, y hasta recuperó su idea protagónica para mandar en la cancha. La respuesta de Colombia fue el golpe, lo que no deja de ser una confesión de debilidad.
Que nadie suponga que el pase a USA '94 será un trámite de rutina -otra antigua prédica de EL GRAFICO-, pero no deja de ser esperanzador el muestreo que condujo a la final con México. Ahora hay que emitir las últimas novedades que produce el equipo, desde el ámbito colectivo, desde las individualidades.
• Argentina está marcando metros arriba. Todo el equipo parece más compacto. No hay llaneros solitarios para el pressing; ahora van todos juntos.
• Borelli le está sacando el puesto a Vázquez. El traspaso fue por lesión, pero Basile venía dudando de quien fuera su titular durante casi tres años. Vázquez se encuentra "achanchado" en el fútbol chileno y en la idea no tiene nada que ver la balanza.
• Los años empiezan a sentirse en el físico y en la capacidad de traslación de Ruggeri. Pero sigue siendo importante por presencia.
• No hablar únicamente de los penales de Goycochea; recordar el bombazo que le desvió a Wilson Pérez y que iba a un ángulo. Si ataja penales, mejor; lo bueno es que saque algunas que van adentro durante el partido, y en eso anda Goycochea, por suerte, show al margen.
• Si Redondo crece un 50 % respecto del partido que jugó ante Colombia, va a ser figura de las eliminatorias. El otro gran volante es Simeone. Los demás son parte de una búsqueda.
• La Copa América mostró que Argentina tiene poco gol. Parafraseando la onda Basile, "en la farmacia no se consigue", cosa que es una gigantesca verdad. Hay que apostar en otra dirección.
• 0 que Batistuta mantenga este nivel que mostró en la final.
• Que Basile saque un as de la manga para lograr explosión ofensiva.
• Que nadie olvide los goles que metió Balbo en Italia.
• Que el técnico acierte con otra dupla como Caniggia-Batistuta.
• Un tema preocupante. Basile habló siempre de charters que saldrían desde el bunker de Ezeiza para jugar en Lima, en Asunción y en Barranquilla con regreso inmediato. Ahora hay un cambio, una nueva estadía en Guayaquil, después de Lima, para aclimatarse al calor de Barranquilla. La novedad se descubrió aquí. ¿Por qué no antes? Es una desprolijidad, obliga a preguntarse si el DT tiene todos los colaboradores que necesita un cuerpo técnico.
Este, el de la consagración ante México, fue el mejor partido de Argentina, en el nivel de juego de la semifinal contra Colombia, pero esta vez no hubo que esperar los penales: la superioridad se concretó en la red, con las reglas del mejor arte, como se debe ganar.
Buenísima la actitud del equipo en el arranque, atacar a México, empujarlo hacia su área, no dejarle la pelota y menos la posibilidad de ir a pelearla cerca de Goycochea. No. La cosa era allá, donde a los mexicanos les iba a doler, por falta de espacio y de tranquilidad para salir jugando. Pero no fue fácil...
El cuadro de Menotti, perdón, el de Mejía Barón (entiéndase la intención), salió del encierro vía su personalidad colectiva y el manejo de algunas individualidades que están para México y cualquier país del mundo: el Moncho Ramírez, García Aspe y Zague. Entonces la pelota fue de arco a arco, la ambición era mutua. Lo que imponía Argentina era mayor jerarquía, en cantidad. Redondo crece; al Cholito Simeone se lo puede pintar con una jugada, la que él lleva adelante y termina en el segundo gol argentino: hizo todo, la corrida por la derecha y el saque lateral (porque se la tocaron) que puso a Batistuta en posición de remate cerca de Campos, eso se llama jugar con concentración, metido en el partido; de pronto Gorosito parece llamado a tomar una de las manijas del equipo; por fin, Batistuta.
Ahí quedó marcada una diferencia. A México le costó llegar a Goycochea. Su técnico Miguel Mejía Barón incluye a Hugo Sánchez y la realidad lo descoloca: Hugo está lejos de aquel goleador que fue. En cambio esta final deja, además del título, un dato optimista para Argentina: la vuelta de Batistuta al nivel demoledor de Chile '91, el de Boca en los primeros tiempos de Tabárez y que lo llevó a Italia.
Fue un partidazo. Por Argentina, por la vergüenza de los mexicanos, que parecían liquidados después del primer gol, pero pusieron la pelota en el medio y se la jugaron hasta conseguir un empate. Después sí, el arranque de Simeone y el bombazo de zurda de Batistuta definieron la Copa América de Ecuador. Entonces llegaron los festejos y el reconocimiento, porque el pueblo de Guayaquil, volcado hacia México, terminó aplaudiendo a los argentinos.
Es hora de alegría, Argentina volvió a ganar la Copa América. Aquella pesadilla de los primeros partidos frente a Bolivia y el mismo México fue cambiando los colores. Primero con coraje, para eliminar a Brasil, después con el fútbol que el Coco Basile trajo como bandera para esta Selección.
Así se ganó de nuevo esta Copa que pasa por la historia futbolera de los argentinos. Con mucho de ese coraje ya pintado. Con esa camiseta que respetan los contrarios. Con fútbol, sobre todo, con fútbol argentino...
Por NATALIO GORIN
Fotos: NORBERTO MOSTEIRIN y FABIAN MAURI.