El Trinche Carlovich era mejor que Maradona
Entre la fantasía y el mito, el título es la frase que pronuncian muchos que vieron jugar o que soñaron con ver a Tomas Felipe Carlovich. En 1999, con 50 años recién cumplidos, El Trinche le contó a El Gráfico su historia. Lo recordamos en un nuevo aniversario de su naciemiento.
El Trinche es un personaje. Luego de un par de días de búsqueda a través de su hermano y su sobrino, y de un periplo por las callecitas del barrio Belgrano, su figura inconfundible se asoma al portón de la casa paterna. Barba de un par de días, el cabello largo y ondulado como antes, ahora levemente nevado por la sal del tiempo y la humildad de antaño, lleva sus flamantes 50 años con hidalguía. Tomás Felipe Carlovich, aquel legendario volante central que descollara en el recordado equipo de Central Córdoba que ganara el Campeonato de Primera "C" de 1973 y tuviera un fugaz paso por la primera de Rosario Central, Colón de Santa Fe e Independiente Rivadavia de Mendoza, recibió a EL GRAFICO en su casa, recorrió media cuidad y volvió a su primer amor: el viejo y querido estadio "Gabino Sosa", enclavado en el corazón de Tablada, en el lejano sur rosarino.
Este mítico hombre de 1,83 m., de voz con un increíble parecido a la de Roberto Reyna, aquel viejo corresponsal rosarino de Radio Rivadavia, se sube a su Fiat Uno rojo y asegura no saber por qué le dicen Trinche. "Vos sabés que no tengo ni idea. Era un muchacho de acá del barrio el que me lo puso. No sé por qué, no caigo. Lo veo al pibe, a él le decían Conejo", explica mientras gambetea las preguntas como cuando la pisaba en los potreros, antes de encerrarse en su amigo el silencio. Por Tablada cuentan innumerables anécdotas del Trinche, pero una de las preferidas de los rosarinos de sangre azul que siguen a Córdoba como al hermano menor, recuerda aquel legendario baile que la Selección local le pegó al equipo argentino que se preparaba para jugar el Mundial de Alemania '74. Esa noche, el Combinado Rosarino no sólo goleó 3-0 a la Selección en el primer tiempo y recibió la orden de aflojar en el entretiempo, sino que el Trinche le metió un caño histórico a la Oveja Telch, a la sazón capitán del equipo nacional.
"Voy para los 50. Ya estoy del otro lado", define como cuando jugaba.
-¿Cómo hacés para tener el pelo igual que antes?
-iQué sé yo! ¡Ni al peluquero voy! Me lo corto solo.
Don Mario Carlovich era un yugoslavo laburante que se la rebuscaba haciendo algunas changas en obras de cañerías, pero que ni había oído hablar de fútbol. Su hijo menor, Tomás Felipe, en cambio, resultó uno de los mejores jugadores que pisaron las canchas de la pampa gringa y se especializó en caños, aunque nunca le haya gustado demasiado el trabajo, como a los grandes. Hace 40 años, barrio Belgrano era un zona de quintas, donde lo que sobraban eran campitos, potreros y calles de tierra. Allí el Trinche jugaba en patas. "Cuando era pibe, me vino a buscar Larrañaga, de Bigand, para hacer un equipo porque hacía muchos años que no salían campeones. Estábamos Pichón, mi hermano que jugaba de ocho y era un jugador bárbaro..."
-No me vas a decir que tu hermano era mejor.
-iVos sabés que sí!
-Pero eso es falsa modestia.
-No, no, no. Esa es la discusión que hay por todos lados aquí en el barrio. Para mí era un fenómeno.
-Pero no era más habilidoso.
-Era más completito en cuanto a que cabeceaba bien, le pegaba con cualquier pierna desde 30 a 40 metros.
-¿Siempre de cinco o de diez zurdo y habilidoso?
-De cinco o de diez, yo no tenía problemas. Uno siempre lo vivió así al fútbol.
El Trinche ya jugaba en las inferiores de Central, cuando, a los 16 años, salió campeón de la Liga del Sur en Bigand, en la época en que Carlos Timoteo Griguol era el cinco de la primera canalla: "Me daban vuelta como a las medias. ¡Me mataban a patadas! Llegaba a mi casa destrozado. Nunca usé canilleras, ni vendas, si cuando era pibe jugábamos en patas y a muerte. Me gustaba jugar, pero siempre pensando en ganar. A lo mejor no lo demostraba, pero por dentro me moría de las ganas por ganar", recuerda el Trinche mientras cruza Rosario.
"En aquella época estaba entero. Los pasaba, los esperaba y los volvía a pasar, pero porque lo sentía así. Me reía, no me podían agarrar. Me acuerdo de Tablón Bautista (murió hace poco), que no me salió nunca al cruce. El Viejo Griguol jugaba con los remos, te manoteaba, te agarraba", se entusiasma como cuando la pisaba.
-¿Es verdad que hacías caños de ida y vuelta?
-No. El Bocha (por su ex compañero Jorge Nelson Forgués) siempre se acuerda de un partido en que hice un caño de ida y vuelta, pero yo no me acuerdo. Le metí un caño, quedó mal parado y antes de que cerrara las piernas, le metí otro, pero ésas son casualidades.
"La tercera nuestra en Central era una fiesta, éramos una banda de muy buenos jugadores ¡que mama mía! Estaba Héctor Ríos, de aquí del barrio, un muy buen jugador; Fanesi, el Perro Castronovo, Piernucci, Clavele... Cuando venía la reserva de Boca, que era otra primera, nos hacíamos cada fiesta. Nos divertíamos porque eran muy buenos jugadores", se engancha el dueño de la redonda.
La increíble historia del Trinche cuenta que llegó a jugar un solo partido en la primera de Central, como visitante de Los Andes, un viernes a la noche, cuando recién comenzaban los primeros televisados por el viejo Canal 7, en blanco y negro.
-Estaba Erausquín porque se había ido Ignomirielo. Bah, estaba por decir que salía a la cancha, pero al equipo lo armaban Griguol y los más grandes. Ese partido empatamos y me hicieron una macana que no me gustó: Erausquín me había dicho que en el próximo partido, contra Vélez, iba a ser titular ¡Sabés qué contento estaba! Resulta que llegó el jueves, me llamaron aparte y no me pusieron. Son manejos que no me gustan porque los que me conocen saben que siempre fui de frente, por eso estoy tranquilo.
-Pero, ¿por qué te fuiste?
-Me enojé porque tenían una deuda, me dieron el pase y me fui.
-Pero fue una lucha: eras un 10 como para jugar diez años en Central.
-Me debería haber muerto jugando en Central. No sé si todavía no seguiría jugando. Si a veces voy a ver los partidos y me dan ganas de entrar. Si el jueves lo fui a invitar al Gordo Palma a un asado y me decían que jugara. Y no me faltan ganas de ponerme los cortos.
-¿Haber Jugado en Central es la asignatura pendiente?
-Sí, porque jugué, pero no de la forma que quería. Deseaba terminar mi carrera en Central.
La historia continuó en Central Córdoba, donde lo llevó Ainza, y debutó contra Sarmiento de Junín, la tarde en que hizo los dos goles, pero "de casualidad", como le gusta mentir al Trinche, como cuando amagaba.
"No pensaba seguir jugando, pero después de Central Córdoba me fui a Independiente Rivadavia de Mendoza, donde todavía se acuerdan. Allá me habían puesto "El Rey" porque ganamos un clásico después de que no lo ganaban nunca y ese día hicimos cinco", se ufana el bohemio de los potreros.
-¿Y por qué te volviste de Mendoza?
-Porque me salió lo de Colón, que jugaba en Primera, con un cuadro en el que estaban la Chiva Di Meola, el Pampi Aráoz, Edgar Fernández, después fue el Gato Andrada, pero tuve mala suerte. Nunca me había lesionado, pero las tres veces que jugué en la primera me rompí el aductor derecho. Son desgracias.
-Andás mucho mejor que en la última nota, hace un par de años...
-Sí, porque se lo debo a un par de amigos que me dieron una mano. El Vasco Adora, de Bigand, y Mingo Corbellini, un gordo que todavía la pisotea. Dos pingazos, los dos amigos con los que cuento. Después, conocidos tengo un montón.
-El Flaco Menotti te ha nombrado como uno de los grandes jugadores, junto con el Tato Mur...
-Porque hemos jugado en contra en torneos de la cancha de Cabanellas, una cancha que había en Wilde y San Lorenzo; él era de Fisherton. Y cuando yo estaba en las inferiores, el Flaco jugaba en la primera, así que nos conocemos del barrio. Era una zona donde había muchos jugadores, algunos no llegaron por cosas del destino.
Hace 25 años que se fue del barrio, pero cada hincha que pasa por la puerta del "Gabino Sosa" lo saluda como si todavía jugara. Un par de automovilistas, un motociclista y hasta un abuelo charrúa que para su viejo Falcon marrón en la mitad de la calle Virasoro, baja con su nieto y lo hace saludar al maestro. A Tomás Felipe Carlovich, el poeta de la redonda, el bohemio de los potreros, el último romántico, o, como mejor lo reconocen treinta años después, los charrúas que peinan canas por los azules arrabales de Tablada: "iChau, Trinche!, vos eras mejor que Maradona".
¿EN SERIO QUE CARLOVICH LA GASTABA?
DANIEL PASSARELLA (ex rival): "Cuando jugué en Sarmiento de Junín, en el Ascenso, me enamoré de Carlovich. Fue el mejor jugador que vi antes de llegar a Primera. Un astro, me hubiera gustado ser como él".
CARLOS PICERNI (ex rival): "El Flaco era un jugador extraordinario. No sólo por lo que jugaba, sino también por lo que transmitía. Dentro de la cancha era un verdadero director técnico. Gritaba, ordenaba, motivaba a todos sus compañeros. Leía muy bien el juego y tenía una calidad propia de un jugador distinto. Lástima su poca contracción al tra-bajo, sino hubiera sido ídolo en cualquier equipo capitalino".
VICTOR BOTTANIZ (ex rival): 'Jugar en contra suya, como a mí me tocó, era un suplicio y a su vez un placer. Suplicio porque con el manejo y la pegada que tenía, era un jugador imposible de marcar. Siempre le vi similitud en su juego con dos grandes del fútbol argentino: el Beto Alonso y, por sobre todas las cosas, con Daniel Willington (hasta por su mismo estilo de vida). Y placentero era ver todo lo que hacía dentro de una cancha de fútbol y con qué facilidad. Tuvo todo para triunfar en el fútbol grande, pero prefirió la tranquilidad de su ciudad natal".
UBALDO MATILDO FILLOL (ex rival): "Particularmente me acuerdo de una noche que jugamos la base de la Selección Nacional que iba al Mundial '74: enfrentamos en Rosario a un Combinado de jugadores rosarinos donde se destacaba Carlovich. ¡Que baile nos dieron esa no-che, y cómo jugó ese muchacho! Un talento que hoy sería comparable a Redondo o Cambiasso, o antes quizás a la Oveja Telch. Poseía la magia que distingue a estos tres jugadores".
LEOPOLDO LUQUE (ex futbolista): "Todos los técnicos que tuve durante mi carrera (Menotti, Labruna, Lorenzo) lo quisieron incorporar a sus equipos, pero al Flaco nunca le gustó dejar Rosario; una verdadera lástima. En Mendoza me cuentan que una vez lo convocaron para que jugara en un Combinado local y se juntó con Víctor Legrotaglie, otro malabarista del fútbol. ¡No les podían sacar la pelota!".
ROBERTO FONTANARROSA (humorista): "Era dotado técnicamente, pero con poca predisposición para el esfuerzo. Es lo que la leyenda cuenta de él, que lo tenían que ir a buscar. Lo enfrenté una vez en veteranos en Zona Norte y, por supuesto, me bailó".
MIGUEL PISANO (1998) Fotos: ALBERTO RAGGIO