1923. Firpo: torazo en rodeo ajeno
El 14/09/1923, Luis Angel Firpo fue el primer boxeador argentino en disputar un campeonato mundial. En Nueva York, ante 85.000 personas, perdió el combate que había ganado por KO.
El hospital estaba vacío; era la medianoche y en aquellos largos pasillos apenas se dibujaba la silueta de algún médico de turno. Una luz pálida y lechosa iluminaba apenas. Sentado en un banco, en actitud pensativa, un hombre se tomaba la cabeza con las manos. La vista estaba clavada en el suelo. Y parecía una estatua: no se movía. Aquel hombre era nada más ni nada menos que Luis Angel Firpo, El Toro Salvaje de Las Pampas, el feroz peleador argentino que hacía un mes había noqueado en 8 rounds a Jess Willard, el ex campeón mundial de los pesos pesados.
Ahora, en la soledad del hospital, Firpo era un hombre abatido y preocupado. Apenas unas horas antes, había hecho una exhibición ante Jack Downey. Y, aunque el argentino ni tocó a su oponente, su rival se desvaneció y fue a parar al hospital de Indianápolis, en donde se había efectuado el combate. Las leyes de Indianápolis eran muy claras: hasta que el boxeador internado no hablase, Firpo no podría trasponer la frontera. Extrañado ante semejante detalle legal, Firpo preguntó cuál era el motivo.
–Muy sencillo, señor –le respondió un Sheriff que estaba de guardia–. Si mister Downey habla, es señal de que está vivo. Y en este Estado, quien está vivo no está muerto, por lo que usted quedará libre de cualquier cargo... Mientras pasaba la noche en el hospital, rogándole a Dios para que Downey dijese algo, Firpo clavó la vista en un almanaque. Recién entonces se dio cuenta de que estaba, efectivamente, en un grave aprieto, porque era sábado 18 de agosto. Faltaba menos de un mes para que se efectuara su combate por el campeonato mundial de todos los pesos frente a Jack Dempsey, en Nueva York. Si algo malo le pasaba a Downey, la pelea no se haría.
Sin embargo, unos días más tarde, Rickard se comunicó con Firpo y le dio la noticia menos esperada:
–Se puede hacer la pelea con Jack; pero tiene que ser el 14 de septiembre, por razones políticas y de organización.
–¿Y qué hago ahora con la gira? Ya firmé todo y usted sabe que acá, si no cumplo, me hacen juicio –fue la respuesta del boxeador.
-No es un tema mío, Firpo. Si usted acepta, puede hacer lo que quiera mientras tanto, pero el 14 de septiembre lo espero en el Polo Grounds. ¿Entendido?
Así que Firpo debió trepar de tren en tren para cumplir los compromisos, maldiciéndose a sí mismo por haber aceptado. Como un recurso extra, decidió aprovecharla para hacer pésimos papeles, con la ilusión de que Dempsey creyera que estaba mal entrenado. A su vez, Rickard también estaba en contra de la gira, porque si en ella Firpo se lesionaba, era cortado, o caía nocaut, chau al negocio. Encima, se vino lo de Downey. Por suerte, esa noche, alguien se acercó a Firpo, que seguía sentado en un pasillo del hospital:
–Quédese tranquilo, Firpo, Downey habló, está vivo, usted puede irse.
Por primera vez, después de 25 años, Nueva York sería escenario de una pelea de campeonato mundial pesado. Jack Dempsey, a los 28 años, llevaba cuatro de reinado y sólo había defendido su corona dos veces. Por esta pelea iba a recibir 509.000 dólares mientras que el argentino, de 27 años, campeón sudamericano, cobraría 156.500 dólares. El campeón era favorito 2-1 en las apuestas. Lo que nadie sabía era que Firpo, para colmo de males, tenía una lesión en el extremo inferior del húmero izquierdo. O sea, casi un brazo de menos. Y, aunque el presidente de la Comisión Atlética de Nueva York le sugirió no pelear, Firpo aceptó correr el riesgo.
En el primer round, Firpo cayó siete veces. El referí, John Gallagher, era casi el árbitro oficial de Dempsey: el título no parecía estar en peligro. Cuando empezó el segundo round la multitud comenzó a bramar, pidiendo el desenlace. Fue entonces cuando, de golpe, Jack desapareció del ring y la gente enmudeció. ¿Qué había ocurrido? ¿Qué le pasó al campeón?
La respuesta era simple: con un tremendo mazazo de derecha, Firpo lo había mandado a la primera fila del ring side, provocándole un aterrizaje forzoso. Es más, el campeón cayó encima de Jack Lawrence. “Yo no lo ayudé, puse las manos para protegerme cuando se me vino encima. Casi me destroza la Remington”, se quejó el escriba tiempo después.
Lo cierto es que, con ayuda o sin ella, y después de más de diez segundos, Jack logró subir al ring. Luego, tras derribar dos veces más al argentino, logró la victoria.
Nunca se sabrá exactamente cuánto tiempo estuvo Dempsey fuera del ring. Es que Rickard obligó a cortar la película, empalmando la caída del campeón con su ascenso al cuadrilátero. Un técnico calculó, de acuerdo con la cantidad de filme recortado, que habrán sido unos 14 o 15 segundos, así que, en la realidad, Firpo debería haber ganado por nocaut. La batalla duró en total 3 minutos y 57 segundos. Aún hoy está considerada la pelea más dramática en la historia de Nueva York. En la Argentina, se cortó la narración cuando Dempsey voló fuera del ring y, cuando se habían descorchado varias sidras, se supo la verdad. “Fue uno de los acontecimientos más importantes de nuestra historia”, afirmó, años después, Julio Cortázar.
Firpo perdió, sí, pero se metió en la leyenda. El Toro Salvaje de Las Pampas –bautizado así por el periodista Damon Runyon–, logró que el boxeo fuese legal en la Argentina. Se retiró en el 36, con 31 victorias (26 k.o.), 7 sin decisión y 4 derrotas. Murió el 7 de agosto de 1960. A partir de aquel encuentro, el 14 de septiembre fue declarado en nuestro país El Día del Boxeador.
Carlos Irusta (2009)